Concurso de Cuentos

Cuentos con trabajo y trabajadores: Conocé a los nominados por el jurado y votá por tu cuento favorito

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El Concurso de Cuentos de En Perspectiva te invita una vez más a ser parte del jurado y votar para definir el “premio de los oyentes”. Aquí están publicados los “cuentos con trabajo y trabajadores” nominados por el Jurado, y al final de la página el formulario para votar.

La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 19.09.2019 a las 12.30 hs. Muy pronto daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

Concurso de Cuentos de En Perspectiva 2019

Edición: tercer llamado, agosto de 2019
Consigna: Cuentos con trabajo y trabajadores
Jurado: Juan Grompone, Alcides Abella, Gonzalo Pérez del Castillo, Ana Ribeiro y el equipo del programa Oír con los ojos

Cuentos nominados

Título: 18 febrero 1564
Seudónimo: Roma

Ese 18 de febrero, el amanecer lo encuentra trabajando.

A sus 88 años, no conoce descanso, hasta arrancarle a la piedra su voz.

De un gran bloque de mármol, de aproximadamente 1,65 metros, dos figuras estilizadas se apoyan mutuamente, la una en la otra, desprendiéndose de la piedra a medida que el pulso del cincel lo permite.
Aún no se define quién es el sostenido y quién el soporte. Ni física ni emocionalmente.

Ambas figuras longuilíneas, de corte moderno por sintético, parecen apuntar a cierta
ideología reformista.

O quizás, en esta oportunidad, sólo se busca liberar el alma de la materia.

Nunca lo sabremos.

La luz avanza mientras las horas transcurren, dando a la pieza tonalidades y sombras que su autor ya no puede ver.

Mientras la Piedad Rondanini nace como Venus, el cuerpo de quien la creo, yace inerte en el lugar, velado únicamente por sus herramientas y la obra. Una a cada lado.

***

Título: Antonio
Seudónimo: Géminis

La eterna pregunta: ¿Qué vas a ser cuando seas grande? Raúl no contestaba, simplemente se encogía de hombros. Era muy buen estudiante, la familia pensó Ya lo decidirá llegado el momento.

Le gustaba visitar al tío Antonio, un viejo solterón y bohemio que vivía solo en una casona del Prado. Tenía más de setenta años, y se las arreglaba para hacer todo. A Raúl le gustaba ayudarle, tanto trasplantaban las verduras como arreglaban enchufes o portalámparas. Además Antonio explicaba todo: …y ojo, no se te junten los dos polos porque hacés flor de cortocircuito…. 

También le enseñó a manejar, en aquella vieja combi con la que había recorrido todo el país. Entonces surgían los recuerdos, las vivencias.

Volvía tarde a su casa: No me digas que estuviste otra vez en lo de Antonio,  ese viejo loco… Prefería no recordarle que el viejo loco era su hermano. 

Cuando Antonio falleció, Raúl heredó la casona y la combi.

-¿Y ahora que vas a hacer?

-Ahora voy a ser Antonio. La sonrisa de Raúl iluminó el mundo.

Título: Sin título
Seudónimo: Albino

Cacho le comentó al cantinero:

-Se jubila el Gordo Rosario, tenemos que organizarle algo

Rosario es un apodo. Se llama Miguel Malfatti. A los 19 años se fue con su primo a recorrer América a dedo. Llegaron hasta Rosario-Argentina. Trabajaron en la construcción. Al año se volvieron.

El viejo Malfatti le dijo que ya le había conseguido trabajo en la UTE, por unos contactos políticos. Pico y pala, algo habrás aprendido.

Estuvo un año en Rosario, pero habló de esa ciudad el resto de su vida. Por eso el apodo.

Rosario a veces se pone triste. Pasé 42 años pegando baldosas. No Rosario, te hiciste tu rancho, tus dos hijas estudiaron, tenés una mujer fabulosa, ¿qué más querés? Cuatro metros en el Cementerio del Norte, dice riéndose.

Los compañeros de UTE le regalaron un trofeo dorado con una cuchara y un fratacho en una base cuadriculada simulando una baldosa. Abajo dice: "Al gran Rosario, 42 años curando las heridas de Montevideo".

El trofeo quedó en la cantina, con uno de billar y otro de bochas.  

***

Título: Clasista
Seudónimo: Juan

En 1941 el Lucho entró de meritorio, después de chofer del doctor Arredondo y por fin, encargado de Personal.

Siempre iba a los actos donde hablaba Frugoni, casi había ido a la guerra civil española a pelear con los republicanos.

Cumplidor, llegaba siempre antes de la hora, luego caían los demás y el ambiente se alegraba, té o café, el mate era para la casa.

Todos apreciaban a Lucho, su amistad y bonhomía. Casi eran amigos.

Hasta que un día todo cambió. 

Nunca se había hablado del tema. Comenzaron los cuchicheos en la oficina y las discusiones acaloradas en el bar. Unos decían que era injusto, otros que Lucho no quería trabajar.

Se había perdido el compañerismo y se notaba. El doctor Arredondo lo percibió y los empezó a interrogar.

Y alguien confesó, seguramente pensando en quedar bien con el director.

Cuando lo sumariaron, el Lucho dijo su verdad: "Llego temprano y les marco la tarjeta a todos porque soy clasista".

***

Título: Compañeras de oficina
Seudónimo: Josefina

Trabajamos en oficinas contiguas 25 años. No fuimos amigas, siempre tuve claro que Ana era la jefa. Pero tenemos la misma edad. Yo oía sus conversaciones telefónicas, supongo que ella oía las mías. Problemas y alegrías familiares, amistades, enfermedades, en fin, la vida.

A Ana la operaron y estuvo 3 meses sin trabajar. Su socio, mi otro jefe, se desentendió de ella. Yo le fui fiel y me ocupé de guardarle el lugar.

La empresa superó la crisis de 2002 pero fue el comienzo de las dificultades. No supieron manejarlas. Yo les decía lo que pensaba, éramos compinches. Ya sé que no hay que ser tan franca.

Me echaron para suplirme por un contador con la mitad de mis años y mi sueldo. Tiempo después me encontré con Ana en un casamiento. Me dijo: "Qué bien que estás, mucho más flaca". Le dije: "Claro, vivo a ansiolíticos, no sabés lo que es quedarte sin laburo a los 53. Me mato con traducciones para ganar 2 pesos. Ahora entiendo a esos resentidos yanquis que agarran una metralleta y hacen una masacre".

***

Título: Deber cumplido
Seudónimo: Brígido

Con ojos de hoy, esos boliches eran un milagro.

Bar por la ochava y almacén por el costado, sobre la última calle en el borde del barrio. Enfrente solo cuadras de campo baldío hasta el arroyo, ya en el cansado silencio de su desembocadura, junto al Ancap.

En una de las dos esquinas -perfilado en su rutina- con su gallego parco y sus apropiadas ventanas de alfeizar bajo, transcurría la parsimonia aldeana del país batllista en retirada.

Ningún parroquiano hubiese intentado usurpar la silla del Vasco antes de las cuatro en días hábiles.

Desde su puesto de vigía, con paciencia municipal y calma pública, distribuía sus tres amargas por jornal; precisamente junto al letrero de “5 raíces”.

Su tarea, por más de 30 años, había sido la de avisar de inmediato para impedir cualquier obra en esos terrenos, que simultáneamente Intendencia y Puerto se adjudicaban. Un ataque eventual del enemigo, sería sobre buldócer y camión.

 – El viernes me jubilo, Gallego. Y me voy invicto.

¡Mirá ese campo .., nada..! 

***

Título: Deliveriantes
Seudónimo: App

Es un mecanismo de tracción a sangre. Ellas o ellos responden a una App, van y vienen bajo la lluvia, con viento sur o norte, y también en días de sol abrasador. Llevan pedidos de cosas que realiza la gente. Es el internet de las cosas, dicen algunos. Hace poco la App fue premiada con una distinción a la innovación tecnológica. Ellas y ellos no fueron parte del premio, quedaron pedaleando en un bolsón de plusvalías tristes administradas por un señor al que le dicen CEO.

***

Título: Esclavas
Seudónimo: Mamá vieja

Cantando, cantando van. Se oyen cada vez más lejos, se achican sus figuras, mas sabemos quiénes son.

Pasan las horas, pasa el día. Los cánticos vuelven, reaparecen las figuras que apuran su andar. No quieren quedar fuera de la ciudadela.

Ellas vienen cansadas. El sol ha sido cómplice y el viento amante.

La ropa está limpia y seca. Ha finalizado el trabajo.

El silencio da paso a una noche fresca. Vuelven los recuerdos, las lágrimas las arrullan.

Ellas duermen para soñar la libertad. Pero siempre despiertan esclavas.

***

Título: Frigonal
Seudónimo: Tatín

En el corpiño, muy apretadas y bien a la altura de las tetas, María escondía las entrañas.

Allí, estaban seguras.

El vigilante que registraba a cada uno de los trabajadores a la salida de cada turno no podía tocar a las mujeres en la zona del pecho. Miraba fijo a los ojos, desconfiado aunque se sabía bastante abatido.

Cada vez que ella rememoraba ese tiempo, se le iluminaban los ojos con cierta tristeza y parecía querer  justificarse diciendo que no estaba bien robarles a los patrones.

Es que eran tiempos duros.

El salario no alcanzaba.

Y los dueños del Frigorífico tampoco eran unos santos.

Durante las pocas inspecciones que había solían esconder a los menores entre las reses dentro de las cámaras.

Se hacían los bobos, decía.

Y agregaba: igual que yo cuando salía con la carne apretujada para darle de comer a mis hijos.

Título: Futuro laboral
Seudónimo: Jacinto

-¿Que pasa BR11, te noto distraído…?

-No… mas bien estoy preocupado

-Preocupado?

-Si, en mi última revisión modificaron mi fecha de obsolescencia

-Es extraño, ¿por que lo harían?

-Es lo que me preocupa… no lo entiendo.

-Yo tampoco lo entiendo…

-Y ¿no te inquieta?

-Realmente no, porque nuestro trabajo jamás podrá ser sustituido por humanos

***

Título: Jueves a las 10
Seudónimo: Norma

La flauta del afilador, el timbre metálico del triángulo del vendedor de barquillos, las campanitas y cascabeles tintineando en los arreos del caballo del verdulero, mientras va tirando del carro, el camión del lechero en movimiento y sus botellas de vidrio grueso golpeteando enjauladas en casilleros de hierro, pregoneros ofreciendo su mercancía: diarios, escobas baratas, postres nevados, helados… Así se conformaba aquel paisaje sonoro de gente laboriosa. Pero nada caracterizaba más al barrio que el pitar de las sirenas de entrada y salida de cada turno en las fábricas de jabón, de vidrio, las curtiembres, las textiles. Demarcaciones auditivas cotidianas, rituales invariables y certeros que convocaban a hombres y mujeres orgullosos de su condición obrera. 

Hoy, como cada jueves a las 10 de la mañana, volvió a escucharse la sirena de la refinería de La Teja.   Solitario sonido remanente que devuelve por unos instantes, vibrando en el aire, aquella identidad fabril al barrio. 

***

Título: La jornada escolar
Seudónimo: R. Daneel

El niño abrió los ojos. Se desperezó lentamente. Desayunó el alimento preparado y caliente que esperaba en una mesa junto a su lecho. Se levantó e ingresó al gabinete automático de bañado y vestido. Su semblante estaba pensativo, desde el día anterior lo acuciaba una duda, surgida de su lección de Historia leída por el aparato lector. Ya pronto para su jornada escolar se sentó frente a su escritorio, encendió el interrumptor de la máquina, la puso en función Maestra y preguntó en voz alta: ¿Qué eran los trabajadores?

***

Título: La Negra María
Seudónimo: Joaquín

"Muy señor mío:

Por la presente remito a usted la negrita que me encargó comprar. Se llama María y tiene como trece o catorce años. Nació en el Congo y tanto su aspecto como su dentadura son de buena calidad”.

María fue a vivir con los esclavos, tan negros como ella. Trabajaba desde el amanecer hasta la tarde  en los campos del patrón.

Pasó el tiempo… 

Estoy contenta, suspiraba. Trabajo mucho, pero la comida es buena, la cama blanda y las cobijas calientes, y con el Tolomeo nos gustamos. Es fuerte, mira a la cara, nació acá y nada sabe lo que es cruzar un mar  grande y furioso. Me dijo la patrona que por ahora no podemos casarnos porque la cosecha es grande…que después veremos.

Tendré una familia, la de Tolomeo. Sus padres y hermanos me miran con simpatía.

Haremos una casa de adobe y paja. Nos casaremos por Iglesia como mandan los patrones y seremos felices, en estas tierras extrañas.

Me han contado que estamos en el Virreinato del Río de la Plata. Nombre raro ¿no?

***

Título: La Textil
Seudónimo: Poli

El día de cobro accedía a acompañarla con la promesa de que me comprara una bolsa gigante de caramelos de dulce de leche. 

Y mi abuela respetaba el trato.

No entendía bien por qué se referían a aquel edificio triste y gris como a la “caja vieja”.

Sabía que nos esperaba un plantón de un par de horas haciendo fila ya que llegábamos con mucha antelación porque ese día para ella -aunque el dinero fuera escaso- era de celebración. 

Todos los viejos hacían lo mismo; las filas eran interminables.

Ella, entonces, hablaba de castaños y aceite de oliva, de ajos y panes, de hermanos y guerra.

Mientras masticaba con fruición aquellos deliciosos emplastos que se me pegaban en las muelas ella seguía el hilo de su recuerdo y me contaba del ruido, de las máquinas, de los olores, del polvo en el aire. Sonreía explicándome que siempre trabajaban de pañuelo en la cabeza. 

Salió de España en el 36; no imaginaba entonces que gastaría buena parte de su tiempo en la fábrica de alpargatas.

Al otro lado del mar.

***

Título: La última carta de un trabajador de la novela
Seudónimo: Dogomar Washington Dostoievsky

Soy un Fitzgerald que no tuvo su época dorada. Soy un Hemingway que no cazó en África. Soy un Faulkner que no lo contrató Hollywood. Soy un Balzac de una sola novela. Soy un Onetti sin Idea. Soy un Mario Levrero sin beca Guggenheim. Soy un Cortázar sin Bertolucci.

Soy un hombre de 70 años que escribe esta carta desde la oscuridad de San José. Trabajé mi literatura más horas que Fitzgerald. Cacé más conejos que Hemingway. Comí menos que Balzac. No amé a ninguna mujer. Rechacé en sueños mil veces la beca de los yanquis. Proyecté en soledad cada film de Bertolucci. 

Dediqué, en fin, mi vida a esto. Soy un Kafka que sí tiró su obra al fuego. No hubo un Max Brod a mi lado ni hubo una Milena. Solo en mi herrumbrosa casa vi arder en diez minutos 168.034 horas exactas de trabajo nocturno y silencioso por el que nadie dio un centavo. 

Pero soy el vago del pueblo. El loco solo y sucio que oyó decir a su doctor:

Terminal. No queda nada por hacer.

Fui estas 168.034 horas de trabajo y de placer.

***

Título: Las chicas de la oficina 
Seudónimo: Julieta 14

Hoy Gaby cumple 45 y, como todos los años, el grupete de la oficina festeja. Cuando entró estaba recién casada y hoy ya es abuela. El tiempo hizo que nos conociéramos poco a poco, compartiendo alegrías y problemas. Así fue naciendo una amistad, que luego integraría a Lía y Ana, las más antiguas de la oficina.

Hubo tiempos difíciles, para afrontar alguna enfermedad o algún contratiempo económico, pero siempre estábamos dándonos fuerza, para no flaquear.

Hace dos años, Lía tuvo que jubilarse por enfermedad y le hicimos una fiesta sorpresa en casa. Estaba radiante con su peluca nueva y agradeció el hecho de tenernos como amigas. Este año no estará presente, pero levantaremos una copa por ella. Ana volvió de vacaciones con su marido y hoy prometió traer las últimas fotos de Italia y Francia para compartir. Hace cuatro años que me jubilé, luego de casi 40 de trabajo, y nuestra amistad sigue al firme, intacta, vigente.

***

Título: Opción
Seudónimo: Edelweiss

Una vez más, como desde hace varios años, suena el despertador a las cinco de la mañana.

En la cocina se mezclan los olores del horno y de la cacerola humeante. Con el primer café del día, antes de que suene el despertador de los niños, termina el informe que presentará en el trabajo. Encaraba el absorbente y exigente trabajo con entusiasmo y energía. La partida para siempre de su compañero produjo un cambio en el modo de vivir.

El bullicio mañanero sucede a la concentración mental de las horas en que asoma el sol. Desayunos rápidos, corridas contra el reloj son habituales antes de salir para el colegio y para el escritorio.

Merendar, escuchar y compartir el relato de los niños escolares, jugar, reír, ordenar, ocupan junto al cansancio el regreso a la casa en la tarde.

Llega la hora de acostarse. El beso de la noche transmite en silencio la búsqueda permanente de equilibrio entre trabajo y familia.

***

Título: Pesca
Seudónimo: Popeye

Mientras amanecía, las luces tornasoladas del nuevo día hacían perder terreno a las sombras, reflotando las casuchas de bloques y chapas de zinc. Entonces, las lanchas multicolores sorteaban ola tras ola, cabeceando imperturbables en pos del gigante verde. Como todos los días. Regresaban al atardecer, y sobre los cajones puestos de revés, los pescadores daban vida a la danza de escamas y aletas. Bailarines de cuchillos afilados y rostros curtidos.

Esa mañana salieron siete barcos, siete tripulaciones y la misma esperanza. Negros nubarrones colgaban del horizonte. Habría tormenta. José saludó desde lo alto de la última ola a su mujer en la playa cada vez más lejana. La tarde se hizo noche, surcada de relámpagos sobre el mar picado. A las nueve en punto, el mar amo y señor de sus vidas, vomitó cinco chalanas maltrechas. Y ella , de cara al viento y al destino, confundía sus lágrimas con gotas de lluvia, linterna en mano, horadando lo inevitable.

***

Título: Puntual
Seudónimo: Arapey

Despuntaban los primeros rayos del sol mañanero, y el coro de pájaros dirigido por un benteveo, me despertó… o casi.

La angustia por haberme dormido, y de que como consecuencia de ello llegaría tarde a mi oficina, hizo que saltara raudo de la cama y corriera a darme una ducha.

Sería mi primera llegada tarde en más de cuarenta años de trabajo.

El agua fría sobre mi piel, me hizo tomar conciencia de que, desde hace una semana, estoy jubilado.

***

Título: Respuestas de un obrero
Seudónimo: Juan Carlos Canetti

Elden Haas es un obrero alemán de 50 años. Elden Haas también es un poeta alemán de 50 años. Elden Haas acaba de salir del trabajo en la construcción del muro de Berlín y se detiene en una esquina: del cielo mismo bajó una revelación, una respuesta a las preguntas que leyó cuando era adolescente:

¿A dónde fueron los albañiles la noche

que fue terminada la Muralla China?

Elden Haas llega a su casa, se sienta en la mesa y escribe:

Querido Bertolt Bretch. Ya sé qué hicieron los obreros chinos la noche que terminaron la muralla: abrieron una puerta y entraron a los sueños de Franz Kafka, que dormía en Praga 2.400 años más adelante.

Pero después de escribir su revelación Haas se siente triste. El muro que construye lo alejará de su familia para siempre. Lo sabe, y por eso abre una puerta y entra a los sueños de un escritor que duerme en Piriápolis 58 años más adelante.

El escritor, que tiene hambre, le pide en su sueño a Elden Haas que le enseñe a mezclar cemento.

***

Título: Una noche más
Seudónimo: Madame Curie

El espejo refleja todo su cuerpo. Espléndido. Comienza el ritual de todas las noches. Hora de maquillarse. Cierra los ojos por un momento. Se ve a sí misma. Es una pequeña niña en su camita, acurrucada, oyendo con atención el cuentito que su madre lee con dificultad. El despertar en la noche, su ausencia. Acaba de pintarse las uñas. Dibuja un corazón en el vidrio empañado; hace frío, mucho frío. Un poco de rímel negro. Su niña llama. “Cierta vez las víboras dieron un gran baile. Invitaron a las ranas y a los sapos, a los flamencos, y a los yacarés y a los peces”. Ahora la niña duerme. Se pinta cuidadosamente los labios. Recoge el imprescindible abrigo. La calle. La lluvia. Enciende un cigarrillo. Espera. El auto se detiene, apaga las luces. Se pierden en la oscuridad del parque.

***

La votación para el Premio de los oyentes cerró el jueves 19.09.2019 a las 12.30 hs. Muy pronto, durante La Mesa de los Viernes de En Perspectiva, daremos a conocer los resultados de la votación y también los premios otorgados por el jurado.

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Concurso de Cuentos de En Perspectiva, llamados anteriores

Foto: Mural de Diego Rivera – Detroit Institute of Arts (Representación del trabajo obrero en la industria automotriz)

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