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Entrevista central, jueves 1 de setiembre: Pedro Feliú Ribeiro

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EC —Ahí está el punto crucial. Quizás llevándolo a una descripción más detallada, un artículo del diario El País de Madrid lo formulaba en estos términos: “En el fondo, el impeachment siempre fue político. A Rousseff se la ha juzgado (y condenado), entre otras cosas, por su gestión”. Y argumentaba que no habría sido expulsada del cargo “si bajo su segundo mandato Brasil no hubiera embarrancado en la mayor recesión de los últimos 80 años”, si no hubieran estallado los casos de corrupción en torno a Petrobras, “si su popularidad no se hubiera despeñado o si no hubieran salido a la calle en los últimos meses cientos de miles de personas pidiendo su destitución y si la prensa no hubiera coincidido en pedir un día sí y otro también su cabeza”. ¿Cuánto terminaron incidiendo todos estos otros factores que aparecen enumerados acá?

PR —Están muy bien enumerados. El presidencialismo de Brasil acabó funcionando como un parlamentarismo, con voto de censura. Esas variables –la baja popularidad, la crisis económica, el rol de los medios– dan cuenta de la motivación de los legisladores para votar por el impeachment, creo que eso les dio fuerza para ir en contra de la presidenta. Las teorías que teníamos hasta el momento afirmaban que el presidente de Brasil, por tener poderes constitucionales bastante significativos, tenía la condición de mantener una mayoría legislativa y por eso la gobernabilidad era posible, además de la existencia de muchos partidos y de un sistema electoral que favorece el voto personal, no el voto partidario. Pero ahora tenemos que rever esa teoría, porque factores externos a la institución, a las reglas institucionales –el apoyo popular a la presidenta, la economía, los medios– se mostraron muy relevantes, entonces pese a los poderes presidenciales Dilma no logró la gobernabilidad que sí había logrado en su primer mandato.

Creo que se dio una suma de esos factores, pero el principal fue el momento en que Dilma, en febrero de 2015, se enfrentó con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). No hay presidente de nuestra joven democracia que haya gobernado sin ese partido, Dilma en su segundo mandato intentó por primera vez gobernar sin ese partido y terminó en un impeachment. El PMDB es el centro de la política de Brasil, no tiene un candidato como para ganar una presidencia ejecutiva –como tiene el Partido Justicialista (PJ)–, es un partido que tiene legisladores de centroizquierda, de centro y de derecha, como el justicialismo en Argentina, y acá siempre está haciendo alianzas con otro que tenga un candidato con capacidad de vencer elecciones mayoritarias a nivel nacional.

EC —En este caso concreto, el PMDB, que tiene ese peso tan trascendente en la historia política reciente de Brasil, había logrado colocar al vicepresidente, Michel Temer. ¿Qué fue lo que desató ese enfrentamiento? ¿Por qué Dilma decidió plantarse frente al PMDB?

PR —Creo que un momento muy importante fue cuando Eduardo Cunha, del PMDB de Río de Janeiro, fue elegido presidente de la Cámara de Diputados. En ese momento él tenía procesos en su contra, y el PT, siguiendo su posición más tradicional, más a la izquierda, de combate a la corrupción, votó en contra de Eduardo Cunha en la Comisión de Ética, aceptando una denuncia para que dejara su mandato. En ese momento se desató la guerra entre el sector de Cunha del PMDB, que es bastante grande, y Dilma.

Creo también que Dilma no tiene la habilidad política que tenían Fernando Henrique Cardoso y Lula. Y cuando digo habilidad política, me refiero a la capacidad de hacer arreglos y contratos con los sectores de los partidos, que no siempre son arreglos morales o que te dejan dormir tranquilo. Dilma tuvo ese problema, que estaba presente en el primer mandato, pero en el segundo, con la crisis económica y la necesidad de reducir el gasto público, entró en conflicto con las demandas de su base de acuerdo parlamentario. Creo que Dilma imaginó que podía gobernar sin el PMDB, con apoyo de otros partidos, que la traicionaron al final del proceso. Contaba con el apoyo del Partido Comunista Brasileño (PCB), que al final del proceso, en el momento crucial, se cambió de lado y se puso en contra de la presidenta. A diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, donde el presidente puede gobernar sin mayoría, parece que en Brasil eso no es posible.

EC —Ese es otro punto a examinar. Si el impeachment no hubiese sido aprobado, si el PT y Dilma hubiesen logrado convencer a una cantidad suficiente de senadores y lo de ayer no se hubiese dado, ¿cómo habría hecho Dilma para continuar su gobierno hasta el final? Habría sido imposible igual, ¿no?

PR —Habría sido como fue en 2015, cuando se aprobaron algunas materias importantes del Ejecutivo, pero con muchos cambios. O sea, la reducción del gasto público que Dilma empezó a hacer en 2015 sería bastante más pequeña, pero creo que sería posible gobernar.

EC —¿Sí? ¿Dilma podría haber seguido gobernando ahora, en esta coyuntura, después de todo lo que pasó?

PR —El presidente brasileño, como el de Chile o el de Argentina, tiene muchos poderes constitucionales, tiene el poder de emitir decretos, tiene poderes que le dan la capacidad de gobernar, pero con dos tercios del Congreso en contra eso no es posible. En una situación en que ella tuviera el 40 %, el 45 % de apoyo, creo que sería posible, al menos desde el punto de vista teórico institucional. Pero creo incluso que si el impeachment no hubiera sido aprobado los otros partidos temerían quedar sin los recursos del Ejecutivo. Hay un centro de partidos políticos en Brasil –PMDB, PR (Partido de la República), PT, PTB (Partido Laborista Brasileño)– que siempre están con quien gana el gobierno, ha sido así desde la redemocratización. Es muy raro, muy novedoso que esos partidos estén en contra de la presidenta, por primera vez estamos viendo algo así. Hay que recordar que Fernando Collor de Melo fue elegido por un partido insignificante y sin una base parlamentaria, como sí tenía Dilma, como tuvo Lula, como tuvo Fernando Henrique Cardoso. Así que creo que sería posible, pero de todos modos sería difícil y tendría poca capacidad para implementar sus planes.

Creo que ahora Michel Temer va a tener una mayoría parlamentaria y va a lograr hacer un cambio económico, pero limitado, porque el PMDB es un partido que se basa en el intercambio de favores, en el canje de apoyo político por cargos en la administración pública. Por eso es muy difícil imaginar que hagan una reducción muy abrupta del gasto público, porque perderían apoyo político haciendo eso. Así que, en lo que se refiere a la economía brasileña, la duda sigue igual, no creo que con las mayorías parlamentarias vaya a haber un gran cambio en términos de la conducción de la economía.

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EC —Dilma Rousseff, depuesta de su cargo, acusada de delitos de responsabilidad por manipulación de las cuentas públicas, respondió alegando que era víctima de un golpe de Estado.

(Audio Dilma Rousseff.)

Hoy el Senado Federal tomó una decisión que entra en la historia de las grandes injusticias. Los senadores que votaron por el impeachment escogieron desgarrar la Constitución Federal. Decidieron la interrupción del mandato de una presidenta que no cometió crímenes de responsabilidad. Condenaron a una inocente y consumaron un golpe parlamentario.

(Fin audio.)

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