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Entrevista central, martes 27 de diciembre: Julio María Sanguinetti

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EC —El doctor Julio María Sanguinetti es abogado, periodista, escritor, político de toda la vida.

JMS —Sí, señor, pero sobre todo periodista.

EC —¿Sigue insistiendo?

JMS —Eso es lo que nunca he dejado, ni dejaré, mientras alguien me publique.

EC —¿Dónde está publicando hoy?

JMS —Siempre en La Nación de Buenos Aires, en El País de Madrid; donde escribo habitualmente. En El País de acá también.

EC —Y en Correo de los Viernes.

JMS —Y después Correo de los Viernes.

EC —Por las dudas, está Correo de los Viernes.

JMS —Además.

EC —Fue presidente de la República en dos períodos, 1985-1990 y 1995-2000. Y fue senador también, 2005-2010. Antes había sido diputado, ministro… ¿Qué cargo le falta en la carrera? ¿Edil fue?

JMS —Fui edil por Montevideo, un período.

EC —Muy en el arranque.

JMS —Sí, porque entré a la Cámara a los 26 años, y a partir de ahí fui diputado.

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EC —Usted ha mantenido más de una polémica con la Iglesia católica en los últimos años en torno a la laicidad. ¿Qué análisis ha hecho de la campaña que impulsó en estos meses el cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, esa campaña con el lema “Navidad con Jesús”, las balconeras? ¿Qué opinión tiene de las declaraciones que ha hecho al respecto y que han generado algún debate, por ejemplo, este mismo fin de semana?

JMS —Primero, he tenido algunos debates y muchas coincidencias también. El año pasado se hizo un debate que se llamó Atrio de los gentiles, en el cual participaron varias figuras católicas y yo participé desde un ángulo laico, y tuvimos muchas coincidencias que seguimos teniendo. El cardenal en los últimos tiempos ha hecho declaraciones que van más allá.

EC —“No nos quedemos nosotros dentro de ese balde laicista que hace 100 años le pusieron a este país”, dijo Sturla el sábado, “con un dogma que es que lo religioso, si es católico sobre todo, tiene que quedar en el ámbito de la conciencia individual, esa es la negación de lo que es el cristianismo”.

JMS —Hace 100 años el Uruguay culminó un proceso de secularización, es decir, de separación de la Iglesia y el Estado, que había empezado en 1866, 1865, 1864, con el doctor Berro, presidente nacionalista, cuando tuvo un conflicto con la Iglesia, que terminó nada menos que con el destierro del arzobispo y la secularización de los cementerios porque un cura no quiso enterrar a un masón. Luego vino la reforma de José Pedro Varela, bajo Latorre, que la Iglesia impugnó muy duramente, porque no aceptaba la escuela laica. Fue un largo proceso que culminó en el 17, cuando se separó la Iglesia del Estado. Cosa que toda la Iglesia acepta, yo he hablado con muchos sacerdotes, lo hablé incluso en ese atrio, todo el mundo cree que a la Iglesia le ha hecho bien estar en su ámbito religioso y al Estado en el suyo.

Si hay una historia de éxito en el país es esa, la democracia uruguaya se puede preciar de que tiene tolerancia, apertura, libertad de culto, nadie se puede sentir discriminado ni creo que se sienta discriminado.

EC —El cardenal Sturla distingue entre laicidad y laicismo.

JMS —Es un matiz.

EC —Y cuestiona el laicismo.

JMS —Sí, porque el laicismo sería la ideología que sostiene la laicidad.

EC —Dice: “La laicidad es algo positivo, querido por todos los uruguayos, que implica poder expresarnos con libertad. Lo que yo llamé el ‘balde laicista’ es un dogma que el laicismo secularizador uruguayo de algún modo le impuso al país, que lo cristiano, sobre todo si es católico, tiene que quedar en la conciencia individual”.

JMS —Aquí ningún católico, ni ningún judío, ni ningún profesante de ninguna religión se ha sentido discriminado. La historia del país en ese sentido es un éxito de tolerancia, pocas sociedades son tan tolerantes. A su vez, un Estado que no está en contra de las religiones, porque ese es el otro error, laicidad no quiere decir estar en contra de las religiones, quiere decir que el Estado es neutral o a lo sumo imparcial frente a las religiones. Es totalmente distinto. El Estado no discute el tema filosófico de las convicciones de la gente, cada uno debe tener la que quiera, eso lo ampara la Constitución y esa es la esencia de nuestra laicidad, que ha sido un éxito de convivencia. En muy pocos países hay la convivencia que ha existido en Uruguay.

Por eso creo que es un error plantear esos debates a veces de un modo sesgado, torcido. Decir que acá hace 100 años hubo un plan para descristianizar el país es, para empezar, ignorar totalmente la historia. Porque había una Iglesia dominante en aquellos años, que impartía los códigos morales, que subordinaba a las mujeres, que se opuso a la ley de divorcio, que se opuso de un modo violento a las escuelas mixtas, a que niñas y niños estuvieran en las mismas escuelas. Las cosas que llegó a decir don Juan Zorrilla de San Martín en contra de José Pedro Varela no están escritas. Yo lo dije en aquel Atrio de los gentiles a los señores obispos que estaban ahí: “cosas que ninguno de ustedes hoy se animaría a sostener”. Era otra época, yo tampoco sostengo muchas de las cosas que decían mis correligionarios de entonces, porque era un momento del mundo.

Posteriormente la historia se fue corriendo hacia un clima de tolerancia, a tal punto que yo personalmente, presidente notoriamente agnóstico como soy, propuse que se quedara la cruz allí (en Tres Cruces) en recuerdo del hecho histórico del primer papa que había llegado al Uruguay. Más expresión de tolerancia, imposible. Y quizás la más importante de todas. Me tocó consolidar la presencia de la Universidad Católica en el sistema educativo uruguayo. Y soy un defensor acérrimo de la República laica, porque creo que eso es convivencia, y creo que es un error cuando se lo cuestiona.

Que la Iglesia católica haga campañas de difusión no solo es su derecho, es hasta su deber, y me parece muy bien que lo haga, porque es el deber de cada convicción. Es como nos pasa a los partidos en otro terreno, en otro ámbito. ¿Cómo no vamos a difundir lo nuestro? Pero otra cosa es que para difundir lo nuestro tenga que agredir al resto. Ahí es donde el cardenal comete un error, porque decir que hace 100 años hubo un plan para descristianizar, una especie de cosa diabólica, y para reducir el catolicismo… No, hubo un país que resolvió, por ejemplo, que iba a haber ley de divorcio o que iba a haber investigaciones de paternidad cuando las había. Y sí, la Iglesia de la época estaba en contra. Hoy la Iglesia todavía tiene una dualidad frente a la divorcio, pero no creo que hoy hiciera una campaña en ese sentido. Por eso me parece muy bien que la Iglesia católica haga lo que hace, porque sin duda es una gran institución social también, nadie lo niega, en el terreno educativo, en el terreno social la Iglesia ha sido y sigue siendo muy importante en el país y es bueno que lo sea. Pero no mezclemos los tantos, una cosa es la convicción religiosa y otra cosa es la relación Estado-religión. Además está en la Biblia: a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.

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