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Entrevista central, miércoles 18 de octubre: Ricardo Pascale

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EC —Empiezan a aparecer los errores de la economía neoclásica.

RP —Los errores, que en la jerga científica nuestra llamamos anomalías. O sea, usted toma una medida y esa medida conforme a la teoría debería dar tal resultado, pero no da ese resultado. Una cosa es que no dé resultado una vez o dos veces, pero si empieza a ser medio generalizado tenemos que entrar a pensar que esa teoría ya no está explicando el fenómeno al que queremos dar una solución. Ahí aparecen algunas grandes figuras, Herbert Simon…

EC —¿De qué años estamos hablando?

RP —De mitad del siglo pasado en adelante. Yo diría que Simon fue el primero que pateó el tablero diciendo que el hombre no es perfectamente racional, sino que tiene una racionalidad acotada, que es el término que se usa hoy, bounded rational. Porque perfecta racionalidad implicaría ser omnisciente, ser casi dios, conocer todas las posibilidades. Tú salís a la radio, un brillante periodista, y conocés las posibilidades que tenés; no, tú actuás con las posibilidades que tenés, y dentro de esas posibilidades actuás lo más racionalmente posible.

EC —Ni que hablar en economía, ni que hablar cuando hay que tomar decisiones económicas.

RP —Es brutal, claro.

EC —Es evidente que el hombre no tiene, o por lo menos la enorme mayoría de la gente no tiene todos los datos, toda la información, todos los antecedentes, todas las proyecciones a la hora de resolver si compra dólares o no.

RP —Exactamente, toma algunas decisiones que tienen que ver con otro heurístico que se llama el heurístico de disponibilidad. Uno toma las cosas que tiene más disponibles a la mano. Es un problema que influye en las decisiones económicas.

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EC —Tengo ya algunos comentarios de los oyentes. Por ejemplo dice Raúl: “Esa economía comportamental creo que es fundamental para las políticas de marketing en el consumo”. Y otro yente dice: “Nuestro gobierno no tiene animal spirit, por eso el país está como está”.

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EC —Ricardo Pascale es doctor en Economía del Conocimiento, profesor emérito de la Universidad de la República, fue presidente del BCU y fundó hace 15 años la cátedra de Finanzas Comportamentales en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República.

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EC —Antes de retomar, volvamos a definir la economía comportamental en una línea.

RP —Sería el estudio de los fenómenos psicológicos en su impacto en las decisiones económicas y en el funcionamiento de los mercados.

EC —La persona no es 100 % racional a la hora de tomar decisiones.

RP —No, no es perfectamente racional, tiene una racionalidad acotada. De eso ya no hay muchas dudas.

EC —Vimos más temprano el ejemplo de los sesgos, y había otro sesgo, el de las emociones.

RP —Los sesgos serían una propensión al error que tenemos. La propensión al error es natural, la tenemos todos los seres humanos. Así como los heurísticos eran atajos mentales, hacemos lo más práctico, los sesgos son la propensión al error. Por ejemplo, el sesgo de confirmación es uno de los más importantes y de los más difíciles de trabajar. Es muy difícil para un jerarca o un jefe, y ni hablar a medida que se sube en la jerarquía, que tiene una posición y está absolutamente equivocado, e incluso él sabe que está equivocado, pero lo que te está preguntando es: “Señor Cotelo, ¿no es cierto que yo pienso esto, esto?”, está buscando la confirmación de Cotelo, que con su experiencia, etcétera, le diga que sí, cuando él sabe que está equivocado. Es muy difícil sacarle un sesgo de confirmación o desesgar a una persona, decirle “estás equivocado” o “pensátelo mejor”. Es un sesgo fantástico, la gente quiere hacer algo y busca que le digan que sí, cuando en realidad lo que tiene que decirle un buen amigo o un buen colaborador es: “Puedes tener razón, pero yo pienso esto, tomalo en cuenta si te parece”. Hay un sesgo de sobreconfianza, yo nunca vi un flujo de fondo mal hecho, que diera mal, siempre dan bien.

EC —Acá nos metimos en términos técnicos, ¿cómo es esto de un flujo de fondos mal hecho?

RP —Cuando voy a hacer un proyecto, viene un amigo y me dice: “Voy a hacer un proyecto de tal cosa, voy a diseñar un diario, voy a traer las máquinas, voy a traer esto, consigo los periodistas, el papel, la distribución, etcétera”, todo como si los contrarios no jugaran. “Esto lo voy a hacer en seis meses, lo otro lo voy a hacer en tanto”, y después nada de esa sobreconfianza que se tuvo se da en la realidad. Es como aquel que nada 2.000 metros y termina cansado, muriéndose ahogado a cuatro metros de la costa. La mayor parte de los errores en los proyectos en nuestro país y en América Latina y en parte de otros continentes no se deben tanto a la idea, sino a sesgos cognitivos como los de sobreconfianza.

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