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Entrevista central, miércoles 25 de octubre: Luis Hierro López

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EC —¿Y qué recuerda de Jorge en aquellos años?

LHL —Un luchador incansable, era imposible. En la primera etapa él estaba aún pagando las deudas del cierre de Acción y del cierre de Ariel, viviendo una situación económica muy complicada desde el punto de vista personal.

EC —La radio Ariel, CX10 radio Ariel, que era propiedad de Luis Batlle.

LHL —Sí, y yo a veces lo encontraba caminando, él vivía cerca del Obelisco y se venía caminando a la Ciudad Vieja para administrar los vales bancarios, porque no tenía plata para el taxi, esta es la verdad. Es una cosa increíble pensarlo así, pero era así.

EC —el apartamento ese en el que vivía en la zona del Cordón era un apartamento muy modesto.

LHL —Muy modesto. Él tuvo negocios en venta de carne con Brasil, pero siempre era una situación precaria. Pero sin embargo era un gran luchador.

EC —Desde el punto de vista político ¿qué recuerda?

LHL —Hacía reuniones clandestinas todo el día, tenía un mimeógrafo, ese mimeógrafo lo escondíamos en una época en casa de mi padre y la policía nos perseguía, y bueno, en esas cosas que nos pasaron a todos. Pero él era incansable.

EC —En el plebiscito del 80, por ejemplo?

LHL —Él tuvo una intensa actividad en el interior organizando actos, acompañaba a Tarigo hasta el pueblo, lo presentaba y se retiraba, veía el acto de la vereda de enfrente porque si no la policía prohibía el acto. Si Jorge estaba en la vereda de enfrente el acto estaba habilitado. Una tontería.

EC —Jorge estaba proscrito.

LHL —Estaba proscrito.

EC —Tarigo no porque era una figura nueva, no tenía antecedentes políticos.

LHL —Lo de la policía era un tontería completa, si Jorge estaba enfrente el acto estaba permitido, si estaba dentro del hall del cine estaba prohibido. Entonces Jorge cruzaba para enfrente. Y fue en esa época que Rapela dijo.. Rapela, un general presidente de la Esmaco, un tipo muy duro, dijo “Jorge Batlle es imposible, nos aparece por todos lados”, porque Jorge tenía gran movilidad y conocía mucho a la gente y había mantenido mucho el contacto con la red partidaria, entonces organizaba de inmediato, con tres o cuatro llamadas un acto e iba con Tarigo, se lo presentaba a los compañeros y hablaba Tarigo que no estaba proscrito, pero en realidad quien estaba organizando el acto era Jorge. Tuvo una gran militancia, una gran convicción.

EC —Jorge Batlle fue uno de los ideólogos del acto del Obelisco de noviembre de 1983.

LHL —Sí, según Gonzalo Aguirre fue en realidad el inspirador. En una reunión conspirativa que tenían blancos y colorados y cívicos, los partidos que en ese momento estaban desproscritos, Jorge dijo “che, vamos a hacer un acto en el obelisco, así, así, así”. Esto lo ha comentado Gonzalo Aguirre, dándole el copyright a Jorge. Luego fue una idea de todos los partidos y fue una instrumentación, una convocatoria de todos los partidos habilitados y de la opinión pública.

EC —fue un acto que se desarrolló un año después de las elecciones internas, las primeras elecciones internas autorizadas en la dictadura.

LHL —Claro, noviembre del 82 la interna, noviembre del 83 el acto del Obelisco.

EC —¿Qué se buscaba con aquel acto? Era un acto donde se destacaba “un Uruguay sin exclusiones”.

LHL —Sin exclusiones, sin proscripciones, las cuales se mantuvieron hasta la elección nacional del año siguiente, del año 84. En los tres partidos hubo ciudadanos proscritos y básicamente proscrito Wilson y proscrito Seregni en el Frente y proscrito Jorge para ser candidato a presidente, después lo dejaron ser candidato a senador. Pero en todo caso el reclamo de no proscripciones era un reclamo de libertades, lo que estaba reclamando el Obelisco eran libertades democráticas, Constitución, reencuentro, que era lo que nos faltaba en ese tiempo.

EC —Eran épocas de negociaciones con las Fuerzas Armadas que avanzaban y se trancaban.

LHL —Claro. Hoy lo miramos y nos parece una jornada heroica, romántica, fenomenal, pero fue muy duro ese tiempo, porque todas las semanas había un trancazo. Y si bien el plebiscito de 1980 había garantizado que en algún momento la dictadura se terminaba, lo que estaba en discusión era cuándo se terminaba y cómo se terminaba. Si se terminaba finalmente o se terminaba en cuotas. Chile terminó en cuotas, con senadores vitalicios y con la presencia de Pinochet en forma muy influyente aún después de recuperada la democracia. Pero Uruguay terminó muy bien. Y yo creo que ese tiempo nos ha dejado la lección de que cuando los uruguayos nos juntamos hacemos cosas muy grandes.

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