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Entrevista central, viernes 11 de marzo: Pablo Rosselli

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Entrevista con el economista Pablo Rosselli, socio de la consultora Deloitte.

Video de la entrevista

EN PERSPECTIVA
Viernes 11.03.2016, hora 8.21

EMILIANO COTELO (EC) —La semana pasada se conoció que el déficit fiscal a enero fue 3,8 % del PBI, el peor registro en 13 años. También se difundió la inflación anual a febrero, que superó la barrera psicológica de los dos dígitos y se ubicó en 10,2 %. Y por último, el dólar interbancario alcanzó el techo histórico de $ 32,508.
Por otra parte, el presidente Tabaré Vázquez y el ministro Danilo Astori enfatizaron que el Gobierno va a trabajar fuerte para que la deuda de Uruguay no pierda la nota de “grado inversor”, otorgada por las calificadoras internacionales.

Con el telón de fondo de esas novedades, esta semana el ministro Astori y el presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), Mario Bergara, anunciaron una primera batería de medidas, sobre todo destinadas a contener la inflación.

¿Qué pasará después de estos anuncios? ¿Qué ocurrirá con los precios minoristas?
Pero más en general, ¿qué perspectivas hay para la economía uruguaya este año y el que viene?

Vamos a conversar con el economista Pablo Rosselli, de la consultora Deloitte.

El 1º de marzo, en su exposición por cadena nacional de radio y televisión, Tabaré Vázquez reconoció que la economía uruguaya enfrenta este año un panorama complejo. Enfatizó la prioridad que el Gobierno le ha puesto a la conservación del grado inversor. Señaló que para eso es necesario extremar cuidados en el frente fiscal. Dijo que en las rondas de negociación salarial que van a tener lugar este año es muy importante atenerse a las pautas planteadas por el Poder Ejecutivo en 2015. ¿Por dónde pasa tu diagnóstico, Pablo?

PABLO ROSSELLI (PR) —Primero, el presidente de la República hace bien en señalar la importancia de cuidar el grado inversor, más allá de que ni los analistas ni las agencias calificadoras estaban diciendo que perder el grado de inversión era un riesgo relevante en el corto plazo. Y hace muy bien en enfatizar la necesidad de atenerse a las pautas salariales. Está claro que el 2016 es un año complejo para Uruguay, notoriamente peor que los años anteriores.

EC —Supongo que ahí tenemos dos frentes a considerar, el externo y el interno.

PR —Sí, tenemos dos temas, un contexto externo más difícil y también estamos sufriendo la acumulación de desequilibrios que se han ido sumando en Uruguay. Pero si pensamos en el contexto externo, es más difícil, ya desde hace un tiempo largo estamos viendo un fortalecimiento del dólar en la mayoría de los países del mundo, tenemos mucha volatilidad en los mercados financieros internacionales, hay más aversión al riesgo –menos disposición de los inversores a tomar riesgo en los mercados emergentes–, tenemos bajos precios de exportación, porque los precios de los commodities cayeron mucho en los últimos dos años, y tenemos una región complicada, Brasil con una crisis política enorme, una recesión que promete ser de las más grandes de los últimos 100 años, y una Argentina que con el cambio de gobierno en algunas cosas mejora, pero que sigue también complicada, en un panorama de caída de la actividad económica y de inflación.

EC —Dentro de nuestro país, ¿qué pasa con las variables macroeconómicas?, ¿cuáles son las más delicadas?

PR —Una inflación arriba de 10 % es un elemento de preocupación, y el déficit fiscal en 3,8 % es francamente un resultado muy pero muy malo.

EC —Un mes antes había sido de 3,5 %, el cierre del año 2015 había sido 3,5 % del PBI.

PR —Había sido de 3,5 %, cuando el Gobierno había proyectado 3,3 %, y hoy estamos 5 décimas por arriba de aquel pronóstico de cierre de 2015. Es un resultado malo, ocurre luego de una década de bonanza, es tan malo como los que teníamos durante la crisis del 99 al 2002.

EC —¿Qué implica este déficit de 3,8 % del PBI? ¿Por qué es un problema?

PR —Está en un nivel insosteniblemente alto. Uruguay no tiene un problema con la deuda pública en el corto plazo, que está pactada a plazos largos, a tasas fijas, razonablemente desdolarizada, pero un déficit fiscal de esta entidad implicaría que en algún momento la deuda pública creciente alcanzara nivel más difíciles de manejar. No es una opción mantenernos con este nivel de déficit fiscal, y hay que tener en cuenta que este nivel de déficit fiscal ocurre pese a que el Gobierno ya apeló a un instrumento clásico de ajuste, que es recortar las inversiones públicas. Hoy tenemos inversiones públicas que están en los valores más bajos de los últimos 10 años, apenas por arriba de los que vimos durante la crisis. Habiendo ya apelado a ese recurso “fácil” de recortar inversión pública, los números siguen siendo malos, con lo cual tenemos un problema realmente significativo. Pese a que el dólar ha subido mucho en Uruguay, también ha subido en el mundo, entonces Uruguay sigue estando caro, estamos con niveles de competitividad frente a Brasil 30 % por debajo de la media histórica.

EC —Por un lado la suba del dólar es una buena noticia, la producción uruguaya necesita mejorar sus precios en la comparación con el dólar. Pero no alcanza todavía.

PR —A nuestro juicio no alcanza. Uruguay se está abaratando en dólares y eso es importante, estamos mejorando nuestra competitividad frente a EEUU, pero todavía estamos más o menos 20 % abajo de la media histórica con ese país, y frente a Brasil estamos con niveles de competitividad similares a los que teníamos en 1999-2002. Dependemos menos de Brasil que en aquel momento, pero esa es una luz roja en materia de competitividad. También estamos caros frente a Europa, porque Europa también ha sufrido cierta devaluación del euro en los últimos dos años. Y estamos un poco caros frente a Australia. Por lo tanto necesitamos un dólar más alto.

En ese panorama, tenemos también lo que está ocurriendo con la actividad económica.

EC —¿Qué pasa con la actividad económica? ¿Se la puede definir como de estancamiento?

PR —Prácticamente es una situación de estancamiento. A fin de mes veremos lo que dieron los datos de PBI del cuarto trimestre de 2015, pero los últimos datos que tenemos hoy, que corresponden al tercer trimestre, marcan que cuando comparamos tercer trimestre contra tercer trimestre, el PBI creció 0,6 %. Lo más importante es que la demanda agregada está cayendo, el consumo privado cayó 1 % tercer trimestre contra tercer trimestre, la inversión en activos fijos cayó 14 % y nuestras exportaciones han caído 6 %, todo esto en términos reales. La demanda agregada cae, el PBI no ha caído porque ha ocurrido un factor de sustitución, que es que han bajado más nuestras importaciones, lo cual es saludable, en parte porque el tipo de cambio ha subido, y necesitamos que el tipo de cambio siga subiendo para poder acomodarnos a un contexto de menor demanda agregada.

EC —¿Qué pasa con el mercado de trabajo?

PR —En el mercado de trabajo, después de muchos años muy favorables, estamos viendo una tendencia al deterioro. Los datos mensuales de desempleo son bastante volátiles, pero estamos con una tendencia de desempleo en torno de 8 % y con una caída de la ocupación. El año pasado, si contamos el empleo promedio que tuvimos durante todo el año, perdimos unos 28.000 puestos de trabajo. No se trata de una situación dramática, pero hay una tendencia, y los indicadores de expectativas empresariales nos hacen pensar que la tendencia a reducir empleos va a continuar este año.

EC —En resumen, ¿cómo es el diagnóstico, la situación que tenemos hoy en materia económica?

PR —Tenemos un escenario internacional francamente adverso y tenemos en general un deterioro de nuestra economía. La economía crece poco, estamos perdiendo empleos, tenemos problemas fiscales, tenemos problemas en el frente de la competitividad. Un elemento del marco externo que no mencionamos y que es favorable es que el petróleo ha bajado mucho, ha bajado más que nuestros precios de exportación, sobre todo en el último tiempo, y eso es algo muy positivo para la economía uruguaya.

EC —Pero los combustibles no bajan.

PR —No hay ninguna duda de que es un elemento sumamente positivo para la economía uruguaya. Las empresas y los consumidores no ven ese efecto de manera inmediata, en la medida en que los precios de los combustibles en Uruguay no han bajado mucho, aunque han bajado algo en dólares. Dada la suba del dólar, los combustibles en dólares están bajando; han bajado mucho menos de lo que todos podíamos esperar o querer, pero hay que tener presente que esta baja del petróleo es un elemento clave de recomposición de las cuentas de Ancap. El ministro Astori decía en la entrevista que le hacías el otro día que una parte central de la estrategia de mejora del resultado fiscal es que mejore la contribución de las empresas públicas. Y una parte importante de esa mejora va a venir a través de los resultados de Ancap, producto de esta baja del petróleo, que no ha sido trasladada a los precios. De no haber mediado esta baja última del petróleo, probablemente estaríamos pagando más impuestos o viendo más recortes de gastos o teniendo una economía mucho más complicada. Entonces la caída del petróleo no nos está dando un impulso en el bolsillo de las empresas y de las familias o de los consumidores ahora –esto es medio contrafáctico, porque es qué habría pasado si no hubiera caído–, pero no hay duda de que si no hubiésemos tenido ese alivio nuestra situación sería francamente peor.

***

EC —A partir de una situación económica como la que quedó descrita, ¿qué debe hacer la política económica?

PR —Desde hace un tiempo bastante largo un conjunto de analistas veníamos anticipando que se iba a venir un cambio en el contexto económico mundial, que se iba a volver más negativo y que la acumulación de desequilibrios macroeconómicos domésticos, como se venía observando, iba a plantear un escenario más complejo.

Hoy la política económica enfrenta dilemas muy fuertes en torno a sus objetivos. La política económica quiere que aumente el empleo, que mejoren los salarios, que la actividad económica crezca, que los números fiscales mejoren, tener más competitividad, y la realidad es que no se puede lograr todo eso. Es necesario establecer prioridades. ¿Qué atacamos primero?, ¿atacamos primero la inflación, atacamos primero la competitividad, atacamos primero la situación fiscal? No hay una respuesta fácil, y esa es una decisión esencialmente del Gobierno.

En el segundo semestre del 2015 el Gobierno puso un esfuerzo muy grande en evitar que la inflación pasara de 10 %. Para eso apeló fuertemente a la venta de dólares. Pero en el transcurso de estos primeros meses de 2016 la presión al alza del dólar era muy fuerte, además el Gobierno no tenía espacio fiscal para continuar retrasando el precio de las tarifas en términos reales y hoy la inflación está en torno de 10 %. Podríamos decir que el Gobierno está privilegiando recomponer la situación fiscal y de alguna manera está aceptando que el tipo de cambio tiene que ser más alto.

***

EC —Detengámonos en el capítulo inflación. El ministro Astori y el presidente del BCU, Mario Bergara, enfatizan que el Gobierno no va a cambiar la meta, que el objetivo sigue siendo bajar la inflación al rango meta de 3%-7%. El miércoles Bergara anunció un aumento de los encajes bancarios, para los depósitos en pesos el aumento es de 23 % a 28 % y para los depósitos en dólares suben de 26 % a 28 %. Y una horas antes Astori había informado que habrá un monitoreo más intenso de los remarques de precios. Por ejemplo, se les va a pedir a los supermercados que reporten de manera diaria una serie de precios que ahora tienen que reportar cada 15 días. Esta medida despertó alguna polémica. ¿Cómo evalúan ustedes este punto en particular?

PR —Los acuerdos de precios han demostrado ser ineficaces para combatir la inflación, este tipo de controles de precios a nuestro juicio también son ineficaces. Los acuerdos de precios lo más que han logrado es retardar una tendencia al alza de la inflación que era inevitable porque los fundamentos que están detrás de la inflación pautaban que eso iba a terminar ocurriendo. Este planteo de pedirles a los supermercados que reporten diariamente los precios de un conjunto amplio de bienes, además de que es ineficaz, en alguna medida es una mala señal en términos de la libertad de empresa y tiene efectos negativos sobre las expectativas empresariales. Uruguay es un país que tiene un razonable clima de negocios, hay una amplia libertad económica, entonces nos parece una señal francamente poco útil y poco necesaria.

EC —También se van a estudiar eventuales abusos de posición dominante de mercado. Esa es otra línea de trabajo que puso en marcha el ministro de Economía con Defensa del Consumidor y las reparticiones del ministerio encargadas de esas áreas. ¿Cómo viste esa segunda medida?

PR —La teoría económica nos dice que cuando hay mercados que no funcionan con altos niveles de competencia, cuando hay monopolios o cuando hay muy pocas empresas que compiten poco entre sí, lo que uno puede esperar es que en esos mercados los precios sean más altos que los que prevalecerían en condiciones normales. Y la economía uruguaya es una economía pequeña, con lo cual en varios sectores tenemos relativamente pocos competidores por un problema de escala. Cuando el tamaño total es relativamente reducido, los tamaños de eficiencia que tienen que tener las empresas determinan que al final haya pocos competidores. Y cuando hay pocos competidores es probable que en algunos casos haya precios más altos que los que uno debería encontrar en situaciones más competitivas. Pero una cosa es hablar de precios más altos y otra cosa es hablar de inflación.

EC —¿Cuál es la diferencia?

PR —Un monopolio puede fijar para su producto un precio más alto que el que fijaría si tuviera mucha competencia. O un oligopolio, pocos competidores podrían hacer eso. Pero no hay nada que sugiera que un monopolista o un conjunto pequeño de empresas puedan incrementar permanentemente los precios más rápido que el resto de los precios de la economía…

EC —…porque la inflación mide el incremento de los precios, cómo van cambiando, no si el nivel de un determinado precio es alto o bajo…

PR —La inflación mide el incremento de los precios, pero el incremento en tanto un fenómeno repetido a su vez. Cuando tenemos inflación de 10 % este año, tuvimos 9 % el año pasado, todos los años tenemos inflación, es un aumento repetido de los precios, y es generalizado. Más de la mitad de los rubros que componen el IPC y que releva el INE están subiendo más de 10 % en Uruguay. Puede haber rubros en baja competencia que tengan precios altos, en algunos los precios pueden haber subido más que en otros, pero cuando la mitad de los precios que componen el IPC están subiendo más de 10 % parece bastante claro que no es un tema de que en algún sector o algunos sectores falta competencia.

EC —Sobre las otras medidas que se anunciaron esta semana, el aumento de los encajes bancarios, por ejemplo, ¿qué impresión tienen ustedes?

PR —Aumentar los encajes bancarios pretende encarecer la actividad de dar crédito a los bancos y por lo tanto pretende reducir el crédito. En algunas circunstancias apelar a aumentos de encajes bancarios puede tener eficacia sobre la inflación, pero el actual no parece ser un contexto en el que debamos esperar que encajes un poco más altos tengan efecto sobre la inflación, sencillamente porque el crédito no está creciendo en Uruguay, hoy no podemos explicar la inflación por una expansión desmedida del crédito. De hecho, la inflación ha dejado de ser un fenómeno esencialmente empujado por una demanda pujante, como tuvimos hace unos años, para ser un factor más de oferta.

Hace unos años, cuando la economía crecía 4 %, 5 %, parte de la problemática inflacionaria era que la demanda crecía mucho, pero hoy la demanda agregada no está creciendo, el consumo ha caído un poquito, la inversión está cayendo. Lo que está ocurriendo es que los costos de las empresas están subiendo. Los salarios suben desde hace tiempo más de 10 % anual. Teníamos una inflación alta cuando con salarios que crecían mucho el dólar bajaba o no subía y las tarifas subían menos que la inflación. Ahora tenemos salarios que siguen subiendo más de 10 % anual, el dólar que ya no baja y, por el contrario, ha subido mucho, y las tarifas que en lugar de ir por detrás de la inflación empiezan a ir más en línea con el resto de los precios de la economía. En tanto la inflación viene mucho más dada por esa rigidez de oferta, salarios que no se desaceleran, dólar que sube, tarifas que tienen que subir, actuar sobre los encajes para tratar de frenar un poco la demanda agregada nos parece que va a ser muy poco eficaz.

EC —¿Qué utilidad tiene entonces este conjunto de medidas que se dieron a conocer? ¿Se supone que actúan o pueden actuar sobre las expectativas?

PR —Ese es un argumento que el equipo económico utiliza con bastante frecuencia. Puede haber algún efecto sobre las expectativas, pero a nuestro juicio, si estas medidas no actúan de forma directa sobre la dinámica inflacionaria tampoco deberíamos pensar que tengan un efecto significativo sobre las expectativas. En los últimos años nos hemos ido acostumbrando a pensar que algunas medidas que no tienen un impacto directo sobre la inflación igual pueden actuar como señales sobre las expectativas. Pero la realidad es que uno no debería pensar que medidas que no son eficaces por ningún canal directo y comprensible sí serían eficaces por un canal indirecto de expectativas. Al final del día, lo que actúa de verdad sobre las expectativas son las señales de política monetaria, de política fiscal, de política salarial. Si esas señales no son consistentes con una reducción de la inflación, las expectativas de inflación no se van a moderar.

EC —¿Qué es lo que está faltando, entonces?

PR —A nuestro juicio está faltando abordar una estrategia antiinflacionaria que resulte más consiste en materia de qué rol va a jugar la política monetaria, qué rol va a jugar la política fiscal y que rol va a jugar la política salarial.

EC —Por el lado de la política monetaria, también se habló de volverla más contractiva.

PR —Algo de eso probablemente vamos a ver. Uno de los problemas que está teniendo la política monetaria, a nuestro juicio, es que no está siendo muy señalizadora de su signo. Hasta el 2013 el BCU fijaba la política monetaria a través de la tasa de política monetaria. Es relativamente fácil comprender si la política monetaria se está volviendo más contractiva o menos contractiva cuando el BCU fija la tasa de interés. Desde el 2013 para acá el BCU fija la cantidad de dinero. Desde un comienzo sostuvimos que fijar la cantidad de dinero es un mecanismo bastante menos claro de comunicación. Lo que hemos visto es que al final las tasas de interés han sido bastante erráticas, ha habido momentos en que fueron altas en términos reales y eso era más consistente con una política que quería frenar la inflación, y hubo momentos en que las tasas de interés fueron más bajas en términos reales, en parte porque el BCU durante bastante tiempo intentó controlar también otro de los problemas que tiene, que es el alto costo de intereses que tiene que pagar para financiar todo ese stock de letras de regulación monetaria que emitió cuando compraba dólares en el período de bonanza para evitar que el dólar bajara más. Entonces, probablemente ahora vamos a ver una política monetaria un poco más contractiva. En los últimos días las tasas de interés que el BCU paga han vuelto a niveles de 15 %, eso señala un enfoque más contractivo, pero a nuestro juicio el Gobierno tiene muchas restricciones y es importante fijar prioridades y ver dónde se ajusta primero.

EC —¿Cuál es el orden posible, o cuál es un orden que ustedes sugieren?

PR —El Gobierno podría decir “vamos a hacer un esfuerzo por bajar rápido la inflación; para eso vamos a poner tasas de interés todavía más altas que las que estamos viendo hoy, de 15 %, y vamos a hacer un esfuerzo fiscal fuerte”. A nuestro juicio, ese camino de endurecer la política monetaria y ajustar las cuentas públicas con bajos niveles de competitividad, como tiene el Uruguay hoy, es un camino peligroso, es un camino parecido al que recorrimos entre el 99 y el 2002, nos puede conducir a un escenario más recesivo; eso después tiene efectos negativos en la recaudación, deteriora el resultado fiscal. Por eso muchas veces hemos sostenido que es necesario en primer lugar terminar de corregir los precios relativos, Uruguay tiene que terminar de abaratarse en dólares. Pero ese proceso va a tomar cierto tiempo, entonces nos parece que a corto plazo hay una variable clave, que es qué pasa con las rondas de negociación salarial que tenemos hoy. El presidente Vázquez, a nuestro juicio muy acertadamente, insistió en la importancia de atenernos a esas pautas. Allí está la primera batalla que tiene el equipo económico con la inflación, dadas todas estas restricciones que estábamos marcando.

EC —Hay una pulseada con el PIT-CNT.

PR —Hay una pulseada con el PIT-CNT; en su momento el director nacional de Trabajo, Juan Castillo, también señaló que había que evaluar revisar las pautas. A nuestro juicio si nos alejamos de estas pautas y en particular de un tema medular que está en discusión, que es cuán rápido aplicamos correctivos, si seguimos aplicando correctivos por inflación todos los años como hasta ahora y mantenemos por lo tanto los salarios 100 % indexados a la inflación pasada, no hay chance de que podamos bajar la inflación y más bien deberíamos esperar que la inflación continúe subiendo.

EC —¿Cómo se hace para que no estén 100 % indexados a la inflación pasada? ¿Cuál es el sistema? Porque el trabajador tampoco quiere perder salario.

PR —Las pautas del Gobierno en los hechos implican una desindexación parcial de los salarios en tanto sugieren que los aumentos de los próximos dos años se fijen en términos nominales decrecientes y con un correctivo al final del convenio. Obviamente que si la inflación es más alta de lo que estaba previsto, el salario promedio puede verse afectado e incluso puede caer algún punto porcentual. Es una desindexación parcial porque al final del período igual se aplica un correctivo por lo menos para garantizar que el salario no perdió punta a punta poder adquisitivo. Pero es una desindexación bastante lenta. En su momento, cuando se divulgaron las pautas, nosotros hicimos una evaluación favorable de las pautas en términos de que apuntaban en la dirección correcta, pero que nos parecía que estaban llegando tarde, porque los convenios anteriores habían sido inconsistentes con el nuevo contexto que se venía. Y también decíamos que iban a actuar lentamente. A las pruebas nos podemos remitir, hoy ya tenemos una inflación de 10 %. Pero si no abandonamos la idea de que los salarios estén 100 % indexados a la inflación pasada y rápidamente indexados a la inflación pasada, en este contexto es impensable imaginarnos que la inflación va a bajar significativamente de 100 %. Creemos que eso no va a ocurrir (*).

EC —¿Y qué va a pasar con el empleo? Tú hablabas del dilema salario-empleo.

PR —El Gobierno está enfrentando varios dilemas. Está enfrentando un dilema entre empleo y salario real, está enfrentando un dilema entre inflación y competitividad, está enfrentando un dilema entre el déficit fiscal y los objetivos de gasto que estaban prometidos. La realidad es que hoy el empleo está cayendo en Uruguay, la situación no es dramática pero hemos perdido 28.000 puestos de trabajo y la tendencia probablemente va a seguir siendo esa. En la industria, por ejemplo, las horas trabajadas están en valores ya cercanos a los que había en los primeros años de la década del 2000, ha habido una caída muy significativa. En este contexto de casi estancamiento económico, caída de la demanda interna y de nuestras exportaciones, bajos precios de exportación del Uruguay, a nuestro juicio no hay condiciones para pensar que el salario real pueda seguir subiendo, y es más, es bastante probable que tengamos que ver alguna reducción –no muy grande, pero alguna reducción– del salario real para poder procesar este cambio de precios relativos y tener un dólar más alto que devuelva competitividad y rentabilidad al sector exportador.

***

EC —El Gobierno dice que no va a corregir la meta, el presidente del BCU en particular dice que la meta de inflación sigue siendo la misma, 3 % a 7 %. Se podía haber pensado en subirla, ateniéndose a la realidad. ¿Cómo ves esto?

PR —Está claro que el Uruguay no debe abandonar –creo que nadie lo plantea– su objetivo detener una inflación notoriamente más baja y hace bien el Gobierno en decir que no quiere abandonar su objetivo de 3 % a 7 %. El tema es que ese objetivo está demasiado lejos. El otro día el presidente del BCU decía “mantenemos el objetivo de inflación de 3 % a 7 %, pero vamos a estar fuera del rango por un período prolongado”. ¿De qué nos sirve decir que tenemos un objetivo de 3 a 7 y que por un período prolongado –que no sabemos qué quiere decir, cuán largo es prolongado– vamos a estar fuera de ese rango? De hecho, hace mucho tiempo que venimos escuchando al Gobierno decir que la inflación está por arriba de la meta pero va a bajar en los próximos 18 meses, en los próximos 24 meses, y eso no ha ocurrido.

A nuestro juicio, el Gobierno haría bien en explicitar más un camino de reducción de la inflación. No vemos para nada problemático que el Gobierno señale que durante 2016 y 2017 la inflación va a estar en torno a 10 %, un poquito arriba, un poco abajo, pero son claves dos cosas. Una es cuál es el nuevo umbral que dispararía una reacción muy fuerte de la política económica; hasta hace un tiempo el techo de 10 % era el umbral de expectativas, “la inflación no va a pasar de 10 %”, todos los agentes creían que la inflación no iba a pasar de 10 %. Ya el año pasado eso empezó a quedar por el camino, nuestra encuesta de expectativas empresariales mostraba que casi la mitad de los empresarios decían “la inflación va a ser de más de 10 %”. ¿Cuál es el nuevo umbral ahora? Tiene que haber un nuevo umbral, tiene que haber un techo respecto al cual uno diga: si la inflación pasa este nivel, se toman medidas sumamente duras, tenemos que creer en un nuevo techo. La otra cosa clave es que tenemos que tener una idea de cuándo vamos a llegar a una inflación más baja.

A nuestro juicio el Gobierno haría bien en explicitar que tendremos uno, dos años de una inflación en torno a 10 %, que bajo ninguna circunstancia vamos a tolerar una inflación de 1 punto más arriba de ese nivel y que eso dispararía medidas monetarias, fiscales y salariales mucho más duras, y que pensamos que en el 2018, 2019, la inflación baje a razón de, no sé, 2 puntos por año, algo en lo que podamos creer. Una estrategia de ese tipo contribuiría bastante más a cuidar las expectativas inflacionarias, que están en una zona francamente de poco confort.

EC —En cuanto al esfuerzo que el Gobierno se propone hacer para no perder la nota de investment grade de la deuda uruguaya, del que hablaron Vázquez y Astori, ¿qué comentarios tienen ustedes?

PR —Como decía, el Gobierno hace bien en señalar que es necesario cuidar ese grado inversor. Me parece que nos hemos quedado cortos por ahora en términos de qué medidas de política efectivamente se van a adoptar para lograr una reducción más significativa del déficit fiscal. El Gobierno debería estar contemplando topear la ejecución del gasto público en algunos incisos, razonablemente debería estar pensando en posponer o reducir los incrementos de gastos que se aprobaron en la ley de presupuesto. El ministro Astori decía contigo el otro día, cuando tú le preguntabas por qué estos desvíos fiscales y lo que se puso en el presupuesto, “desde que empezamos a trabajar en el presupuesto a hoy el mundo es peor”. Si el mundo es peor, uno podría esperar que la próxima rendición de cuentas dijera “de los aumentos de gastos que se habían aprobado para el 2017, se aplica la mitad, algunos sí, otros no”.

EC —Ojo, la rendición de cuentas regiría para 2017. Parece claro que hay que tomar medidas, o uno espera que se tomen medidas en función de lo que dijeron Vázquez y Astori, con respecto a este año.

PR —Este año el Gobierno podría apelar a topear algunos créditos presupuestales. En Uruguay tampoco tenemos una urgencia de reducir el déficit fiscal ya para cuidar el grado inversor. Para cuidar el grado inversor lo que necesitamos es una trayectoria creíble de reducción significativa del déficit fiscal. En su momento decíamos que el presupuesto estaba armado sobre premisas optimistas y que la velocidad de reducción del déficit fiscal planteada como objetivo era demasiado lenta. La situación fiscal es claramente peor que la que nos imaginábamos, el Gobierno en el corto-corto plazo no tiene mucho para hacer, pero haría bien en poner alguna de esas señales, en reducir algunos de los incrementos del gasto aprobados en la rendición de cuentas. Creo que también el Gobierno va a tener que plantearse discutir si no tiene que haber algunos aumentos de impuestos para tratar de cerrar esa brecha, cosa que ningún gobernante obviamente quiere hacer.

EC —Además anunció que no haría algo así.

PR —Exactamente. Nosotros estamos convencidos de que es bastante probable que al final terminemos viendo algún aumento de impuestos, con lo cual, cuanto antes lo hagamos, mejor, pero obviamente es un camino sumamente difícil de recorrer.

***

EC —Entonces, ¿qué perspectivas ven ustedes en materia económica para este año, principios del que viene?

PR —A fin de mes se publican los datos de cierre de la actividad económica de 2015, ahí revisaremos nuestras proyecciones, pero creo que este va a ser un año de bajo crecimiento, estamos previendo un crecimiento de menos de 1 % del PBI. Esa proyección probablemente tenga algún sesgo a la baja, porque estamos viendo una caída de la demanda interna, que no ha significado una caída del PBI porque nuestras importaciones están bajando significativamente. Creemos que la inflación va a estar en torno a 10 %. Al mismo tiempo, parecería que la economía ingresó en un período de muy bajo crecimiento o de estancamiento, con una inflación persistente, y que no vamos a salir de esta situación de muy bajo crecimiento, la economía no se va a reacelerar hasta que no haya una trayectoria clara de corrección de los desequilibrios macro. Hasta que no tengamos una mejor competitividad, hasta que no tengamos mejores números fiscales. Salvo que por alguna razón el mundo empiece a mejorar y la buena fortuna nos ayude. Por eso hemos puesto tanto énfasis en la necesidad de atacar la situación fiscal, de atacar la competitividad y en la necesidad de privilegiar por sobre todas las cosas el empleo y no el salario real. Hoy no hay condiciones para que el salario real suba, más bien las cosas están planteadas para que el salario real incluso baje. Por algo el empleo está cayendo, las empresas están mejorando su productividad recortando empleos de menor productividad.

Video de la entrevista

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(*) Fuera de micrófonos, Pablo respondió a una de las preguntas de la audiencia

¿Por qué la variable de ajuste es el salario real y no la ganancia del empresario?
Juan, de la Unión
Vía SMS

PR: La pregunta es bien pertinente. El contexto actual es de relativo estancamiento económico. Ya estamos viendo una reducción de la demanda agregada, particularmente intensa en la inversión. Nuestros precios de exportación han caído y eso significa que el valor de nuestro trabajo ha bajado en los mercados internacionales. Cuando decimos que el contexto externo negativo afecta a la economía uruguaya, estamos señalando que al final de cuentas, numerosos agentes de algún modo se tienen que ver afectados.

La rentabilidad de numerosas empresas está bajando… Para poner un ejemplo conocido, la rentabilidad de la producción lechera hoy es negativa o muy baja. Los productores que plantan soja y trigo en tierra arrendada no logran pagar sus rentas. En términos más generales, la rentabilidad en los agronegocios ha bajado y está bajando el precio de la tierra y seguramente también está bajando la rentabilidad en otros sectores en los cuales ha caído la actividad, como la construcción y el comercio. Justamente porque falta rentabilidad empresarial, las empresas invierten menos y están reduciendo su plantilla laboral.

En otras palabras, el contexto económico adverso ya está afectando tanto a las empresas como a los trabajadores… Para los trabajadores, el dilema está entre preservar el empleo o preservar el salario… Pero mientras las empresas no obtengan una rentabilidad adecuada, tenderán a reducir el costo salarial por precio (salario por hora) o por cantidad (empleo). La política económica puede adoptar dos actitudes. Puede ser una mera espectadora de ese ajuste y dejar que el mercado lo resuelva de algún modo o puede tratar de incidir en ese ajuste.

Desde el momento que en Uruguay tenemos negociaciones colectivas de salarios, se vuelve mucho más evidente que el Gobierno y la política económica juegan un rol. Si en las negociaciones salariales todos nos ponemos de acuerdo en que el salario real no puede bajar ni siquiera un poquito y que eventualmente debe seguir subiendo, en los hechos nos estaríamos poniendo de acuerdo en destruir empleos. En otras palabras, en lugar de dejar que el mercado haga un ajuste a través del salario estaríamos coordinando activamente un ajuste por cantidad. Por eso el énfasis en que si hay negociaciones colectivas esas negociaciones deben asumir la realidad y trabajar para cuidar el empleo.

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Transcripción: María Lila Ltaif

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