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Entrevista del lunes 14 de octubre de 2019: Roberto Kreimerman

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EC —En la página web de su sector, Compromiso Socialista, se destaca un documento, redactado por usted, en el que se apuesta a un desarrollo industrial que genere capacidades propias. Parece que este es el buque insignia de la agrupación.

RK —Sí, hay varios aspectos, pero este es uno de los fundamentales, el empleo de los uruguayos y el futuro de los hijos de los uruguayos, que es un tema de corto, mediano y largo plazo.

EC —¿A qué se refiere concretamente? ¿En qué se diferencia ese proyecto de lo que los gobiernos del FA han estado haciendo y que usted critica?

RK —Como decía, tenemos una discrepancia muy grande con la estrategia de país y con la política económica que esa estrategia de país implica. En el tema industrial, la gran liberalización la hace el doctor Lacalle bajando los aranceles bruscamente en los años 90; ya la historia es distinta, el mundo ha cambiado, pero la siguen manteniendo luego con tratados de comercio, manteniendo esa desprotección. No se puede estar de acuerdo con una política –en definitiva estrategia de país y política económica– que implica que el dólar haya estado en un rango inadecuado para cualquier sector productivo, sobrevalorado durante tanto tiempo, o que no se conceda el 1 % a los sectores de investigación del país o que no se le dé el 6 % a la educación. Todo eso está significando que la estrategia de país no necesita esos aspectos, parece no necesitar una industria, no necesitar mayor educación o mayor investigación. Por lo tanto uno está totalmente en desacuerdo con esa política.

La cosa va por otro lado. Consiste en formar un tejido nacional importante –vamos de lo general a lo particular– que se adecue en forma activa al sistema global de producción. Sistema global de producción que nace en los años 80 y 90 y se refuerza en el 2000, cuando se destruyen las industrias nacionales en la mayoría de los países debido a la política neoliberal, que luego se rearman –creo que era la condición previa a ese rearmado– en sistemas de cadenas de producción. En estos sistemas de cadenas la producción de un bien cualquiera, sea de alta, media o baja tecnología o basado en recursos naturales, ocurre a lo largo de 10, 12 países diferentes. Las grandes compañías fundamentalmente aprovechan la mano de obra barata en un país, los incentivos fiscales en otro, las materias primas en otro y los mercados finales.

Frente a eso hay dos posibilidades. Una posibilidad es una integración pasiva que nos dice “abramos al mundo” –lo dicen los tres partidos mayoritarios ahora–. Sí, abrámonos, estamos de acuerdo, el mundo es lógicamente el lugar donde, aparte del mercado local, podemos colocar nuestro producto y nuestro trabajo. Pero esa apertura al mundo aceptando los condicionamientos, los tratados, las tercerizaciones, todo lo que viene comandado por esa visión, básicamente nos hace seguir una estrategia de insertarnos solamente con productos primarios, con productos de alta volatilidad, con productos de bajo valor agregado.

Nosotros proponemos la otra posibilidad: no medidas aisladas –porque eso simplemente es una decoración a esta estrategia general–, sino un plan completo que tiene que ver con reforzar la industria nacional. El reforzamiento no es un tema solo económico, es también modernización con las tecnologías de la información, reforzar el agregado de eslabones de cadenas de producción, tener un sector industrial importante de fabricación propia para nuestra industria. Obviamente no estamos hablando para todo el mundo por el tamaño que tenemos, pero focalizar en unos pocos temas que nos dan la posibilidad de mayor independencia, pero además de mayor efectividad. Un sector servicios que tiene que ver con el tema ambiental obviamente es fundamental.

La estrategia de país actual está basada en un paquete tecnológico importado que está destruyendo el medio ambiente y que transgrede dos de los nueve límites del planeta que el Instituto de Estocolmo ha marcado como trasgresiones peligrosas. La humanidad lleva cuatro ya, el cambio climático entre ellas. Nosotros estamos con una altísima contaminación por el ciclo del nitrógeno –se ve claro con las cianobacterias– y con erosión de tierras por el tema de la soja y demás.

Entonces la propuesta va por el camino de conformar un Estado importante, un Estado fuerte, hablamos de que el Estado es el gran regulador de la economía. Dentro de una economía que es capitalista, en la cual tenemos que hacer los cambios, el Estado es el gran productor a través de sus empresas públicas, y puede haber otros sectores donde haya que producir. En estos días hay un frigorífico enviando gente al seguro de paro porque –entre otros factores, pero este es uno muy importante– una ley liberalizó la exportación de ganado en pie, lo que se llevó un porcentaje altísimo del ganado y por lo tanto de la carne y los cueros. Varias industrias están siendo impactadas de esa manera.

Con tantos años en el poder tendría que estar la posibilidad de que esas cadenas de producción estuvieran, que hubiera un frigorífico nacional como alguna vez se propuso y tuvo Uruguay, en 1928, frente a un tema similar, la queja de los productores, muchas veces muy correcta, de que podían quedar prisioneros de los frigoríficos. En estos años se ha extranjerizado totalmente esa cadena productiva, así como otras. Quedan las cadenas productivas no extranjerizadas, como la láctea. Por eso el frigorífico nacional sería importante en ese sentido, es una propuesta para dar un ejemplo de cómo el Estado tiene que estar.

Por otro lado el Estado como regulador, como financiador, la creación de un banco de desarrollo es fundamental. El Banco República (BROU) no está ejerciendo ese nivel, hace algunos apoyos pero lo que necesitamos son créditos a tasas de interés menores para apostar a nuestros recursos naturales con otra forma de explotación, apostar a nuestra tecnología, para dotar a nuestra gente en otras cadenas que no son de recursos naturales, básicamente las tecnologías informáticas, pero también una enormidad de industrias tradicionales. Necesitamos industrias claves de soporte, como la química y la metalmecánica. Aspiramos a que la UP tenga representación parlamentaria y vamos por el camino de 14 propuestas de leyes.

EC —Entendido el concepto y quizás compartiendo muchos oyentes la inquietud en cuanto a que el Uruguay pueda tener una industria más fuerte, más extendida que la que hoy tiene, la pregunta es cómo se logra eso, en qué medida hay que subsidiar, en qué medida la sociedad paga, en qué medida se consiguen después producciones eficientes, precios en el mercado interno que sean convenientes. Empecemos por los instrumentos, ¿cómo se fomenta ese tipo de desarrollo industrial del que usted habla?

RK —Es una muy buena pregunta. Por suerte en general ya hay un camino recorrido en el mundo en cuanto a cuáles son los mejores instrumentos para desarrollar en ese sentido. Nosotros tenemos varios instrumentos, cuidando fundamentalmente lo que marcaba, que eso no sea un costo mayor para la población o para el Estado, sino que tenga el efecto que sabemos que tiene, que por cada puesto de la industria se generen 2,8 puestos –según un estudio de un organismo norteamericano– ya sea en los servicios, en la parte público, incluso en el agro, porque el agro se fortalece cuando hay una industria al lado.

EC —La reacción inmediata cuando usted hace un planteo como ese es pensar en las épocas de economía cerrada que el Uruguay tuvo, en que la industria efectivamente tenía su desarrollo, los subsidios del Estado estaban en juego, la producción terminaba siendo artificial e incluso los productos eran de mala calidad y más caros que los que podían importarse si se liberaba la importación. ¿Qué responde a esa inquietud?

RK —Dos cosas. Primero un titular y luego desarrollo una de ellas, que es la que importa. Primero, en este momento, frente a este cambio del sistema global, hay muchos países que no quieren tener la actitud pasiva que estamos teniendo nosotros desde hace muchos años. Hay 101 países que están desarrollando planes industriales. El informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) de 2018 dice que la política industrial moderna está en intentar un cambio en esos sentidos. Y remarca fundamentalmente varios aspectos de los cuales tomamos algunos y otros creo que son propios nacionales.

La segunda parte, que la política sustitutiva de importaciones en su momento está infravalorada, no es la que vamos a proponer en este momento porque el mundo cambió hacia el sistema globalizado. Pero en los años 50 Uruguay tuvo una expansión interesante que cayó luego por otros factores –por factores que podemos analizar como el desarrollo del campo en ese momento o la falta de desarrollo de industrias de base, de medios de producción, de equipos de producción, todo basado en industrias de consumo–.

Pero volviendo al primer punto, hoy lo antiguo es decir que no hay política industrial, que fue una frase que se acuñó en los 90 y alguien repitió por acá, algún ministro repitió que la mejor política industrial es la que no existe. Hoy hay una mala catalogación de lo que es antiguo o moderno.

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