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Entrevista del lunes 14 de octubre de 2019: Roberto Kreimerman

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EC —¿Cuáles son los países que hoy están llevando a cabo esa política industrial a la que alude?

RK —Países de todo tipo, desde los más grandes, como Alemania con su política industrial 4.0, China con su política hecho en China 2025, el propio Estados Unidos de Obama –el renacimiento industrial como se llamó, luego reforzado por Trump de forma brutal–, hasta países pequeños; países europeos, países asiáticos que van desde Malasia a Singapur, y en América Latina la mayoría […] extracción de materias primas.

EC —¿Cuáles son los países de América Latina?

RK —Costa Rica ha tenido políticas bien definidas. Esa política en particular tiene elementos que no compartimos, pero la menciono porque políticas hay y políticas en desarrollo tiene que haber.

EC —La pregunta apuntaba a saber, primero, cuáles son esos países y, segundo, cuáles son los instrumentos que están empleando y si son instrumentos realistas pensando en el caso de Uruguay.

RK —Hay muchos países haciendo distintas políticas industriales. Están basados en tres aspectos, el 40 % de los países están basados –esto corresponde a países de menor desarrollo, pero también a países que se desindustrializaron– en reforzar la industria que tienen; el 35 % están dirigidos a tomar tres, cuatro, cinco nuevos sectores que den apoyo a la industria que tienen pero que a su vez sean importantes desde el punto de vista de poder exportar y generar trabajo nacional, y otro 20 % son los países más desarrollados que están tratando de liderar y luchando en esas lides –como vemos en este momento a China y Estados Unidos– por las tecnologías más avanzadas, que no es nuestro caso. Pero sí tenemos que tener la forma de incorporación.

En cuanto a herramientas, un punto clave siempre es el banco de desarrollo. El banco de desarrollo es un punto fundamental porque lo que está haciendo la banca comercial –y el BROU– tiende a perpetuar el sistema que tenemos, apoya los negocios existentes. El sistema que tenemos da incentivos a todo tipo de comercio y avala la firma de acuerdos como el de UPM 2, con cualquier cantidad de incentivos, aparte de otros aspectos que uno podría discutir sobre ambiente, educación, etcétera. Básicamente lo que hace es atraer empresas que ya tienen sus mercados que vienen a buscar el recurso natural; vienen a buscar lo que les conviene, no vienen a formular un sector industrial nuevo. Entonces en cuanto a herramientas, préstamos más blandos, pero con un análisis bien a fondo, una institucionalidad; por eso un banco de desarrollo y no un fondo común que esté por fuera de todo. Un banco de desarrollo es el esquema que utilizó Japón y que hasta Brasil utilizó en su momento, que tuvo una gran industria y la tiene.

EC —No puedo dejar de mencionar el Fondes.

RK —Por eso mencioné que los fondos no son la manera institucional de hacerlo.

EC —La experiencia no parece haber sido buena en ese sentido.

RK —Ha estado dirigida a otra cosa. Estoy de acuerdo en que hubo casos muy fracasados ahí, pero hubo algunos casos buenos. Estaba dirigido a recuperar industrias, en cambio un banco de desarrollo está dirigido a crear un sistema industrial nuevo, eficiente y productivo. Los países que se han desarrollado en el mundo –esos 40 o 50– lo han hecho básicamente con esta fase de industrialización intermedia. De otro modo, uno se queda en los recursos naturales y no da trabajo a la gente o da trabajo de muy baja calidad y además las ganancias se las quedan unos pocos.

Otros dicen “hay que saltar a los servicios, ese es el nuevo mundo”. Ningún país tiene desarrollo de servicios calificados, de trabajo y de salarios si no tiene industria al lado, porque en definitiva las dos cosas se alimentan. Hoy son un conglomerado y siempre lo fueron. No estamos hablando de los servicios de cuidados a la población, que son otro rubro interesante.

Entonces tenemos que apostar más a la investigación, tenemos buena gente, la Universidad de la República es un ente representativo, pero hay otros también; tenemos que apostar más a la educación; en el grupo de leyes que propulsamos apuntamos a financiar esta reconversión. Tenemos una soja que no agrega nada, muy poco trabajo. Cuando discutimos en su momento en la interna del gobierno cómo reacomodar los reintegros a la exportación, en ese momento se manejaba un 3 % sumando reintegros más prefinanciación; un 6 % a aquellos sectores que estén en problemas de reintegro –que se le pague cuando uno exporta un porcentaje de su facturación– o que sean importantes por la tecnología y valor agregado, y 0 a los productos primarios. La idea en algún momento era ponerles negativo, porque cuando uno hace el cálculo no solo no agregan valor, sino que quitan patrimonio al Uruguay, el patrimonio natural, la tierra y buena parte del agua, porque después mucho de lo que exportamos es agua.

EC —Hay todo un debate sobre si la producción de soja agrega valor o no.

RK —Agrega no valor. Ese debate está superado totalmente.

EC —Hay mucha inteligencia, mucha investigación detrás de una semilla…

RK —Comprada a Monsanto o a otro.

EC —… o de la tecnología que se utiliza para la plantación, la cosecha, etcétera.

RK —Comprada, importada.

EC —Usted dice que la producción de soja entraría dentro de la categoría de lo que no agrega valor y por lo tanto debería ser cargada desde el punto de vista tributario.

RK —Sin duda, una carga razonable, que no inhiba el negocio; aunque el negocio se puede inhibir por otros problemas, ambientales y demás, pero por el lado económico sí. En ese sentido hay que cambiar la estructura impositiva, porque se ha cargado en los trabajadores –nosotros tenemos una prioridad en los trabajadores–. Cuando hubo que ajustar el IRPF para intentar bajar el déficit fiscal se cargó más por el lado de los trabajadores. Y el IVA sigue siendo un gran recaudador de impuesto. Nosotros vemos alternativas en ese sentido, vemos que se puede ahorrar –aunque no es el objetivo principal– porque lógicamente el tema de no promover a cualquier costo todas las inversiones va a generar dinero.

Los países –en el informe de UNCTAD está muy claro– van hacia un monitoreo y selección de inversiones. Monitorean primero, no están sentados viendo a ver quién cae. Puede haber alternativas, si hay ventajas y hay rentabilidad hay alternativas, el capitalismo compite, los grandes capitales se unen para tratar de forzar que todo –el Estado y los trabajadores– vaya hacia sus reglas de juego, pero después compiten entre sí. Es lo que estamos viendo en este momento. En la selección de inversiones se han gastado cientos, en algún momento mil millones de dólares; eso debe ser mucho menor, la población no tiene por qué sufrir –y ahí le devuelvo un poquito la inteligente pregunta que me hacía–, porque en verdad lo que interesa son determinados sectores que al Uruguay le sirven, que no destruyen nuestra riqueza natural, pero además van hacia la gente, ya sea que los aplique a esos recursos naturales, ya sea que los aplique al conocimiento, al desarrollo de la informática o a una industria considerada más común pero importante, como la metalmecánica.

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