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Entrevista, jueves 1 de marzo: Pablo Ferreri

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EC —Yo me refiero a planteos que estaban hechos ya a mediados del año pasado, por lo menos, a propósito de dificultades en la economía en general, no solo en el agro, en materia de precios relativos: el Uruguay caro en dólares, baja rentabilidad, dificultades en la competitividad. A eso voy concretamente.

PF —Podríamos dividir los problemas, y por supuesto no debemos tener una mirada autocomplaciente y decir que está todo absolutamente fantástico, porque eso no ocurre en Uruguay ni en ningún lugar del mundo.

EC —Por ejemplo, en el tema de la competitividad, los sectores agropecuarios, pero no solo ellos, dicen que el dólar bajo no les permite obtener rentabilidad. El equipo económico insiste, como hizo el ministro Astori ahora en ACDE, en que no se observa una situación de atraso cambiario. Sin embargo, al mismo tiempo se admite que los costos son muy altos en dólares.

PF —Es que son cosas diferentes…

EC —Pero si los costos en dólares son altos, ¿no se admite entonces que hay un problema de costos y de rentabilidad?, ¿no estamos ante una discusión que termina siendo semántica? Llamémosle como sea, atraso cambiario, etcétera, pero hay un problema.

PF —Es que, justamente, como dice un gran relator de fútbol de Uruguay, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Cuando hablamos de atraso cambiario estaríamos diciendo que el valor de la moneda de referencia, en este caso el dólar, no sigue los fundamentos de la economía y la evolución a nivel internacional de esta variable. Lo explicaba muy bien el presidente del Banco Central del Uruguay (BCU) el otro día en el foro de ACDE. Uruguay es un país pequeño que aprendió con sangre, sudor y lágrimas que todos los intentos de fijar un valor del dólar, ya sea a través de los tipos de cambio múltiples, del tipo de cambio fijo, de las bandas de flotación, de la tablita, etcétera, fueron experimentos fallidos. Por lo tanto Uruguay tiene una política cambiaria flexible, que acompaña la evolución del dólar a nivel internacional.

El dólar se ha depreciado en todo el mundo. A esto se le agregan algunas presiones más coyunturales, si se quiere, como los grandes flujos de capitales. Las tasas de interés en Estados Unidos, de la Reserva Federal, no han subido lo que debían o lo que se esperaba, lo que hace que los flujos de capitales hoy vayan más hacia los mercados emergentes. Eso genera presiones a la baja del dólar en nuestro mercado, que es muy pequeño. Junto con eso, por ejemplo, las movilidades de los portafolios grandes en Uruguay; las AFAP el año pasado tenían el máximo legal posible de su portafolio en dólares, que era aproximadamente 35 %, y hoy tienen en dólares un 10 %. Por lo tanto, un 25 % de los fondos de las AFAP pasaron de dólares a pesos. Eso genera presiones muy fuertes sobre el tipo de cambio, y lo que puede hacer el gobierno, y lo está haciendo muy bien a través del BCU, es mitigar los efectos de esa volatilidad y de esa incertidumbre.

Esta situación no se condice con la de atraso cambiario, porque refleja los fundamentos. Pero además, cuando hablamos de competitividad, de atraso cambiario, es bueno tener los números arriba de la mesa. Los números nos dicen que el saldo de Uruguay en la cuenta corriente de su balanza de pagos, es decir, si tomamos todo lo que exporta y todo lo que importa, es positivo en más de dos puntos del producto interno bruto (PIB).

EC —¿Y eso por qué lo dice?

PF —Un país que tiene atraso cambiario y que no es competitivo no podría tener un saldo positivo en su balanza de pagos de más de dos puntos del PIB, no se condice una cosa con la otra. Esto no quiere decir –me parece que también es importante destacar esto y que sobre estas cosas hay que poner foco– que aquellos que tienen ingresos en dólares, básicamente el sector exportador, con un dólar bajo y con costos en pesos, tengan por lo tanto o experimenten una reducción de su rentabilidad.

EC —En el fondo estamos hablando de eso.

PF —No, porque una cosa es decir tengo atraso cambiario y debo preocuparme por el eso y otra cosa es decir que hay problemas de rentabilidad y tenemos que ayudar a esos problemas. Por lo tanto, si definimos bien el problema podemos colaborar a diseñar herramientas que atiendan a solucionarlo.

EC —Vayamos al caso del agro en particular.

ROMINA ANDRIOLI (RA) —¿Cuál es el diagnóstico del gobierno sobre la rentabilidad de los sectores agropecuarios? ¿Ustedes entienden que no hay problemas en general en la rentabilidad del agro?, ¿que los hay?, ¿en cuáles?

PF —Nosotros entendemos que la realidad del agro es un paraguas o es una definición en la cual a veces se pretenden englobar situaciones verdaderamente muy heterogéneas. Hay sectores de la cadena agroindustrial que tienen rentabilidad y esta es buena, y hay sectores que están pasando problemas. Entonces lo lógico es focalizar las herramientas o las ayudas en aquellos sectores que tienen problemas de rentabilidad.

EC —El gobierno ha puesto el foco en algunos sectores y en algunos productores sobre todo de tamaño pequeño. ¿Hay que entender que ustedes analizan que las empresas agropecuarias de mayor tamaño no tienen problemas de rentabilidad?

PF —No, lo que decimos es: en los sectores que tienen problemas de rentabilidad, los que la pasan peor son los que no tienen la espalda suficiente para capear el temporal. Entonces en ellos focalizamos la ayuda. Y quiero recordar que las medidas que se han tomado hasta el momento, más las que se pondrán en práctica una vez aprobados los proyectos de ley tanto de la contribución inmobiliaria rural como del IVA al gasoil de los ganaderos, que se adicionan a los sectores que ya los tenían, el sector arrocero, lechero, hortifrutícola y citrícola, en su conjunto representan una ayuda al sector de algo más de US$ 20 millones. Y además focalizadas en pequeños y medianos productores. Puede haber distintas valoraciones al respecto, de que esto alcanza, de que no alcanza, de que es mucho, de que es poco. Yo creo que una ayuda focalizada de más de US$ 20 millones no es algo menor para la dimensión de Uruguay.

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