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Entrevista, martes 24 de abril: Daniel Sturla

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EC —¿Y qué han dicho con respecto a otros gobiernos? Se lo planteo a raíz de algunas otras reacciones que hubo de dirigentes del FA o de esta que llega de un oyente en este momento. Dice Gabriel: “Qué raro la Iglesia no fue tan crítica con otros gobiernos que obtuvieron pésimos resultados en lo social”. Usted se iba a los años 60. ¿Últimamente qué ha pasado en esa materia?

DS —Primero, la Iglesia no está siendo crítica con este gobierno, de ninguna manera. La Iglesia está planteando una problemática del país, de la nación, una problemática del Uruguay, y está llamando la atención a todos los actores sociales. Pero en primer lugar la Iglesia, como está dicho en el documento, se dirige a los católicos, a ellos está dirigido este documento, “estemos atentos, abramos los ojos a lo que nos está pasando”. Hay citas bíblicas, sobre todo aquella con la que termina el documento, que es la de Dios que le pregunta a Caín: “¿Dónde está tu hermano?”, y la respuesta de Caín, después de haber asesinado a Abel, es: “¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?”. La Iglesia no critica a este gobierno, como no ha criticado otros gobiernos, la Iglesia hace la advertencia sobre distintas problemáticas sociales. Lo hizo en el 2002… tengo por aquí toda la lista de documentos de la Iglesia desde el 68 hasta ahora…

EC —Se vino con la lista completa. Podemos publicarla.

DS —Cómo no. Esto es la lista con algunos párrafos que tienen que ver con la situación social. Mirando rápidamente, el Día de los Trabajadores hay saludos en que se expresa, en el 99: “Ante la actual situación del sector agropecuario en nuestro país”; en el 2002, “Esperanza en tiempos difíciles. No queremos callar algunas de las situaciones que la debilitan, los rostros de la pobreza se multiplican y aparecen nuevas formas, unas que muestran el desamparo social de mucha gente, otras, las de quienes han perdido la ilusión de poder trabajar en nuestro país o de poder sostener dignamente una familia. Muchos compatriotas emigran buscando mejor suerte”. Estoy leyendo un párrafo de un documento del 2002, pero podemos ir hacia atrás y hablar también de mensajes de la época de la dictadura. La Iglesia tuvo problemas en ese momento con el gobierno, sobre todo uno famoso en el 75, cuando la Iglesia planteaba la amnistía y el gobierno requisó la publicación y ahí la Iglesia tuvo que transar suavizando el mensaje para poder publicar, si no, no se publicaba, pero que era un mensaje de esperanza para la ciudadanía en ese momento. Aparecen esos mensajes del año 86, primer gobierno de la democracia; del 83, “Solidaridad y esperanza. Llamado de la Conferencia Episcopal ante la situación del país”. En el sesquicentenario de la primera Constitución nacional, año 80, año del plebiscito, se dice: “Creemos que todos los hombres y en concreto todos los uruguayos tenemos siempre la oportunidad de revisar nuestros caminos, de renovarnos, rectificar los rumbos equivocados para asegurar una convivencia fraterna”. Y así podríamos seguir. La Iglesia habla porque entiende que tiene un compromiso con los católicos en primer lugar, y con la sociedad uruguaya también, de decir una palabra de llamado de atención fuera del ámbito político partidario.

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EC —Este documento no es solo un retrato, no es solo un análisis, es también una propuesta. Ustedes realizan una serie de propuestas sobre cómo plantarse, sobre qué hacer ante esta situación.

DS —Sí. A la hora de las propuestas decimos que hay tres puntos: responsabilidad de todos, responsabilidad del Estado y una realidad que nos desafía como Iglesia. Quisiera subrayar esto de responsabilidad de todos, porque ahí está el punto clave del mensaje de los obispos: hacer tomar conciencia desde nuestra perspectiva como uruguayos a nuestra sociedad de que hay una situación que nos tiene que preocupar y que tenemos que tratar de superar. Decimos: “Hay dimensiones en el entramado social que para modificarse requieren la participación activa de toda la ciudadanía”. Ahí rescatamos el trabajo en redes que se da en algunos barrios, el trabajo que se da también en barrios vulnerables con la interacción público-privado; el caso típico que menciono y vuelvo a mencionar son los acuerdos del INAU con privados para la atención en tantos CAIF, clubes de niños, etcétera, que tendrían que ser un orgullo para el Uruguay. Y sobre todo un tema que toca lo espiritual: como sociedad necesitamos superar la indiferencia, el temor, la percepción de que es un problema de otros, para abrir caminos y espacios de encuentro que ayuden a superar distintas formas de aislamiento.

EC —¿Qué viene después de esto, entonces?

DS —Esto quiso ser un llamado de atención de la Iglesia desde su perspectiva, en el que también decimos cuáles son las cosas que nos interpelan; de ahí venía ese pedido de perdón a Dios y ese decir que estamos disponibles, como la Iglesia lo ha estado a lo largo de su historia, para ayudar en lo que tiene que ver con construir puentes, tender puentes, crear lazos de fraternidad entre los uruguayos. No es la polémica lo que nos interesa, y es una pena que se haya suscitado esta polémica. Por otro lado estas cosas han hecho que mucha gente se haya interesado en este documento y diga: “Opa, mirá, hay una situación que todos vemos, ¿qué podemos hacer?, ¿nos podemos sentir responsables de esta situación?”. Y desde la perspectiva de cada uno, desde la perspectiva del hogar, de los vecinos, de un barrio –obviamente, es muy distinto hablar de vecinos de un barrio en un barrio popular de Montevideo que en un barrio de edificios de apartamentos de la ciudad–, desde la perspectiva de las organizaciones deportivas, sociales: ¿qué podemos hacer para revertir?, ¿qué podemos hacer en la educación?

Video de la entrevista

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Transcripción: María Lila Ltaif

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