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Entrevista central, viernes 9 de setiembre: Christian Mirza

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EC —Al gobierno uruguayo no se lo vio muy preocupado por la situación de incomunicación que vivió Diyab durante ese mes en Venezuela. ¿Cómo se explica esa actitud?

CM —Yo no diría que no estuviera preocupado…

EC —Incluso la Institución Nacional de Derechos Humanos hizo una alerta sobre el tema.

CM —Sí, pero cuando se dice que el gobierno recién se preocupa por Diyab y que no se preocupó por él cuando estuvo en Venezuela, no es así. El gobierno, a través de Cancillería en particular, siempre estuvo al tanto de su situación, cuidando además de que estuviera en buenas condiciones de salud y haciendo el monitoreo. Lo que pasa es que ahí se me escapa el nivel de diálogo que hay entre gobiernos y a nivel diplomático, pero me consta que la preocupación estuvo siempre presente. No es que ahora, porque las instituciones de derechos humanos presionan o reclaman, hay una actitud proactiva. Es más, respecto a los seis, y en particular a Diyab, la preocupación estuvo centrada desde el día en que llegaron. Puedo dar fe porque tuve conversiones y contacto permanente en el último año y medio.

EC —Le propongo escuchar un fragmento de la discusión de ayer, en La Mesa de los Jueves, habla Antonio Mercader:

(Audio La Mesa de los Jueves)

Este Diyab a los 20 días de llegar ya se escapó un día a Buenos Aires y lo trajeron de apuro, con lo cual se estaba negando eso de que no podía salir, teóricamente podría haberse quedado en Buenos Aires. Después se va a Venezuela y allí lo atrapan a la salida del consulado uruguayo, como que desde allí avisaron que estaba. Lo va a buscar la policía venezolana al consulado, se lo llevan y lo mandan para acá, como diciendo: Tu lugar es Uruguay, no te podés mover.

(Fin audio)

RA —¿Qué puede decir usted de esto que comentaba Mercader? ¿Por qué el Gobierno uruguayo lo trajo de vuelta si él no quería volver a Uruguay?

CM —Es que no es que el gobierno uruguayo lo trae de vuelta, ahí hay un error. Cuando él se va a Argentina el problema no fue que Uruguay le dijera que tenía que volver, sino que las autoridades argentinas, molestas con las actitudes que había tomado, le solicitaron muy gentilmente que regresara a Uruguay, pero no es que Uruguay reclama al gobierno argentino para que lo envíen de vuelta. Lo mismo aconteció con Venezuela. El gobierno uruguayo no solicitó, jamás, hasta donde llegan mis conocimientos, y yo, reitero, estoy en contacto permanente con el canciller y otras autoridades nacionales, nunca reclamó, nunca le pidió a Venezuela que lo enviara: Venezuela lo deporta y, esta es una impresión personal también, no comprometo al gobierno uruguayo, yo creo que Venezuela advirtió allí otro problema agregado a todos los que tiene, ¿no?

EC —En la segunda parte de esta entrevista con Christian Mirza, interlocutor del gobierno con los exreclusos de Guantánamo, vamos a detenernos en los reclamos de Diyab hoy, la huelga de hambre y cuáles pueden ser las alternativas

***

EC —“O me voy a ver a mi familia a otro país o me muero”. Con esta declaración Jihad Diyab, expreso de Guantánamo, puso el lunes contra las cuerdas al gobierno, que ahora agiliza las negociaciones para encontrar una nación árabe que lo reciba, mientras intenta desactivar la huelga de hambre que ya lleva 25 días.

Estamos con Christian Mirza, que es interlocutor del gobierno con este grupo de seis expresos.

RA —Los principales reclamos de Diyab han sido dos: irse del país y ver a su familia. ¿Por qué quiere irse de Uruguay?, ¿qué le ha manifestado en ese sentido?

CM —Él nunca llegó a adaptarse, la prueba está en esta situación a la que llegamos. Siempre le costó mucho más que a los demás, de pronto porque tenía una idea distinta. Obviamente, los seis refugiados vinieron a Uruguay porque no tenían la posibilidad de elegir nada, como cuando estuvieron 13 años en Guantánamo. Él siempre tenía una posición más renuente a ese proceso de integración, de hecho firmó la carta compromiso con SEDHU, que establece las obligaciones y los derechos de los refugiados, en diciembre de 2015, cuando los demás lo habían hecho en mayo de ese año. Eso por un lado.

Por otro lado, también hay que decir que en ciertos momentos su actitud ha sido vacilante respecto a la reunificación familiar. En un primer momento hizo la solicitud, después cambió de opinión porque no vio claro que estuvieran dadas las condiciones para que toda su familia viniera a Uruguay, luego decide reanudar el proceso y después se suspende… También hay vacilaciones. Me imagino, yo lo dije siempre, que los 13 años de tortura física y psicológica deja secuelas en cualquier ser humano. A lo mejor en el caso de él dejó un impacto mucho más profundo que en los otros y eso le genera ansiedad, angustia y desesperación.

EC —¿Por qué no es posible que vea a su familia acá, en Uruguay?

CM —Eso se lo hemos planteado en más de una oportunidad, incluso cuando volvió de Venezuela fue lo primero que le transmitimos. Él no quiere porque se imaginará, supongo, que si viene su familia después ya no hay posibilidades de irse de Uruguay.

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