A. Económico

Argentina anuncia un mayor déficit para los próximos años: ¿Hasta dónde se puede flexibilizar la política fiscal?

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“Tenemos un compromiso irrenunciable con la reducción del déficit. Queremos evitar crisis”. Así enmarcaba el Ministro de Hacienda argentino, Nicolás Dujovne, la presentación de las nuevas metas fiscales para los próximos años. Sin embargo, los números que presentó la semana pasada indican un objetivo fiscal menos ambicioso que lo que era el plan inicial de la administración de Macri, en su momento liderado por Alfonso Prat Gay.

Emiliano Cotelo (EC): ¿Hay espacio para una política fiscal más expansiva en Argentina? ¿Puede ser una estrategia que ayude a la economía a salir de la recesión? ¿Cómo se ve desde el resto del mundo? En los próximos minutos, les proponemos conversarlo con la economista Tamara Schandy, de la consultora Deloitte.

Tamara, para ubicar a los oyentes, te propongo comenzar repasando los principales anuncios que hizo el Ministro de Hacienda argentino, Nicolás Dujovne, la semana pasada…

Tamara Schandy (TS): Bien. Lo principal pasa por el establecimiento de nuevas metas fiscales. También se anunciaron algunos cambios respecto al cómputo del resultado fiscal y respecto a la forma de divulgación apuntando a más transparencia, pero lo esencial es que cambiaron los objetivos para el resultado fiscal primario (esto es, antes del pago de intereses de deuda pública) de aquí al final de la administración de Macri.

Como tú decías al inicio, los nuevos objetivos fiscales son ahora menos ambiciosos que los que en su momento había trazado el ex ministro Alfonso Prat Gay, cuando recién asumió Macri. Concretamente, para 2019 el plan inicial proyectaba un resultado primario casi equilibrado (déficit de 0,3% del PIB) y ahora se contempla un desequilibrio sensiblemente mayor, de 2,2% del PIB. Y, en términos más generales, en todos los años se prevé más déficit primario. En promedio, las metas entre 2017 y 2019 se relajaron en el equivalente a 1,4% del PIB por año.

EC  –  ¿A qué responde este cambio?

TS  –  En realidad es un anuncio que va bastante en línea con una flexibilización de la política fiscal que ya se venía advirtiendo en la segunda mitad del año pasado. Recordemos que en el segundo semestre el gasto del gobierno se aceleró mucho. Pasó de tasas de expansión debajo de 30% anual en el primer semestre a mostrar un ritmo de más de 40% en la segunda mitad… Naturalmente el aumento de la inflación que se vio el año pasado en Argentina juega un rol en esa aceleración nominal, pero igual estamos hablando de tasas altas en términos reales. En el promedio del segundo semestre hubo un incremento promedio de 48% nominal, que equivale a 7-8% real si descontamos el aumento del IPC.

Lo que estamos viendo es un gobierno que está apostando a que esta expansión fiscal ayude a reactivar la economía. Cuando Macri asumió se esperaba que el consumo y la inversión privada tuvieran una contribución importante para salir de la recesión… Eso no sucedió, al menos no en los tiempos previstos… El gobierno apela entonces a un mayor gasto y apuesta a que esto ayude a apuntalar a la economía. No olvidemos, además, que este es un año importante, porque tendremos elecciones legislativas en Argentina…

EC  –  ¿Cuál es la situación actual del déficit con semejante aceleración del gasto?

TS  –  El resultado primario cerró el año pasado con un déficit de 4,7% del PIB, incluso cuando hubo ingresos extraordinarios por el plan de “blanqueo” de capitales,  estimados en aproximadamente 1,4% del PIB.

El déficit global (incluyendo el pago de intereses) fue 5,2% del PIB, más de un punto porcentual mayor que el que se había reportado en 2015 y el doble del desequilibrio que Argentina informaba en 2014.

Además, no debemos olvidar que en las cifras fiscales argentinas hoy se están computando como ingresos las rentas financieras derivadas de las transferencias de utilidades que hacen el Banco Central y la ANSES (la administración de seguridad social) al gobierno. Estrictamente eso es más una fuente de financiamiento del déficit que un ingreso… Sin considerar esas transferencias, estamos hablando entonces de un déficit global a financiar de 7% del PIB… y sin contar el déficit de las provincias, que se informa con cierto rezago pero que suma algún punto más al déficit total.

EC  –  Desde esa perspectiva, Tamara, las nuevas metas fiscales no dejan de ser bastante ambiciosas, aunque sean más laxas que las que inicialmente había planteado el gobierno… ¿se podría decir que son más realistas?

TS  –  De algún modo es así… Desde el nivel actual, las metas en principio suponen una mejora de aproximadamente 1% del PIB por año… Pero igual está la discusión de si Argentina está en condiciones de ir por un ajuste gradualista, o si requería un ajuste más de “shock”. Estas metas son una confirmación de que el gobierno se está inclinando por un enfoque gradualista; con los pros y los contras que eso supone.

El riesgo es que a medida que vaya pasando el tiempo las metas se sigan relajando… y el ajuste nunca se logre. Esto es especialmente relevante si la economía no empieza a crecer en forma más decidida. Es difícil que pueda mejorar el resultado fiscal en un contexto sin crecimiento, máxime cuando tampoco está trazado un plan muy claro de contención del gasto. Decía recién que en cuestión de un año las metas se relajaron en el equivalente a 1,4% del PIB por año… el riesgo es que con el paso del tiempo se relajen más. Eso potencialmente puede conllevar varios problemas, porque Argentina está muy jugada a continuar teniendo financiamiento externo y también porque está embarcada en una meta de bajar la inflación a niveles de un dígito en tres años. Sin ajuste fiscal, hay riesgo de que se dificulte el financiamiento externo y de que se ponga en peligro el programa monetario del Banco Central.

EC  –  Hasta ahora hablamos de gasto, ¿pero qué sucede a nivel de los ingresos del sector público? ¿No se está empezando a discutir una reforma tributaria?

TS  –  Sí, pero probablemente la discusión parlamentaria va a quedar para 2018, luego de las elecciones legislativas. Las autoridades han sido bastante explícitas en esto.

EC  –  ¿Y cuál viene siendo la reacción de los mercados? Por ejemplo, ¿cómo se movieron las principales variables financieras luego de esta revisión de las metas fiscales?

TS  –  La bolsa cayó algo más de 2%, pero los precios de los bonos se movieron bastante poco. El riesgo país cerró la semana pasada en 466 puntos básicos, apenas arriba de los 460 puntos de una semana atrás…

Aun con el deterioro que están teniendo los números fiscales, sigue primando una expectativa favorable, sobre todo a nivel de actividad económica. El relevamiento de expectativas que hace el Banco Central tiene una mediana para el crecimiento del PIB este año de 3%. Y prima también una expectativa de que se logrará ir bajando paulatinamente la inflación. La encuesta de expectativas no está totalmente alineada con las metas oficiales pero igual apunta a una inflación de 20% para este año, la mitad de la que vimos en 2016.

EC  –  Parecería entonces que el panorama 2017, al menos, es bastante favorable para nuestro vecino…

TS  –  Sí, de hecho podría decirse que los apoyos de la recuperación están más claros que para el caso de Brasil. En Argentina tendremos expansión fiscal en 2017 y tendremos también al salario real subiendo en forma significativa a raíz de la menor inflación.

Ahora, no debemos perder de vista que estos impulsos pueden ser transitorios o poco sostenibles… Recién nos referíamos a la situación fiscal, pero hay otros temas… Por ejemplo, es evidente que Argentina todavía necesita procesar una corrección más importante de las tarifas públicas y del valor del dólar (que en términos reales ya es más bajo que el que había antes de la devaluación de inicios del gobierno de Macri)… Correcciones en esos frentes pueden hacer subir nuevamente la inflación y volver a deprimir el salario real.

En definitiva, Emiliano, Argentina todavía no logra crecer en forma sustantiva, está acumulando fuertes desequilibrios fiscales y está muy cara en dólares… La combinación actual de políticas puede ser viable en tanto haya financiamiento externo, pero está poniendo a la deuda pública en una trayectoria peligrosa (aunque desde niveles inicialmente bajos) y deja a Argentina mucho más vulnerable a un cambio de escenario externo.

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