Por Emiliano Cotelo ///
Salí desde Miami a Montevideo el martes de noche. Tuve suerte. El huracán Matthew, que ya venía provocando muerte, destrucción y evacuaciones en el Caribe, se acercaba a la zona y al día siguiente provocaría la cancelación de muchos vuelos. De todos modos, yo traía otras tormentas en la cabeza. Sabía que cuando llegara a Uruguay me iba a encontrar con una sociedad crispada, y un clima de tensión mucho más enrarecido del que nos tiene acostumbrados el sistema político.
Me quedé corto. Cuando subí al avión, en mi teléfono los titulares informaban sobre la votación de una nueva interpelación al ministro del Interior, Eduardo Bonomi. Cuando bajé en Carrasco, desde la oposición ya se anunciaba que se promovería la censura del ministro y se advertía que había disposición a enfrentar incluso la disolución de las cámaras y un llamado a elecciones parlamentarias anticipadas.
La escena con la que me encontré estaba cargada de dolor, indignación y ruido.
Me gustaría detenerme en esto último, el ruido, porque me da la impresión que ese ruido ha sido, precisamente, el responsable de arruinar uno de los debates más graves e importantes que tenemos pendientes como colectivo.
Una semana en Uruguay
Nadie puede discutir que nos encontramos ante un problema delicado y crítico. Cuando todavía estaba en EEUU leí una nota del periodista Leonardo Haberkorn que enumeraba una serie de hechos violentos escalofriante y sumamente elocuente:
Un hombre quemó dos cuerpos en Sayago. Dos delincuentes mataron a un abuelo, frente a sus nietos, para robarle la moto. Una señora fue asaltada y arrastrada por seis niños en Cerro Norte. Uno de los dueños de una firma distribuidora de cosméticos fue asesinado en el interior de su comercio. Una madre golpeó a una maestra. Hinchas de Peñarol protagonizaron destrozos en la rambla de Pocitos. Hinchas de Nacional balearon a hinchas de Peñarol en Santa Lucia para robarle una bandera. Otro hombre fue baleado y golpeado en Flor de Maroñas. Un vecino de Sayago y dos personas más fueron heridas en su propia casa. Un cliente fue herido de cinco balazos en un intento de rapiña a un almacén sobre la ruta 1… Y Prati, el caso más conocido, a quien lo mató un delincuente de un balazo en la cabeza, delante de su esposa, por intentar impedir que asaltaran a una amiga.
Todo eso ocurrió en apenas siete días, según consignó Haberkorn en el portal Ecos.
¿Y el diálogo?
Entonces… Es indudable que nuestra sociedad se enfrenta a una situación crítica en materia de seguridad pública y convivencia ciudadana.
El propio Gobierno pareció reconocerlo a fines de marzo cuando accedió, a partir de una propuesta del senador del Partido Independiente Pablo Mieres, a sentarse en la misma mesa con la oposición para buscar soluciones en esta materia.
Sin embargo, apenas cuatro meses, en agosto, el presidente Tabaré Vázquez dio por culminados los trabajos de la comisión multipartidaria, adelantándose a sectores, como el de Luis Lacalle Pou, que entendían que aquello no daba para más.
Los acuerdos, que entonces ya se vislumbraban como tímidos, hoy pueden ser catalogados como un fracaso. Por dos razones. Una, por la debilidad misma de esos consensos: se acordó unas pocas iniciativas legislativas, algunas de las cuales están naufragando en las comisiones parlamentarias por diferencias en las internas de los partidos, en particular, porque hay sectores del Frente Amplio (FA) que rechazan disposiciones a las que Vázquez dio el visto bueno. Dos, y sobre todo, el diálogo fracasó por el tipo de compromisos que se pudo asumir. A lo largo de 21 reuniones, los partidos sólo trabajaron y apenas consensuaron unos proyectos de ley. No hubo un solo entendimiento sobre medidas concretas que pudiera ejecutar el Gobierno, no sólo en el Ministerio del Interior, tal vez también en el Ministerio de Desarrollo Social o en otros ámbitos, como la educación, y que fueran algo palpable para la población.
¿No hubiera sido lógico que los acuerdos vinieran por ese lado también?
La oposición, que insiste con la renuncia de Bonomi y denuncia la ineficiencia policial, ¿no tenía ideas para aportar en esas materias? El Gobierno, que se empeña en mantener al ministro en su cargo pese a que las estadísticas le juegan en contra, ¿no encontró en esa instancia la oportunidad de conciliar algunas estrategias de prevención y represión del delito? Y algo más: ¿no debió haberse abierto a examinar seriamente las políticas sociales en busca de correcciones?
¿No era necesario trabajar un poco más en entenderse?
Sentarse en la misma mesa con un adversario político es condición necesaria pero no suficiente para exista el diálogo. Los actores, además, deben asistir a ese diálogo con vocación real de comunicación, de escucharse, de abrirse al otro. De lo contrario se desprestigia la herramienta (Ver: En Primera Persona: Jugando al diálogo).
Algo que parece haber ocurrido en este caso.
Esa incapacidad de fondo para el diálogo es realmente preocupante. Porque la sociedad uruguaya se pierde avances que podrían surgir si los partidos colaborasen de manera sincera y constructiva. Y porque nos obliga a presenciar, a cada rato, cómo se tergiversan los términos del debate, se crispa el clima social y se banaliza y subestima el dolor genuino de las víctimas del delito.
Los #ConsejosdeBonomi
Quizás uno de los episodios más sintomáticos de esa patología fue el que se originó el lunes cuando el ministro Bonomi, consultado aquí En Perspectiva por el homicidio de Heriberto Prati, aconsejó a quienes son víctimas de una rapiña que no se resistan. Inmediatamente la oposición golpeó duro. Acusaron al ministro de falta de sensibilidad ante la desgracia, de no haberse solidarizado con las familias golpeadas, de analizar los crímenes en lugar de evitarlos y, lo peor de todo, de trasladarle una cuota de responsabilidad a la víctima, cuando la familia aún estaba llorando su muerte. Yo creo que esa crítica es válida. Aun así, hay que admitir que el consejo de Bonomi tiene sentido. Todos deberíamos repetirle a nuestros hijos ante la eventualidad de que se enfrenten a un delito: es mejor preservar la vida a perder pocas o muchas pertenencias. Es cierto que Bonomi debió haberse guardado su consejo para una ocasión más oportuna, pero pasarlo por la picadora de carne por ese error es poner en práctica la misma falta de sensibilidad que se le imputa.
El paso siguiente podía adivinarse fácilmente. Nuevos y enérgicos pedidos de remoción del ministro y su llamado al Parlamento para otra interpelación.
Los artículos 147 y 148
En la entrevista que realizamos el miércoles pasado al senador Pedro Bordaberry, el líder de Vamos Uruguay apoyó la idea de Jorge Larrañaga de recurrir a los artículos 147 y 148 de la Constitución para dar un paso más y promover la censura a Bonomi. Sus comentarios levantaron gran polvareda porque aluden a un procedimiento muy excepcional y dramático en la relación entre el Poder Legislativo y el Ejecutivo. Ocurre que, en caso que el Senado primero, y la Asamblea General después, aprobaran la censura, el presidente de la República se vería ante la disyuntiva de asumir la derrota política y sacar al ministro o mantenerlo en funciones pero disolver las cámaras para que la ciudadanía eligiera nuevos representantes.
El argumento de Bordaberry es que sería bueno que Vázquez escuchara a la población en las urnas, “porque de eso se trata la democracia”. Sin embargo, su razonamiento es endeble. La oposición no cuenta con los votos necesarios para tirar al ministro. El artículo 148, que establece el mecanismo para convocar a una nueva elección de senadores y diputados en casos como ese, lo hace bajo la consigna de que sería muy difícil el normal funcionamiento del país, con un Poder Ejecutivo divorciado a tal extremo con el Parlamento. Pero esa no es la situación en la que estamos. El FA mantiene sus mayorías y el desafío lanzado por Bordaberry sólo es factible desde el punto de vista teórico y altamente improbable en la práctica.
El camino planteado por Larrañaga y Bordaberry sonó raro, sí, al punto que fue cuestionado incluso desde varios grupos de la oposición y le dio aire al oficialismo permitiéndole salir al contraataque. Puede haber sido una patinada. Pero… ¿merece que se lo vea como parte de la estrategia de la derecha latinoamericana que está empeñada en desplazar del Gobierno a las autoridades de izquierda elegidas por la población? Esa denuncia, que hicieron varios sectores del FA, ¿no es otro exceso que empobrece la polémica y suma división a la división?
¿Qué renuncie Bonomi?
Ahora… si ustedes han llegado escuchándome (o leyendo) hasta acá, quizás quieran saber si me afilio o no al pedido de alejamiento del ministro del Interior que impulsa buena parte de la oposición y de la ciudadanía. Lamento decepcionarlos.
Es evidente que Bonomi tiene problemas para comunicarse con la población; y que ese defecto se le acentúa en ocasión de algunos episodios graves. Así como también es verdad que para la oposición es muy fácil salir a reclamar su renuncia cuando un crimen tiene convulsionada a una proporción importante de la sociedad.
Por otro lado, rompe los ojos que los homicidios vienen en aumento y que, hasta el año pasado, al menos, lo mismo ocurre con las rapiñas. Pero hay que reconocer que este Ministerio del Interior ha concretado progresos sustanciales en varias áreas y que algunas de las explicaciones en las que se extiende el ministro, y que tanto molestan a la oposición, tienen sentido.
Entonces me pregunto: ¿y si tiene razón Bonomi? ¿Si la realidad es que estamos ante un cambio tan radical de la actividad delictiva que las cifras de criminalidad podrían ser aún mayores de no ser por su gestión?
Realmente no puedo ser tajante en este punto. Me cuesta creer que toda la razón está de un lado, o del otro. Por eso insisto en reclamar el diálogo. Diálogo para que el sistema político trate de obtener las respuestas a la violencia que hasta ahora no encuentra. Diálogo también para que la ciudadanía pueda asistir a una discusión más honesta desde el punto de vista intelectual, menos demonizada y menos previsible desde el punto de vista del juego electoral. Diálogo, en definitiva, para que los dirigentes demuestren con hechos las ventajas de la tolerancia y el respeto mutuo, como camino alternativo al enfrentameinto y la violencia.
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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 07.10.2016, hora 08.05