Por Alejandro Sciarra ///
Tres años de internación para la menor que mató de una puñalada a Claudia Ferreira, empleada de Ancap de Pinamar. La opinión pública estalló de indignación por la benignidad de la pena.
Últimamente la prensa nos informa acerca de permanentes acuerdos entre la Fiscalía y los delincuentes, que permiten a éstos conseguir penas más benévolas a cambio de obtener una confesión, acortar los tiempos del juicio y así reducir los costos de funcionamiento del Poder Judicial. Parece frívolo. Pero no lo es tanto. Porque no solo se trata de criterios economicistas. Encerrar al sospechoso no siempre es tan fácil como parece. Hemos visto más de una vez, cómo mediante vericuetos legales o procesales, los más sospechosos vuelven una y otra vez a la calle. A veces incluso la prueba no se encuentra a la mano y a entera disponibilidad del Juez, por lo que sin una confesión de parte, podríamos tener un homicida libre, no ya en tres años, sino en unas pocas horas.
Pero el problema es más profundo aún. El sistema de reclusión, ya sea en materia de menores como para adultos, no proporciona bajo ningún concepto los estándares mínimos para una reeducación del recluso. Pensando en clave de futuro, cuanto más tiempo pase un ser humano encarcelado, peor será para el futuro del Uruguay. El pequeño problema es que cuanto menos tiempo pase encarcelado, peor será para el presente. No es tan difícil ver, que la clave de todo no es el tiempo, sino la calidad del proceso educativo que debería darse dentro de ese tiempo.
Y el tema no es la inexistencia de impulsos educadores, porque los hay. El asunto es que el concepto de educación no logró universalizarse en el sistema carcelario. Y no me refiero a que todos los reclusos tengan acceso o la posibilidad de ser incluidos en un programa. Me refiero a que todo el sistema carcelario debe sentir y comprometerse con este concepto. Los edificios deben ser ambientes propicios para el proceso reeducativo. Los funcionarios deben estar debidamente capacitados.
He conocido personalmente el ex COMCAR, en la época en que el policía y licenciado en Educación Gonzalo Larrosa era el director. He podido ver de primera mano cómo una persona que tiene un objetivo claro, conocimiento, coraje y un profundo sentido humanista, puede operar cambios y mejoras en la calidad del tiempo de encierro, en pro de ese proceso educativo que él mismo me grabó en la mente con la frase: “No debemos hablar de reinsertar sino de reeducar”.
Y para que este cambio de palabras y conceptos signifique realmente un cambio en las acciones y procesos, existen iniciativas, como lo es por ejemplo, el programa Pelota al Medio a la Esperanza, que es u oasis que debe multiplicarse y transformarse en el centro del proceso educativo de cada complejo carcelario. O también el programa Nada crece a la sombra, que a través de acciones socioeducativas y desarrollo de habilidades personales y sociales busca dar a los reclusos una opción diferente a la del mundo del delito. Estas son herramientas a multiplicar, a universalizar, de las cuales las autoridades deben abrazarse, dotar de recursos y acompañar con mejoras edilicias que propicien el ambiente adecuado para el crecimiento personal y la educación.
El año pasado, el experto en derechos humanos de la ONU, Jorge Cardona, luego de una visita a los centros del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (el INISA), en la que visitó por último el CIEED (el Centro de Ingreso, Estudio, Diagnóstico y Derivación) expresó que en este último, “las condiciones son inaceptables”, que debía ser cerrado inmediatamente y que nuestra sociedad toda lo permite porque está “de espaldas” a la violación de los derechos humanos. Según el sitio web del INISA, el CIEED sigue operativo.
Se asoma una campaña política y difícilmente la opinión pública ponga el énfasis de sus exigencias en las mejoras del sistema de reclusión. Un poco porque para el común de la sociedad resulta difícil haber conocido un centro de reclusión desde dentro. Haber respirado el denso aire de la cárcel. Otro poco porque no tenemos claro qué mejoras necesita. Y por último, porque lo urgente a veces opaca a lo importante. Y coincidimos en que lo urgente es alejar estos peligros de nuestros hijos. Así que mejor construyamos otra cárcel, y otra, y otra. Y que se pudran ahí adentro. Parece lo más fácil, pero no sólo no lo es. Es lo más difícil, lo más injusto, lo más caro y lo más peligroso para el futuro de los que hoy, queremos proteger.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 29.10.2018
Sobre el autor
Alejandro Sciarra es abogado de formación, pero a los 30 años dio un giro hacia la psicología positiva aplicada al ámbito educativo y empresarial. Desde los 18 años participa en política, integró en más de una oportunidad La Tertulia de En Perspectiva, es colaborador del Semanario Voces y en Radio Oriental. Desde hace un año está radicado en Italia con su esposa, desde donde sigue de cerca la realidad política y social uruguaya y europea.