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En entrevista con En Perspectiva el secretario de Derechos Humanos, Javier Miranda, reconoció que hay distintas dificultades con algunas de las familias sirias refugiadas en Uruguay y que el gobierno colaboró con que estas familias tuvieran un nivel de exposición inadecuado que no colabora con su inserción en Uruguay.
Martes 21.04.2015, hora 8.13
EMILIANO COTELO:
En octubre del año pasado 42 sirios llegaron a Uruguay escapando de la guerra civil en aquel país. Para el gobierno del entonces presidente José Mujica, que tomó este tema como una bandera, Uruguay se consolidaba como país de refugio y defensa de los derechos humanos.
Sin embargo, la política de abrigo humanitario quedó envuelta en un manto de dudas después de que trascendieran episodios de violencia doméstica en esas familias sirias y más o menos por esas fechas el nuevo gobierno, encabezado por Tabaré Vázquez, admitió fallas en el programa de reasentamiento. De hecho, pareció que Vázquez venía con cierto espíritu revisionista en este asunto.
En ese marco de incertidumbre el canciller Rodolfo Nin Novoa aseguró que el arribo de un segundo contingente de refugiados, que estaba previsto para febrero, había ingresado en un impasse.
¿Qué cambios se está preparando en este proceso de reasentamiento? Vamos a conversar en los próximos minutos con el doctor Javier Miranda, que es secretario de Derechos Humanos de la Presidencia de la República.
Este es un buen momento, porque da la impresión de que la información ha ido ordenándose y la nueva administración ya quizás está en condiciones de tomar decisiones. La primera pregunta es bien directa: ¿Tienen fecha para la llegada de un nuevo contingente de refugiados?
JAVIER MIRANDA:
No, no hay fecha exacta, está previsto que sea en el segundo semestre de este año, tal vez en el último cuarto del año, en función de la replanificación o la revisión de la planificación que tenemos.
EC – Pero va a venir un nuevo contingente, se va a seguir con esa política.
JM – Ese es el compromiso que tenemos, el que asumió el Estado con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados [ACNUR], pero además con personas de carne y hueso, con algunas familias que están en este momento en territorio libanés.
EC – ¿Va a venir un nuevo contingente y luego un tercero? ¿Se va a manejar una serie de venidas?
JM – No, hasta ahora está previsto un segundo contingente, ese era el acuerdo originario que tenía el Estado uruguayo con ACNUR.
EC – ¿Y cuántas familias vendrán?
JM – Está previsto que vengan siete familias, 71 personas.
EC – Es el grupo que había sido preseleccionado.
JM – Exactamente.
EC – ¿Algunas características especiales de este grupo?
JM – No, mantiene las características del conjunto de personas que arribó al país en octubre. Lo que tenemos en principio proyectado, estamos estudiándolo, es la posibilidad de volver a entrevistarlos en territorio libanés a efectos de ajustar su venida y su proceso de inserción.
EC – ¿Estamos ante un revisionismo?, ¿se puede llamar así lo que está ocurriendo?
JM – No, yo creo que en absoluto. Lo que sí hay es una revisión de la planificación. Nosotros tomamos algunas decisiones el año pasado con respecto a las cinco primeras familias y justamente una de las cosas que previmos en el proceso fue que vinieran en dos contingentes. Incluso en algún momento manejamos que fuera en hasta tres: la misma cantidad de personas, hasta 120 personas, en tres grupos. La razón por la cual tomamos esa decisión [de traerlos en dos contingentes y no en uno] fue justamente porque al ser la primera experiencia estábamos seguros de que íbamos a cometer errores y a tener que aprender lecciones. Parecía razonable no jugarse todo en una sola medida sino, justamente, revisar en función de lo que íbamos aprendiendo.
EC – Esa resolución se conoció durante el verano, en la transición entre uno gobierno y el otro, en febrero. Más o menos en simultáneo con la difusión de versiones que hablaban de episodios de violencia doméstica dentro de algunas de estas familias. Por eso fue que quedó la sensación de que el gobierno entrante entendía que si llegaba un nuevo grupo se estaba comprando un problema. ¿Cuánto incidió ese factor?
JM – A ver, dos cosas. Una: quedó la sensación de un hecho que no es cierto, de un hecho que fue fabricado por la prensa, en particular por el diario El Observador, que incluso en un momento tuvo que poner marcha atrás ante lo que difundió. La decisión de postergar la venida del contingente que estaba previsto para febrero se tomó seguramente alrededor del 10 de diciembre. Recuerdo haber mantenido una conversación intensa con el entonces canciller y hoy senador [Luis] Almagro donde le planteé directamente que creía conveniente aplazar este proceso de llegada justamente para ajustar. Creemos que habíamos tenido algunas dificultades en el manejo y eso justificaba que aplazáramos esa venida. O sea que en febrero, cuando se publicita eso, no es ese [las denuncias de episodios de violencia doméstica], en absoluto, un factor determinante.
EC – No es ese un factor determinante. Pero, ¿usted dijo también que eso de la violencia doméstica no había ocurrido?
JM – La forma en que lo publicitó el diario El Observador en particular, efectivamente no sucedió así. La prueba está además en que transitamos por juzgados penales, la jueza decidió archivar la causa, no fue esa la situación.
EC – Pero cuando comenzó a hablarse de eso, por ejemplo, el propio José Mujica, presidente en ese momento, sugirió que algo así había ocurrido, dijo por ejemplo: los sirios tienen “costumbres como la de nuestros abuelos”. Después estuvieron el entonces prosecretario de la Presidencia Diego Cánepa y Almagro mostrándose a favor de que la Justicia investigara.
JM – Pero, por supuesto, que la Justicia investigara era evidente, si hay una denuncia pública. La Justicia actuó perfectamente, hizo lo que tenía que hacer. Tiene la noticia de la eventualidad de la comisión de un delito y llama a los actores e investiga, lo cual me parece perfecto. Con respecto a lo que dijo el presidente Mujica en aquel momento yo hablé con él de este tema en particular, era una de nuestras preocupaciones, no en febrero de 2015, no en diciembre ni en agosto de 2014, sino que era un problema, una variable que teníamos que considerar desde el origen.
EC – Sabían que era posible que ocurrieran casos de violencia doméstica teniendo en cuenta la cultura, las costumbres…
JM – Claro, y el ex presidente Mujica lo expresa cabalmente: tienen las costumbres de nuestros abuelos, por el tema de la violencia doméstica, que además es un problema serio en Uruguay, no es un problema de sirios o no sirios, es un problema cultural serio. Sí es cierto, y yo tuve algún dialogo con algunos de los padres de familia sirios: “Mire, realmente en Uruguay la violencia está sancionada, está penada, es un delito”, y cuando mantuvimos las entrevistas en Beirut con las distintas familias uno de los aspectos fundamentales que marcaron fue: “la violencia intrafamiliar es delito en Uruguay, usted no le puede pegar a su hijo”. A tal punto que alguna persona me planteó: “Pero cómo que no puedo corregir a mi hijo con un golpe”, “No, no lo puede hacer, lo tiene que corregir de otra manera”. O sea, no es un tema nuevo.
En todo caso el fastidio mío, que pongo tanto énfasis en esto, es porque creo que esto no ayudó en nada publicar en la tapa de un diario que hay violencia doméstica en los sirios, ¿por qué no publicamos también que hay violencia en el entorno de la familia González? Ahí hay un fenómeno de estigmatización, lo relevante era que se trataba de “los sirios”, en ese paquete un poco vago y estigmatizante, además, “los sirios” tienen episodios de violencia doméstica.
EC – ¿No ocurrió nada de eso?, ¿no hay ningún elemento que permita asegurar que eso haya ocurrido?
JM – Por supuesto que no ocurrió, hablamos con las familias, les dijimos: “Esto no es así”. Concretamente, yo no voy a dar detalles, incluso para proteger a la familia, hay un episodio donde un padre efectivamente reprime a una de sus hijas e inmediatamente llamamos al padre y le dijimos: “Esto no puede suceder”. No era una situación de gravedad que justificara… a ver, si no nosotros asumíamos incluso responsabilidad penal, es omisión de denunciar delitos. Llamamos al padre y le dijimos: “Esto no puede suceder de ninguna manera”, y ese es el diálogo que yo mantengo.
EC – Pero entonces algo hubo, que no fue grave, dice usted…
JM – Pero por supuesto que sí, pero el “algo hubo” no es el episodio que se publica en tapa y mucho menos uno en el que haya participado una comunidad religiosa, o que haya visto y denunciado.
EC – Si, se mencionaba que eso había ocurrido durante la estancia del grupo de refugiados en la Casa San José de los Hermanos Maristas.
JM – Exacto. Pero insisto: sí tuvimos un episodio donde efectivamente un padre castiga a su hija, no tiene magnitud de gravedad e inmediatamente lo llamamos y le dijimos: “Esto no puede ser. Además ya se lo dijimos a ustedes en las entrevistas que tuvimos en Beirut en agosto”.
EC – ¿Y ese caso no daba para presentar una denuncia penal?
JM – No, en absoluto. La prueba está en que esto mismo yo lo hablé, por supuesto, personalmente…
EC – ¿Cómo fue ese castigo?
JM – No voy a entrar en detalles, pero un padre golpea a su hija ante una situación que el padre entiende que era inaceptable. Inmediatamente yo reacciono: “Mire, usted puede corregir a sus hijos, por supuesto, pero no los puede corregir con golpes. No le puede dar una cachetada, no puede hacer una cosa de esas, eso no está permitido en este país”.
EC – Volviendo hacia atrás, entonces, la decisión de postergar la llegada del segundo contingente no se adoptó a raíz de hechos como estos que pudieran haber pasado, que usted dice que en realidad apenas si ocurrieron de una manera poco grave en ese caso concreto.
En realidad la decisión es algo que tiene que ver con la evaluación que se hizo de ese primer grupo y su inserción, etcétera. ¿Qué evaluación hicieron ustedes de la experiencia con este primer grupo? Me gustaría ir consultándole algunos temas, por ejemplo, ¿estas familias no cumplieron con los requisitos que se esperaba que cumplieran? Se lo digo teniendo en cuenta que el ex presidente Mujica lamentó que en ellos no se daba lo que él había pedido, que la mayoría fueran campesinos. Concretamente dijo: “no me trajeron uno sólo”.
JM – Yo coincido plenamente allí con el ex presidente, efectivamente cuando nosotros le planteamos a ACNUR el perfil de las personas a asentar en territorio uruguayo uno de los criterios que manejamos fue que se tratara básicamente de productores de la tierra, porque pensábamos que el proceso de inserción y las posibilidades que brindaba el país eran mayores. No fue así…
EC – ¿Qué fue lo que pasó, qué falló?
JM – Creo que ahí fallan varias cosas. En primer lugar ACNUR nos presenta una pre selección de personas que en todos los casos dicen que tienen relación con el trabajo en la tierra y luego cuando venimos a la realidad no lo tenían. ¿Qué falla? Seguramente falla allí el cómo afina ACNUR la pre selección de las personas. También fallamos nosotros en agosto, en las entrevistas que mantuvimos en Beirut, porque no escarbamos lo suficiente en ese punto en particular, que era uno de los centrales. Creo que esa fue una de las fallas que tuvimos, y es una de las que hay que corregir, por eso insisto en que, hacia el próximo contingente, creo necesario volver a entrevistar a las personas.
EC – Va a ser necesario volver a entrevistar, ¿y quizás entonces algunas no vengan?
JM – Quizás algunas no vengan.
EC – Porque se va a insistir con este criterio de que tiene que haber familias campesinas.
JM – Se va a insistir con este criterio y con otros, pero en particular con este. Nosotros tenemos una cierta disponibilidad de posibilidades de reasentamiento de personas que están vinculadas al trabajo agropecuario. Esas posibilidades las tenemos y creemos que hay que brindarlas. Luego, veamos que algunas de estas personas efectivamente cumplan con ese perfil. No es un perfil excluyente, pero fue privilegiado por nosotros.
EC – Otro punto. Durante las entrevistas previas, ¿le parece que en esas familias se generaron expectativas falsas con respecto al dinero que recibirían los refugiados o las comodidades que tendrían en Uruguay?
JM – Creo que sí, que se generaron expectativas. Creo, esto es una especulación, que la gente pensó que iba a encontrar un país que no es el país al que vinieron.
EC – Concretamente hubo casos de algunos de estos ciudadanos sirios que se quejaron por las casas que se les asignaron inicialmente e incluso reclamaron otras alternativas. También se mostraron disconformes con las opciones de trabajo.
JM – Si, efectivamente fue así, particularmente en materia de vivienda manifestaron desacuerdo con algunas de las opciones que les dimos. Esta es una de las cosas que yo creo que hay que revisar en la nueva planificación. Creo que el ideal sería volver a entrevistar a estas familias y en esas entrevistas en territorios libanés decirles: “Mire, nosotros tenemos previstos que usted viva aquí, estas son las características de la casa”, mostrar fotos si es necesario, “esta es su localización. Está de acuerdo o no está de acuerdo, pero esta es la disponibilidad real de alojamiento”.
EC – Otro punto: ¿Cómo está siendo la integración cultural de los niños sirios en las escuelas?
JM – De los niños en general muy bien, uno habla con los chiquilines y realmente ya manejan bastante el idioma, uno los ve realmente integrados. Era previsible que esto sucediera, la capacidad de adaptación de los niños es mayor que la de los adultos. Los adultos tienen otro nivel de dificultades, desde el punto de vista idiomático pero incluso hasta de las costumbres.
EC – Usted dice que la adaptación de los niños está bien, pero quizás queda por fuera saber cómo manejaron las familias ese tema de la ida de los chicos o las chicas a la escuela. Está el caso este de Piriápolis, donde según la versión que circuló los padres, o sobre todo el padre, no había querido mandar a una de las hijas a la escuela por sus costumbres, justamente, iba sí el varón pero no la niña.
JM – No, no fue así. Una vez más creo que aquí hay un manejo de la prensa inadecuado. Me permito criticarlo, entiendo que la libertad de prensa permite publicar lo que se entiende que vale la pena publicar, pero titular: “los sirios no mandan sus hijos a la escuela”, o cosas por el estilo, la familia González también tiene dificultades para mandar a sus hijos a la escuela y no los publicamos en tapa. Vuelve a ser “los sirios”, “los sirios no hacen esto”, “los sirios no hacen lo otro” y eso genera rechazo.
EC – Pero ojo, el planteo no había surgido de la misma prensa, había sido una exposición realizada en la Junta Departamental de Maldonado por una edila del Frente Amplio.
JM – Exactamente, lo cual también creo que es un error en el manejo de la información, insisto, legítimo, creo que se comete un error, que eso no ayuda a la inserción social, que simplemente genera problemas sociales y una expectativa que no es buena para el proceso de inserción. Por supuesto que la edila del Frente Amplio que presentó la moción en la Junta Departamental y el medio de prensa que lo recoge, me parece que está bien que lo hagan, creo que no es bueno y no ayuda en nada en el proceso, insisto con el ejemplo de la familia González.
EC – ¿Qué había ocurrido?
JM – Una discusión con el jefe de familia donde éste entendía que se le había asegurado que le íbamos a facilitar el transporte de los niños a la escuela y nosotros le dijimos: de ninguna manera, el Estado no se hace cargo del transporte, usted cuenta con los recursos para hacerlo, la escuela no está tan lejos. Eso tiene que ver con el diálogo cotidiano.
EC – Se le había asignado una escuela que no era la más cercana a su casa.
JM – Porque la escuela más cercana presentaba algunas dificultades y no nos parecía adecuado que los niños fueran a esa escuela en particular. Ese fue el incidente, por supuesto que generó un intercambio de pareceres con esta persona en el que francamente no nos poníamos de acuerdo. Nosotros planteamos permanentemente que la educación en Uruguay no solo era un derecho sino también una obligación. En Uruguay la educación es obligatoria, todos los niños deben ir a la escuela, y eso fue lo que le exigíamos a esta familia.
EC – ¿Y cómo se solucionó el diferendo?
JM – Los niños van a la escuela, no se podía solucionar de otra manera.
EC – Quiero decir: el gobierno, ACNUR o quien está apoyando a los refugiados ¿le terminó resolviendo el tema económico del traslado de esa niña?
JM – No, logramos generar el convencimiento en esta persona de que tenía los recursos para hacerlo y tenía que mandar a la niña a la escuela. Así se hizo. Pero estas son discusiones normales que tenemos cotidianamente con estas familias como con cualquier otra. Yo lo que quiero es desestigmatizar, quiero sacar esta idea de “los sirios hacen esto”, “los sirios no hacen lo otro”, “los sirios son violentos”, “los sirios no mandan a sus hijos a la escuela”. Eso me parece que es una estigmatización innecesaria, lo que tenemos es unas personas que vienen de muy lejos, que hace apenas seis meses que están en Uruguay, que por supuesto tienen dificultades de inserción y expectativas que no se compadecen con la realidad de las posibilidades en Uruguay, y esto genera intercambios permanentes entre el equipo que conduce el equipo de inserción desde el Estado y las propias familias.
EC – Otro punto. En general, ¿cómo es hoy la situación económica de este grupo de refugiados sirios?
JM – Tienen una situación económica que les permite vivir, no se hacen millonarios, están en un proceso de incursión recién. Aspiramos a que resuelvan su situación económica como la resolvemos cualquiera de los habitantes del país, que es a partir del trabajo.
EC – ¿Pero están trabajando?
JM – Están trabajando.
EC – ¿Todos?
JM – No todos, hay una familia donde estamos con dificultades en su inserción laboral.
EC – ¿Por qué?
JM – Porque nos plantean que las opciones de trabajo que se les presentaron no son adecuadas, porque tenían otra expectativa, porque pensaban que iban a hacer otra cosa. Nosotros insistimos con que estas son las posibilidades de trabajo, seguimos revisando posibilidades, mantenemos contactos regulares con agencias y privados que puedan facilitar la inserción laboral. Pero sí tenemos dificultades en una familia en particular.
EC – En las demás, ¿el presupuesto familiar se está sustentando con los ingresos derivados del trabajo efectivamente?
JM – No, nosotros en la planificación que hicimos previmos las transferencias monetarias del Estado a estas familias en su proceso de inserción con dos partidas de dinero, una que dura un año y otra que dura dos años, que están calculadas sobre estándares mínimos para vivir. Se hicieron dos líneas de pobreza de Montevideo, esa fue la paramétrica para determinar cuánto era ese monto de sostenimiento inicial.
EC – En números, ¿en cuánto está eso hoy?
JM – Esta fue otra de las conversaciones que tuvimos, el total del proyecto significaba 2,3 millones de dólares para las 120 familias, cuando lo digo así suena a una fortuna…
EC – Permítame: 2,3 millones de dólares era lo que estaba previsto para las 120 familias, ¿en qué período?
JM – En los dos años del proceso de inserción paulatina. Cuando uno dice 2,3 millones de dólares suena a una fortuna, pero eso significaba una bolsa de leche a cada uruguayo en dos años, no nos parecía un tema realmente brutal para que lo sostuviera las arcas del Estado. Esta fue otra de las formas de comunicar que nos preocupó.
EC – Pero también visto desde el lado de los números, ¿cuánto están recibiendo mensualmente estas familias hoy?
JM – Varía de acuerdo a la composición de la familia en función del número de integrantes y las edades, en algunos casos anda en el orden de los 70.000 pesos, en otros casos llega a 35.000. Depende del número de integrantes y de las edades de la familia.
EC – ¿Y es el Estado uruguayo el único que está apoyando con dinero a estas familias?
JM – Si.
EC – ¿Por ahora sí?
JM – Efectivamente es así.
***
EC – Usted daba algunas cifras de lo que el Estado le está pagando a estas familias durante el proceso de reinserción y señalaba una cifra en particular que puede haber llamado la atención: 70.000 pesos. Eso para el caso, supongo, que de las familias más numerosas.
JM – Las familias más numerosas con muchos niños, estoy hablando de una familia de 14 integrantes. El cálculo está hecho por algunos trabajadores de la Facultad de Economía, a quienes les pedimos cuánto era razonable para sostener, y se hace sobre una paramétrica que es sobre dos líneas de pobreza en Montevideo en función de la edad de las personas y el número de integrantes del núcleo familiar. No es antojadizo.
EC – Aparte de ese monto de dinero la familia tiene resuelto el capítulo vivienda, por ejemplo.
JM – Si, en general lo tienen resuelto, esos son acuerdos con el Ministerio de Trabajo.
EC – ¿Y la atención médica?
JM – Tienen el sistema de salud que tenemos todos: el servicio público de salud, que es accesible para todo el mundo, y en la medida en que se insertan en el mercado laboral optan por el sistema público o el privado como hace cualquier habitante.
EC – Y si consiguen trabajo, ¿qué pasa con la asistencia económica que reciben del Estado, siguen recibiendo la misma cifra?
JM – Sí porque esta es una cifra de estabilización. Lo que prevemos es que el primer año es crítico en materia de inserción, lo que no podemos hacer es condenar a esta gente a una situación de indigencia, entonces tengamos una transferencia dineraria, solidaria, para posibilitar su inserción. Eso es durante el primer año, la cifra disminuye y en el segundo año se mantienen transferencias directas pero de menor monto. Son procesos paulatinos de inserción. Aunque consiga trabajo en lo inmediato se mantiene la prestación, que está garantizada por uno o dos años con diferentes niveles y para distintos fines.
EC – A partir de esta primera experiencia y de la evaluación que han hecho, ¿qué cambios van a realizar al programa de recepción de refugiados?
JM – Estamos discutiendo, pero hay algunos evidentes. Nosotros tomamos partido por ejemplo en que cuando llegaran las primeras familias todas se alojaran durante ocho semanas en un predio común, que era la famosa Casa San José de los Hermanos Maristas. Esa experiencia de convivencia no fue buena, creo que ahí cometimos algunos errores. Asumo buena parte de la responsabilidad porque se nos advirtió, sobretodo de parte del Estado sueco de que no era la mejor opción, que es mejor radicarlos directamente en lo que va a ser su lugar de vivienda.
EC – ¿Qué pasó, por qué no fue una buena opción?
JM – Porque genera problemas de convivencia.
EC – ¿Se obligó a una convivencia que no necesariamente iba a salir bien?
JM – Claro, porque además la distancia cultural que hay entre estas personas es importante. Una persona que, por decirlo groseramente, es beduina, semi nómade, que un criador de ovejas que está acostumbrado a trasladarse dentro del territorio con una persona de Alepo, la segunda ciudad siria, que es toda una ciudad, tienen una distancia cultural enorme, la misma que puede tener cualquiera de nosotros con algún trabajador rural del medio del país. Realmente las distancias son enormes, lo único que tenían en común era una lengua y haber nacido en un territorio que se llama Siria, pero no había más nada.
EC – ¿Y hubo roces efectivamente?
JM – Pero claro, genera discusiones, por supuesto.
EC – También existía otro riesgo: que al estar todas estas personas juntas allí se formara una especie de lobby de reclamos y reivindicaciones.
JM – Si, eso por supuesto, también sucedió.
EC – Y esa no es una buena elección.
JM – No, pero no tanto por lo del lobby, que no me preocupa. En la medida que cada familia era y es acompañada individualmente por una dupla de técnicos de psicólogo y trabajador social esas cosas se pueden ir manejando. Creo que lo más complicado era el tema de la convivencia, realmente pensar que 40 personas y en el futuro 70 personas pueden convivir en un espacio en el que tenían que compartir cocina, horarios, etcétera… genera un montón de dificultades. Creo que ahí hay que tomar otro partido, que es que efectivamente vengan a sus lugares de residencia.
EC – Eso implica tener una organización muy aceitada antes.
JM – Claro, y esas son las cuestiones que justifican aplazar la venida de febrero. No nos apuremos, tomémonos un tiempo. Esto tiene un costo sobre todo para las siete familias que están esperando para venir, son pesos y contrapesos: hay una ansiedad y una expectativa generada en familias, en personas de carne y hueso en Líbano que les tuvimos que decir que no iban a venir en febrero sino a fines de 2015. Eso genera cierto desaliento, una afectación emocional y material de las familias. Ahora, esto y otras dificultades de gestión son las que nos llevaron a decir: no, despacio. Sin duda que tuvimos dificultades de gestión, de cómo circulamos, los recursos monetarios necesarios para el sostenimiento del programa, cómo los acelerábamos, cómo los hacíamos más eficientes.
EC – Así que por un lado no van a venir todas las familias juntas a un mismo hogar en un período inicial, ya van a venir directamente a los domicilios que se les haya asignado.
JM – Eso es lo que estamos pensando.
EC – Segundo, por lo que usted decía antes, se va a volver a entrevistar a estas familias.
JM – Sí, vamos a volver a conversar. Pero además justamente: una de las dificultades que vimos, que era previsible que sucediera, es que probablemente cometimos errores en la transmisión de la información y generamos expectativas que no eran acordes a lo que podíamos dar, entonces afinemos la forma de conversar con las personas para no generar esas falsas expectativas. Las vamos a generar igual, porque la persona que salió de su país, sale de los refugios, de la situación precaria en la que está viviendo, va a otro país, por supuesto que se genera una expectativa enorme. Bueno, intentemos bajar el nivel de expectativas para que sean lo más cercanas posibles a la realidad, seguramente de todas manera se van a crear expectativas que no vamos a poder satisfacer.
EC – ¿Qué otros cambios van a hacer?
JM – Hemos tenido un problema serio con el tema de la interpretación. Hemos conseguido pocos intérpretes, hicimos recientemente un llamado internacional para intérpretes, terminamos trayendo a uno de El Cairo y otro de Londres, para que se hagan una idea de la magnitud que tiene el problema. Tenemos que afinar seriamente el tema intérpretes, es un tema absolutamente crucial la posibilidad de traducción inmediata del árabe al español. Allí tenemos una de las dificultades serias, estamos viendo cómo las podemos solucionar.
EC – ¿Hay que instalar un intérprete con cada familia?
JM – No, en realidad de la misma manera que cada dupla técnica de psicólogo y trabajador social acompaña a hasta tres familias, los intérpretes en general acompañan a hasta dos familias. Ahí hay una dificultad seria que además implica una dificultad logística importante.
EC – Y de costos también, supongo, si hay que traerlos del exterior…
JM – No, no diría que es el costo más significativo, pero sí necesitamos más intérpretes que los que tenemos, realmente.
EC – No sé si en esta evaluación queda algún otro ajuste que tengan previsto.
JM – Todavía estamos en proceso de afinamiento pero estos temas me parecen centrales: interpretación, sin duda, expectativas y efectivamente saber dónde se van a radicar diría que son las dos principales, seguramente no sean las únicas y se me esté escapando alguna en este momento. Esto exige, insisto, un nivel de afinamiento de la planificación bien importante.
EC – Aparte de las familias sirias que vinieron en este plan organizado por el gobierno en colaboración con ACNUR hay otros sirios viviendo en Uruguay, algunos que llegaron por sus propios medios o asistidos por conocidos o familiares que vivían acá. Algunos de ellos se quejan de que no reciben el mismo tipo de apoyo que estos otros grupos, ¿cómo responde usted a esta inquietud?
JM – Es que están afuera del programa, este es un programa especial que es un acuerdo entre el Estado uruguayo y ACNUR para ayudar a resolver una situación humanitaria. El fenómeno de inmigración general de Uruguay no lo maneja este programa y no entra en él, es un fenómeno de inmigración común. A mí lo que me preocupa en realidad es que se aliente a persona a venir y luego se pretenda meterlos por fuera dentro del programa.
EC – ¿Esto está ocurriendo?
JM – Hubo un amague que ocurrió, yo lo hablé con el entonces ministro Almagro en su momento, de una familia en particular que había llegado, traída por una organización, y que reclamaba que se le diera el mismo tratamiento. Lo que le decíamos es que no, que no es ese el procedimiento, tenemos un acuerdo con ACNUR donde estamos invitado de forma planificada al reasentamiento de algunas personas. Si se empieza a jugar de esta manera me empiezan a colar situaciones particulares que escapan de nuestra situación, esas son situaciones de migración voluntaria que eventualmente podrán pedir refugio en Uruguay y entran en el régimen de refugio general.
EC – Que aclaremos que existe, en nuestro país hay viviendo hoy cantidad de extranjeros que vienen en condición de refugiados, ¿no?
JM – Muchísimas personas.
EC – ¿Por ejemplo?
JM – Mucho colombiano, mucho mexicano que han venido por distintas circunstancias, gente que viene de países africanos, que llega y pide refugio directamente en Uruguay. Creo que ese es también uno de los temas centrales. A ver, uno de los problemas que hay en el programa sirio es que el nivel de visibilidad que tuvo, y esto creo que es una de las cosas que hay que revisar, no para ocultarlo…
EC – ¿Pero ahí no cabe autocrítica?
JM – Por supuesto…
EC – Porque el gobierno promocionó de manera interna este operativo.
JM – Pero por supuesto, coincido, es una autocrítica, nosotros mismos generamos un nivel de exposición del tema que no es el adecuado para el manejo de esta situación.
EC – Incluso a las propias familias les tiene que haber resultado algo muy pesado toda esa presión mediática.
JM – ¡Pero, sin duda! Ese fue uno de los temas que intentamos prevenir y no logramos acuerdo. Yo tuve una reunión con muchos medios de prensa en el Palacio Estévez intentando que conversáramos, no imponer sino conversar, el no exponer, el evitar identificaciones, las fotos en primera plana, fotos de rostro. No lo logramos, ese es un proceso de aprendizaje.
Pero no tenga duda: asumo la responsabilidad de que el nivel de exposición que le dimos al tema no es el adecuado, no es bueno para las familias, les genera un nivel de presión que lo hace intolerable. Como nos sucedería a cualquiera de nosotros: si mañana tuviera a diez periodistas en la puerta de mi casa preguntándome si mando a mis hijos a la escuela o no, eso me generaría una situación de incomodidad enorme, que no es lo mejor para un proceso de inserción social. Sin duda hay que revisarlo. No me acuerdo ahora por qué llegamos a este tema…
EC – Venía de que hay otros extranjeros en Uruguay con otros programas.
JM – Si, con un programa general de refugio y reasentamiento que tiene Uruguay, que yo creo que es una de las cosas que tenemos que también revisar. Uruguay tiene una Ley de Refugio que es del año 2007, que yo creo que valdría la pena revisar…
EC – ¿Por qué?
JM – Porque tiene ciertos desajustes. Creo que es inadecuada para la realidad que hoy vivimos, fue adecuada en aquel momento, fue el primer paso que se dio, me consta que la entonces subsecretaria de Relaciones Exteriores, Belela Herrera, fue una de las que impulsó este proceso, que fue valioso, pero tenemos que aprender a partir de esta y de otras experiencias. El Estado tiene que tener un dispositivo más establecido, más firme, de cómo realmente presta asistencia a las personas refugiadas y reasentadas; establecer en la medida de lo posible el volumen de personas que podemos absorber, realmente en qué condiciones estamos de absorber tanta gente, y creo que tiene que ser una política pública firme.
EC – ¿Es una ventaja para el país, conviene que Uruguay sea efectivamente un país de refugio?
JM – Absolutamente, es un tema político básicamente. Uruguay debe ser país de refugio, de asilo y solidario. ¿Por qué es conveniente? En términos económicos esto no tiene implicancias significativas para el presupuesto del Estado. Tiene una función humanitaria básica que es la fundamental: cada persona a la que podemos ayudar para que salga de contextos de crisis humanitaria tiene sentido. Eso se llama solidaridad humana, concreta, y me parece fundamental. Tiene un enorme sentido en transmisión de valores hacia la sociedad, no es la única herramienta para eso pero sin dudas es una herramienta para la transmisión del valor solidaridad: a mí no me importa dónde naciste o hijo de quién sos, yo soy capaz de ser solidario contigo para que puedas desarrollar un proyecto de vida y ejercer tus derechos. Eso es central, absolutamente, es un tema de transmisión de valores a la sociedad.
Tiene otras visiones posibles: coloca a Uruguay en el concierto internacional en forma muy firme, en términos políticos y no de transacciones económicas, y eso es absolutamente valioso. Y además, y esta fue la apuesta del presidente Mujica que comparto absolutamente, se buscaba el efecto contagio: que países de la región efectivamente vieran la experiencia. Tenemos que ayudar a resolver la crisis humanitaria, en el caso del conflicto en Siria hay tres millones de refugiados, un Uruguay entero. ¿Cómo no vamos a tender la mano solidaria?