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LHG editorial: Las pinzas sobre Europa

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Foto: IRAQI PRIME MINISTER’S PRESS OFFICE / AFP
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LAS PINZAS SOBRE EUROPA
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Los pasos hacia un inevitable callejón sin salida.

El sonido de los cañones se entremezcla con las gráficas de avatares financieros en nuestro mundo de hoy.
¿Cómo hablar de realidad internacional, de conflictos y convivencias entre países sin identificar bloques, potencias o ideologías y sistemas económicos?
Y en ese devenir es imposible dejar de buscar apoyos históricos, señales geopolíticas y referencias culturales. Entre ellas, <i>la civilización europea</i> es sin duda la piedra de toque para empezar a entender el pasado, el presente y el probable futuro. Europa parió a <i>Occidente</i> como concepto y luego como sujeto integrado de política internacional, como actor y como suma de actores.
La post guerra la puso en el centro de la sociedad internacional, para uno y otro bando. Una sociedad que la ha visto primero encapsularse, encerrándose en sí misma, y luego enamorarse de la idea de expandirse en base a la exportación de sus valores y principios civilizatorios.

El orientalismo, allá lejos y hace tiempo.

Edward Said, en su influyente obra "Orientalismo", sostiene que Occidente ha creado una visión estereotipada, simplificada y deshumanizada del Oriente, basada en prejuicios y supuestos culturales. Ha sido utilizada para establecer una jerarquía de poder y justificar la intervención occidental en los asuntos de los países y las culturas orientales.

Siempre me ha impresionado como ese orientalismo ha tenido influencia en la propia construcción de la identidad occidental. La manera en que Occidente ha abordado y comprendido al resto del mundo ha generado una visión de superioridad cultural y una actitud paternalista hacia las sociedades no occidentales, consideradas una otredad exótica y primitiva.

Josep Borrell, en un evidente retroceso intelectual de siglos, ha afirmado hace poco que “Europa es un jardín …La mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría invadir el jardín”. Borrell no tiene la culpa de ser quien es: un producto de siglos de construcción de una visión sobre el resto del planeta. De esa familia fue expulsada la Federación Rusa luego de una breve luna de miel en los noventa. A esa familia nunca ingresará el Oriente como concepto difuso pero vigente, muy vigente. Tampoco ingresará el resto, concepto también difuso pero muy claramente identificado por las cancillerías de las potencias dominantes.
Estados Unidos, cumplidos los objetivos territoriales del destino manifiesto y más allá de su admiración subyacente por la herencia cultural europea, no siguió la huella europea de percepción de la otredad por dos razones. Por un lado, el aislacionismo que eligió como herramienta para construir su propia identidad hasta mediados del siglo XX, no le tentó a imponer pautas políticas y culturales a otros países en forma sistemática, como método de relacionamiento. Por otro, su pasado colonial y una apertura muy rápida hacia afuera genero una admiración por la diversidad coqueteando con la idea de integración social, pero con una impronta de colonización económica. El relacionamiento basado en intereses fue un puente de plata para llegar a todos lados y en todo momento.
El contagio sobre la intelectualidad de Washington de la sobre valoración de una relación basada en valores por parte de Europa es bastante reciente y en nuestro concepto, parte del problema. En los cajones quedan las estrategias de medio siglo de manejo diplomático exitoso basado en alianzas bilaterales en base a intereses, pensadas por Morgenthau, ejecutadas por Kissinger y apoyadas desde los think tanks por Kenneth Waltz o John Mearsheimer. Alineadas ambas columnas del sistema occidental en la necesidad de imponer formas de vida, modos de gobierno y estilos de convivencia social, su relacionamiento con el mundo se empezó a teñir de una impronta toxica. Se avanza a base de presiones y asimetrías económicas o militares.
Países con importantes aportes al poder occidental y su acceso a insumos necesarios para su expansión económica pasan de ser aliados por conveniencia a cuestionables e incomodos participantes de una convivencia ineludible.

El lado oscuro de la Luna

"La luna siempre tiene un lado oscuro, incluso cuando está llena de luz." – Mark Twain.

En la enseñanza de la Geografía, ocupa un capítulo interesante la Cartografía que nos muestra las formas en que los humanos visualizamos el planeta, pues no es cierto que la misma solo evidencie formas y conexiones entre regiones. Ubicar en el centro del mapa el Atlántico es un lugar común en nuestras aulas occidentales, pero no lo es en las universidades y colegios del Reino del Medio (zhong guo).
En esa sombra civilizatoria, luego de su decadencia y sometimiento durante un siglo por el poder Occidental, renace una cultura milenaria en busca de su destino manifiesto de volver a ser el Imperio más importante del planeta. Este es el relato mitológico y apoyo ideológico del actual régimen de Beijing. Aquel ¨… crecer, pero que no se note… ¨ de Deng Xiaoping se hizo carne y el aislacionismo y posterior apertura demostró ser una buena receta para un país que quiere un futuro en el podio del planeta.
La inversión en infraestructura estratégica en Pakistán, Sri Lanka y Myanmar permitió un acceso múltiple al Indico con puertos propios como alternativa a la concentración de tráfico del Estrecho de Malaca. La construcción de islas artificiales en el Mar Meridional, las alianzas económicas, las conexiones ferroviarias (Laos-China y Jakarta-Bandung en Indonesia) tejieron una red de influencias que se sumaron a los préstamos a multiplicidad de países. Hoy China es el país más influyente de Asia.

La extraordinariamente (y sospechosamente) oportuna guerra de Ucrania permitió a China asegurarse un proveedor de energía muy barata a la vez iniciar un plan de inversiones gigantesco, financiando un sistema de oleoductos rusos que atraviesa el continente. Toda Asia de Mongolia al sur tiene un futuro promisorio en cuanto a energía e industrialización se refiere.

Bajo los techos azules de Samarcanda, en Setiembre pasado, 14 países empezaron a construir un espacio de cooperación económico política. La sola mención de la lista (India, Pakistán, Rusia, China, Irán, Turquía, Arabia Saudí, Bielorrusia y países “tan”) da un escozor en cuanto a estrategias comunes y poderío futuro que pudieran implementarse.
Medio Oriente está en pleno giro estratégico. El petróleo saudí y el gas catarí se compran en yuanes y China ya se aseguró el suministro por 25 años según los contratos firmados en febrero. No se puede argumentar sobre oportunismo o conspiración del mal. Han sido ofendidos y menospreciados por Washington luego de décadas de ser socios estratégicos vitales en la zona. Han sufrido el estigma de no compartir los valores occidentales.

África tiene una tradición de empatía con Rusia debido a sus apoyos a las insurgencias de Etiopía, Angola, Mozambique y Sudáfrica por un lado y a la presencia reciente del grupo Wagner y otras organizaciones armadas privadas rusas que han dado viabilidad a Estados sin ejércitos o grupos armados propios profesionales. Sudáfrica desde el Sur y a través de los BRICS y Argelia desde el norte y en pleno giro hacia oriente (invitado además a ampliar los BRICS), son jugadores claves en la influencia no-occidental (de alguna manera hay que llamarla) creciente en el continente. Ya 22 de las 35 abstenciones el 2 de marzo de 2022 en las Naciones Unidas condenando la invasión rusa eran africanas. La Unión Africana, con la presidencia de Azali Assoumani, ha dado prioridad a lograr una sola voz de la región por sobre coincidencias o no desde el punto de vista ideológico o económico. Hay que decir, porque no se puede eludir, que el pasado colonial sigue pesando en un rencor hacia los países centrales que no desaparece y se palpa en cada acción geopolítica del continente negro (según una mención pasada de moda pero que empieza a retomarse como signo de identidad).
Europa en este caso, luego de dos colonizaciones (la formal y la económica posterior) dio por sentado un patio trasero proveedor de insumos africano que la globalización llenó de herramientas intelectuales, técnicas y políticas. Bruselas tendría razón si se queja de que ellos alimentaron a la bestia que terminará arruinándoles la cena. Paul Kennedy nos habla de declive relativo de las grandes potencias luego de “alimentar” a los países en desarrollo, debilitando la posición económica y política de aquellas. Turquía, India, Brasil, Argelia son la nueva clase media de los países con influencia.
Todo esto dándose en simultaneo en el lado oscuro de la Luna, fuera de la vista de casi todo el mundo occidental.
Europa se ve en forma autocomplaciente como más unida, más coherente ideológicamente hablando y más empoderada militarmente. Sin dudas, a marcha forzada, ha logrado mucho. Pero un análisis básico demuestra que no está más unida, ni coherente, ni militarmente empoderada.
Del otro lado, en el lado oscuro, el ritmo de cohesión, coordinación y avance militar es similar. Pero allí no hay coherencia ideológica, ni valores comunes, ni una matriz civilizatoria. Sin embargo, justamente eso es lo que acelera la polarización.
¿Es que el pragmatismo, el realismo descarnado, las construcciones jerárquicas autoritarias y un mando unificado son más eficientes? Si, lo son. Siempre lo han sido.
Por eso la contraparte debe estar a la altura y no cometer errores. Pero Occidente ha cometido muchos, empezando por el camino lleno de espinas que paga peaje por valores no compartidos.

Jugar al Ajedrez, jugar al Go.

El mapa Kangnido (Mapa Integrado Histórico de Países y Ciudades) fue confeccionado en Corea a partir de un informe chino alrededor de 1402 y confeccionado por Gim Sa-hyeong, Li Mu y Li Hoi. Describe la totalidad del «Viejo Mundo», de Europa y África en el Oeste, Corea y Japón en el este. Presenta una China de gran tamaño en el centro que impresiona. El mapa sugiere un conocimiento geográfico profundo para esa época. También deja entrever que hubo exploraciones desde una fecha muy temprana.
En el Kagnido, los tamaños relativos y las posiciones no se conservan exactamente, pero eso es justamente parte de la interpretación a que se ve empujado el observador. China y Corea aparecen con un gran tamaño. El Sudeste Asiático aparece con su península y numerosas islas. La India aparece acorralada y Europa es mucho más pequeña, sin guardar sus formas. Si posamos la mirada en ese mapa, todo parece cobrar sentido desde el centro, desde el imperio del centro.

Los juegos de tronos occidentales parecen muy lejanos de las tomas de decisiones del Partido Comunista Chino que tiene sus propios juegos de poder. Occidente no entiende como a pesar de poner todo su peso tecnológico y militar sobre la mesa, sigue siendo visto como una potencia en declive y no logra una aceptación generalizada de sus estrategias entre los países menores.
Sin duda es la mayor potencia de la actualidad, con luz. También es sin duda potente su influencia cultural sobre todo el planeta, aunque no fue su prioridad geopolítica por medio siglo. Vino por añadidura. Alcanza con efectividad casi a cualquier país que quiera disciplinar. El terreno financiero, aunque cada vez más acotado, sigue siendo un habitat cómodo donde la fortaleza de su moneda y su autoridad reguladora se mantendrá por décadas.
El concepto de la guerra o conflicto en si y el papel de la diplomacia siguen par Washington los patrones de un juego de ajedrez: una lucha basada en la obtención del poder donde el juego termina cuando decapito al enemigo eliminando su rey. Igual que Alejandro en Gaugamela, una carga directa contra el monarca enemigo, puede hacer caer la estructura del adversario como un castillo de naipes. Una partida de ajedrez es una batalla decisiva, con todos los actores sobre el tablero y el rey a la vista.
Tan claro como esta descripción, es de oscura y espesa la niebla a que se ve enfrentado Occidente cuando intenta medir fuerzas con China. Beijing lo elude, se le escapa, no responde simétricamente a provocaciones, ingresa a organismos internacionales y se escuda en la legalidad comercial vigente, cumple las normas y aun así pone el peligro los números económicos del hegemón. Washington espera una estocada y no recibe sino noticias de que terceros países le abandonan. Sanciona y no es sancionado, prohíbe exportaciones y eso no parece tener efectos porque Beijing obtiene los productos desde otro origen.
Europa no puede seguir ese patrón, no quiere sancionar, pero es evidente que sobre ella se libraran las batallas futuras. Tampoco entiende el juego chino, pero acepta inversiones y la necesidad crece lenta pero inexorablemente. Bruselas también ve (como vimos antes) que pierde proveedores útiles y su área de influencia se reduce. Las buenas maneras chinas hacen parecer un juego torpe la seducción diplomática europea.
Analistas han manejado la idea que traigo aquí hoy: China no juega al ajedrez, juega al Go. En un contacto con Osaka, la Lic. Carolina García hace un tiempo me provoco con esta visión.
Mientras Occidente juega al ajedrez, China juega al Go pues no apunta a decapitar al rey, sino a rodear al adversario, ocupar espacios vacíos y establecer desequilibrios por presencia, no por imposición militar o económica.

Esa es quizás una buena explicación de cómo Occidente se sorprende con la compra de petróleo ruso por India y cuando quiere atender el tema, ve en la prensa que XI cierra negocios en el Golfo. Cuando inicia negociaciones por el precio del petróleo con la OPEP, Putin recibe al premier de Argelia y establece un acuerdo a largo plazo con quien es hoy el principal proveedor de gas de Europa. Beijing y Moscú (a su vera) marcan el ritmo diplomático anticipándose, ocupando espacios vacíos.

El temblor de la llama.

Ni China ni la mayoría de los países geográficamente no comprometidos con Europa, llegaron a tener un Siglo de las Luces. La impresionante tormenta intelectual de la Ilustración con la lámpara de Voltaire por delante, no existieron en la forja de civilizaciones no europeas.
La compleja interacción de ideas, sensaciones e impulsos humanistas y racionales de más de dos siglos dieron a luz una familia de valores que Europa y luego Occidente lograron normalizar hacia adentro, dando cohesión a sus sociedades. Esa llama que elevó al ser humano a niveles superiores en cuanto a la razón de su existir, a la idea de concebir su misión en este mundo y a una búsqueda de la superación espiritual, empieza a temblar por el miedo a quedarse solos.
Como ya dijimos, la mirada pragmática de sus hijos de Norteamérica permitió en determinado momento fórmulas de relacionamiento global. Hasta que se quiso dar un paso más y evangelizar a otras civilizaciones y este se convirtió en el gran error geopolítico de los últimos treinta años y provoco un proceso de cambio del orden mundial existente, con mucho tufillo al siglo XIX.

Tiene una guerra en su territorio, sin aparato militar propio. Tiene además una dependencia energética derivada de las sanciones aplicadas a sus proveedores naturales por no querer tener dependencia energética de ellos (¿?)
Lo más sano para Bruselas es reconocer el problema y luego proponer soluciones. Pero ese paso inicial es el que llamativamente le cuesta más.
Diseñar una ingeniería de militarización gradual, establecer un acuerdo estratégico con Moscú en base a garantías mutuas, plantearse pasos realistas para un sistema de convivencia a largo plazo con Eurasia y decidir el color de su relación con China son todas decisiones urgentes …. ¿Pero en qué orden?
Hace poco escribí que Rusia no se podía mudar y que en un período de 5 a 10 años había que evaluar el escenario de volver a un suministro energético ruso pasadas estas tormentas.

Sigo creyéndolo, quizás porque no creo en la transición energética en la forma en que se está dando. Pero tenga razón o esté equivocado, es cierto que nadie en Bruselas parece que siquiera esté planteando una prospectiva seria.

Europa tiene un potencial frente de tormenta en el Báltico y plazos muy cortos para definir una estrategia de defensa que no tiene por ahora consensos y crear una industria militar que los europeos no quieren. Empieza, entonces, a ver claramente sus fronteras políticas: El Báltico y el Ártico en el norte, Ucrania en el Este y el Sahara al Sur, agravando la crisis de suministro energético, plagada de países pro rusos. Mientras el drama humanitario en el continente concentra toda la atención política y mediática de EEUU y de la UE, la situación en el Sur se percibe como algo lejano y culturalmente muy ajeno a occidente.

Una falsa seguridad, de un problema social, político y militar que le llegará más pronto que tarde.
Como en el GO, los espacios vacíos se van llenando y depende de la lucidez de los jugadores contrarrestar ese juego.
Empieza a ser demasiado tarde.

 

Gustavo A. Calvo

 

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La Hora Global: 60 minutos para comprender el nuevo desorden mundial

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La Hora Global:

Este nuevo programa de Radiomundo busca analizar los hechos internacionales, no solo las noticias. Es un momento de profundos cambios de índole social, político y económico en todo el planeta, que incluyen desde la presidencia de Donald Trump en EEUU, el Brexit y la crisis de los refugiados en Europa y el viraje ideológico en América Latina, hasta una China protagonista como potencia mundial. Nada surge de la nada: la objetividad y un enfoque descriptivo serán en este programa buenas herramientas para llegar a conclusiones, entendiendo causas y consecuencias.

Conduce: Gustavo Calvo. Con Leo Harari
Emisión: Martes y jueves de 15 a 16 hs.

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