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Carlos María Domínguez y sus casas de papel

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“Hay que tener un vínculo con la melancolía para vivir en Montevideo” declaró hace algunos días Domínguez al periodista Sebastián Panzl de El Observador. ¿Cuáles son, luego, las grandes expresiones de ese sentimiento? Así comienza el diálogo con este narrador y crítico argentino radicado en Uruguay hace más de treinta años. De nuestras calles adoquinadas a la lentitud de nuestra niebla y a la vida de Carlos Brauer —protagonista de La casa de papel y La breve muerte de Waldemar Hansen, que acaba de ser relanzada por Planeta—, el catálogo de la melancolía montevideana según Carlos María Domínguez es suficientemente amplio.

En cuanto a la que tal vez es la más leída de sus novelas, La casa de papel, original de 2002, le ha tocado enfrentar un eclipse un poco insólito: el de que la confundan con la serie de televisión del mismo nombre, con la que nada tiene que ver. El eclipse o la competencia ("Esperemos que la serie se limite a una moda pasajera y que lo que quede en la memoria de la gente sea la novela", reflexiona el escritor) entre las dos casas de papel es acaso ilustrativo de la batalla cultural lectura-pantalla, que en opinión del invitado ha desplazado a la literatura de su lugar histórico, central.

De libros y lecturas, de la inspiración para La breve muerte de Waldemar Hansen (continuación, de alguna forma, de La casa de papel) y de su ambiguo lugar en las letras uruguayas y argentinas dialogó este último sábado Carlos María Domínguez con Fernando Medina para Oír con los ojos.

Foto: Planeta Uruguay

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