Entrevista con el economista Ernesto Talvi, director de Ceres.
EN PERSPECTIVA
Miércoles 06.12.2017, 08:15
EMILIANO COTELO (EC) —Uruguay tiene falta de empleo y déficit de inversión, pero paradójicamente el crecimiento se acelera. Es que ese crecimiento, según el economista Ernesto Talvi, se apoya principalmente en capital financiero especulativo. ¿Cómo hace el país para salir de esa “trampa”? Talvi propone que el gobierno otorgue a todos los proyectos de inversión que se instalen en el país por un tiempo limitado de dos años un paquete de incentivos similar al que dispuso para atraer la instalación de una segunda planta de celulosa de UPM.
Talvi hizo este planteo ayer, durante una de las conferencias semestrales de Ceres (Centro de Estudios de la Realidad Economía y Social).
Allí señaló, entre otras cosas, que comparte “plenamente la iniciativa y los fundamentos conceptuales del acuerdo” que firmó el gobierno con UPM, aunque indicó que lo preocupa que Uruguay gaste más de US$ 500 millones en el tendido ferroviario Tacuarembó-Montevideo y aun así la empresa finlandesa pueda llegar a no hacer la inversión.
¿Por dónde viene el análisis? ¿Por dónde vienen las ideas y las propuestas?
Vamos a conversarlo con él.
Ayer su exposición comenzó con un diagnóstico. Dijo que se está dando la paradoja de una aceleración económica con destrucción de empleo y caída de la inversión. ¿Cómo y por qué se está dando esta situación, según el análisis que ustedes han hecho?
ERNESTO TALVI (ET) —Se están dando cuatro fenómenos simultáneos que no es fácil que se den juntos. Uno, la economía se está acelerando, de hecho este año probablemente crezca a 3,5 %. Dos, no estamos creando empleos, más bien está disminuyendo el empleo. Tres, estamos con niveles récord de empresas en concurso de acreedores, empresas reestructurándose, empresas que están cerrando, sobre todo en el interior del país. Es bastante paradójico que se vea todo eso junto, incluyendo la caída que estamos viendo en la inversión.
La respuesta me gusta darla con un símil. En el boom 2004-2013 Uruguay crecía 6 % por año. Es como un coche que venía circulando a 120 km/h, y sobre la base de la velocidad a la que venía el conductor planificó llegar a determinada hora a determinado lugar, armó su agenda, armó sus compromisos. Si de golpe tiene que bajar la velocidad a 20 km/h por algún incidente en la carretera –y eso es lo que pasó con la economía, en 2014-2015 crecimos a 1 %, bajamos a la sexta parte– tiene que cambiar los planes, ya no puede llegar en hora al lugar al que iba a llegar, va a tener que cambiar todas las reuniones. O sea que la mera desaceleración es traumática, porque cambia los planes que uno tenía.
Lo mismo les pasó a las empresas. Las empresas invirtieron en capacidad de producción y tomaron y entrenaron trabajadores a cuenta de una demanda que preveían y que nunca se materializó. Las familias tomaron crédito para comprar el coche, la moto, los electrodomésticos y se embarcaron en cuotas que cuando se frena el crecimiento de los ingresos empiezan a pesar.
EC —Ese es el sobredimensionamiento del que habló ayer.
ET —Así es, que ocurrió también en el Estado, porque el gasto iba a 120 km/h, pero la recaudación se frenó y por ende se abrió el boquete fiscal que después hubo que tratar de corregir con ajustes. En otras palabras, las empresas no están satisfechas, porque si bien aumentan la producción, porque tienen capacidad de hacerlo, porque tienen más capacidad de la que necesitan, tienen que jugar al achique por el lado del empleo y de la maquinaria. Los consumidores tampoco están contentos porque para mantener los niveles de consumo ahora tienen que cargar con cuotas por más tiempo porque van a necesitar refinanciarlas. Y el gobierno no está contento porque incurrió en el costo político de hacer un ajuste fiscal, subir impuestos, subir tarifas y el déficit fiscal hoy es el mismo que teníamos hace dos años.
ROMINA ANDRIOLI (RA) —¿Qué pasó en este proceso de los últimos años? ¿Por qué las empresas, las familias y el Estado fallamos en los pronósticos?
ET —Fallar en los pronósticos es casi la regla, no la excepción. Es fácil pronosticar, excepto cuando se trata del futuro. Si la economía venía creciendo a 6 % por 10 años, promedialmente, eso es más del doble de nuestro promedio habitual.
EC —Pero ¿podía pensarse seriamente que se siguiera creciendo a ese ritmo?
ET —El relato era: emergió en el mundo un jugador global que no existía, la China, un enorme jugador global que crecía a tasas supersónicas y que se devoraba todo lo que encontraba a su paso, en particular se devoraba todos los productos primarios, la carne, la pulpa de celulosa, la soja, el arroz, la lana, la leche, que nosotros producimos y vendemos. Y los precios de estas cosas se fueron a las nubes. En ese momento era razonable pensar que ante la presencia de este nuevo jugador global que demandaba nuestros productos esa valorización que de golpe tuvo nuestra base productiva agropecuaria y agroindustrial podría continuar. De hecho la enorme mayoría de las proyecciones del momento –las estuvimos revisando– esencialmente preveían que el boom iba a continuar, y todo el mundo se planificó para un crecimiento de los ingresos, para una demanda que a la postre no se materializó porque ese gigante que apareció en escena perdió el apetito. Los precios de los productos primarios se nos cayeron al piso y todo el mundo tuvo que readecuar sus planes.
Esto se ve clarísimamente en la soja, la soja se dimensionó para US$ 600 la tonelada y ahora está a US$ 350. Aunque la producción de este año fue récord, por razones climáticas, las empresas que le proveen servicios complementarios de siembra, fertilización, cosecha, transporte y almacenamiento se habían equipado para una producción mucho mayor, en particular porque los cultivos de invierno, de trigo, avena y cebada, que se hacen a contraestación, también generaban un montón de movimiento. Esos cultivos ya no se hacen, ya no son rentables, entonces se hace pastura, y las empresas que le proveen servicios a la producción de soja se encontraron con exceso de personal y de maquinaria. Pueden producir más ante una cosecha récord de soja, pero están produciendo mucho menos que aquello para lo que se prepararon. Por eso ahora están reduciendo personal y readecuando su stock de maquinaria a una demanda que es muy inferior a la que habían previsto.