EN PERSPECTIVA
Miércoles 16.10.2019
EMILIANO COTELO (EC) —“La educación uruguaya está en problemas, y eso significa que toda la sociedad tiene un inmenso desafío.” La frase está tomada del programa de gobierno del Partido Nacional (PN).
Después de haber entrevistado a Adriana Aristimuño, asesora en educación de Ernesto Talvi, y a Gabriel Quirici, vocero de Daniel Martínez en estos temas, hoy vamos a averiguar qué cambios concretos impulsan los blancos. Por ejemplo, además, cómo manejarán la relación con los sindicatos docentes, qué tipo de acuerdos buscarán en torno a sus ideas.
Los conversamos con Pablo da Silveira, doctor en Filosofía, referente educativo del candidato Luis Lacalle Pou y coordinador de los equipos técnicos de la fórmula blanca.
En el programa de gobierno del PN, a propósito de este período se dice que “No hubo nada parecido a un cambio de ADN en la educación. Se gastó más dinero que nunca, pero los resultados han sido muy magros”. Pero más en general, ¿cuál es el diagnóstico?, ¿qué dicen ustedes del estado de la educación?
PABLO DA SILVEIRA (P da S) —Para hacer un diagnóstico de este tipo primero hay que tener en cuenta el contexto. Y el primer elemento de contexto es que los últimos 15 años han sido años muy buenos para la educación en América Latina. Fueron años en los que al mismo tiempo se integró muchísima gente a la educación formal, millones de alumnos en el continente, millones de alumnos en los países más exitosos en esto, como Brasil, Colombia, Perú, México. Y al mismo tiempo se mejoró mucho la calidad de los aprendizajes. Los datos de toda América Latina muestran que esa idea que a veces el oficialismo repite de que si uno integra entonces el costo a pagar es que baja la calidad de los aprendizajes no es verdad. Durante estos 15 años se hicieron las dos cosas al mismo tiempo.
Comparado con ese contexto, Uruguay va totalmente a contramano. En primer lugar, no incorporó más gente; cuando se dice que hay más estudiantes, en realidad lo que creció es la educación superior, en particular la educación universitaria, que por otra parte es una tendencia histórica. Si uno mira cómo evoluciona el número de universitarios en el Uruguay, viene creciendo desde siempre a tasas altas.
EC —¿Usted dice que eso no ha ocurrido en primaria y secundaria?
P da S —En primaria no solo no se creció, sino que hoy hay 50.000 alumnos menos que hace una década. Eso no es culpa del gobierno, es un problema demográfico, hubo menos nacimientos y entonces se redujo fuertemente el número de estudiantes de primaria. En secundaria se creció muy poquito. En UTU, en términos porcentuales se creció bastante, pero como UTU es el más chico de esos tres grupos, en números absolutos no significó una gran cantidad de gente. Quiere decir que la cantidad de nuevos alumnos que hay en secundaria y en UTU no compensa ni de cerca la pérdida de alumnos que hubo en primaria. Dicho de otro modo, hoy ANEP se ocupa no de más, sino de menos alumnos que hace una década. Primera diferencia con el contexto.
Segunda cosa importante: los aprendizajes no han mejorado. Uruguay participa en las pruebas PISA desde la época del presidente Batlle, el primer gobierno en el que se firmaron los acuerdos para que Uruguay se incorporara a estas pruebas fue el del presidente Batlle. En aquel momento Uruguay era el mejor de América Latina. No era una gran noticia porque a América Latina no le había ido muy bien, pero al menos éramos los mejores del barrio. Desde entonces hemos estado, con algunas oscilaciones, planchados, mientras que casi todos los otros países de América Latina, con excepción de Argentina, han mejorado mucho. Eso significa que ya varios nos pasaron, algunos en las dos pruebas, como Chile, otros en alguna, y que países que estaban muy lejos de nosotros en términos de calidad de aprendizaje se han acercado mucho. Entonces Uruguay no ha tenido mejoras respecto de lo que pasó en estos años en América Latina, a pesar de haber gastado plata como nunca. Ahí está uno de los grandes errores conceptuales del oficialismo; ayer mismo el candidato Daniel Martínez festejaba en un discurso que se gastó más plata que nunca en educación. La plata en educación es como la plata en cualquier otro ámbito de la vida, se puede gastar bien o se puede malgastar. Si yo gasto mucha plata en educación y no tengo resultados me volví más ineficiente, es lo único que hice.
EC —De todos modos, ha habido líneas de acción que supongo que se comparten: la construcción de nuevos edificios, por ejemplo, hay una infraestructura más amplia y en mejores condiciones.
P da S —Había antes. Esas cosas siguen, prolongan líneas históricas.
EC —O incluso cambios o tendencias que se han explorado en materia de pedagogía. Pienso en todo el desarrollo del Plan Ceibal, la robótica, el pensamiento computacional, y por otro lado la tendencia a trabajar en base a proyectos, los talleres. ¿Esas líneas de acción ustedes entienden que son convenientes?
P da S —Primera cosa, está muy bien que esas cosas se hagan, pero lo que no está bien es ese afán refundacional de presentarlas como si por primera vez en Uruguay se hiciera algo así. El esfuerzo de construcción de infraestructura educativa en Uruguay viene de toda la vida. Es muy fácil, salgamos a la calle, hagamos una recorrida, miremos cuanto liceo, escuela de UTU o escuela primaria encontremos, veamos en qué año se construyó y vamos a ver que eso es una constante histórica y que el FA construyó una pequeña minoría. Como cualquier otro gobierno, agrega a lo que ya hay.
El tema de la informática está muy bien, pero la introducción de la informática en el sistema educativo empezó en el último gobierno del PN. En aquella época eran las aulas informáticas porque los aparatos eran grandes, no existían los laptops, los teléfonos celulares, no existía ninguno de los dispositivos que hoy existen. Y por supuesto que uno se va adecuando a la evolución tecnológica. Está muy bien que el Plan Ceibal exista y está muy bien que se haya hecho lo que se hizo, pero decir que la informática desembarcó en la educación uruguaya con el Plan Ceibal es faltar a la verdad histórica. Cualquier gobierno que hubiera estado hubiera tomado nota de que había nuevas opciones y lo hubiera hecho, mejor o peor.
EC —Se lo menciona también como un ejemplo de política de inclusión, hasta por el hecho de que cantidad de estudiantes han podido incluso viajar, participar en torneos internacionales, obviamente intercambiar con gente de su generación, obtener premios. Como que esa es una línea positiva.
P da S —La inclusión no se mide así, de esa manera anecdótica. La inclusión se mide, por ejemplo, mirando la tasa de egreso de la educación media. La tasa de egreso de la educación media es la proporción de jóvenes que terminaron bachillerato, sea por el camino de secundaria, sea por el camino de UTU, más o menos a la edad en que debían hacerlo. Según la ley de educación vigente en Uruguay, la educación es obligatoria hasta terminar el segundo ciclo de la educación media. Eso significa que todos los chicos de 18 años tendrían que tener bachillerato. Si damos un changüí de un par de años y vemos qué pasa a los 20 años, de nuevo, no hay que comparar, porque eso es una cosa muy autocomplaciente que hace el gobierno, siempre estamos mejor que en el pasado, en casi todo. En casi todo, no en todo; en seguridad no estamos mejor que en el pasado, en la calidad del agua no estamos mejor que en el pasado. Pero si hoy hay por ejemplo muchos más uruguayos que tienen heladera con frízer que hace 40 años es entre otras cosas porque las heladeras con frízer hoy cuestan bastante menos que hace 40 años. Entonces es normal que las cosas vayan evolucionando en el tiempo y cuando eso no pasa es un fracaso grande. Pero tenemos que compararnos con los demás.
Si miramos qué pasa con la tasa de egreso de la educación media en Chile, está en el orden del 85 %, gruesamente el 85 % de los jóvenes chilenos de 20 años tienen bachillerato terminado. Si miramos Argentina, Brasil, andan entre el 60 y el 70 %. Si miramos Uruguay, estamos apenas arriba del 40 %, o sea, menos de la mitad que en Chile, pese a que hace cinco años el FA prometió que para 2020 esa tasa iba a estar en el 75 %. Ahí uno puede evaluar si hay inclusión. Incluso si está creciendo la matrícula universitaria –insisto, como creció siempre–, eso es una buena noticia para el 40 % de los jóvenes uruguayos, para el 60 % es totalmente indiferente porque no terminaron el ciclo educativo anterior y por lo tanto no tienen ninguna posibilidad de entrar a la universidad. Es fantástico que haya chicos que vayan a la NASA y que conozcan mundo y ojalá pase cada vez más; por suerte los costos del transporte bajan con el tiempo, el mundo está más conectado y podemos hacer eso. Pero así no se mide la inclusión educativa en un país, seamos serios. La inclusión educativa se mide con indicadores fuertes como la tasa de egreso de la educación media.
Además todo esto hay que cruzarlo con una variable fundamental que es el tema equidad, el tema igualdad de oportunidades. Y tenemos un sistema educativo terriblemente inequitativo, contra lo que pasó en la historia del Uruguay. En la historia del Uruguay la enseñanza, y especialmente la enseñanza pública, fue la gran creadora de oportunidades de mejora en la vida de los uruguayos. Hoy en día tenemos una enseñanza terriblemente injusta en sus resultados, somos uno de los países con mayor tasa de abandono a lo largo de la educación obligatoria de América Latina. Los dos que tienen tasa de abandono más alta son Uruguay y México, con una pequeña diferencia: la educación básica en México, primaria más media, son 25 millones de alumnos, y la tasa de crecimiento demográfico de México es cinco veces mayor que la nuestra, entonces manejar eso es difícil. Nosotros sin tener esos desafíos tenemos un inmenso nivel de abandono durante la educación obligatoria. Y además tenemos problemas de aprendizaje. Y cuando cruzamos eso por variables socioeconómicas, descubrimos que los primeros en abandonar y los que menos aprenden son los más vulnerables, los que tendrían más necesidad de recibir una educación de calidad. Y eso no es por casualidad, las reglas de juego con las que funciona el sistema educativo perjudican a los desfavorecidos y favorecen a los que ya son favorecidos.