Transcripciones

Entrevista central, viernes 11 de setiembre: Enrique Iglesias

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Entrevista con el contador Enrique Iglesias.

EN PERSPECTIVA
Viernes 11.09.2015, hora 8.25

EMILIANO COTELO (EC) —¿Qué certezas podemos tener para el Uruguay y el mundo a largo plazo? Es claro que no hay forma de vaticinar el futuro, pero sí podemos, y debemos, imaginar el país que queremos, proponernos metas y preparar a los niños y a los jóvenes para que estén en las mejores condiciones a efectos de adaptarse y aprovechar las oportunidades que surgen.

De esto ha venido ocupándose en el último medio siglo el contador Enrique Iglesias, y ahora en un libro que acaba de publicarse sacó algunas lecciones de las políticas aplicadas en las últimas décadas en el mundo en desarrollo y en nuestro país, y sobre esa base propone una serie de acuerdos que entiende indispensables. El título de este trabajo es Reflexiones, y de algún modo, por ahí, con ese tono, será el diálogo que ahora iniciamos con él.

¿Dónde lo encontramos hoy a esta hora?

ENRIQUE IGLESIAS (EI) —Estoy en Washington, en un seminario que organizó la CAF sobre estos temas generales y en viaje ya hacia Madrid.

EC —No lo para nadie…

EI —Solo Dios. En algún momento vamos a parar, pero por ahora, mientras el cuerpo aguante, seguimos remando. Está interesante el mundo, por tanto si se puede hacer algo para volcar la experiencia de tantos años en este baile, pues lo hago con gusto, me estimula mucho. Así que por ahora, mientras el cuerpo aguante, seguimos trabajando.

EC —Recuerdo que hace dos años y medio, en abril de 2013, le hice una entrevista cuando estaba empezando este trabajo. Allí señalaba que quería tomar como base aquella experiencia de la CIDE (Comisión de Inversión y Desarrollo Económico), de 50 años atrás, incorporarle lo que ha aprendido y observado en los cargos que ocupó en Uruguay y en organismos internacionales y terminar dejando algunas sugerencias para nuestro país. Ahora está el libro. ¿A quién está dirigido este libro?

EI —Está dirigido primero a la opinión pública, en el sentido de reflexionar sobre los temas que van más allá de los de todos los días. Porque las urgencias, el corto plazo muchas veces hacen que quedemos cautivados por las cosas inmediatas y perdamos de vista adónde va este buque en el que estamos todos metidos. La idea es esa, tratar de mirar más allá de los problemas inmediatos y ver cuáles son las grandes líneas de acción en las que el país podría incidir con sus políticas para abrirnos el camino. O por lo menos, más que abrirnos el camino, generar defensas para las sorpresas que nos está presentando el mundo en el que estamos viviendo. Son sorpresas que nos tienen sorprendidos, porque todos los días pasan cosas nuevas en el acontecer internacional que nos afectan.

Entonces creo que la primera condición para un país pequeño como el nuestro –y en general para cualquier país– es tener algunas visiones de por dónde pueden ir las cosas y prepararnos para enfrentarlas. Por eso la idea es incluir estos cuatro o cinco puntos centrales en los que creemos que habría que tener ciertos acuerdos generales, más allá de los intereses políticos del momento, y apuntar a defender al país con una visión de largo plazo.

EC —Yo le preguntaba a quién va dirigido el libro y usted decía que en principio a la opinión pública. Pero ¿por qué tengo la sensación de que hay un público muy especial en el que usted piensa, que es el propio sistema político?

EI —Exactamente, claro, en el fondo las reflexiones son para mostrar cómo se han ido desarrollando las cosas, en mi experiencia personal, a lo largo de los años, no solamente en el país, en Uruguay, sino también en América Latina y en el mundo, ya que tuve la oportunidad de estar deambulando por ahí.

Eso me llevó a decir que hay por lo menos cuatro o cinco áreas en las que uno podría imaginar acuerdos nacionales. Yo decía el otro día en la presentación del libro que me tomé el trabajo de leer las propuestas [de políticas] que presentaron los distintos partidos en ocasión de la última contienda electoral, pero además cuando uno mira y lee despacio, sí, hay posiciones discrepantes, pero hay un anchísimo margen para la coincidencia. No creo que haya tanta discrepancia respecto a lo que hay que hacer. Entonces, si ese es el caso, por qué no podría haber cinco pactos que pudieran unir esfuerzos y tenerlos como un capital que tiene el país que pertenece a todos y que nos permite avanzar con cierta seguridad […], esa es la idea. De manera que en última instancia, sí, el mensaje de los acuerdos va dirigido a la clase política.

EC —En grandes titulares, los cinco pactos que propone son en educación, equidad, productividad, política exterior y calidad de la democracia. Vamos a ver algunos con un poco de profundidad. Empezamos por el acuerdo nacional por la educación.

EI —Ese tendría que ser el primer gran pacto que el país debe mirar con mucha seriedad, es tener una verdadera revolución en la formación educativa. El ritmo de crecimiento del mundo en torno a las nuevas tecnologías, a las nuevas políticas nos obliga a pensar en mejorar mucho más la calidad de la gente que estamos formando. Si no nos metemos a fondo en esto, con una visión amplia, general, nos vamos a quedar en el vagón de cola del mundo. Es un tema central.

ROMINA ANDRIOLI (RA) —Quizás un poco a contrapelo de lo que es el sentimiento general por estos días en la sociedad, usted sostiene que en la última década se ha conseguido llegar a distintos tipos de consensos, menciona el Debate Educativo Nacional que se dio en 2005 y 2006, las Bases para un Acuerdo Programático en la Educación del 2005, la ley de educación y el acuerdo interpartidario alcanzado por el sistema político en 2010.

Ninguno de esos acuerdos parece haber modificado sustancialmente el estado de la educación. ¿Qué margen ve para que se alcancen consensos verdaderamente transformadores en torno a este tema?

EI —Como acaba de decir, se sientan a una mesa con buena voluntad y llegan a conclusiones. ¿Por qué no se ponen en práctica? ¿Por qué no tenemos un compromiso de todo el mundo, comenzando por el sector político, pero siguiendo por el sector educativo, los formadores, los maestros, los profesores? ¿Cómo es posible que no podamos tener un acuerdo mínimo e cosas que hay que hacer y que la experiencia nos muestra que pueden funcionar? Se han hecho reformas en el país, el país ha hecho algunas cosas importantes en los últimos años, pero de todas maneras quedan por hacer más cosas. Es cierto que faltan recursos, pero no es cuestión solo de recursos, son recursos ¿para qué?, ¿con qué finalidad? ¿Qué es lo que queremos crear? Ese es el tema central.

Hice un seminario largo con participación de gente de todos los partidos y en general hay mucha coincidencia. Entonces, si estamos todos más o menos de acuerdo, ¿por qué no ponemos en marcha alguna reforma en serio y salimos adelante? Además de preocuparnos por los problemas que tiene la gente, el tema del gasto en la educación, el tema salarial; todo eso es verdad, pero ¿para qué? El otro día lo dijo muy bien el subsecretario de Educación, Filgueira: hay que sentarse y decidir qué vamos a hacer además de preocuparnos por el tema presupuestario.

EC —Hay una cantidad de preguntas a propósito del procedimiento, de los pasos para llegar a un acuerdo que sea efectivo. Por ejemplo, usted sostiene que “el cuerpo docente debe tener ámbito de participación en este proceso de cambio” y que “ese compromiso debe obtenerse desde el comienzo”. ¿Cómo se hace para encauzar un diálogo teniendo en cuenta lo difícil que ha sido el intercambio con los gremios en los últimos tiempos?

EI —Por eso digo que cuando uno habla de un acuerdo tiene que partir de la base de que hay una buena voluntad de todo el mundo, incluyendo los sindicatos, los docentes, los políticos, de llegar a algunas conclusiones concretas y ponerlas en marcha. Eso es lo fundamental. Cuando parto de ver las ideas que se ponen arriba de la mesa, me pregunto: si están más o menos de acuerdo, ¿por qué no lo ponemos en marcha?

EC —Mi pregunta es a propósito de la dificultad que ha habido para encontrar acuerdos con los gremios de docentes.

EI —Creo que lo primero es entender que la educación compromete obviamente a los formadores, a los docentes, pero es un tema de carácter nacional, un tema de política en el más alto sentido de la palabra. Estamos hablando del tipo de sociedad al que queremos llegar, estamos formando los futuros ciudadanos, los futuros políticos, los futuros trabajadores. Estamos pensando en una sociedad en la que es muy importante realmente la palabra de los educadores, pero no es la única. Hay que mirar el sector político y ver qué dice la opinión pública para ver exactamente a dónde queremos ir con nuestra sociedad. Ese es el mensaje.

En la práctica, mi impresión es que hay condiciones para hacerlo. Por qué no sale no lo sé. Se ha intentado, se ha llegado a acuerdos, pero luego cuando llega el momento de ponerlos en práctica comienzan los problemas. No sé, creo que hay que tomar conciencia de que este es un tema muy importante, que el futuro del país depende de esto, y que si no lo hacemos por cualquier razón que se ponga arriba de la mesa, estamos comprometiendo el futuro de las próximas generaciones. Esa es mi impresión.

EC —Pasemos a otro de los puntos, acuerdo nacional por productividad.

EI —La productividad está presente en cualquiera de los sectores productivos de un país. Hay que aumentar la productividad en los sectores [8.30, 7.30] materias primas básicas que produce el país, y hay que hacerlo en los servicios y en la industria. Y en las instituciones. La productividad no es un tema que puede quedar librado a una máquina más, es toda una visión de conjunto de cómo se hace para crecer más y mejor en todos los sectores.

Y el país tiene experiencias concretas. ¿Por qué se produjo una verdadera revolución en el agro? Porque empezamos a usar las técnicas modernas, que nos vinieron importadas de afuera, algunas vinieron con la inversión extranjera, y hoy tenemos un sector de agricultura dinámico que ha hecho una expansión espectacular. Eso es productividad. Cuando tenemos una papelera que se establece en el país, que está trayendo elementos específicos para hacer una actividad de altísima competitividad, aparte de la productividad. Cuando mejoramos la calidad de los servicios en el turismo, eso es productividad. Cuando reducimos los procedimientos administrativos en la administración pública, eso es productividad. Cuando tenemos un plan de energía. Todo eso forma parte de la productividad. Todos los sectores tienen algo para hacer para rendir más de lo que están rindiendo. Eso es lo que nos va a llevar adelante, en última instancia. Esa es la productividad.

EC —Usted propone “procesar un cambio en la matriz productiva”, pasando de una economía “intensiva en recursos naturales” a otra “intensiva en conocimientos”. En el debate nacional hay, por un lado, quienes consideran que Uruguay debe especializarse en cadenas agroindustriales, y, por otro, quienes entienden que hay que procesar un cambio sustantivo y apostar a sectores productores de bienes y servicios altamente tecnológicos. ¿Usted se inclina por una postura del medio?

EI —La matriz productiva va a ir evolucionando en la medida en que ya hoy evolucionó, ya tenemos una cantidad de actividades agroindustriales que se van a ir desarrollando, que tienen su apoyo en los recursos naturales y en todo lo que podemos incorporar como tecnología de transformación. Eso es parte del tema en el cual se debe trabajar. Es un compromiso fundamental. Antes para entrar en la industrialización teníamos que ser capaces de terminar un producto concreto, hoy en día si nos especializamos en un pequeño sector entramos en la industria, si nos dedicamos a hacer baterías de calidad entramos en la industria del automóvil. Hoy el gran comercio no son productos terminados en un solo lugar, son productos que se van conformando con partes, en los que participan distintos países, distintas fábricas, distintos sectores productivos. Entonces hoy se abre una enorme oportunidad que no habíamos tenido antes. El país puede especializarse en cosas muy concretas, como pasa en Europa en las cadenas de valor, que abren las puertas a una nueva forma de industrialización. Eso es parte de lo que estamos imaginando.

RA —En el libro usted también señala, dentro del acuerdo nacional por la productividad, la necesidad del tan mentado “pacto fiscal”. ¿Cuál sería su fin?

EI —Eso es muy importante, diría que está por encima de todo lo demás. Para poner en marcha estos grandes pactos específicos, el de equidad, la parte de educación, productividad, relaciones internacionales, es importante tener una macroeconomía que nos permita tomar decisiones sobre bases sólidas. Si el país pierde el control de la inflación, por ejemplo, o pierde el control del endeudamiento o pierde el control de la gestión macroeconómica, se hace imposible cualquier política de largo plazo. De alguna manera tiene que haber un pacto fiscal.

¿Qué es el pacto fiscal? Es un gran compromiso del Estado con los recursos que recibe y dónde va a volcar ese gasto. El pacto fiscal es fundamental para mantener la estabilidad mínima de un país. Si no hay estabilidad es muy difícil construir el futuro. Por eso hablo de un gran pacto fiscal como uno de los elementos claves, en los que hay que buscar el diálogo y la concertación para poder mantener la estabilidad básica, que es lo que nos permite, entre otras cosas, atraer capitales del exterior. Los que tenemos unos cuantos años encima recordamos el período durante el cual el país estaba con los problemas de inflaciones galopantes, crisis de balanza de pagos, visitas del Fondo Monetario. Nada de eso no es buen consejero para lograr que vengan inversiones o que la gente se decida a innovar.

EC —¿Qué características tendría ese “pacto fiscal”? ¿Qué elementos lo compondrían?

EI —Básicamente está lo que tiene que ver con la política salarial, lo que tiene que ver con la calidad del gasto; no se trata simplemente de [emparejar] las remuneraciones, […] qué se va a hacer con esa plata. La gente está contribuyendo al Estado una parte importante del ingreso para volcarlo a un gasto público. La calidad del gasto es tan importante como la calidad de los recursos que se obtienen por vía fiscal. Tenemos que tener recursos, e incidir en una altísima calidad. Ahora, cuando tenemos un período de frugalidad que es importante… dado que se nos viene abajo parte de la renta que venía de los altos precios de las materias primas, no están más, por tanto tenemos que menos recursos. Un elemento que sale al encuentro de la solución del problema, a mi modo de ver, es la calidad del gasto. Es decir, con la misma plata gastar mejor, producir mejor, generar mayor cantidad de producto. Eso es un tema que implica revisar […] cómo podemos, mediante una reforma, mejorar la calidad del gasto […]

RA —Usted dice en el libro: “Creo que es hora de que volvamos a discutir las fuentes de ese cofre público, y la posibilidad de un mayor esfuerzo redistributivo, cambiando el perfil de nuestros impuestos y su origen”. Luego de haber instrumentado en 2007 la reforma tributaria, ¿qué cambios le haría usted al actual sistema tributario?

EI —No sé, no puedo dar los detalles porque no estoy metido en la estructura de gasto para opinar con autoridad. Sí digo que la progresividad en los impuestos es un hecho prácticamente permanente, siempre se puede mejorar la productividad y creo que hay que tratar de afinar la visión de cómo captamos recursos, de dónde vienen y adónde van. Ese es el tipo de reflexión en donde hay que poner justicia y oportunidad de mejorar la calidad […] del gasto público. Esa es la idea. Creo que ahí está el gran tema central. El pacto fiscal es el gran compromiso entre el Estado y su sociedad.

EC —Pero ¿piensa en la posibilidad de introducir impuestos nuevos o aumentar algunos de los que ya existen?

EI —En este momento el gobierno ha resuelto, por razones del ciclo en el que estamos, no tocar los impuestos. Eso no quiere decir, a mi modo de ver, que en el futuro eso no pueda cambiar. Las tasas de imposición que hay hoy en Europa, que son países ricos, son mucho más altas que las uruguayas, quiere decir que una imposición mayor no está reñida con crecer mucho más, siempre que se gaste bien la plata, ese es el tema.

Por eso, comparando la imposición uruguaya con la que se hace en Francia, en Alemania o en España, es bastante menor, quiere decir que margen habrá, pero hay que tener cuidado que esos impuestos no depriman la inversión y que la cantidad de recursos que se lleva el Estado sean bien gastados. Yo no veo que esté limitado, que esté topeado actualmente el nivel de imposición para el futuro. Creo que en este momento circunstancialmente hace bien el gobierno en no incidir en eso porque precisamos tener respuestas dinámicas a la coyuntura que de afuera nos está siendo más negativa que en los últimos años. Pero esto para futuro creo que no es una regla y el mundo lo ha demostrado.

***

EC —“Aunque estas reflexiones dejan mucho por tratar, aspiro a que abran espacios para continuar pensando. Si al menos contribuyeran para que la sociedad política pusiera la atención en los cinco grandes acuerdos nacionales que proponemos, creo que se habría hecho una contribución para el futuro de nuestra sociedad, nuestra democracia y nuestro progreso económico y social.”

Esto escribe el propio contador Enrique Iglesias en la contratapa de su libro Reflexiones, que es el motivo de nuestra conversación con él esta mañana.

Veamos a qué se refiere con acuerdo nacional por la equidad.

EI —Se refiere a comenzar primero a cubrir a sectores que están excluidos o que han sido marginados en la sociedad por distintos motivos. El país tiene bolsones de exclusión muy importantes, no tanto en número, pero sí en cuanto a la gravedad de las situaciones que viven. No son muchos, comparado con América Latina diría que es una excepción, pero hay un par de cientos de miles de personas que están viviendo en condiciones completamente inaceptables para nuestra sociedad. El desempleo, la mala calidad de la vivienda, el hacinamiento, la gestión de violencia, niños que no van a la escuela. Hay todo ese sector hundido de la sociedad, que es uno de los grandes objetivos, que no se hace en un año ni en dos, eso lleva tiempo, pero el país debe, a esta altura de su desarrollo, preocuparse por salir al encuentro de este tipo de bolsones de exclusión […]. Hay otros temas más, pero para mí hoy este tema debe merecer toda la atención, se debe tener una política explícita orientada hacia él. Porque muchas veces las políticas públicas no llegan a ciertos sectores de la sociedad, hay niveles de pobreza a los que simplemente no son capaces de llegar, entre otras cosas porque el niño no va a la escuela, porque el padre no trabaja porque no tiene capacidad de insertarse en el resto de la sociedad. El país tiene que enfrentar ese tipo de exclusión, porque además muchas veces ahí se van generando elementos que fomentan la violencia. Creo que tenemos que hacer de esto un objetivo nacional. Todo el mundo está de acuerdo, es otro tema en el que no vemos ninguna discrepancia y que obliga a tener una política explícita orientada a sacar a estos bolsones de la exclusión […].

EC —Quizás este otro título pueda ser el que más llame la atención. ¿Por qué se necesita un acuerdo por la calidad de la democracia?

EI —El país es un buen ejemplo de democracia en América Latina, tenemos que estar orgullosos de nuestra democracia en cuanto al respeto de los derechos humanos, el respeto a la opinión pública, a la disidencia, la tolerancia.

EC —Usted dice en el libro: “Los uruguayos estamos orgullosos de la vinculación histórica que hemos mantenido con la democracia, aunque a veces tendemos a olvidar aquellos episodios en que las convicciones se debilitaron”. ¿Cómo es su razonamiento?

EI —Pasamos por lo menos dos momentos importantes en los últimos 100 años en que esas convicciones se debilitaron. Son malos recuerdos que es bueno tener presentes para no volver a insistir en ellos. Creo que el país tiene que defender su estructura institucional, su democracia, eso es un activo valiosísimo en el mundo de hoy. Y creo que estamos en condiciones de aspirar a eso sin demasiados esfuerzos. Simplemente con la lealtad que el país tiene hacia la vigencia de ciertos valores.

EC —Pero hay que trabajar en esa materia.

RA —Me llamó la atención uno de los puntos que propone dentro de este desafío por la calidad democrática. Un desafío que plantea para dos actores fundamentales, por un lado acuerdos de gestión entre gobernantes y funcionarios públicos, y por otro lado plantea que los gobernantes deben aceptar que su gestión esté dotada de la mayor transparencia, con indicadores de resultados y compromisos asumidos. ¿Por qué considera importante estos dos pasos?

EI —Tenemos una cierta actitud contraria a los procesos de evaluación, rendición de cuentas, y creo que la democracia exige que haya un control de la opinión pública a través de claras rendiciones de cuentas y de la búsqueda de la eficiencia […]. Creo que eso es saludable, nos refuerza como ciudadanos. No hay que tenerle miedo, hay una cierta tendencia a evitar indicadores de calidad, evaluaciones, como algo discriminatorio. Todo lo contrario, creo que eso le da fuerza a la democracia. Ahí es que creo que hay que insistir, en un diálogo tranquilo, pero decir que la sociedad pone recursos y tiene que saber cómo se gastan, qué rendimiento tienen y cómo se mejora ese rendimiento.

EC —En este capítulo también habla de la necesidad de que “los partidos políticos revean dinámicas propias que afectan la eficiencia y la posibilidad de lograr políticas públicas de largo plazo”. ¿Puede profundizar en este planteo?

EI —Como en muchas partes, no solo en Uruguay, el cortoplacismo hace que vivamos resolviendo los temas del momento y perdamos de vista objetivos de más largo plazo. Es algo que debe tener muy presente el cuerpo político. Es difícil, porque la coyuntura de todos los días nos captura, pero creo que hay que tener visiones de más largo plazo que las que estamos haciendo.

EC —Veamos brevemente el acuerdo nacional por una política exterior de Estado. Sobre este asunto ya se ha discutido mucho. ¿Dónde pone el acento?

EI —Primero, creo que es muy importante que haya un diálogo permanente con las fuerzas políticas para aunar el máximo posible las posiciones internacionales. Somos muy pequeños como para tener en eso grandes disidencias que nos debiliten en la negociación.

Segundo, la política exterior es algo más que la acción de los diplomáticos, también el sector privado tiene algo que hacer allí. Entonces especialmente hoy, cuando los temas económicos son tan importantes, un claro diálogo con el sector privado es fundamental, porque eso nos refuerza. En este momento tenemos que pensar en nuestras relaciones con el medio de la subregión, para nosotros la relación con los países vecinos es muy importante, y ahí interviene el Estado, sin duda alguna tienen que intervenir los estados, pero también los sectores privados, porque forman vinculaciones que facilitan el diálogo posterior en materia política. Es una convicción muy personal y lo veo funcionar. La participación del sector privado (asociaciones de empresas, etc.) facilita enormemente los trámites fronterizos y muchas cosas que nos vienen creando problemas sistemáticamente.

Por tanto hay que tener una visión de conjunto, mantener la imagen del país. Nuestro país es muy pequeño pero tiene una presencia internacional que va mucho más allá de la dimensión. Eso es un capital que nos hace bien y que tiene dividendos no solamente en la imagen del país, sino dividendos también en lo económico, porque eso nos permite tener más fuerza en las negociaciones. Es la visión de política de Estado que hubo cuando asumió el presidente [Julio María] Sanguinetti, en la democracia, fue el objetivo central en la cancillería y comienza por tener contacto permanente con el Parlamento, informar, dialogar. No en público, estas cosas hay que mantenerlas con la discreción que requiere la diplomacia, pero que haya ciertos consensos básicos que nos permitan manejarnos con fuerza en un país pequeño pero que puede tener incidencia en los problemas de la región y del mundo si mantenemos esa conducta.

EC —Propone la creación de un cargo de embajador permanente en el Parlamento. ¿Esta figura se utiliza en otros países?

EI —No sé si hay en otros países. Creo que en Itamaraty hay algo de eso. Es la presencia de un diplomático vinculado a las comisiones exteriores. Yo lo creé en el año 85, con el apoyo del presidente Sanguinetti, y creo que fue muy útil porque permite tener un diálogo permanente con los sectores parlamentarios sobre los grandes temas del exterior para que estén enterados y cuando tomen decisiones ya estén actualizados respecto a lo que está pasando. Y eso se mantiene. Me parece que en los últimos 30 años […] hay un funcionario disponible permanente en ese sentido en la Cancillería.

EC —Después de haber repasado los capítulos de los acuerdos que usted propone, de los análisis que el libro incluye sobre las transformaciones que viene atravesando el país en los últimos años –si bien menciona preocupaciones, una clara es la de la educación–, parece desprenderse un juicio positivo sobre varias de las políticas que vienen llevándose a cabo en los gobiernos del Frente Amplio. Por ejemplo elogia el sistema de cuidados que se va a poner en marcha en este período, la ampliación de la cobertura de salud, la ampliación de la cobertura educativa para los niños de 3 años, la diversificación de la matriz energética y también de los destinos de exportación, por mencionar algunos ejemplos. Entonces, ¿se puede decir que Uruguay ya comenzó a transitar el camino de cambios que usted entiende que son necesarios?

EI —Ah, yo creo que el país está avanzando, avanzó en todas sus etapas, los 30 años de democracia han sido un avance permanente en proponerse cosas y sortear momentos difíciles como los que tuvimos en 2001-2002. Creo que todo está yendo en la buena dirección. Tengo personalmente un especial interés en el sistema de cuidados, porque la pequeña fundación que tenemos se encarga del tema de los mayores. Es muy bueno que el país se proponga estos objetivos, que van a llevar tiempo, que cuestan dinero, pero que mejoran la calidad de la vida de nuestro país. Y ese es el último de los objetivos y el más importante que tiene cualquier política de desarrollo.

Mesa relacionada
La Mesa del Futuro con Enrique Iglesias, Facundo Ponce De León, Nicolás Jodal y Luis Barbeito

Enlaces relacionados
Fundación Astur
Red Sudamericana de Economía Aplicada (Red Sur)

***

Transcripción: María Lila Ltaif

Comentarios