
Foto: Facebook Oficial de Colossal Biosciences
Una polémica se ha instalado en los últimos meses en el mundo entero: una empresa estadounidense afirma que logró “desextinguir” a un animal por primera vez. Es el lobo gigante o lobo huargo -que se hizo famoso por la serie Game of Thrones-, desaparecido hace más de 10.000 años. Sin embargo, tras el rimbombante anuncio, la ciencia habló y afirma que no hay ninguna desextinción posible, sino que lo que hay es “un lobo tuneado”.
En octubre del año pasado nacieron Rómulo y Remo. Dos lobos. Hasta ahí no hay discusión.
La polémica se abrió cuando la empresa que los creó, Colossal Biosciences, de Estados Unidos, anunció que eran lobos gigantes desextinguidos en base a ADN de restos fósiles y edición genética.
Esta compañía privada de biotecnología, valuada en unos 10.200 millones de dólares, “produjo” a los dos lobitos en base a una técnica de edición genética llamada Crispr-Cas9. Unos meses se sumó una tercera integrante de la manada, llamada Khaleesi.
Collossal sostiene que son lobos gigantes, que logró su desextinción después de 10.000 años de que esos animales no pisaran el planeta Tierra y muchos medios del mundo también lo comunicaron de ese modo. El marketing y los clicks se fueron a las nubes, pero pasan los días y crecen las voces que contradicen estas afirmaciones.
“Son lobos grises modificados”.
“Son lobos grises tuneados”.
“Es imposible la desextinción de especies”.
Estas son frases de científicos que, alrededor del mundo, contradicen a Colossal Bioscience y dan sus razones técnicas. Pero a eso se suma otro factor: el ético. ¿Es correcto “revivir” especies extintas? ¿Cómo impacta esto en el mundo, en la biodiversidad e incluso en los humanos? ¿Acaso estamos jugando a ser dioses?
Los invitamos a entrar en este mundo apasionante del llamado lobo gigante, que desextinguido o no, seguro no deja a nadie indiferente.

En La Mesa de Científicos buceamos sobre este tema junto a dos científicos, un filósofo y una especialista en periodismo científico: Juan Pablo Tosar, Daniela Hirschfeld, Javier Mazza y nuestro locatario, coordinador de las mesas de científicos, Héctor Musto.