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Cervantes y sus biógrafos, segunda parte

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Por Marcelo Estefanell ///

En una breve introducción a la vida de Miguel de Cervantes que hiciera su primer biógrafo —Gregorio Mayans y Ciscar (1699-1781)—, este le escribe a quien fue que se la encargó —Lord John Carteret— un texto aclaratorio donde expone las dificultades que tuvo para llegar a buen puerto. Había pasado más de un siglo desde que el autor del Quijote había muerto y fue tan maltratado e ignorado por sus coterráneos que (…) He procurado poner la diligencia a que me obligó tan honroso precepto, y he hallado que la materia que ofrecen las acciones de Cervantes es tan poca, y la de sus escritos tan dilatada, que ha sido menester valerme de las hojas de éstos para encubrir de alguna manera, con tan rico y vistoso ropaje, la pobreza y desnudez de aquella persona dignísima de mejor siglo; porque, aunque dicen que la edad en que vivió era de oro, yo sé que para él y algunos otros beneméritos fue de hierro. Los envidiosos de su ingenio y elocuencia le mormuraron y satirizaron.

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Gregorio Mayans y Ciscar, grabado

Dicho de otra forma, Mayans tuvo que construir su biografía tomando toda la obra de Cervantes como fuente principal de información y suponiendo, además, que muchas historias narradas por el autor del Quijote fueron autobiográficas. Por eso sus errores más fragrantes, como concluir que había nacido en Madrid y que fue en el año 1549, por ejemplo; deducciones que hace a través de un fragmento de Viaje al Parnaso, por un lado, y del prólogo de las Novelas Ejemplares, por otro. Sin quererlo, Gregorio Mayans comete el mismo desacierto que el personaje central de Cervantes: Alonso Quijano el Bueno, por extensión, don Quijote de la Mancha, parte de la premisa de que todo lo que está en los libros es cierto.

De todas formas, el mérito de ser el primer biógrafo y de haber rescatado no solo la memoria de Cervantes sino también la de un Juan Vives, la de Teresa de Ávila y la de San Juan de la Cruz, entre otros tantos, habla muy bien de este español de la ilustración.

Hubo que esperar 43 años más para que un Teniente Coronel del cuerpo de Dragones y experto en artillería, llamado Vicente de los Ríos (1732-1799), aportara otra biografía del Manco de Lepanto como prefacio de la primera edición cuidada que mandó a publicar la Real Academia Española (1780). Este oficial español fue quien descubrió los documentos que ratifican el rescate de Cervantes cuando estuvo cautivo en Argel y quien concluye, además, que nuestro escritor no había nacido en Madrid, como sostuvo Mayans, sino en Alcalá de Henares.

Pocos años después, en 1797, Juan Antonio Pellicer y Sorforcada publica un Vida de Miguel de Cervantes Saavedra donde aparecerán nuevos datos documentados como la partida de casamiento de Cervantes, una nota referente a la escritura de la dote otorgada por nuestro autor a favor de su esposa y una carta de pago por el rescate.

Así culmina el siglo XVIII en materia de biografías cervantinas y, desde entonces, cada vez se pondrá más énfasis en la base documental como lo hizo, en 1819, Martín Fernández de Navarrete (1765-1884), un marino de carrera convertido en escritor y minucioso historiador, quien tituló Vida de Miguel de Cervantes Saavedra / escrita e ilustrada con varias noticias y documentos inéditos pertenecientes a la historia y literatura de su tiempo, anunciando así más elementos objetivos que servirán para despejar tanta historia novelada, aunque desde su tiempo y lugar no puedo evitar caer en giros interpretativos como este:

(…) Cervantes se impone como uno de aquellos hombres que el cielo concede de cuando en cuando a los hombres para consolarnos de su miseria y pequeñez. Escritor clásico por antonomasia, trasciende gustos y modas, sin padecer, como Góngora, Quevedo o Calderón, la condena del barroco. Así es como llega a encarnar el genio hispano, en su vertiente nacional y universal, en un momento en que España se esfuerza en reivindicar el lugar que ha de corresponderle en el concierto de las naciones civilizadas.

De todas maneras, a lo largo del siglo XIX la vida y la obra de nuestro escritor alcalaíno servirá de pretexto y espejo de románticos y positivistas, de nacionalistas y marxistas, que irán construyendo a través de sus ensayos y artículos cervantistas un mito llamado “el Príncipe de las Letras” y otros dislates.

Pero esto, estimado lector, será tema de otra colunma.

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Viene de…
Cervantes y sus biógrafos, primera parte, por Marcelo Estefanell

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