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El libro de Jorge
Objeto: Tierra

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Traducciones del alemán

Objeto: Tierra

El investigador queda perplejo: la gente camina pisando su ignorancia; y lo que es peor: ama esa falta de claridad sobre la cual marcha. Es para pensar, con el conde de Keyserling, que los hombres y los pueblos gustan de sus propios malos olores.

El polvo de los caminos es la multitud del mundo en confusión, el ser sin manera de ser, el desperdicio innominado; y sin embargo todo caminante endiosa esa derrota de su saber; dice: “esta es mi tierra” y se emociona. ¡Como si supiera qué es esa tierra! Una cantidad de cosas —sean las cosas que sean– toda vez que se juntan al azar y se rompen y desmenuzan y se hacen montón entreverado, suficientemente desprolijo, pasan a llamarse tierra.

La tierra no se define por lo que es sino por lo que no se sabe qué es: borra, barullo, cerote, mezcolanza, molienda de distracción y suciedad. Todo lo que cae se hace barro amasado.

La inteligencia separa, limita, discrimina, diferencia las estructuras. Después de las chambonadas soñadoras de los alquimistas, la química se sentó a desatar nuditos y le puso nombre y apellido a cada cuerpo, según su árbol genealógico y el ajedrez de los átomos; trazó líneas, formó un cuadro racional con todo eso, apuntó fórmulas que son como impresiones digitales, y expidió cédulas donde el azufre, el oxígeno o el carbono aparecen de frente y de perfil. Pero en su vida normal, la gente pierde esas pistas luminosas, regresa a su estado primitivo y piensa, arrugando la frente, este borrón de idea: tierra. ¡Qué penuria mental moverse en ese grado de imprecisión!

Es inquietante comprobar que un ser humano (actual y culto) percibe nociones tan tenebrosas como la expresada con el término “tierra”; se trata de una típica experiencia confusional correspondiente a la era antediluviana, a nivel de orangutanes: eso es… tierra… es polvo… cosa negra que no se sabe… eso es… “eso”; quienes se arrastran por esta penosa forma de cerebración debieran suprimir la T de Tierra y las tres vocales y pronunciar simplemente rrrrrrrr, que es como dicen los irracionales. Claro, rugir o rebuznar no es del todo elegante.

A nuestro juicio, pronunciar el fonema tierra en público, decirlo en altas y claras voces, es tan pornográfico como practicar el acto carnal en la vereda; se trata de gestos ancestrales,  correspondientes a una etapa cuadrúpeda en la evolución de las especies.

Lo digno, en sociedad, lo decoroso, consiste en aparecer como impotente al hablar con las señoritas y como profesor de química al referirse al suelo.

No dudamos que en un futuro no demasiado lejano un hombre refinado, al nombrar la materia donde crecen las lechugas, dirá sin afectación: gramidicina triamicinolona, dihidrometil antranilico –y agregará si quiere ser preciso– más excipiente.

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El libro de Jorge es el blog de Carlos Maggi en EnPerspectiva.net. Actualiza todos los viernes con uno de los textos de El libro de Jorge, volumen que editó originalmente el Club del Libro del programa radial Discodromo en agosto de 1976. El próximo viernes 18 de setiembre publicaremos Objeto: Escoba

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