El Instituto Nacional de Estadística informó que en febrero el Índice de Precios del Consumo (IPC) subió 1,6 %, con lo que la medición de inflación de los últimos 12 meses pasó de 9,7 % en enero a 10,2 % el mes pasado. Es la primera vez que la inflación llega a los dos dígitos desde 2004. Análisis de la economista Tamara Schandy, de la consultora Deloitte.
Análisis económico
Viernes 03.03.2016, hora 7.50
EMILIANO COTELO (EC) —Ayer el Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que en febrero el Índice de Precios del Consumo (IPC) subió 1,6 %, con lo que la medición de inflación de los últimos 12 meses pasó de 9,7 % en enero a 10,2 % el mes pasado. Es la primera vez que la inflación llega a los dos dígitos desde 2004.
¿Está perdida la batalla de mantener niveles de inflación de un dígito? ¿Cuál puede ser la respuesta de la política económica? ¿Qué perspectivas hay para el resto del año? Vamos a examinarlo con la economista Tamara Schandy, de la consultora Deloitte.
Desde hace tiempo ustedes venían advirtiendo que era muy probable que la inflación finalmente pasara el umbral de 10 %. ¿Qué lectura hicieron del dato que se conoció ayer?
TAMARA SCHANDY (TS) —Como tú decías, nuestros modelos hace tiempo que estaban proyectando niveles de inflación de dos dígitos a lo largo de este año y, de hecho, nuestro pronóstico puntual de febrero era justamente 10 %.
Podemos comentar algunos elementos puntuales de este caso, pero, si tomamos una perspectiva un poquito más larga, básicamente entendíamos que esto iba a pasar porque los indicadores de inflación subyacente venían marcando tasas en torno a 10 % desde hace aproximadamente dos años de manera bastante sistemática. Como comentamos muchas veces en este espacio, si el incremento del IPC no alcanzó antes ese umbral fue solamente por la política de precios administrados, que determinó que ese componente de la canasta de consumo tuviese aumentos de mucho menor magnitud durante el año pasado.
Pero eso no podía durar para siempre. La otra pata del diagnóstico nuestro era que las tarifas públicas y los demás precios administrados -como los asociados a la salud, por ejemplo- iban a tener que tener este año ajustes más fuertes que en años anteriores, cosa que también ocurrió.
En ese marco, entonces, de alguna manera lo que estamos viendo ahora es que la inflación “total” convergió a esa tasa de 10 % que ya marcaban desde hace tiempo los indicadores subyacentes.
EC —No mencionaste los acuerdos de precios. ¿El final de los arreglos con el sector privado está incidiendo, de algún modo, en este repunte de los precios?
TS —Sí, puede ser, cuando terminan los acuerdos de precios podemos ver ajustes de mayor magnitud de los que hubiésemos visto espaciados a lo largo de meses.
Pero vuelvo al punto de la inflación subyacente: a nuestro juicio lo que sucedió ahora pone de manifiesto que ni los acuerdos de precios ni contener precios administrados podían ser eficaces para combatir de modo sostenible presiones de inflación. Éstas se habían gestado por múltiples motivos en años de condiciones monetarias bastante laxas, cuando estuvimos por el período de bonanza, para evitar que bajara más el dólar en aquel momento, en una expansión acelerada de la demanda interna y en un esquema de fijación de salarios con plena indexación a la inflación.
A ese telón de fondo se sumó luego el dólar. Desde hace al menos un año en Deloitte veníamos sosteniendo en nuestros informes a clientes que era muy difícil que Uruguay lograra procesar la depreciación que impone el nuevo escenario externo manteniendo simultáneamente una inflación inferior a 10 %. ¿Por qué? Porque veníamos, justamente, arrastrando inflaciones altas desde antes de que el dólar empezara a subir.
Así que, en otras palabras, la verdad es que parecía muy improbable que el IPC pudiese subir consistentemente menos de 10 % anual si los dos principales precios de la economía, que son el tipo de cambio y los salarios, iban a aumentar sistemáticamente a tasas de dos dígitos.
EC —Tamara, con el dato de ayer la inflación no sólo llegó a 10 % sino que pasó de largo, fue de 10,23 %. ¿No fue muy grande el aumento en un solo mes?
TS —Sí lo fue. En relación a eso hay una aclaración pertinente que es que febrero fue un mes de inflación fuerte a nivel de las frutas. Son precios muy volátiles, por lo que eso naturalmente no lo teníamos contemplado. Pero tenemos que ser claros en que esa no fue la causa de que la inflación llegase a 10 %. Si quitamos la incidencia de esa suba de frutas y verduras, la inflación igual llega a ese umbral.
El otro tema es el elemento que destacaba [el ministro de Economía Danilo] Astori en sus declaraciones de ayer sobre el ajuste en el Impuesto Específico Interno (IMESI) de los cigarrillos. Ese también es un elemento puntual.
EC —Sí, Astori decía que solo el impuesto al tabaco implicó 0,4 % de la inflación que se conoció ayer.
TS —La verdad es que, a nuestro modo de ver, son cosas que afectan el timing de cuándo la inflación pasa de 10 % y por cuánto la pasa, pero la clave en tendencia está en lo que señalaba antes: presiones persistentes de inflación, que llevan años, y con una inflación en 9,7 %, 9,8 %. Cualquier innovación de este tipo, o por las frutas y verduras como comentaba recién, puede hacer que superemos ese umbral por más de lo que estábamos esperando.
EC —Está claro el diagnóstico, llegamos a 10 %, el riesgo se materializó. ¿Y ahora qué?
TS —Lo primero que hay que aclarar es que el hecho de que la inflación haya llegado a 10 % no necesariamente significa que va a seguir subiendo en forma sostenida ni que va a acelerarse. Podría fluctuar y podría incluso volver a bajar a niveles inferiores a 10 % en alguna de las próximas mediciones sin que eso cambiara esencialmente el diagnóstico de precios que veníamos planteando antes.
Ahora, el 10 % era un umbral relevante porque en los últimos años se fue transformando en la principal “ancla” del mercado. Este proceso fue reforzado por varias cosas, en parte por un incumplimiento casi sistemático del rango meta del Banco Central y, fundamentalmente, por el hecho de que las autoridades se mostraron dispuestas en el pasado a desplegar medidas relativamente decididas en los momentos en los que la tasa efectiva se aproximó a ese nivel. Eso es lo que le daba poder al 10 % como ancla.
EC —¿Entonces? ¿Está perdida la batalla por las expectativas?
TS —Uno podría concebir escenarios en los que las autoridades reaccionan rápidamente para tratar de no perder definitivamente esa “ancla”. Vamos a ver cómo se materializan los anuncios que hizo Astori ayer. Uno podría imaginar escenarios en los que las autoridades tratasen de aprovechar el abaratamiento de los costos de UTE o Ancap para promover alguna rebaja de combustibles y/o buscar nuevamente acuerdos de precios con el sector privado.
A nosotros nos parece que esto no tendría resultados muy eficaces a la luz de la coyuntura fiscal y salarial, seguramente sería una estrategia que no permitiría reencauzar la inflación en una perspectiva de mediano plazo.
De modo similar, estimamos que no va a haber un espacio para una respuesta de política económica que consista en una mayor intervención en el mercado de cambios para contener la suba del dólar. Eso es algo que Uruguay tiene que mantener, el país tiene que cuidar el nivel de reservas, ese es un aspecto clave para conservar el grado inversor, que era una preocupación que manifestó [el presidente Tabaré] Vázquez en la cadena nacional de esta semana. Más importante aún, a nuestro juicio, esa estrategia de tratar de moderar el aumento del dólar para moderar presiones inflacionarias, obstaculizaría la recomposición de la competitividad que Uruguay necesita y redundaría, por tanto, en un mayor riesgo recesivo de caída del Producto Bruto Interno (PBI).
Por lo tanto, en nuestra visión, es probable que el equipo económico termine finalmente señalizando, más o menos implícitamente, que va “a convivir” con niveles de inflación en el entorno de este nivel al menos en 2016.
Ahora, si eso pasa, de todas formas va a ser relevante identificar si se conforma un nuevo “techo” para las expectativas. Nosotros pensamos que es posible que esa tasa de 12 % que se contempla como “gatillo” para renegociar buena parte de los últimos convenios salariales que se firmaron, puede tomar ese rol de techo de expectativas. Igual va a ser importante observar cuán cerca de ese umbral estarán dispuestas a posicionarse las autoridades en estos próximos meses.
EC —¿Cuáles son los pronósticos de Deloitte para la inflación en este año?
TS —Nuestros modelos, que no le asignan explícitamente un rol a las expectativas, están arrojando un pronóstico en torno de 10,5 % para diciembre. Naturalmente hay varios supuestos detrás de esas proyecciones, pero en particular nos parece que uno de los principales elementos, una de las claves, viene por el lado de cómo se desarrollen las negociaciones salariales este año.
EC —Justamente te iba a preguntar por ese elemento. El martes, en la cadena nacional que realizó al cumplirse un año de su segunda presidencia, Vázquez se refirió explícitamente a la necesidad de mantener las pautas originales en las negociaciones de salarios, que preveían postergar los correctivos de inflación al segundo año de vigencia de los convenios. El PIT-CNT reaccionó con molestia, está cuestionando fuertemente ese planteo. ¿Cómo ven ustedes ese punto?
TS —Desde el punto de vista de los riesgos de inflación es muy bienvenido ese énfasis, pero todavía hay un grado bastante relevante de incertidumbre respecto a cómo se va a dar esta dinámica de negociación salarial. Se discute si cambiar la pauta, pero hay que tener en cuenta que de los convenios que vencieron en julio de 2015 y se negociaron sobre esas pautas originales, en realidad sólo un cuarto terminó adhiriendo al lineamiento de posponer o postergar el correctivo.
En nuestra opinión, la forma en que se conduzcan estas próximas negociaciones va a ser clave, no sólo para proyectar el grado de inercia inflacionaria que puede haber a partir de la presión de costos de salarios en las empresas, sino también como señal formadora de expectativas inflacionarias de mediano plazo.
Lo digo porque, más allá de si hay anuncios monetarios en estos días -que Astori lo señalizó y a nuestro juicio son parte dela respuesta que debería dar la política económica- y de si el Banco Central reacciona pagando tasas más altas en las licitaciones de letras, pensamos que es muy difícil que la inflación pueda reencauzarse hacia menores tasas si no se avanza en cierta desindexación de los salarios respecto de la inflación pasada.
EC —Tamara, ¿cómo viste uno de los comentarios que hizo ayer Astori en las declaraciones al sitio web de Presidencia? Señaló en un momento: “Nosotros hemos visto algunos aumentos sorprendentes de precios en estos últimos días, por ejemplo en el rubro alimentos y bebidas”, y anunció, de manera firme, cambiando el tono de la voz: “Voy a convocar al Consejo de Defensa de la Competencia, que funciona en la órbita de este ministerio, para que desarrolle análisis y nos brinde información acerca de la existencia de posibles abusos de posiciones dominantes en esta materia”.
TS —Eso fue bastante controvertido ayer, incluso entre nuestros colegas, en Twitter y en otras redes sociales. El punto allí es que, en realidad, la teoría económica nos puede ayudar a decir que en situaciones en las que hubiese alguna empresa abusando de posición dominante, eso puede conducir a precios más altos, pero no necesariamente da sustento a una inflación más alta o una inflación sistemáticamente alta.
Me remonto un poco a lo que decía al inicio: en Uruguay estamos viendo indicadores de inflación subyacente en torno de 10 % hace dos años. Con lo cual, a nuestro juicio, esto se relaciona más con los elementos que mencionaba antes: con las condiciones iniciales en las que se gestó esa inercia de inflación en años anteriores -en los años de bonanza- y con el hecho de que eso dejó a Uruguay en una posición bastante difícil en el momento que tuvo que empezar a permitir la suba del dólar, cosa que estamos de acuerdo que era algo que Uruguay tenía que hacer.
EC —Para ir terminando, ¿les parece que se impone una revisión de la meta de inflación del Banco Central?
TS —Es difícil contestar esa pregunta en la medida en que la meta se ha mantenido prácticamente sin cambios hasta ahora aunque la inflación estuvo mucho tiempo en niveles por encima de su techo. Obviamente se podría argumentar que cambiar la meta sería, como se dice habitualmente, cambiar de lugar el arco para meter el gol y que la meta sigue teniendo un rol como señalización de cuál es la aspiración que el equipo económico tiene para el largo plazo.
Ahora, en las circunstancias actuales, a nuestro juicio, el proceso de anclaje de expectativas sería mucho más exitoso si las autoridades anunciasen formalmente una nueva meta, reconociendo niveles de inflación más altos en el corto plazo y explicitando, sí, tasas decrecientes luego. Para que eso tenga valor tendría que estar definido en horizontes bien específicos de tiempo -más o menos cortos, pero específicos- y acompañado con anuncios consistentes en la línea fiscal y, fundamentalmente, en la monetaria.
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Foto en Home: Supermercado de Montevideo (Archivo). Crédito: Javier Calvelo/adhoc Fotos.