Foto: Javier Calvelo/ adhocFOTOS
ROMINA ANDRIOLI (RA): El 2022 fue un año movido en materia económica, sobre todo en el plano internacional. ¿Cómo luce el panorama económico para este 2023 que estamos arrancando?
¿Cuánto va a crecer la economía uruguaya? ¿Puede sostenerse el impulso exportador en un contexto de dólar bajo y poco crecimiento a nivel global? ¿Va a bajar la inflación? ¿Se verá finalmente una recuperación del salario real? Con estas y otras preguntas sobre la mesa, en los próximos minutos conversaremos con la economista Tamara Schandy, socia en Exante. ¿Qué visión general tienen en Exante sobre el panorama económico de este 2023? ¿Será mejor o peor que el año pasado?
TAMARA SCHANDY (TS): Es una pregunta difícil de responder de forma breve porque son muchas las dimensiones que hacen al panorama económico. En algunos planos (como el de la inflación o la evolución del salario real) seguramente vamos a tener un mejor año, en otras por el contrario vemos un panorama más desafiante.
En términos de crecimiento, para tomar el primero de los temas que mencionabas en la introducción, esperamos un aumento del PIB bastante más moderado que en el promedio del año pasado. Concretamente, en EXANTE estamos proyectando un crecimiento de 2%, cuando estimamos que en 2022 seguramente la economía creció más de 5% anual. Sin embargo, cuando uno mira los datos más en detalle, importa destacar que el segundo semestre de 2022 fue bastante pobre y que nuestras proyecciones de hecho contemplan cierta reactivación en el ritmo trimestral de crecimiento en el inicio de 2023.
En resumen, en términos de promedios anuales será menor el crecimiento del PIB, pero seguramente en estos próximos trimestres la economía estará creciendo un poco más de lo que lo hizo en el tercer y cuarto trimestre de 2022.
RA: ¿Cuáles van a ser los motores de crecimiento?
TS: Para no extendernos mucho en detalles sectoriales, respondo desde la perspectiva de la demanda. No estamos previendo un mal desempeño de la inversión, pero el proyecto de UPM tuvo una envergadura que es muy difícil de sustituir y por lo tanto estamos previendo que la inversión agregada va a caer en el promedio de 2023. Ya no va a ser un motor, al menos no en forma agregada.
El otro gran motor de la economía desde la salida de la pandemia, que fue el de las exportaciones, tampoco va a empujar con tanta fuerza, porque estamos en un contexto internacional bastante distinto al del año pasado (sobre todo al de la primera mitad o las primeras tres cuartas partes del año pasado, con excepcionalísimos niveles de precios de commodities). Ahora, tampoco esperamos una contribución negativa. Al fin y al cabo, las exportaciones de servicios “no tradicionales” siguen firmes, las exportaciones de servicios turísticos van a ser mucho mejores (recordemos que la temporada de verano de 2022 fue muy mala en términos históricos) y además tendremos un nuevo flujo exportador de celulosa, con la apertura de la tercera planta. En síntesis, esos elementos nos deberían permitir una contribución positiva de las exportaciones, pero mucho más moderada que en 2022. En números, prevemos un aumento de menos de 5% real, cuando en 2022 estimamos que crecieron más de 15% real.
RA: ¿Y qué perspectivas manejan para el consumo?
TS: Allí está la clave de la proyección de crecimiento del PIB de 2023, dado que los otros motores no van a empujar tanto como el año pasado. Pensamos que es razonable esperar que el consumo de los hogares crezca este año, porque otro de los rasgos fundamentales del panorama económico de 2023 es que la inflación va a ceder, y a nuestro juicio eso va a dejar un espacio de aumento del salario real, el primero en la comparación de promedios anuales después de tres años seguidos de caída.
RA: ¿Cuánto tiene que ver esa perspectiva de caída de la inflación con un dólar bajo? ¿Cuánto juega el mundo?
TS: Es una buena pregunta. Lo que llamamos el componente “transable” del IPC (los bienes y servicios que se transan internacionalmente y cuyos precios más tienen que ver con lo que sucede con los precios externos y el tipo de cambio), es el que prevemos que se va a estar desinflacionando de manera más relevante en los próximos meses. De hecho, ya lo ha estado haciendo en el último tramo de 2022 y es lo que permitió que pasáramos de casi 10% de inflación en setiembre a cerrar el año en 8,3%.
La desinflación no es solo por efecto cambiario; también tiene que ver con el hecho de que no prevemos que vayan a repetirse los empujes de precios internacionales que vimos en la primera parte del año pasado en el marco del estallido de la guerra. Para recordarle algunas cifras a los oyentes: la nafta subió 15% en el acumulado del primer semestre del año pasado, el gasoil lo hizo en 30%, el promedio de los panificados subió 9% en esos seis meses y los lácteos casi lo mismo.
RA: Con el panorama global actual, no parece que eso se repita este año. Los combustibles, por ejemplo, arrancaron el año con rebajas.
TS: Exacto. Y en la medida en que esos empujes no se repitan, la medición de inflación en doce meses va a ir cediendo. Es un efecto de base de comparación, que se prevé que suceda en todo el mundo.
Al mismo tiempo, las frutas y verduras subieron mucho en 2022. Son un componente volátil y difícil de proyectar en el mes a mes, pero vienen con una inflación interanual de casi 25%. Desde allí, también es razonable prever que tengan una menor incidencia en la inflación en 2023.
Obviamente que es difícil ser asertivo respecto a las proyecciones de inflación con la incertidumbre que hay en el mundo y con el sesgo sistemático de subestimación de las presiones inflacionarias que tuvimos acá y en el mundo a lo largo del año pasado. Pero por todo lo anterior nuestros modelos arrojan con bastante claridad un escenario de menor inflación en el próximo semestre. De hecho, en algunos meses incluso ponen a la inflación dentro del rango meta.
Ante ese panorama e incluso cuando los salarios en el sector privado no suban nominalmente mucho más que en 2022, estamos estimando que puede haber un crecimiento del salario real del orden de 2% este año. Eso es clave en el panorama del consumo, porque desde el lado del empleo no estamos previendo un dinamismo muy importante para este año.
RA: ¿Cuáles son los elementos más importantes a monitorear desde el lado de la política económica?
TS: Como siempre decimos, es clave la consistencia entre las distintas políticas macro.
Desde el punto de vista de la política fiscal, deberíamos esperar novedades respecto al anuncio de la rebaja de IASS e IRPF. Será clave ver la magnitud que tendrán. Sin esa dimensión, es difícil adelantar valoraciones o anticipar posibles impactos. No es lo mismo si se trata de rebajas pequeñas, digamos que simbólicas (para cumplir una promesa electoral), que si se trata de reducciones más o menos relevantes.
Desde el punto de vista de la política salarial, esperaríamos pautas para la próxima ronda de negociación colectiva que dejen cierto espacio de crecimiento del salario real. No esperamos que se recupere todo el terreno perdido en los tres años anteriores, pero a la luz de los ajustes que ya se han hecho para el sector público sería muy raro que las pautas para el sector privado fueran muy austeras.
Desde el punto de vista de la política monetaria, esperamos que el Banco Central mantenga una tónica restrictiva, pero si la inflación baja de manera relevante, a nuestro juicio tiene sentido que se plantee comenzar a bajar la tasa de política monetaria. Hoy está en 11,5%. Si la inflación sigue bajando, se tornaría demasiado alta en términos reales.
RA: Ya para terminar, ¿cómo están viendo el panorama internacional? En estas últimas semanas parece que se afianza un escenario algo más optimista con la reapertura de China y señales positivas en materia de aflojamiento de la inflación en Estados Unidos.
TS: Sí, los datos de inflación han sido en la dirección deseada y los mercados parecen descontar un mejor desempeño de China en el precio de los activos. El índice de la bolsa de Shanghai, por ejemplo, subió casi 10% desde el cierre de octubre. El yuan, la moneda china, también se viene apreciando. El tipo de cambio cayó aproximadamente 7% en ese mismo lapso, bastante más de lo que cayó en otros mercados. En esa misma línea, varios bancos de inversión vienen revisando algo al alza sus proyecciones de crecimiento de China en 2023, algunos yendo incluso algo arriba de 5%. Esa revisión se apoya en dos cosas: en que el abandono de la política de zero-Covid va a beneficiar a la economía (sobre todo a partir del segundo trimestre, pasado el impacto inicial de aumento de los casos) y que la política económica en China va a estar orientada en estimular la economía.
Los dos elementos que mencionabas (el de la reactivación china y el del aflojamiento de la inflación) son positivos para Uruguay, pero debemos ser cautos. El escenario global de 2023 puede plantearnos varios desafíos y nos puede traer sorpresas negativas también. El caso base del FMI es que 1/3 de la economía mundial entre en recesión técnica, la inflación puede bajar más lentamente de lo que descuentan los mercados, la Fed puede tener que ir a tasas más altas de lo que se anticipa actualmente, puede haber costos recesivos más profundos, puede haber nuevas tensiones a nivel geopolítico.
En definitiva, dos de los grandes problemas económicos de 2022 que fueron la inflación y el freno de China han tenido señales en la dirección deseada, pero todavía parece muy temprano para anticipar un viraje hacia un entorno externo que genere impulsos positivos y sostenidos en Uruguay.