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Bolivia: ¿Por qué aumenta la incertidumbre económica tras el confunso intento de golpe de Estado? Con Pablo Rosselli (Exante)

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Foto: AFP

ROMINA ANDRIOLI (RA): La cumbre de jefes de Estado del Mercosur debe concretar hoy el ingreso de Bolivia como miembro pleno al bloque, creado en 1991 por Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay.

La adhesión de Bolivia ya había sido ratificada por los países miembros. La semana pasada, el presidente boliviano, Luis Arce, promulgó la ley aprobada por el Congreso de ese país.

"La incorporación de Bolivia como país miembro del Mercosur tiene un carácter estratégico (…) y nos convierte en un eje articulador en la región", escribió Arce.

Pero en los últimos días, Bolivia no es sólo noticia por este ingreso al bloque.

El miércoles 26 de junio, el General boliviano Juan José Zúñiga ordenó a un grupo de militares tomar el control de la plaza Murillo en La Paz, intentando realizar un golpe de Estado.

Finalmente, ese intento no prosperó y Zúñiga fue arrestado en la misma noche del miércoles. El presidente de Bolivia, Luis Arce, aún conserva el poder, pero el episodio luce bastante confuso. Días después de ser arrestado, el ahora destituido General Zúñiga manifestó que el intento de golpe fue “un pedido del presidente Arce para levantar su popularidad”.

A estas declaraciones se le suman las voces de varios opositores, entre ellos el expresidente Evo Morales, que denuncian que los hechos del pasado miércoles fueron una puesta en escena o un “autogolpe para mejorar la imagen de Arce”, que viene en caída ante las dificultades económicas que enfrenta el país.

Con todo este contexto, en nuestro espacio de análisis económico de hoy, nos pareció oportuno poner la mirada en Bolivia. Para eso, estamos en comunicación con el economista Pablo Rosselli, socio de Exante.

Pablo, hace poco más de un año estuvimos contigo analizando la situación en Bolivia. Ya comentaremos sobre las perspectivas que se planteaban un año atrás y la situación actual, pero antes, para situar a los oyentes en contexto, recordemos algunas cifras clave sobre Bolivia. ¿Te parece?

PABLO ROSSELLI (PR): Me parece, bien Romina. Aclaremos, como lo hicimos hace un año, que en Exante tenemos un conocimiento muy limitado de la economía boliviana. Hacemos un seguimiento general de lo que acontece en nuestro continente, pero lo que sucede en Bolivia nos resulta una realidad lejana. A su vez, las estadísticas disponibles tienen muchas limitaciones y tienen rezagos, lo cual limita también la capacidad de comprensión a la distancia. Lógicamente, también estuvimos leyendo comentarios y análisis de colegas de ese país, pero la aclaración sigue siendo importante.

Entrando en tu pregunta, vale la pena recordar que el tamaño de la economía de Bolivia es muy pequeño. Con cifras estimadas para 2023 el Producto Interno Bruto asciende a US$ 46.400 millones; con una población de 12 millones de habitantes, su PIB per cápita es menor a los 4.000 dólares. Para que los oyentes se hagan una idea, el PIB de nuestro país en 2023 fue de US$ 77.000 millones y el PIB per cápita fue de 21.600 dólares. Esas comparaciones hay que tomarlas con mucha cautela porque el poder adquisitivo de un dólar en Bolivia es mucho mayor que en Uruguay (porque nuestro país es muy caro en dólares y Bolivia es muy barato). Pero aun corrigiendo por ese elemento, el PIB pc de Uruguay más que duplica al PIB pc de Bolivia.

RA: ¿Cómo ha sido el desempeño de la economía boliviana en los últimos años?

PR: En los últimos años, la economía de Bolivia ha tenido un desempeño pobre, que contrasta con la fase de crecimiento extraordinario que se observó durante el boom de las materias primas.

Entre 2004 y 2018 la economía boliviana creció a un ritmo muy fuerte, que promedió un 4,7% anual. Esa fase de expansión fue muy coincidente con el largo período de gobierno de Evo Morales (que comenzó en 2006 y que terminó en 2019). Durante ese período, el PIB per cápita acumuló una suba de 50% y la pobreza extrema bajó fuertemente.

El factor determinante de esa expansión fue el ciclo alcista de los precios internacionales de las materias primas. Bolivia aumentó fuertemente sus exportaciones de gas natural hacia Argentina y Brasil, a instancias de precios altos y del déficit de gas natural que tenía en Argentina. También se expandieron las exportaciones de soja y minerales. El auge exportador ocurría simultáneamente con fuertes inversiones en infraestructura, aumentos del salario real y del consumo. Y al mismo tiempo, el Banco Central de Bolivia acumuló cuantiosas reservas, que llegaron en 2014 a un máximo de US$ 15.000 millones (equivalentes a un 45% del PIB).

Esa bonanza comenzó a perder fuerza en 2019; luego vino la recesión del Covid y desde entonces el desempeño de Bolivia se ha venido complicando. En 2023 el PIB creció 2,5% y para este año se espera un crecimiento de 1,6%. No se trata de cifras muy malas, pero con una población que crece a un ritmo de 1,3% anual, estamos hablando de una perspectiva de estancamiento del PIB per cápita para este año.

RA: De todos modos, Pablo, esas cifras no lucen tan mal. Pero aún así se habla de que hay muchos problemas económicos en Bolivia. ¿Es así?

PR: Es así, Romina. La realidad es que el desempeño de Bolivia en este año que pasó no fue tan malo como podía temerse un año atrás. Ciertamente el desempeño de la actividad económica que reporta el Banco Central no ha sido malo. El desempleo tampoco se está comportando mal, está en 5% de la población económicamente activa, un nivel similar al que había antes del Covid. Y la inflación subió un poco, pero es baja (3,5% anual).

Sin embargo, acá tenemos que hacer dos precisiones. En primer lugar, la economía de Bolivia tiene una informalidad muy alta y eso dificulta saber cómo se está comportando el sector informal. En segundo lugar, desde la finalización del auge de las materias primas a mediados de la década pasada, la economía de Bolivia comenzó a acumular desequilibrios macroeconómicos muy importantes, que empiezan a tener consecuencias visibles.

RA: ¿Cuáles son esos desequilibrios, Pablo?

PR: En primer lugar, Bolivia tiene congelado el tipo de cambio levemente por debajo de los 7 bolivianos por dólares desde 2008. Desde entonces, se acumuló una inflación en dólares de 70%, lo cual implica una fuerte afectación de la competitividad.

El gobierno subsidia los combustibles (que tienen un precio muy bajo al público, del orden de 50 centavos de dólar por litro). Ese subsidio implica una fuerte erogación para las finanzas públicas. En un artículo de prensa se estimaba que el estado dedica US$ 1.700 millones en subsidios a los combustibles. Se trata de una cifra enorme que representa más de 3,5% del PIB y un 10% del gasto público total. Aun así, escasea el combustible porque la demanda está exacerbada. El gobierno mantiene desde hace años un déficit fiscal del orden del 7% del PIB, porque tiene un nivel de gasto público excesivo (35% del PIB), que no puede financiar con impuestos. La deuda pública, por lo tanto, pasó de 15% del PIB en 2014 a 75% del PIB.

La inversión extranjera directa se ha desplomado porque las regulaciones a las actividades mineras no dejan rentabilidad a la inversión privada y el clima político está muy conflictivo. La producción de gas natural viene en caída desde la nacionalización. Las reservas internacionales del banco central cayeron desde aquel récord de US% 15.000 millones hasta US$ 1.700 millones. Eso representa menos de 2 meses de importaciones pero además esas reservas son muy ilíquidas (porque están mayoritariamente invertidas en oro).

Todos estos desequilibrios se están manifestando en el mercado de cambios.

RA: ¿Qué está pasando en el mercado de cambios?

PR: En teoría, Bolivia tiene un régimen de tipo de cambio fijo. En un régimen de tipo de cambio fijo el banco central establece la paridad y se supone que compra cuando hay mucha oferta de dólares y que vende cuando hay mucha demanda. Pero como decía recién, el banco central tiene muy pocas reservas. Eso ha llevado a que el sector privado deba acudir a mercados paralelos para comprar divisas. Actualmente el valor en el mercado paralelo está entre 9 y 10 bolivianos por dólar, lo que implica una brecha del orden de entre 30% y 40%. Y a la vez se observan situaciones que, desde la distancia, lucen confusas. Por ejemplo, los bancos se rehúsan a abrir cuentas en dólares y también limitan la devolución de los depósitos en dólares alegando que no hay dólares en el mercado, lo que aparenta un claro incumplimiento de sus obligaciones con los depositantes.

A todo esto, se agrega que las agencias calificadoras de riesgo han seguido bajando la calificación crediticia de la deuda en moneda extranjera, para un nivel de CCC (que implica muy baja calidad de pago), y que el riesgo país en Bolivia ronda los 2.000 puntos.

RA: Pablo, ¿cómo son las perspectivas? El año pasado marcabas una perspectiva muy negativa, y no lo fue tanto.

PR: Es cierto. Todos los análisis internacionales que teníamos sobre Bolivia eran muy pesimistas. El año pasado decíamos que Bolivia necesitaría procesar un fuerte ajuste fiscal y que también debería ajustar al alza el tipo de cambio para corregir precios relativos, reduciendo los subsidios a los combustibles y procurando restablecer mejores condiciones para la inversión privada. Eso pautaba un escenario recesivo. Y decíamos también que la reiteración de déficits fiscales de esa entidad terminaría conduciendo a escenarios de financiación del déficit con emisión monetaria lo que a la postre derivaría en más inflación. Pero no hubo ajuste, no hubo recesión y la inflación subió muy poco.

La realidad es que la economía se comportó mucho mejor de lo previsto pero los problemas están. El gobierno parece estar aceptando el camino de ir hacia un desdoblamiento cambiario, con un dólar barato para el comercio exterior de bienes (que debe liquidar forzosamente las operaciones a través del banco central) y con cotizaciones paralelas más altas. Este era uno de los desenlaces que marcábamos como posible un año atrás. Sabemos que por cierto tiempo ese modelo permite postergar el ajuste de las cuentas públicas y el impacto negativo en la actividad económica, pero a la larga, sin ajuste habrá un mal desempeño de la actividad económica y habrá más inflación. Así lo muestra la historia de Argentina, que recorrió el camino que parece está recorriendo Bolivia. Así que seguiremos observando cómo se van desarrollando los acontecimientos en los próximos meses.

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