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Lacalle Pou ratificó decisión de rebajar el IASS e IRPF: Sería una medida "injusta" e "inconveniente", dice economista Pablo Rosselli de Exante

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Foto: Daniel Rodríguez /adhocFOTOS

ROMINA ANDRIOLI (RA): Junto con el envío del proyecto de reforma de la seguridad social al parlamento, el presidente Lacalle Pou ratificó su intención de rebajar el IASS, como había prometido en la campaña electoral. Agregó también que se bajará el IRPF.

Los anuncios del presidente despertaron críticas desde la oposición y también de algunos economistas independientes, que cuestionaron el momento de la medida y los impactos en la distribución del ingreso. El presidente de la Unión de Exportadores, Facundo Márquez, también se mostró crítico, señalando a través de su cuenta de Twitter que “no se ve un plan coherente. Aumento de tasa de política monetaria versus disminución del IASS e IRPF. Por donde se mire, pérdida de competitividad que terminará afectando el empleo y el crecimiento.”

En el espacio de análisis económico de hoy, les proponemos detenernos en este asunto y para eso estamos en comunicación con el economista Pablo Rosselli, socio de Exante.

¿Cómo te parece abordar este tema?

PABLO ROSSELLI (PR): Quizás lo primero que debemos señalar es que no tenemos información acerca de la magnitud que tendrían estas rebajas de IRPF y de IASS. Y esa es una limitación relevante del análisis y de las valoraciones que podemos hacer ahora; no es lo mismo si se trata de rebajas pequeñas, digamos que simbólicas (para cumplir una promesa electoral), que si se trata de reducciones más o menos relevantes.

En los comentarios que haremos hoy, tendremos que convivir con esa limitante, pero no debemos perderla de vista.

En segundo lugar, me parece que hay varios comentarios para hacer desde una perspectiva macroeconómica, considerando la institucionalidad fiscal que se ha puesto en marcha con el nuevo gobierno y el momento en el que se realizan estos anuncios. Y, en tercer lugar, hay consideraciones relativas a los impactos en la equidad tributaria.

RA: Empecemos por las consideraciones macroeconómicas. ¿Cuáles son las claves desde esa perspectiva?

El presidente Lacalle Pou ya había señalado tiempo atrás y lo ratificó la semana pasada que tenía un “pacto” con la ministra de economía, Azucena Arbeleche, en el que, si la economía crecía más de 3,8% este año, se implementaría una rebaja del IASS, la semana pasada agregó que también se rebajaría el IRPF. ¿Cómo considerás ese argumento?

PR: No es un argumento nuevo porque, como tú decías, el presidente ya lo había mencionado en otras ocasiones.

Es un hecho que la economía uruguaya va a cerrar 2022 con un crecimiento muy superior a ese 3,8%. La última proyección que tiene el Ministerio de Economía es de un crecimiento de 4,8% pero seguramente va a superar el 5%. Ahora, ese crecimiento de 5% es un crecimiento transitorio, que refleja esencialmente el rebote de la economía luego del covid y un empuje derivado de precios de exportación transitoriamente elevados. La economía uruguaya no crece a semejante ritmo. Los propios trabajos del Ministerio de Economía en el marco de la nueva institucionalidad fiscal señalan, con los insumos que proveen un conjunto de analistas independientes, que la economía uruguaya crece tendencialmente a un ritmo apenas superior a 2%.

Entonces, desde la perspectiva del manejo de las finanzas públicas, no es de recibo fundamentar una rebaja de impuestos, que se supone es de carácter permanente, con un aumento transitorio del nivel de actividad. Justamente, la nueva institucionalidad fiscal que se está tratando de construir a partir de lo dispuesto por la LUC y por la Ley de Presupuesto de 2020 apuntan a señalar que se debe mirar la política fiscal a partir de los resultados fiscales estructurales. Esta conclusión de que habría espacio de reducción de impuestos porque en 2022 la economía creció más de lo previsto tiempo atrás va a contrapelo de ese enfoque fiscal y, dependiendo de la magnitud de las rebajas de impuestos que se implementen, puede sembrar alguna duda sobre la vocación política de apegarse a esa nueva institucionalidad y a las reglas fiscales que se fijaron.

RA: ¿Qué otros elementos desde esta perspectiva macroeconómica hay que considerar? ¿Cómo ves, por ejemplo, la crítica que señalaba el presidente de la Unión de Exportadores, Facundo Márquez?

PR: En mi opinión, es una crítica muy severa (“no hay un plan”) pero conceptualmente pertinente. De hecho, en numerosas ocasiones hemos señalado la importancia de que las distintas políticas macroeconómicas guarden una razonable consistencia entre sí.

El Banco Central viene subiendo a paso firme la tasa de política monetaria, que se encuentra actualmente en 10,75% anual y que probablemente llegará a cerca de 12% a fin de año. El Banco Central viene endureciendo su política monetaria para combatir las presiones inflacionarias. Y a nuestro juicio, es correcto lo que está haciendo el Banco Central, aunque eso tiene efectos negativos en la competitividad del país.

Por eso mismo, a nuestro juicio no parece razonable que la política fiscal adopte un giro expansivo, ya sea con rebajas de impuestos como con aumentos del gasto. Cuanto más expansiva la política fiscal, más contractiva tendrá que ser la política monetaria (más altas tendrán que ser las tasas de interés) y menor será el tipo de cambio.

De nuevo, no sabemos la magnitud de las rebajas de impuestos que se implementarían. Quizás terminen siendo solamente simbólicas y en ese caso, no tendría un impacto relevante sobre la economía uruguaya. Pero si pensamos en la dirección de la política fiscal, una reducción de impuestos no es consistente con el esfuerzo que está haciendo la política monetaria y, direccionalmente, aumenta los costos de combatir la inflación que recaen en el sector exportador a través de un menor tipo de cambio.

Pero más allá de la consistencia o falta de consistencia entre la política fiscal y la política monetaria, hay un factor adicional a tener en cuenta que tiene que ver con el contexto macroeconómico global, que hace inoportuno (en mi opinión) pensar en bajar impuestos.

RA: ¿Cómo es eso? ¿A qué te estás refiriendo?

PR: Me refiero a que el contexto macroeconómico global se está volviendo claramente adverso para nuestro país. En 2021 y los primeros meses de 2022, nuestro país se vio favorecido por una fuerte suba de los precios internacionales de las materias primas que exportamos, que tuvo varios determinantes, incluyendo la recuperación de la economía mundial luego del covid.

Pero en los últimos meses, ese contexto cambió notoriamente para peor. La inflación en Estados Unidos es muy elevada y la Reserva Federal viene subiendo agresivamente las tasas de interés. Eso está conduciendo a un fortalecimiento del dólar en el mundo extraordinariamente fuerte, que nos está dejando muy caros en dólares. La economía de Estados Unidos se va a frenar, si es que no entra en recesión. A eso se suma una probable recesión en Europa por la crisis energética. Y cuando miramos a China, la actividad económica en ese país también ha perdido dinamismo y el yuan se ha debilitado notoriamente frente al dólar. Todo este panorama global apunta a un debilitamiento de los precios de exportación de Uruguay, que ya se inició pero que probablemente continuará en los próximos meses.

Con ese entorno global adverso, no es prudente que nuestra política fiscal se vuelva expansiva. Tenemos las reglas fiscales, que limitan en principio la expansión del gasto del gobierno central, pero sabemos que en Uruguay la política fiscal sigue un patrón electoral. Las reglas fiscales que se fijó el gobierno no resultan suficientes para impedir rebajas de impuestos y otras flexibilizaciones. De nuevo, no sabemos la magnitud de estas rebajas de impuestos, pero la dirección de la política fiscal en este contexto adverso no debería ser expansiva.

RA: Hasta aquí las consideraciones de índole macroeconómica pero decías que también hay elementos que hacen a la equidad tributaria. ¿Cómo estás viendo esa perspectiva?

PR: Uruguay es un país que tiene una desigualdad muy importante, cierto que mucho menor a lo que se observa en la región, pero igual es una desigualdad muy importante. Esa desigualdad se combina con niveles de pobreza difíciles de bajar. Más allá de la pertinente discusión sobre el comportamiento reciente de la pobreza, la realidad es que llevamos varios años sin hacer progresos relevantes. Tenemos una pobreza de 10% o algo más y esa pobreza está fuertemente concentrada en hogares donde habitan niños; la pobreza en niños y adolescentes está en torno de 20% Y tenemos unas 200.000 personas viviendo en asentamientos, en condiciones muy precarias.

La política fiscal de nuestro país dedica muy pocos recursos al combate de la pobreza y la marginalidad. Aunque es cierto que muchas pasividades son bajas, tenemos un gasto público en pasividades de 9% o 10% del PIB, muy elevado en la comparación internacional. Y tenemos un gasto mínimo en el combate de la pobreza y la marginalidad.

A su vez, nuestro sistema tributario está fuertemente apoyado en el IVA, que es regresivo (porque recae más en los hogares de menores ingresos, que dedican una mayor parte de sus ingresos a consumir). En este contexto, el IRPF y el IASS vienen a mitigar esas inequidades. Y desde esta perspectiva, comparto enteramente las críticas que se han señalado en el sentido de que reducir el IASS y el IRPF vienen a acentuar la desigualdad de ingresos. Pensemos que solamente 1 de cada 3 trabajadores paga IRPF y que 1 de cada 4 pasivos paga IASS. Recortar estos impuestos tiene una dirección inequívocamente regresiva.

RA: A modo de cierre,  ¿cuál es tu balance de estos anuncios? Por lo que has dicho, tenés una postura muy crítica.

PR: Sin dudas.

Reitero que no tenemos idea de la magnitud de las rebajas que se llevarán adelante, pero desde el punto de vista macroeconómico hay varios argumentos que tornan inconveniente reducir impuestos.

Sin embargo, en mi opinión, la crítica más relevante radica en la inequidad que encierra esta medida. Reducir el IRPF y el IASS implica una mayor inequidad porque favorece a los hogares de mayores ingresos.

La reducción del IASS encierra también una inequidad entre generaciones. Uruguay gasta muy poco en combatir la pobreza, que está fuertemente concentrada en los niños. Y gasta mucho en pasividades; solo un 2% de los mayores de 65 años son pobres; ciertamente los pasivos que pagan IASS no son pobres.

Y desde esta perspectiva resulta llamativo que el anuncio de una reducción del IASS se haga simultáneamente con la presentación del proyecto de reforma de la seguridad social, porque siendo necesario reformar la seguridad social, la reforma plantea inevitablemente que las generaciones más jóvenes deberán trabajar más. Y al mismo tiempo se plantea que los pasivos de mayores ingresos terminen pagando menos impuestos.

No se me escapa que la reducción del IASS era un compromiso electoral y las democracias sólidas requieren que los dirigentes políticos cumplan sus promesas, pero desde esta perspectiva de equidad, y es una opinión bien personal que refleja mis preferencias de política pública, la reducción del IRPF y del IASS me parece injusta; cuanto más relevante termine siendo, por cierto, me parecerá más injusta.

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