Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti
Hace ya algunos días que la imagen se repite. Del 1 al 10, el ranking de noticias de los medios brasileños está ocupado por temas de corrupción.
La impresión es que no queda nadie afuera. Derecha, izquierda, oficialistas y opositores, los de Temer, los de Lula, los de Rousseff. Parece que todos están metidos en una misma bolsa.
Las denuncias se suceden. Las acusaciones en la Justicia ya no son cuestión de todos los días, sino de todas las horas. Las imágenes de políticos condenados a prisión por recibir sobornos pasaron a ser parte de la vida cotidiana de una sociedad que, a diferencia de lo que podríamos pensar por estos días, no es tan ajena a los casos de megacorrupción.
Ahora escuchamos hablar hasta con cierta familiaridad del caso Petrobras, de las constructoras Odebrecht y OAS, de la operación Lava Jato.
Sin embargo, no hace tanto, a mediados de la década pasada, se descubría en Brasil otro caso, con cifras tal vez menos exuberantes pero de una gravedad moral inusitada. Se lo denominó Mensalão, que en una traducción simple quiere decir “gran mensualidad”. Se trataba del pago de dinero a legisladores a cambio de votos en el Congreso a favor de iniciativas del Partido de los Trabajadores del entonces presidente Luiz Inácio "Lula" da Silva.
Varias prominentes figuras del entonces partido de Gobierno fueron condenadas por la Justicia brasileña, en un episodio que comenzó, vale decir, con una denuncia de prensa.
Del proceso parlamentario que terminó con el gobierno de Dilma Rousseff el año pasado, cuando la presidenta fue destituida de su cargo por un Congreso que consideró que el Ejecutivo había manipulado las cuentas públicas, llegamos a las denuncias contra el actual presidente Michel Temer que la reemplazó en el cargo, y contra el propio Lula por corrupción.
En el caso del mandatario, una grabación realizada por un empresario que cooperaba con las autoridades judiciales, difundida en un principio por el diario O Globo, parecía dar el golpe final a una estabilidad política que no lucía precisamente fuerte en Brasil.
Temer, sin embargo, denuncia la grabación como manipulada y no solo afirmó que no renunciará sino que si quieren sacarlo tendrán que “derrocarlo”.
Como suele ocurrir en nuestra América Latina, el gobernante se aferra con uñas y dientes al cargo.
No se puede más que sentir pena y vergüenza ajena por lo que está pasando en Brasil. La sensación de muchos brasileños es que el sistema político ha estado por años en medio de una fiesta, pagada con los millones de un pueblo en el que todavía decenas de millones de personas son pobres y la desigualdad es atroz.
No deberíamos, sin embargo, asombrarnos en esta parte del mundo. Si miramos el mapa de percepción de la corrupción que publicó a comienzos de año la ONG Transparencia Internacional, veremos que nuestro subcontinente está teñido de tonos de naranja al rojo.
¿Qué significan estos colores? Que los latinoamericanos, cada uno en su país, estiman los niveles de corrupción entre los más altos del planeta, con la honrosa excepción de Chile y de Uruguay, teñidos de un sano amarillo que los ubica, nos ubica, fuera de la zona de riesgo.
Este informe, que se publica hace más de 20 años, es una interesante referencia, porque muestra cómo una sociedad se ve a sí misma. Los resultados de esta encuesta en Brasil fueron mejores que en la Argentina kirchnerista o la Venezuela de Maduro, por ejemplo.
Pero es probable que el próximo informe reporte un cambio de color en Brasil, hacia el rojo vergüenza.
En Uruguay en tanto, el Gobierno se está moviendo con una sana cautela ante estos acontecimientos. La incertidumbre sobre qué puede pasar en Brasil es total. En cambio, es muy probable que el escenario actual afecte cualquier modernización del Mercosur e incluso el avance de las negociaciones comerciales con la Unión Europea, en momentos en que, por fin, un Gobierno brasileño parecía decidido a ir para adelante.
Es, el de Brasil, un bochorno político que también a nuestro país podría costarle caro.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 24.05.2017
Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.