Por Nicolás Albertoni ///
La semana pasada se conoció, con cierta sorpresa, la confirmación de que doce países de tres continentes –Australia, Brunei, Canadá, Chile, EEUU, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam– concluían, tras cinco años de negociación, el Acuerdo Transpacífico de Comercio (o más conocido por su sigla en inglés como TPP). ¿Qué es? ¿Por qué surge? ¿Y qué impacto puede tener para un país como Uruguay?
Estas conversaciones se lanzaron allá por el año 2010 a través de lo que en aquel momento se llamó el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, pero ya en el año 2005 cuatro países habían comenzado a trabajar en conjunto para derribar las barreras al comercio. Estos países eran Chile, Brunei, Nueva Zelanda y Singapur. En 2010 se les sumaron cinco actores muy importantes: Australia, Estados Unidos, Malasia, Perú y Vietnam. Luego, en 2012, se agregaron Canadá y México y, en el año 2013, Japón. Así fue que se completó la lista de doce países que la semana pasa en Atlanta presentaron su lista final de ofertas para que los respectivos parlamentos –seguramente el año que viene– ratifiquen la creación del TPP (lo que técnicamente será una zona de libre comercio).
Si bien aún no se conoce en detalle cuáles han sido los resultados específicos a los que se arribó, el acuerdo pasa a ser el más avanzado en materia comercial que hoy exista en la economía mundial, solamente comparable –por su profundidad y diversidad de temas– a lo que fue la Ronda Uruguay (del GATT), que comenzó en nuestro país en el año 1986 y concluyó en Ginebra en Enero de 1995.
Hoy el TPP incluye nuevas áreas como comercio electrónico, propiedad intelectual, asuntos medioambientales y cooperación. Es de los primeros acuerdos que a esta escala propone un plan de desarrollo para pequeñas y medianas empresas. En definitiva, el TPP incluye a 800 millones de personas y 35 % de la economía global, y se prevé que la reducción arancelaria que implica rondará los US$ 260 millones, lo que equivale a cerca de 3.000 millones de dólares de ahorros para 2030 ante el hecho de que los países ya no deberán pagar entre ellos esos impuestos que antes sí pagaban. Sí, ya sé, son números difíciles de dimensionar. Pero traducidos en palabras no hacen más que confirmar que estos países –más bien los trabajadores de estos países– se ahorrarán mucho dinero al momento de exportar o importar hacia o desde los mercados que integrarán el TPP.
¿Estos acuerdos son de derecha, de izquierda o de sentido común? Al ver el grupo variopinto de países que componen el TPP difícilmente pueda decirse que hay una ideología que los defina, que no sea la de hacer más libre el comercio entre ellos. China –un país que no está y muchos lo usan de ejemplo para justificar “teorías comerciales conspirativas” de EEUU– no quedó afuera por ninguna otra razón que la de la imposibilidad –por su lógica de mercado– de adaptarse y liberalizar su comercio a un nivel tan profundo como estos doce países sí estuvieron dispuestos a hacerlo.
Uruguay tampoco está, pero sí están Chile, Perú y México, y muy seguramente el próximo latinoamericano en acceder será Colombia. Fíjense que ninguno de los países del Mercosur lo integra y no precisamente por no tener costas en el Pacífico, porque, en definitiva, el TPP está abierto a todos quienes quieran integrarlo.
Quizá por ser contemporáneos a estos hechos no veamos con cabalidad los costos que nos puede implicar seguir observando de manera pasiva cómo el mundo se integra comercialmente ante nuestros ojos. Sucede que mientras nosotros seguimos anclados al Mercosur, el Mercosur sigue cada vez menos anclado al mundo.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 12.10.2015, hora 08.05
Sobre el autor
Nicolás Albertoni es licenciado en Negocios Internacionales e Integración por la Universidad Católica del Uruguay (UCU), candidato del master de la School of Foreign Service de Georgetown University en Washington DC, EEUU, y profesor-investigador de la UCU.