Foto: Armando Sartorotti
// Por Emiliano Cotelo
No se imaginan cuántas veces he escuchado: “Ah, para ustedes allí, En Perspectiva, un año electoral es el gran momento, el más interesante y apasionante”. Y no saben cuántas veces yo he contestado: “Mmm … Más o menos. Nos ha ocurrido que el año electoral se vuelve tedioso y muy arduo”.
Esta vez empezamos mal.
Lo que hemos visto en los primeros pasos de esta campaña, a fines de diciembre y luego en enero y febrero, ha sido bastante desalentador.
Tan básicas…
Por ahora las declaraciones de los precandidatos y dirigentes cuando hablan en clave electoral en la televisión u otros medios de comunicación me suenan a mí tan básicas y reiterativas que hasta me dan un poco de vergüenza.
Tenemos, por un lado, esa especie de “chichoneo” permanente, donde se van contestando entre sí, entre oficialismo y oposición, a raíz de cualquier frase o hecho, a menudo muy menores.
Existe, también, el intercambio de acusaciones, a propósito del “relato” que inventa uno o las “mentiras” que dice el otro.
Y, por último, asistimos a los pronósticos apocalípticos cruzados: la catástrofe que se desatará si el Frente Amplio vuelve al gobierno o la tragedia que nos aplastará si la coalición multicolor sigue en el poder.
Ojo con el desgaste
¿Cómo se entiende esa tendencia? ¿Eso que escuchamos es todo lo que tienen para decir los políticos en este momento? ¿O ellos disponen de ideas y propuestas más interesantes pero no llegan a comunicarlas porque las preguntas que reciben se limitan a los dimes y diretes y les impiden volar más alto? ¿La culpa es de los periodistas? Si esta última es la explicación, no entiendo por qué cuando los líderes hablan en actos públicos de sus grupos, o sea, cuando ellos controlan el discurso, también dan vueltas en la grisura.
¿Será que están apenas “calentando motores”, probando, tanteando…? ¿Será que todos decidieron tomarse estos meses como una pre-temporada en la que prefieren no mostrar todavía sus cartas? Esa sería la mejor hipótesis. Pero, si ese es el caso, creo, eligieron un camino riesgoso, en el que están desgastándose ellos y fastidiando a buena parte de la población.
Piedad
Ya que en Uruguay el sistema político ha optado por una campaña tan larga, los candidatos y los partidos deberían tener piedad de la gente y demandarle la atención para discusiones que resultaran enriquecedoras, por ejemplo sobre temas importantes que nuestro país tiene encarar en los próximos cinco años pero sobre todo mirando al futuro, a mediano y largo plazo.
Una agenda mínima
En nuestro caso, acá, En Perspectiva, nos gustaría conocer qué tienen para ofrecer los candidatos en cuanto a algunos desafíos de fondo que será necesario encarar, gobierne quien gobierne.
Yo armé una lista rápida de esos asuntos, a partir de abordajes que hemos realizado en este programa, en entrevistas, análisis y en las tertulias:
- cómo salir de “la trampa del ingreso medio” para que Uruguay crezca a tasas más altas de modo de no perder el tren frente a los países que son referencia.
- cómo encarar ese desarrollo para que no se limite a lo económico y contemple los baches serios y muy tristes que arrastramos en lo humano y lo social.
- qué hacer ante la realidad que nos acaba de confirmar el censo del año pasado: tenemos una población estancada o directamente en retroceso y cada vez más perfilada a edades mayores.
- de qué manera enfrentar la revolución tecnológica que está en curso, con la Inteligencia Artificial al frente, con su enorme potencial positivo y al mismo tiempo tantos riesgos, para empezar una reconversión profunda del mundo del trabajo.
- qué giro es necesario en la inserción internacional de Uruguay, en función de las transformaciones importantes que están teniendo lugar en la geopolítica mundial (por ejemplo, el ascenso tan potente de India, el peso destacado que han ido asumiendo los países árabes, etc.).
- cómo debe plantarse la sociedad uruguaya ante el narcotráfico, con sus consecuencias devastadoras en materia de seguridad ciudadana, peligro de corrupción en el Estado y por lo tanto de resquebrajamiento de la democracia.
- qué líneas de trabajo seguir ante el cambio climático, tanto para absorber en mejores condiciones sus golpes destructivos como para reducir nuestras contribuciones en emisiones de gases contaminantes, etc.
Sería muy saludable que los candidatos se posicionaran en esos y otros puntos, y que lo hicieran con fundamentos y no con titulares o eslóganes, promoviendo así una reflexión madura en la ciudadanía.
¿Los políticos que se lanzaron a la pista, casi todos debutantes en estas lides, estarán a la altura de esas expectativas? Lo sabremos en el correr de los meses.
¿Otra vez a verificar?
Para terminar, agrego un par de preocupaciones más con respecto a lo que veremos y escucharemos este año.
Primero: Ya hemos observado afirmaciones terminantes, de un lado y del otro, cuya veracidad resulta sospechosa para cualquier observador más o menos atento.
¿Será necesario, como en 2019, construir herramientas de verificación de datos?
Verificado.uy, aquella iniciativa en la que participamos desde En Perspectiva y que se inspiraba en experiencias de otros países, fue costosa y compleja. ¿Habrá que destinar recursos y esfuerzos otra vez a esa tarea? Pero además aquel trabajo, bienintencionado y con mucho de voluntariado, terminó siendo, él mismo, un motivo de polémica: “¿Por qué verifican una declaración de Fulano y no otra sentencia de Mengano?” “¿Quiénes son ustedes para erigirse en tribunales de la verdad?” “¿Quién verifica a los verificadores?” Aquel ruido resultó desagradable y frustrante.
Pregunto: ¿No podríamos evitarnos todo ese lío? ¿No sería más simple y constructivo que los políticos fueran serios y responsables a la hora de esgrimir cifras y hechos? ¿Por qué tienen que caer en la frivolidad o la mala intención en el manejo de los datos?
Juego sucio IA
Y, hablando de malas intenciones, también tengo que sumar en mis inquietudes con respecto a la campaña que se viene lo que podríamos llamar “juego sucio”. Me refiero esas maniobras, generalmente anónimas, destinadas a enchastrar a un candidato o a un grupo o a un partido, que existen desde el fondo de los tiempos pero que últimamente, tecnología mediante, hemos visto cómo se han sofisticado, diseñadas por expertos y asesores que operan en las sombras y que producen materilales que circulan, por ejemplo, en cadenas de WhatsApp o movidas por ejércitos de trolls en las redes sociales.
Advierto que en esta ocasión estará plenamente disponible la Inteligencia Artificial Generativa. En campañas anteriores ya habíamos sufrido con las grabaciones en video sacadas de contexto o las fotos trucadas con más o menos habilidad. Ahora tendremos en todo su esplendor el riesgo del “deep fake”, que permite manipular fotos, videos y audios de manera hiper-sofisticada, con lo cual teóricamente se puede hacer que un político aparezca diciendo o haciendo casi cualquier cosa, para desacreditarlo o simplemente para confundir. Acabamos de comprobar todo su potencial dañino en casos muy sonados de videos sexuales inventados y aparentemente protagonizados por figuras famosas del Hemisferio Norte. Esos antecedentes tienen en alerta a buena parte del mundo, en especial a los países donde este año se celebran procesos electorales, que son unos cuantos, entre ellos Uruguay.
¿Tendremos que lidiar acá con este tipo de atentados a la democracia? ¿Seremos laboratorio para esos desastres o, al revés, lograremos destacarnos en el planeta porque ningún político está dispuesto a caer tan bajo para juntar unos votos?