En Primera Persona

Por un debate electoral que vuele más alto

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Foto: Armando Sartorotti

En Primera Persona
Por Emiliano Cotelo
Jueves 29.08.2024, 08.10 hs

El sábado pasado, revisando la prensa, me encontré con estos dos títulos.

La tapa de la diaria decía: “La inseguridad en el centro de la campaña electoral”, y luego agregaba: “La coalición oficialista mostró diferencias sobre cómo abordar el problema, el Frente Amplio cuestiona el populismo punitivismo y el juego para la tribuna”.

Desde el diario El Observador, en tanto. Natalia Roba encabezaba su newsletter con este enfoque: La inseguridad capitaliza la Agenda y después detallaba varias iniciativas que en esta materia habían sido presentadas en los días previos por partidos o sectores políticos.

La coincidencia de esas dos portadas no era casual: efectivamente ese tema figura al tope de las declaraciones de candidatos y dirigentes, alimentado día a día por las vivencias de la gente, por las noticias de la crónica policial y, sobre todo, por la acumulación de asesinatos muchas veces estremecedores.

Eso no es ningún descubrimiento, podría decirse que es más bien obvio. Pero mientras seguía repasando los diarios, hice una pausa, me puse a pensar unos minutos y, confieso, me desanimé. Bajar a tierra el lugar que ocupa, una vez más, la inseguridad ciudadana en los debates de la campaña me produjo una especie de bajón, mezclado con cansancio y decepción.

¿Por qué? Por varias razones.

Uno, porque los planteos que difunden los distintos partidos son sumatorias de ideas más o menos interesantes pero ante las cuales quien lee o escucha no puede sacar ninguna conclusión clara. Cuesta encontrar en esos anuncios planes estructurados y robustos. Pero además no se presentan estimaciones concretas de lo que se conseguiría con la aplicación de cada uno de esos paquetes de medidas.

Dos, porque la inseguridad ya fue caballito de batalla de unos y de otros demasiadas veces (por ejemplo en 2014 y en 2019), las dos grandes coaliciones ya han gobernado y ninguna de ellas consiguió resultados contundentes. Por eso, creo, este debe dejar de ser un asunto de disputa por los votos y, en cambio, encararse a través de un gran acuerdo nacional. Un acuerdo nacional que, entiendo, es necesario también porque una de las causas de esta violencia preocupante es el avance del narcotráfico, un actor demasiado poderoso como para que una sociedad lo enfrente dividida y con los partidos acusándose mutuamente de inútiles o deshonestos. Para mí es obvio que esas polémicas y cruces a los que asistimos todos los días son, justamente, lo que los narcos y los grandes delincuentes están buscando, porque solo conducen a la inoperancia o, en el mejor de los casos, a la lentitud y a la confusión sobre lo que hay que hacer.

Con eso que acabo de decir tal vez sería suficiente para explicar por qué me cansa que la (in)seguridad ciudadana ocupe el sitial tan destacado que tiene en el debate electoral.

Pero tengo otro motivo, que es, digamos, de fondo.

Yo siento que está faltando otro nivel de discusión. A mí me gustaría que los uruguayos levantáramos la mira y debatiéramos sobre el futuro del país en general.

La inseguridad ciudadana es, sin duda, un problema importante que arrastramos. Otro es el nivel de pobreza y, sobre todo, el dato alarmante de la pobreza infantil. Otro es la cantidad vergonzosa de uruguayos que vive en asentamientos. Otro es el nivel altísimo que alcanza la deserción en enseñanza secundaria.

Y, claro, a esa lista podríamos agregar varios problemas más.

Pero yo me pregunto: ¿Vamos a pasarnos toda la campaña discutiendo sobre problemas y sobre soluciones más o menos creativas que para esos problemas tienen el candidato A, el candidato B o el candidato C?

Yo he reclamado que el debate electoral se centre en propuestas (y no en agravios o chicanas). Pero mi impresión es que si nos quedamos en ese menú, estaremos volando demasiado bajo, casi a ras del suelo.

Para plantearlo en términos gráficos: No me alcanza con discutir cuántos baches vamos a tapar en la carretera; hace falta saber hacia dónde nos lleva esa ruta.

Para mí, la campaña electoral, cuando nos preparamos para designar a nuestros gobernantes, es una oportunidad inigualable para que todos reflexionemos sobre qué país queremos para el futuro, a mediano y largo plazo, y cómo vamos a trabajar para lograr ese objetivo.

¿Por qué siento eso?

Para empezar, por una cuestión de números: las políticas que queramos aplicar para atacar los problemas pendientes requieren dinero que hoy el Estado no tiene; para conseguir esos recursos el Uruguay debe acelerar el ritmo de crecimiento que ha mostrado en los últimos años. Pero, como ya hemos comentado tantas veces, no se trata de aumentar el PBI de cualquier manera y a cualquier precio. Hay factores a cuidar en ese camino, por ejemplo en cuanto a la equidad, por ejemplo en cuanto al respeto por el medio ambiente. ¿Entonces? ¿Cómo lo vamos a hacer? Más vale que lo hablemos ahora, cara a cara y a fondo.

Pero además discutir sobre el futuro del país es necesario porque -no sé si lo sabían- no estamos solos en el mundo. Las mejores ideas de desarrollo que podamos diseñar para nuestro país van a verse condicionadas, negativa o positivamente, por lo que hacen otras naciones y bloques, tanto los vecinos más cercanos, como nuestros competidores en mercados clave, como los grandes polos del poder geopolítico. ¿Cómo ignorar, por citar un caso, el avance imparable de China y su nuevo lugar en el mapa de fuerzas del planeta? ¿Cómo no contemplar el ascenso silencioso de India o el espacio relevante que está emergiendo en los países árabes? Y todo eso, a su vez, deberíamos cruzarlo con la revolución tecnológica, en especial la locomotora descollante de la Inteligencia Artificial, y con el aumento de la esperanza de vida... y con nuestra caída de la natalidad.

¿De qué manera vamos a inscribir a Uruguay en ese tablero que yo he trazado apenas someramente?

¿Cómo hacemos para no quedarnos cada vez más rezagados frente a nuestros referentes?

¿Qué vamos a producir? O, mejor dicho, ¿qué productos y servicios que seamos capaces de realizar tendrán un valor agregado tal que les permita encontrar compradores fuera de fronteras? ¿Qué tipo de puestos de trabajo seremos capaces de generar? ¿Qué formación se necesitará en nuestra gente para acceder a esos empleos?

Yo encuentro que, así como viene hasta ahora, al debate electoral 2024 le falta futuro y le falta cabeza abierta al mundo y a las nuevas tendencias. Y por eso, también, le falta épica, le falta ilusión.

A mí eso me resulta frustrante.

Pero no pierdo la esperanza de un giro en estos dos meses que faltan para el 27 de octubre.

Desde acá vamos a empujar en esa dirección.

// Por Emiliano Cotelo

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