El progreso, o la gran Macron
Por Rafael Mandressi ///
@RMandressi
Progresista, liberal, internacionalista. Me suena.
Así hablaba el señor Emmanuel Macron cuando construía su candidatura a la presidencia de Francia. También hablaban así sus portavoces y seguidores más cercanos. El candidato se convirtió en presidente, y muchos de quienes trabajaron junto a él para que tal cosa ocurriera ocupan hoy lugares más o menos destacados en el gobierno, son parlamentarios y/o cuadros del partido político creado a partir del movimiento macronista inicial, que se llamó En Marcha, y pasó a ser La República en marcha. Todos, incluido el presidente, retoman cada tanto aquella autodefinición, o en su defecto alguno de sus términos, según la ocasión lo sugiera o lo requiera.
El tríptico, recordémoslo para ser exactos, contenía y contiene un matiz, o más precisamente una fluctuación: en lugar de internacionalista, a menudo la palabra empleada era, y sigue siendo, “europeo”, con lo cual se quiere decir europeísta, esto es, partidario y promotor del proyecto de integración encarnado por la Unión Europea. “Europeas” son también – así se las llama – las elecciones de diputados al Parlamento del bloque, cuya próxima edición está prevista para fines de mayo de 2019. El episodio electoral se avecina, el partido presidencial francés, al igual que otros, ya tiene la mira puesta en él, y una de las preguntas que circula en sus filas es con quién establecer alianzas para formar, llegado el momento, una bancada “europea” en la futura cámara. Se insinúa, y quizá ya se esté negociando, que podría ser con una formación española, relativamente nueva, que hace algunos años se sumó a una coalición transeuropea de derecha dura y soberanista pero que ahora se dice de centro o de centroderecha: Ciudadanos, cuyos dirigentes gustan presentar, en ocasiones, como la versión transpirenaica de En Marcha.
Ciudadanos. Me suena también. En todo caso, al igual que el macronismo, este partido español, presidido por el señor Albert Rivera, afirma ser liberal y progresista. No se lo ha visto gobernar, pero no es descabellado suponer que, de hacerlo, tomaría algunos de los rumbos que el señor Macron y su gobierno han empezado ya a recorrer desde hace un año y medio: desbloquear el país, liberar las energías, fomentar la innovación, favorecer a los emprendedores, todo lo cual requiere eliminar fastidiosas y arcaicas regulaciones que no hacen sino conspirar contra el indispensable dinamismo de una sociedad y una economía cuyo oxígeno es la plata derramada por las fortunas al crecer. Para ayudarlas en su crecimiento, nada mejor que desgravarlas, al tiempo que se propicia la autonomía de los trabajadores para permitirles obrar en aras de su realización personal merced a su esfuerzo genuino. Igualdad de oportunidades, y que el mérito decida el resto.
Si esto no es progreso, el progreso dónde está, podría exclamar legítimamente cualquiera que no interprete este conjunto de enunciados como un ejercicio eufemístico. Ha llegado la hora de la revolución de la alegría, el tiempo de ir hacia adelante, en busca del abrazo emancipador de un nuevo mundo, de horizontes despejados, de contemporaneidad desacomplejada y desprovista de antiguas pesadumbres. Hay que avanzar, no temerle al movimiento, ponerse, como quien dice, en marcha. Progresar, en suma.
Sí, progresar, ser progresista, no sólo creer en el progreso sino actuar para ayudarlo a materializarse. Linda idea, la de progreso. Cómoda, sobre todo, porque sirve para todo punto de llegada: alcanza con pintar ese lugar como una meta deseable, donde nos espera sonriendo el porvenir y sus caricias halagüeñas. Nadie miente necesariamente, ni busca engañar; el progreso es una idea en disputa, cada quien tiene el suyo y por lo tanto todos pueden apropiársela. Pero también es una idea vieja, con un retrogusto dudoso a sentido de la historia y a devenir inexorable. Un cuento bien contado, que habla de progresar o perecer, que promete recompensas mañana a cambio de sudor y lágrimas hoy, que se parece mucho a una fábula moral condimentada con profecías, pronta para ser recitada y vivada en reuniones públicas.
Liberales y progresistas, ya decía yo que me sonaba.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, lunes 27.08.2018
Sobre el autor
Rafael Mandressi (Montevideo, 1966) es doctor en Filosofía por la Universidad de París VIII, historiador y escritor. Desde 2003 reside en París, donde es investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica, director adjunto del Centro Alexandre-Koyré de historia de la ciencia y docente en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Es colaborador de En Perspectiva desde 1995.
13 Comentarios
El Sr. Mandressi está claramente flechado. Y no sólo por esta columna.
Claramente está «flechado». Yo también, y en el mismo sentido. Por lo general coincido con sus opiniones y me gusta su estilo. ¿Está mal? . Cada quien tendrá «su flecha «, lo importante es tener argumentos para defender su postura. Gracias Rafael por sus editoriales.
Entre tanta chatura esta columna destaca. Podra gustar o no la opinión pero sin lugar a dudas tiene el efecto de activar las neuronas y reconfortar al oído con su redacción musical.
Cada aspirante se «mercadea» con las etiquetas que entiende convenientes:
*Liberal
*Progresista
*Internaciolista
Si, también a mi me suena, más aún me resuena la etiqueta que el susodicho se cuidó de NO adjudicarse:
*Batllista
Esa deliberada omisión me dice mas, que la tríada del paquete de definición.
Ya empiezan a aparecer los protagonistas (los mismos) del Gran Show con sus disfraces (de siempre), en este caso remozado con algún discreto ribete progresista que es lo que se lleva. Discursos de grandes titulares para la ocasión. Todo listo. A pescar incautos.
Cuando se habla de «progresar», siempre me viene a la memoria una tira de Mafalda, en la cual estaba ella con dos de sus amigos (uno en frente al otro), y les pregunta: -¿Hacia dónde creen Uds. que va el mundo? – Hacia adelante – responden al unísono, y señalan con el dedo -. -¡Adelante es hacia allá! – ¡No, es hacia allá! – ¡Allá es «tu» delante, pero no es «mi» delante! – …
No habrá llegado el momento de prescindir de etiquetas, ideologías y prejuicios.
En primer lugar , nadie es consecuente con esas definiciones que pregona. Ningún socialista practica la solidaridad infinita y todos saben que nunca van a ver en funcionamiento ese sistema utópico que defienden. Ningún liberal «de derecha» (así le dicen) en los hechos puede prescindir del estado en países pequeños o pobres para cubrir actividades o servicios en los que nadie quiere invertir. Osea que ellos saben que no serán lo que dicen que son….
En segundo lugar, la globalizacion , que ha existido y dejado huella aun en retirada, culturalmente nos ha «igualado» bastante. Hoy todos, todos tenemos una sensibilidad social, todos tenemos claro que hay que «invertir»en areas necesitadas a veces sin retorno economico. Por otro lado todos sabemos que no se puede gastar sin fin, que debemos buscar el ahorro, la eficiencia, la productividad y que hay que conseguir dinero , y para ello hay que relacionarse con otras areas de paises y comerciar con ellos.
En tercer lugar , quien no quiere reducir los asentamientos? quien no quiere reducir la pobreza? quien no quiere standares crecientes de calidad educacional? quien no quiere bajas comprobables de mortandad y problemas de salud?
ENTONCES, PORQUE NO TRABAJAR POR OBJETIVOS?
Porque , en lugar de etiquetar , prescindimos de eso (ya que tenemos incorporados los valores) y proponemos , por ejemplo
«REDUCIREMOS LA POBREZA EN XX%»
«TRABAJAREMOS CON PRESUPUESTOS SUPERAVITARIOS PARA GENERAR DINERO PARA LAS POLITICAS SOCIALES»
ASI, se pueden prometer una serie de objetivos comprobables, con análisis previos y evaluaciones periodicas… Una gestion prometida, una gestion evaluada.
LOS CIUDADANOS, ME PARECE , QUEREMOS QUE LAS COSAS SE HAGAN BIEN , SEAN LOS OPERADORES DE IZQUIERDA O DERECHA…. ESO ES CADA VEZ MAS UNA FORMA DE PENSAR MAYORITARIA..
SIGO ESPERANDO UN POLÍTICO QUE NO SE CLASIFIQUE, QUE NO SE CATALOGUE, QUE BUSQUE LA MEJOR SOLUCIÓN, AUNQUE PAREZCA UNA SOLUCIÓN LEJOS DE SU PERFIL IDEOLÓGICO…..
Las ideologías terminaron siendo excusas y formas de armar clubes de políticos limitados por sus propios discursos.
Juan
No puede decirse Batllista por su acento en lo «liberal».
El forma parte del «club de Jorge» que a diferencia de su padre, rompio con el esquema batlista ortodoxo y se afilio a un liberalismo «a la norteamericana»
En los 60 eso esa transgresor, con un Estado omnipresente.
Hoy sabemos que no hay recetas infalibles y todo depende del pais, de su porte, de su perfil industrial(si existe) , de su cultura y de su insercion en los mercados o aislamiento…. Desconfio de las etiquetas. El mejor Presidente sera el realista que aplique soluciones segun el caso
Por eso me preocupa tanto ese enfasis en las etiquetas
Estimado Gustavo:
No puede decirse Batllista porque es neoliberal (si, los Chicago boys no eran una banda de soft rock de los 70′).
También es conocida la historia del P. Colorado cuando abandonó el batllismo, ideológico y de espíritu.
Si creo en las ideologías, la construcción de ideas es la esencia misma de la política y no son para nada iguales derecha e izquierda, licuar o abolir dicha dicotomía, es adherirse a otras etiquetas: por ejemplo «realista» ¿pragmático?
Y como ves Gustavo, en el disenso de nuestras opiniones hay percepciones de realidades diferentes.
(Creo que la pugna actual es mercado vs estado, que es de crucial importancia quién y para que lidera el estado y quien y para que lidera el mercado, creo que son épocas de transición ética y de estandarizados paradigmas endebles, acaso y para muchos, insatisfactorios)
Saludos cordiales.
Juan/Reus
Señor Gustavo Calvo para mi justamente esta decadencia política global se debe a pérdida del valor de la ideología en pos de otros asuntos materiales. Las etiquetas izquierda – derecha existen y existirán por más que se empeñan en hacerlas desaparecer. Y, no comparto el que «todos» tengan tantas buenas aspiraciones y «quién no quiere» tal o cual beneficio para el resto de la humanidad. A juzgar por la cantidad de seres humanos infelices no creo que sea una tendencia.
Va más allá del político individual. El sistema de partidos con sus campañas electorales se corrompió. Es lo que tenemos para funcionar pero los ciudadanos tendríamos que exigir más controles, transparencia, ser intransigentes con los corruptos.
Está interesante este intercambio a raíz de la (excelente, y van …) nota de Rafael Mandressi.
Pese a que no me gusta el debate entre oyentes por este medio, como estamos entre amigos siento la tentación de comentar algunos puntos de vista que tengo al respecto:
1) En efecto, creo que hablar desde las etiquetas no sirve. Entiéndase que me refiero con eso a que la etiqueta sea -como suele serlo- excusa para no hablar con honestidad intelectual. Es decir, ser complaciente -o excesivamente virulento- con determinado suceso, pero no por el suceso en sí, sino por el beneficio que mi valoración sobre ese suceso pueda aportar a mi etiqueta. Doble rasero que le dicen. Por lo tanto, desde mi visión, el problema no es de la etiqueta sino del usuario de la etiqueta.
2) El segundo problema es el de tomar la parte por el todo. Me explico: la totalidad de la cosa humana y la complejidad del mundo no pueden decodificarse exclusivamente desde el lente de la etiqueta. Es una mirada reduccionista de la realidad, que empeora si, además, se hace desde la lógica comentada en el punto anterior. Los temas ambientales son un buen ejemplo de lo que digo.
3) Creo que el eje de esta discusión no debe ser si estamos o no de acuerdo con el “bien”. Parafraseando el refrán, (casi) todos preferiremos ser ricos y sanos que pobres y enfermos. El tema no está tanto en lo que queremos, sobre lo que fácilmente se lograrán acuerdos mayoritarios, sino a quién afectamos para alcanzar lo que queremos como colectivo. Lo que yo veo es que la respuesta es: a cualquiera, menos a mi (o al “nosotros” del que cada uno forma parte).
4) ¿Qué hacer? Entre otras opciones válidas creo que un buen comienzo es el de predicar con el ejemplo renunciando voluntariamente a determinadas ventajas que se posean en pos del bien colectivo.
He vivido en España y sé muy bien lo que representa «Ciudadanos». Es un partido de derecha, dirigido por Albert Rivera, que en algún momento quiso ser la alternativa «joven» al Partido Popular, un intento de recuperar votos por derecha frente al desastre económico y frente a la corrupción del partido de Rajoy. Ha quedado un tanto eclipsado por el nuevo Presidente del PP, Pablo Casado, que compite en posiciones derechistas puras y duras, situándose ya en la ultraderecha, superando expectativas.
Da pena ver cómo se va desarticulando la idea primigenia de una Europa unida por valores y respeto a los derechos humanos, como garante del pleno ejercicio de los derechos civiles y sociales en su territorio. Las derechas se cubren de ese ropaje liberal y progresista para soltar, abrir todas las regulaciones que garantizan derechos ciudadanos. Salvando las distancias, acá en América del Sur tenemos a Macri, desreguló tanto que el invento se está comiendo al inventor. Lo peor es que lo pagan los mismos de siempre.