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Sara Nieto, coreógrafa y ex bailarina: “Me encontré con una compañía joven, maravillosa, con muchos más bailarines que en 2010”

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En entrevista con En Perspectiva la ex bailarina Sara Nieto contó cómo vivió la experiencia de coreografiar la obra Giselle para el Ballet Nacional del Sodre. Además, comentó las diferencias que encontró en la compañía y la infraestructura para baile en Montevideo respecto a su anterior visita, también con Giselle, en 2010.

EN PERSPECTIVA
Lunes 1 de junio, hora 8.22.

EMILIANO COTELO – Giselle es considerada una de las joyas del ballet romántico y una pieza fundamental para definir el futuro de una bailarina. Para la uruguaya Sara Nieto, no fue una excepción.

Justamente, con ese papel Sara Nieto se consagró como primera bailarina en el Sodre en 1979. E interpretando Giselle se retiró, en 1996, en el Teatro Solís, con el Ballet del Sodre, después una carrera formidable que había desarrollado durante 17 años con el Ballet de Santiago, que la llevó a ser uno de los nombres más prestigiosos de la danza en el mundo.

Casualmente, también Giselle permitió que Sara Nieto volviera a trabajar con el Sodre, ya como coreógrafa, en el año 2010, invitada por Julio Bocca. Y ahora, cinco años después, es la reposición de Giselle el motivo que la ha traído otra vez a Montevideo, en una nueva puesta, en la que ella, además de coreógrafa, se ha subido al escenario en las primeras cuatro funciones como la madre de la protagonista.

Hoy se vuelve para Santiago de Chile. Pero, como el vuelo sale recién al mediodía, tenemos el honor de recibirla en vivo esta mañana en nuestros estudios.

Rosario, tú sabés bastante más que yo de estos temas…

ROSARIO CASTELLANOS – No es que sepa más que tú, es que conozco la trayectoria de Sara desde hace muchos años, cuando me maravilló con aquella Giselle que me hizo entrar a un teatro al que había dicho que nunca jamás iba a entrar, que era la 18 de Mayo.

EC – La Sala 18 de Mayo, nombre que durante la dictadura se le puso al Teatro El Galpón.

RC – Razón por la cual yo no iba a entrar. Hasta que me convenciste con una versión para mí inolvidable, con Eduardo Ramírez. A partir de ahí te seguí toda la carrera, aquí y en Chile, porque te vi en varias oportunidades en Chile. Creo que una de las cosas que me maravillaron fue tu ductilidad para pasar de aquel romanticismo lírico de Giselle al encanto de otros papeles que también supiste hacer.

EC – A ver qué responde sobre tanto elogio.

SARA NIETO:
Muchas gracias. No sé si merezco tanto elogio…

RC – Esa modestia que te ha caracterizado siempre dejémosla hoy de lado…

SN – No puedo.

RC – … fuiste reconocida por gente que sabe mucho más que yo.

SN – Lo agradezco muchísimo, pero nunca hay que creerse que todo es verdad. Tuve mucha suerte, como tú dijiste, acá hice una hermosa carrera, y mi estreno fue en la 18 de Mayo. Yo pensaba, a raíz de eso, que ahora el teatro es tan maravilloso y que la gente joven no sabe lo que tiene. A mí el ballet que más me emocionó estrenar fue Giselle, porque fue mi primera obra importante, un clásico importante. Fui la mujer más feliz del mundo. Y fue en la 18 de Mayo, en piso de madera –ahora es todo un lujo–, en piso roto de madera, y creo que hasta fue sin orquesta. Acá a veces la gente no sabe apreciar realmente lo que tiene.

EC – Te referís a la infraestructura con la que ahora cuenta el Auditorio Adela Reta.

SN – Exacto. Ahora es maravilloso todo, todo, todo: la compañía, el teatro, cómo funciona. Para mí fue un gran honor venir a trabajar otra vez y pisar el escenario de nuevo con esta gran compañía y en mi país, usar el escenario nuevo antes de morirme.

RC – Yo, que no creo del todo en la suerte, te voy a corregir en esa materia. Tú repites siempre “tengo mucha suerte”, y yo conozco la historia que cuenta que Sara desde que ingresó al cuerpo de baile se aprendía todos los papeles. Cuando todavía estaba en la fila del coro, sabía exactamente la coreografía de cada uno de los solistas. A tal punto que siempre fue un verdadero comodín del elenco oficial; faltaba a último momento alguien que no podía o no quería bailar, y allá venía el director: “Sara, tenés que hacer hoy tal función”. Así que creo que detrás de esa suerte lo que hubo fue mucho trabajo y mucha vocación por lo que estabas haciendo.

SN – Eso es cierto, el amor por lo que uno hace es lo más importante.

EC – Hablando de la trayectoria de Sara, uno de los momentos culminantes de su carrera ocurrió en 1986, cuando el director del Ballet de Santiago, Ivan Nagy, la declaró Primera Bailarina Estrella, título que hasta entonces habían merecido Margot Fonteyn, Alicia Alonso y Natalia Makarova. ¿Qué pasó? ¿Cuál de las interpretaciones tuyas generó semejante destaque?

SN – Ivan quiso darme un premio. No sé si fue en el 86 o en el 85 que me nombró, fue a la vuelta de la gira que hicimos a Nueva York. Todo el peso caía sobre mí, yo iba de titular a bailar el ballet de Rosalinda, […] y una cantidad de cosas, y no tenía suplente…

EC – ¿Sin suplente operaban?

SN – Sin suplente. Si a mí me pasaba algo se tenía que suspender. Fue un momento de mucho nerviosismo, también era la primera vez que Ivan iba a mostrar su compañía, porque hacía poco que había dejado de bailar. La Makarova iba a ir como madrina a presentar las obras nuestras… Y todo salió de maravilla, entonces cuando volvimos, con esa alegría que tenía, no encontró otra cosa mejor que nombrarme, como premio, Primera Bailarina Estrella, que en ese momento para mí era un peso enorme.

EC – ¿Cómo se resuelve que alguien es Primera Bailarina Estrella?

SN – Lo resuelve el director de la compañía en ese momento, me imagino que también con los directivos del teatro, pero la decisión es del director artístico.

RC – Hay un antecedente que no puedo obviar. Tú decías que la madrina del evento fue Natalia Makarova, ya por entonces Primera Bailarina Estrella, y yo sé que tuvo para contigo un gesto que demuestra que ella ya te consideraba una bailarina estrella. Contalo.

SN – Primero, nos llevó a su casa a los principales. Ella misma, según dijo, había cocinado y todo lo demás. De sorpresa me tenía un baúl –porque calzábamos lo mismo– con una cantidad de zapatillas de punta, y me dijo: “Mira, yo ya no voy a bailar más”, y me regaló todas las zapatillas de punta que le habían quedado.

EC – Simbólicamente fue como que te pasaba la posta.

SN – Sí, para mí fue increíble, además era la misma marca de zapatillas. Fue increíble ese gesto de ella, porque se las podría haber dado a cualquier otra persona.

RC – Admitamos que era una diva de las de verdad, tú no quieres posar de tal, pero ella lo es, hasta el día de hoy. O sea que no habría hecho ese gesto de no haber sido auténticamente un reconocimiento de tu calidad artística. Sí, Sara, admitámoslo. Porque además antes lo había tenido Alicia Alonso, la otra bailarina estrella. No sé si tuviste alguna vez un encuentro con Margot; tengo entendido que fue invitada a Chile y no llegó.

SN – No, la vi bailar, pero ya ella estaba mayor y no tuvimos contacto. La vi bailar por los 70, que fue cuando vino, creo que vino en el 73 la última vez, por ahí.

EC – ¿Cómo fue la sensación en aquel momento, eso de pasar a formar parte de un grupo muy chico de las mejores bailarinas del mundo? ¿Cuántas tuvieron esa distinción? ¿Cuatro o cinco?

RC – Cuatro en ese momento.

SN – Para mí era ridículo. (Se ríen.) Ahora se estila más, se empezó a usar más lo de primer bailarín estrella, en Santiago hay varios ahora, pero en ese momento eran las grandes, las grandes grandes de verdad, mundialmente reconocidas. Para mí por un lado era un peso, porque la gente te ve de otra manera, y tú también como ejemplo tienes que comportarte de otra manera, tienes que ser mucho más perfeccionista. Pero por otro lado decía “es ridículo, ¡esta locura de Ivan!”, entonces cargaba ahí con el título, me daba un poco de vergüenza cada vez que me presentaba como Primera Bailarina Estrella. Ahora ya no me parece tan grave porque hay muchos, comparto ese título con otros.

EC – Para completar esta presentación, ¿quién era Ivan Nagy y qué hizo con el Ballet de Santiago? En alguna charla anterior que tuvimos aparecía un paralelismo con la obra de Julio Bocca ahora en el Ballet Nacional del Sodre.

SN – Exacto. Ivan Nagy llegó a la compañía y en cinco años hizo un cambio radical.

EC – Era un bailarín de origen húngaro.

SN – Era un bailarín húngaro que bailaba en el American Ballet, también un bailarín principal maravilloso. Se retiró a los 36 años, y entonces, no sé cómo, cayó en Santiago y aceptó la dirección del Ballet, y también, cambió más de la mitad de la compañía, llamó a concurso, a los que ya estaban grandes los hizo dejar de bailar o los puso en otra cosa. También fue un problema, hubo mucha polémica por eso, a nadie le gusta que le digan “terminó tu carrera”. Pero fue un cambio positivo, en ese momento fueron una cantidad de bailarines; yo ya estaba allá.

RC – Tú habías sido invitada antes para hacer un Giselle, justamente.

SN – Exacto, ya hacía casi un año y medio que estaba allá. Él llamó a un concurso, de acá fueron 12, 14 bailarines recién salidos de la escuela y los tomó a todos. Era una compañía muy joven –también había argentinos– y él tenía muchísimos contactos –igual que Julio–, entonces traía gente también de Estados Unidos, de Europa, bailarines de todos lados, y el nivel de la compañía subió muchísimo. Fue algo como lo que está pasando acá, empezó a traer muchos títulos por año, la temporada se alargó, hacíamos muchísimos espectáculos cada temporada y todos los años traía dos estrenos de ballets grandes, algo que nunca había pasado tanto. El ballet / se hizo muy popular, porque todos los estrenos se pasaban en directo por el canal 13 de allá –antes no había cable–, entonces todo Chile los veía, porque se anunciaban mucho. Nos hicimos muy populares, entonces el público empezó a volcarse, se hacía mucha difusión. La misma situación que están viviendo ustedes ahora acá.

***

EC – Sara Nieto se retira de los escenarios en 1996, hace ya bastante tiempo, pero culminando una carrera que a su vez había sido muy larga…

SN – … larguísima.

EC – Y llena de éxitos. ¿Qué pasó a partir de ese momento contigo?

SN – Yo tenía 48 años cuando dejé de bailar, ya estaba bien crecida. Desde que empezás sabés que es una carrera corta, y después de los 40 te empezás a cuestionar: “¿será este el último…?”. Pero siempre tenés cosas interesantes el año siguiente y decís “me quedo un añito más”, al año siguiente vienen giras… La verdad es que yo me sentía muy bien, depende de cada bailarín, a mí me respondían bien las piernas y me sentía bien, entonces no tenía mucho apuro por dejar de bailar. Pero te vas preparando mentalmente. Yo sabía lo que quería: cuando dejara de bailar quería tener la posibilidad de pasar los conocimientos a otras personas, que es lo que me encanta ahora. Entonces estudié para enseñar, para la escuela, para bailarines, muchas metodologías diferentes, a ver cuál era la más conveniente para los chilenos. Dejé de bailar en diciembre y ya en marzo abrí mi escuela. No tuve tiempo ni de arrepentirme ni tampoco de extrañar mucho.

EC – La decisión no tuvo dudas en cuanto a quedarte en Chile, en Santiago.

SN – Claro, pero eso no fue tanto por el ballet sino por mi familia. Yo me fui de acá con mis hijos chiquititos, tenían 4 y 6 años. Ellos hicieron toda su vida allá, mi hija se casó, tengo dos nietas maravillosas de 15 y 12 años. No puedo abandonar todo eso, es imposible. Además en Chile también pusimos negocios, unas tiendas donde se vende todo lo que sea de ballet, gimnasia, deporte, y nos va muy bien. Entonces lamentablemente echamos raíces. El sueño nuestro cuando éramos jóvenes con mi marido era jubilarnos y venirnos a vivir la vejez en Montevideo, pero se hizo imposible.

EC – De todos modos, los contactos con Montevideo son frecuentes. Lo de las últimas semanas es uno de los ejemplos más desafiantes, más estimulantes, más emotivos, me imagino.

SN – Emotivo, estimulante… Volver al país siempre es gratificante. De todas maneras siempre pasamos un mes y medio, dos meses de vacaciones acá, eso es infaltable. Es un orgullo poder trabajar en mi país, una satisfacción enorme.

***

RC – Esta es una segunda reposición de Sara, también se hizo en el 2010, con esa reposición se inauguró la era Bocca.

EC – ¿Qué quiere decir “reposición” en ballet?

RC – Es una coreografía que el coreógrafo toma de la original –en este caso dos originales– y le agrega elementos de su propio cuño. Siempre hay una adaptación.

EC – Es una coreografía “inspirada en”.

RC – Inspirada no, tiene mucho de la original.

SN – Claro. Estos clásicos para mí son intocables, son perfectos. Por lo menos la parte de los principales no la podés tocar, porque coreográfica y emocionalmente es perfecta con la música. Creo que nunca que nadie que haga Giselle tradicional la va a cambiar. Un repositor puede trabajar sobre la compañía, no solo en la parte coreográfica, sino en la parte del sentimiento, la actuación, el movimiento. Yo trabajé sobre todo en eso.

RC – Además hay un trabajo de la repositora que tiene que ver con el estilo en el cual se […]. La escena que se llama –mal llamada a mi gusto– “Locura de Giselle”…

SN – … que no es locura…

RC – … que no debe ser locura, depende muchísimo de cómo se encare. Hay una mano de Sara evidente, porque así la bailaste tú también.

SN – Claro. Además es muy importante también enseñar los diálogos, lo que tú querés que diga. Porque mucha gente imagina la locura de Giselle de otra manera o piensa diferente, entonces para mí es muy importante que la Giselle sepa lo que está pensando exactamente para poder trasmitirlo.

EC – En el año 2010 tuviste a tu cargo la reposición de Giselle con la que se inauguró la era Julio Bocca en el Ballet Nacional del Sodre. Pasaron cinco años, has vuelto a trabajar con ese equipo. ¿Qué destacarías? ¿Qué evolución has visto?

SN – Es otro equipo, es otro teatro, aunque el teatro físicamente es el mismo. Pero el funcionamiento del teatro, todo lo que son técnicos, bailarines ni que hablar, me encontré con una compañía joven, maravillosa, con muchos más bailarines que en el año 2010, y todos talentosos, todos jóvenes, tanto hombres como mujeres. Te dan ganas de hacer más, habría hecho tres Giselles juntas, porque te dan ganas de que todos se luzcan.

RC – ¡Hay cinco repartos!

SN – Ya es bastante. Lo que pasa es que tiene muchas funciones.

EC – Cinco repartos…

RC – Quiere decir que para los papeles protagónicos, fundamentales, hay cinco parejas.

SN – Que a la vez se van rotando, porque esa misma protagónica –las mujeres por lo menos– también baila de solista en otras funciones o de cuerpo de baile. Se rotan todo el tiempo cuerpo de baile, solistas, principales. Fue un placer trabajar con esta compañía, fue un gusto enorme.

RC – Los papeles protagónicos tanto de Giselle como de Albrecht tienen una exigencia no solamente técnica, sino de expresión y actoral. ¿Qué condiciones le exiges a ese papel femenino de Giselle?

SN – Tiene que tener mucha sensibilidad, en el primer acto tiene que ser una actriz, cien por ciento actriz, además de las dificultades técnicas. Y después pasar al segundo acto a ser un personaje irreal, que está todo el tiempo en el aire.

EC – El segundo acto es el acto en el que Giselle está muerta, es un espíritu.

SN – Es un espíritu, una willi. Entonces por más que tú seas liviana, el primer acto tiene que ser algo mucho más terrenal, a pesar de que una baile liviano se tiene que ver como una campesina, más pesada, más inocente. En el segundo acto cambia totalmente, la técnica cambia también, todos los movimientos son como si estuvieras debajo del agua, lentos, ligados, y tenés que dar toda la expresión con el cuerpo, se supone que ahí la cara no se mueve mucho porque sos espíritu. Entonces para una bailarina es completamente diferente el primer acto del segundo. Por eso dicen que es la prueba de fuego para una bailarina que haga Giselle, que se consagra.

RC – Y también, en la evolución de la coreografía, el papel de Albrecht baila mucho más de lo que se puede pensar que bailaba originalmente. ¿Hoy también tenés esa condición? ¿Qué les pedís a estos cinco jóvenes que están haciendo Albrecht?

SN – Me quedé muy sorprendida, porque son jóvenes jóvenes, de 19 años, y me encontré con artistas innatos, creativos. No les tuve que exigir demasiado porque ya lo tenían dentro. Albrecht también, sin pasarse –porque si tú exagerás mucho en las expresiones es hasta ridículo–, tiene que hacer llegar al público sus sentimientos.

RC – Hablaste de una gran preparación, de que el cuerpo de baile tiene una gran preparación técnica. Yo creo lo mismo, pero me parece que en general en el mundo la danza ha evolucionado de forma que hoy entra al cuerpo de baile gente con una preparación técnica que de pronto antes tenía un primer bailarín. ¿Cómo hacés entonces para descubrir en esa paridad el que tiene algo más? ¿Qué tiene de algo más para diferenciarlo?

SN – Es muy fácil. Por lo general estamos tan acostumbrados a ver que nos damos cuenta enseguida de quién tiene algo más, quién tiene algo interior que te contagia, que llega al público, porque eso se ve en el día a día también. La técnica cambió muchísimo, los hombres vuelan por el aire y giran también, las mujeres tienen unas piernas maravillosas, desarrolladas de otra manera.

EC – ¿Eso por qué? ¿Cómo se dio?

SN – Fue avanzando, la técnica fue pidiendo cada vez más, exigiendo cada vez más. En las grandes escuelas tienen la oportunidad de elegir los cuerpos perfectos, las piernas perfectas, los pies, todo. Entonces ves bailarinas increíbles. Antes nadie se fijaba de pronto si el pie era más bonito, menos bonito, era más que nada destacar la parte artística. Yo encuentro que ahora se perdió un poco lo de la parte artística, porque todos los bailarines profesionales que salen de las grandes escuelas son iguales. Son todos maravillosos, todos pueden saltar, todos pueden girar, todos pueden hacer todo.

EC – ¿Entonces?

SN – La parte artística está faltando. Están tan preocupados por conseguir más cosas, por conseguir más técnica que falta mucho el trabajo de la parte artística.

EC – ¿Qué es la arte artística?

SN – Saber interpretar un rol con convicción. Porque todos pueden interpretar cualquier cosa copiando o aprendiendo, pero cuando tú lo hacés con convicción y realmente de una manera natural es cuando llegás al público y la gente queda maravillada, y tal vez no giraste tanto o no saltaste tanto. La prueba está en que casi todos los bailarines principales que se están destacando en Europa son latinos. Creo que los latinos tenemos algo especial, porque en todas partes hay bailarines estrella latinos, en Londres, en Francia.

RC – ¿Tendrá que ver con el temperamento o con la escuela que aquí se está preparando?

SN – Las dos cosas, porque primero tenés que ser una estrella en lo que se refiere a técnica, y después tenés que tener ese plus que es de alma, con eso se nace, si no lo tenés no lo podés conseguir.

RC – Justamente, ¿cuánto hay de talento natural, cuánto hay de trabajo, de esfuerzo, y cuánto hay del maestro que hayas tenido?

SN – El esfuerzo cuenta mucho, por supuesto, el tesón, el esfuerzo. Pero lo otro no se aprende, no se compra.

RC – Viene.

SN – Con eso se nace, yo soy de esa idea, ya lo notás en una niña chiquitita, te llama la atención por algo.

RC – ¿Cómo llegan las niñas chiquititas a tu academia hoy?

SN – ¡Divinas!

EC – Niñas chiquititas… ¿cuál es la edad?, ¿3 años?

SN – Son 3 años, yo empecé a los 3, entonces tomo niñas de 3 y son increíbles.

RC – Pero no bailan con el rigor de la disciplina hasta los 8.

SN – No, por supuesto. Es una introducción a la danza, más que nada por la parte de movimiento, musical, estiramientos y ya de disciplina, que es lo más importante.

EC – Habábamos de los solistas, pero también conviene mirar al equipo, al grupo, al cuerpo de baile.

RC – Sí, porque evidentemente una de las cosas que más llaman la atención en esta producción de Giselle es el desempeño en los dos actos. ¿Qué encontraste en esa materia? Recuerdo que en la primera reposición el cuerpo de las willis no llegaba más allá de 15, 12.

EC – Aclaremos quiénes son las willis.

RC – Son los espíritus de las novias engañadas antes de su casamiento, que se mueren y se convierten en unos seres malos, vengativos, hieráticos, pero espíritus al fin, que durante la noche de luna salen y luego desaparecen.

EC – Eso le da a todo el segundo acto un toque sublime desde el punto de vista plástico, estético, porque está todo ese conjunto de bailarinas, todas vestidas de blanco…

SN – … todas igualitas, igualitas…

EC – … igualitas en altura, además, salvo quienes encabezan el grupo…

SN – Uno trata de emparejarlas para que no se note si hay alguna más alta.

EC – … vestidas de blanco, en varios momentos de blanco, en ese fondo más bien oscuro. ¡Y además son una cantidad!

RC – A eso me refería, no fue la misma cantidad que lograste en la primera puesta.

SN – No, en la primera puesta yo quería 24, pero Julio me dijo: “Si ponemos 24 no puede bailar ni la principal”. No había más, y tampoco había reemplazo.

EC – ¿Esta vez son…?

SN – Esta vez son 24. Lo primero que me dijo Julio esta vez cuando me llamó fue: “Te puse a todos en el primer acto y 24 bailarinas”. Que además son 24 chicas del grupo, del conjunto, y después están las dos solistas, más […] 25, aquello es un batallón.

EC – Y por supuesto que una de las expectativas y una de las gracias está en la sincronización.

SN – Giselle para mí es el ballet más difícil para un cuerpo de baile. Ustedes habrán visto La bayadera, que se hizo acá, que también es hermoso, pero la música es mucho más precisa y es mucho más duro, son más exactos los movimientos. Acá tiene que ser perfecto, iguales y suave.

EC – ¿Y cuál es tu evaluación?

SN – Maravilloso, perfecto.

EC – Hay momentos en que el público estalla en aplausos…

SN – Se lo merecen, porque es un trabajo muy difícil. Te diría que es mucho más difícil lograr un resultado óptimo como cuerpo de baile que como solista o principal.

EC – Te preguntaba cuál era tu evaluación, porque capaz que en el público, hoy por suerte un público muy extendido, no el público necesariamente de los fanáticos y especialistas, la reacción venía por el lado de que lo sorprendió algo ante lo cual alguien como tú dice “bueno, sí, estaba bastante bien”. No es el caso, no estaba “bastante bien”, estuvo muy bien.

SN – No es el caso, estuvo maravilloso, maravilloso. A mí me dejó sorprendida, pude ver siempre el segundo acto desde la platea –me cambio ligerito–, y la verdad es que me han sorprendido las chicas. En los ensayos siempre encontrás defectos, que una está fuera de fila, que la otra no sé qué, pero llega la función y son maravillosas.

EC – Tengo acá un mensaje de un oyente que dice: “Felicitaciones a Sara por su papel de madre de Giselle. La vi ayer y estaba esperando que al final saliera a saludar, y sin embargo cuando cae el telón ella no está entre quienes reciben los aplausos”. A mí me pasó lo mismo el sábado, tanto es así que le pregunté a Rosario qué había ocurrido, si había habido algún imprevisto, por qué Sara Nieto no saludaba.

SN – Se estila saludar solo en el estreno. Además no sé si es por mi timidez, pero no soy muy fanática de salir a saludar. En general el coreógrafo o el repositor sale solamente el día del estreno.

EC – Pero en este caso…

SN – Mmm… ya me aplaudieron antes de empezar.

EC – … en este caso además estaba tu participación en ese papel en el escenario.

RC – Acaba de decírtelo, se cambia y pasa a ser, una vez más, la repositora.

EC – Sí, ya vi, no quiere saludar. Pero el aplauso quizás correspondía teniendo en cuenta tu trayectoria, y teniendo en cuenta ese papel que es más simbólico que otra cosa, no es un papel en que se baile mucho, prácticamente nada.

SN – No, no. Lo que pasa es que Julio está invitando, por el festejo de los 80 años, a antiguos bailarines.

RC – […], que hace los papeles de mínimo.

SN – Exacto. Ahora va a actuar Alejandro Godoy en Romeo y Julieta. Entonces me dijo “tenés que hacer la madre”, ni siquiera me preguntó.

RC – Era el único papel que no habías hecho en Giselle.

SN – El único que me faltaba. Creo que no hay muchas bailarinas que hayan tenido la posibilidad de hacer desde el cuerpo de baile… pasé por todos, era el que me faltaba.

EC – Después de estas cuatro funciones en las que estuviste en el papel de la madre de Giselle, el ciclo continúa con otras bailarinas en tu lugar.

SN – Sí, lamentablemente me tengo que ir.

EC – ¿Qué te espera en Santiago?

SN – En Santiago también tengo mucho trabajo. Aparte de la escuela, tengo una compañía profesional, que no se compara con la de acá, pero es gente muy buena, somos 28, 30 bailarines. Hago dos o tres espectáculos por año, y ahora estoy preparando Cenicienta y estoy muy atrasada.

EC – Hay que trabajar duro.

SN – Sí.

EC – ¡Felicitaciones y suerte en esa nueva etapa!

***

Transcripción: María Lila Ltaif

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