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Entrevista central, miércoles 25 de octubre: Luis Hierro López

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EC —Menciona eso, menciona en particular el aumento del gasto en el primer presupuesto atándolo de alguna manera con la crisis que después vendría, la crisis del 2002?

LHL —Veníamos arrastrando un déficit fiscal que no era muy grande, menor que el que tiene el país hoy, aclaro, ero que era importante. Y no hubo oportunidad… por eso yo digo hoy con aquella lección: las reformas que los países tienen que hacer las tienen que hacer a tiempo, no es posible postergar las reformas porque luego alguien paga esa postergación. Entonces si el gobierno del año 2000 hubiera hecho… no un ajuste fiscal, que hubo que hacerlo después, con la crisis, pero quizás la crisis igual iba a venir, porque vino de afuera, quizás iba a castigar menos si el país hubiera estado más ligero. Lo que no es culpa de Jorge Batlle ni del batllismo ni del PC. El Estado en Uruguay era grande en el año 2000, es grandísimo en el año 2017, y hasta que los uruguayos no nos demos cuenta de que tenemos que reformar esa pesada carga no estaremos en condiciones de hacer otras reformas sociales, culturales, intelectuales, educativas, que son imprescindibles en la vida del país.

EC —Dice uno de nuestros oyentes: “Todos hablan de Batlle y su éxito, el logro, en la salida de la crisis del 2002, pero nadie habla de su responsabilidad como presidente en los dos años previos a la crisis”. El oyente probablemente aluda a una crítica que se le ha hecho al gobierno de Batlle, a su comienzo, en cuanto a tolerancia con el sistema bancario y en particular con algunas instituciones que fueron las que después precipitaron esa crisis. Porque la crisis de 2002 tuvo dos partes, lo fiscal por un lado y el sistema financiero a su vez golpeado por la crisis argentina.

LHL —Sí, contesto su pregunta enseguida, pero primero voy a decirle al oyente: todo el mundo habla ahora de que hemos salido de la crisis gracias a Jorge Batlle, en aquel momento la crítica hacia Jorge Batlle era muy dura, recordémoslo, hasta se pedía su renuncia y su sustitución. Pasados los años, hoy la gente dice caramba, salimos gracias a Jorge Batlle, cosa que creo que es cierta y es justa.

Voy al tema de los bancos. Jorge Batlle estaba preocupado por los bancos y los controlaba, lo que ocurrió fue que hubo una sucesión de hechos incontrolables, incluso maniobras delictivas. Cuando se dice “más control del Banco Central”; el Banco Central controla lo que se puede controlar, que es lo legal. Es la misma explicación que dio el presidente del Banco Central ahora con motivo del cambio en Maldonado, había maniobras que no se podía controlar porque eran ilícitas, el Banco central controla la licitud de las maniobras. Recordemos que hubo, lamentablemente en ese período, dos estafas…

EC —La del Banco Comercial con los Rohm, la del Banco Montevideo-Caja Obrera con los Peirano.

LHL —Exacto,, que provocaron un quiebre del sistema y de la confianza. No hay Estado que pueda cuando se provoca esa situación, esto es un dato diría mundial. Cuando hay banqueros que estafan o que hacen gestiones ilícitas, el Estado no lo puede controlar.

EC —A usted le tocó enfrentar junto al doctor Batlle esa crisis, la del año 2002. Y el año pasado, en el discurso que realizó en el cementerio el día del sepelio, usted dijo que fue “testigo del coraje sereno” de Batlle en esos días. ¿Qué tiene presente hoy de aquella convivencia?

LHL —Él tenía una especie de obstinación patriótica de que íbamos a salir. En los momentos más difíciles, aun cuando cada tanto explotaba y decía que tenía que renunciar y que no sé qué, todos quienes estábamos cerca de él sabíamos que no, que él no renunciaba, porque hay una vieja ley de que los presidentes se van el 1.º de marzo cuando terminan su mandato o, decía Luis Batlle, con los pies para adelante. No hay otra forma de que un presidente renuncie.

EC —Estaba de por medio presiones de organismos internacionales, en particular del Fondo Monetario, para que de aquel feriado bancario se saliera con un corralito al estilo argentino, que ya sabíamos lo que dolía.

LHL —Y con un default, un no pago de la deuda que habría significado que Uruguay atravesara 15 años después el calvario de Argentina para conseguir plata mucho más cara y con muchas dificultades. Jorge tuvo esa obstinación. Yo lo que sentía cuando hablaba con él, que en ese momento hablaba dos veces por día, tres veces por día, era que él estaba seguro de que íbamos a salir. Aun en el peor momento, que uno decía ¿dónde está la salida?, había una obstinación del presidente que decía “tranquilos, que vamos a salir”. Y lo logró, tuvimos el respaldo internacional de Estados Unidos, hubo, más allá de algunas críticas, comprensión del sistema político, hubo comprensión de los sindicatos, en el caso de AEBU quizás su interés sectorial de mantener los puestos de trabajo, etcétera, coincidía con el interés nacional, pero hubo comprensión de los sindicatos, no hubo acá, excepto aquellos asaltos a supermercados, que fueron incidentes casuales o muy concretos, no hubo desesperación en la gente. Yo creo que eso es el Uruguay.

EC —El mayor logro político de Jorge Batlle en aquel período y en medio de esa crisis fue haber entregado el país en paz institucional? Usted ha hablado de eso.

LHL —Sin duda, en paz institucional. En ese momento en términos minoritarios, pero el Partido Comunista reclamaba una elección nacional adelantada, lo que no existe en Uruguay, era una especie de golpe de Estado. Y había gente del otro lado del espectro político que quería sustituirlo a Jorge Batlle por mí. La maniobra me implicaba, que el de mayo le pedí a El País que me hiciera un reportaje en el que dije eso, que el presidente seguía el último día del mandato, para desalentar cualquier expectativa.

EC —Se ha discutido mucho a propósito de esas gestiones que hubo. Pero algunos de los que participaron en ellas, porque volvió a escribirse sobre ellas el año pasado en un libro sobre Jorge Batlle, han aclarado que eran inquietudes personales, que no podía pensarse que hubiera un complot gestándose, un movimiento para que Batlle renunciara. Eran inquietudes de algunos economistas, ,gente vinculada a los negocios, pero nada más que eso.

LHL —No tenían ningún respaldo político partidario gremial, ni que pensar militar, no tenían respaldo más que el de sus propias opiniones personales. Por eso creo que fue un episodio aislado.

EC —Pero en definitiva, ¿estuvieron en riesgo las instituciones en aquellos días?

LHL —No, no, creo que no, porque había unidad política y había paz general social, no había motivos. Y había un presidente al mando, cuando los presidentes están al mando los golpes de Estado o las situaciones de esa índole son o la sustitución de eso son imposibles. De ahí que yo creo que la transición fue uy buena y el hecho de que el Uruguay al poco tiempo tuviera… claro, con una economía muy deprimida como tuvimos una crisis seria, pero luego la economía saltó como un resorte y el crecimiento del PBI en el año 2004 fue el más grande de la historia, un crecimiento del 12 %. Y con una inversión, la original inversión de Botnia, que luego fue UPM, que era la más grande en ese momento, daba cuenta de la confianza que el pequeño Uruguay tenía. Hoy se estudia la salida financiera del Uruguay, la reconversión de la deuda, etcétera, en universidades europeas y de Estados Unidos como un modelo de salida. Eso lo hizo un equipo de gente, Jorge Batlle, Atchugarry, sin duda, Lito Alfie y la gente que estaba en Estados Unidos, Davrieux, etcétera, que han dado una contribución absolutamente formidable al país, porque salimos con el menor costo posible. Costos hubo, hubo desocupación, hubo gente que perdió sus bienes, hubo desempleo, una serie de cuestiones uy graves, pero la recuperación también fue muy importante y muy fuerte y muy rápida y la reparación por lo tanto fue. Entonces creo que quienes dicen caramba, Jorge nos salvó y nos guio en la salida, tienen razón, es cierto eso.

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EC —De los últimos años, después ya de la presidencia de Jorge Batlle, ahora, antes de su fallecimiento, ¿cuántas veces charló con él?, ¿cuál es la última ocasión que tiene en la memoria?

LHL —Muchas veces porque él estaba muy charlatán últimamente. Estaba muy divertido en sus cuentos y llamaba por teléfono a todo el mundo y con una gran actividad intelectual. Yo le había pedido a Jorge que nos contara lo que luego vino apareciendo en el libro este justamente, El profeta liberal, que fue su vínculo con los economistas liberales que le provocaron esas ideas de reforma del Estado. Y él no quería, me dijo “yo no quiero hablar del pasado”. Ayer Pepe Amorín en el cementerio recordaba una cosa muy buena, y es que un periodista andaba tras las memorias de Jorge Batlle y Jorge Batlle dijo “che, hablar una hora del pasado no, yo quiero hablar del porvenir”. Y a mí cuando le dije “che, Jorge, te quiero hacer ese reportaje”, al final me dijo “sí, a vos te lo doy el reportaje, pero irá que vamos a hablar de otros temas”. Tenía obsesión por el porvenir. El último día que estuve físicamente con él fue en el casamiento de un amigo y estaba a las dos y pico de la mañana, le digo “che, Jorge, andá a descansar, andate”. Y dice “no, no, me quedo”, me estaba hablando del puerto de Montevideo y como unos ingenieros alemanes habían logrado hacer los canales en el puerto de Montevideo en 1890. Pero de ahí me saltó a cómo tenía que ser el puerto en el futuro y qué obras había que hacer en el futuro. A los 88 años, el hombre se fue en ómnibus a Tacuarembó para hablarles a nos jóvenes y hablar de la libertad y de su partido, cayó con las botas puestas como se dice habitualmente y estaba hablando del futuro del puerto de Montevideo. Eso era Jorge Batlle, era un militante de las ideas, del porvenir, de la libertad, de la alegría de vivir, del contagio, de que vale la vida vivir si uno tiene una causa. Y esa es una lección formidable para los muchachos jóvenes, a veces descreídos, pero que encuentran en él un gran valor republicano al que da gusto seguir.

Video de la entrevista

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Transcripción: María Lila Ltaif

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