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Entrevista central, jueves 21 de enero: Martín Espósito

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Entrevista con Martín Espósito, coordinador general de Tagma y del proyecto Una Escuela Sustentable.

EN PERSPECTIVA
Jueves 21.01.2016, hora 8.20

ROMINA ANDRIOLI (RA) —En los últimos años las escuelas de todo el país han incentivado fuertemente la conciencia medioambiental en los niños. Por ejemplo, impulsando la creación de huertas orgánicas o fomentando el reciclaje. Sin embargo, los alumnos, los padres y la comunidad de una pequeña escuela rural de Canelones están a punto de dar un paso más todavía: construir su propia escuela sustentable.

El 1º de febrero se iniciará la construcción de la primera escuela sustentable de América Latina. Será en Jaureguiberry, una localidad ubicada en el rincón que forman el Río de la Plata y el arroyo Solís, justo en el límite con el departamento de Maldonado. Allí es donde el arquitecto estadounidense Michael Reynolds, junto con otros técnicos, profesionales y voluntarios, levantarán en un mes una edificación con materiales bastante poco convencionales: cubiertas de automóviles, botellas, latas, entre otros artículos.

Vamos a adelantarnos al inicio de las obras para conocer en qué consiste este proyecto.

Estamos en contacto con Martín Espósito, coordinador general de la organización Tagma y coordinador del proyecto Una Escuela Sustentable.

NICOLÁS BATALLA (NB) —Para fijar adecuadamente el tema, quizás convenga comentar qué es Tagma, la organización que está detrás del proyecto.

MARTÍN ESPÓSITO (ME) —Tagma es una organización sin fines de lucro que nació a partir del proyecto Una Escuela Sustentable. Esa fue la excusa para generarla. Ahora se está empezando a formalizar, a organizar y está creciendo bastante, pero siempre a partir de este proyecto puntual que es el comienzo de todo y vinculada con él.

RA —Surgió con la idea de la escuela. ¿Quiénes la integran?

ME —Somos varios, pero hay un grupo que viene llevando el proyecto desde el inicio, que son Victoria Gómez, Camilo Valverde, Joaquín de la Sovera, Federico Palermo y Lucía Cardozo. Ese es el equipo que viene llevando el proyecto desde hace entre cuatro y tres años, depende de cada caso.

RA —¿Cómo surgió? ¿Son un grupo de amigos? ¿Cómo se vincularon?

ME —Esto empezó a partir de conocer a Michael Reynolds. Lo conocimos a través del documental El guerrero de la basura [Garbage Warrior, dir. Oliver Hodge, 2007] que se hizo sobre él hace unos 10 años. Un director de cine lo persiguió durante cuatro años alrededor del mundo y también mientras luchaba por regularizar su sistema constructivo en EEUU, cuando le quitaron la licencia de arquitecto, se la devolvieron… Este director lo siguió en todo ese periplo y sacó ese documental que expresa muy bien lo que ellos hacen, cuenta muy bien el método constructivo que hace 45 años que desarrollan en el desierto de EEUU.

Ese es el comienzo. Luego vinculamos esa técnica y esa mecánica de construcción con los problemas de infraestructura y de gestión que veíamos en la educación pública, particularmente en las escuelas rurales. Era un tema que estaba bastante en las noticias, a principio de año siempre se habla mucho. Este método parecía ser una solución al problema, o al menos un intento de mostrar un camino diferente. A partir de ahí empezó el proyecto.

NB —¿Qué vieron en el documental de Reynolds que los impulsó a generar esta idea acá en Uruguay?

ME —El documental muestra primero que nada el sistema constructivo. Ellos utilizan materiales de residuo, y es una manera de resignificar el residuo, de no pensar en un neumático como un desecho que después de un uso no sirve más, sino que a las cosas se les puede encontrar una utilidad después de la muerte que les damos. Ellos construyen con neumáticos, con botellas, con latas, con cartón… Son muy prácticos, usan también materiales convencionales, usan la tecnología. Y generan viviendas pensadas para cuidar de la persona, la familia o quien sea que viva ahí. Es proveerles los recursos que necesitan, y además de ser un espacio confortable, no perder el confort que necesitamos para vivir.

Además tienen una mecánica de trabajo muy interesante. Su grupo constructivo, conformado por sanitarios, especialistas en la parte eléctrica, en construcción, en carpintería, se divide en subgrupos que capacitan a voluntarios que participan en las obras en cada construcción. O sea que cada construcción es una instancia de capacitación, por eso también veíamos esto como una forma de traer un conocimiento que podía impulsar otros emprendimientos después para las personas que participaran, algo así como un efecto viral en el sentido positivo.

NB —Reynolds es todo un personaje. ¿Cómo lo describirías?

ME —Uno ve los primeros cinco minutos del documental y ya se da cuenta de que es un personaje. Es un tipo de 70 años que vive hace 45 en el desierto, un tipo muy particular, que sabe lo que quiere, que maneja la gente, que tiene muy buen sentido del humor, pero también es un coronel del ejército cuando quiere serlo; es la única manera de construir un edifico en 28 días con 100 personas que no se conocen y que no están 100 % capacitadas. Es un personaje muy particular, nosotros lo conocimos en mayo del año pasado cuando vino a Uruguay a presentar el proyecto con nosotros, que lo invitamos. En una semana nos movió un poquito el piso. Lo contactamos a partir del documental, pero no lo conocíamos, entonces fue también encontrarnos con la realidad. En febrero van a tener la chance de conocerlo.

Después del documental contactamos la organización de Reynolds, que se llama Earthship Biotecture.

NB —Eso no fue nada fácil, porque es convocado desde muchas partes del mundo.

ME —Sí, todos los días recibe muchas solicitudes, porque en cada parte del mundo hay gente a la que le pasa lo mismo que nos pasó a nosotros: ve el documental y al instante tiene la necesidad de saber cómo hacer para construir su propio earthship. Pero hay mucha gente que o no tiene terreno o no tiene el dinero o no tiene la posibilidad de hacerlo.

Después de un tiempo –dos o tres meses antes de que pudiéramos dialogar de verdad– nos dijeron cómo era el tema costos, cómo era la mecánica de trabajo, qué necesitábamos hacer, qué permisos teníamos que tener, es decir la parte estándar del trabajo de ellos. A partir de ahí nos armamos una carpetita y salimos a ver cuáles eran los caminos para lograrlo, sin saber bien a qué nos enfrentábamos. Pero todo surgió de la premisa qué bueno que estaría que esto que estamos viendo en este documental se transformara en una escuela pública y a partir de ahí pasaran cosas. Ese fue el inicio.

RA —¿Reynolds ya ha construido escuelas en otros países? ¿Qué tipo de edificaciones son las que construye con mayor frecuencia?

ME —Por lo general son construcciones privadas. Tienen dos áreas, una de construcción para privados, eso lo hacen en diferentes partes del mundo, y otra de proyectos humanitarios que se financian con el trabajo para privados. Por ejemplo después de un terremoto o de una catástrofe natural, a los seis meses aproximadamente, viajan al lugar y enseñan a construir edificaciones con los recursos que haya en el entorno para que a partir de ahí la gente pueda empezar a moverse. Siempre lo hacen seis meses después porque ese es el período que una comunidad que pasó por una catástrofe natural tan grande necesita para aceptar lo que pasó, deje de lamentar lo que se perdió y empiece a mirar hacia delante. El trabajo de ellos es superinteresante, tiene un lado humano también, no es solamente una constructora privada que viaja por el mundo construyendo.

NB —Independientemente de los materiales que se utilizan en estas construcciones, las obras que se instalan tienen detrás toda una carga ideológica. La idea no es solamente construir un edificio con determinados materiales que pueden ser más económicos o disponer de elementos que permitan generar energía propia y alimentos, sino que también se intenta educar a las comunidades a las que llegan. ¿De qué manera se hace esto? ¿Cuáles son los valores que intenta trasmitir este proyecto?

ME —Tratamos de trasmitir la reutilización y la sustentabilidad a la comunidad mediante talleres e intervenciones que venimos haciendo permanentemente desde hace dos años en Jaureguiberry. La sustentabilidad no es novedad hoy en día, la tecnología nos ha llevado a poder utilizar el agua de lluvia, filtrarla y utilizar la que queramos, a aprovechar la energía del sol para calefaccionar.

Pero también nos interesa el otro costado de la sustentabilidad, a nivel comunitario, que la gente de Jaureguiberry pueda apropiarse del edificio, usarlo hacia delante, entenderlo y después que ese edificio se convierta en un símbolo. Porque cuando uno pone tanto conocimiento y tanto detrás de las paredes eso sigue hacia delante, y si los niños, los padres y los vecinos lo entienden está todo cargado ahí también. Estamos acostumbrados a que las cosas sean de determinada manera, los adultos tenemos preconceptos bastante marcados de cómo tenemos que consumir y cómo tenemos que hacer las cosas, que una botella cuando ya no tiene agua dentro ya no sirve para nada. Si lo pensamos, esas cuestiones no tienen mucha lógica detrás.

Con estos niños que van a crecer en esa escuela y lo que se lleven a sus entornos vamos a tener la posibilidad de que esos conceptos empiecen a cambiar, porque nuestra generación tiene que sobrellevar esto, pero las generaciones nuevas van a poder generar cambios y vivir de otra manera. Ese es el foco de esto. Más allá de la infraestructura, que es una excusa, es muy llamativa y va a dar lugar a muchas cuestiones, está la parte de lo que se puede trasmitir a partir de simplemente un edificio.

RA —¿Por qué eligieron Jaureguiberry?

ME —No fue una elección nuestra, fue un accidente afortunado. Fuimos al Consejo de Educación Primaria cuando Héctor Florit todavía era director y le dijimos que queríamos donarles una escuela de esta manera. No teníamos muy claro cómo íbamos a conseguir la financiación, pero sí que queríamos hacerlo y teníamos un plan.

RA —¿Y qué te dijo Florit cuando fuiste con eso?

ME —[Se ríe.] Al principio nada. A todo el mundo le llama la atención, y en esa época, hace tres años, nosotros éramos básicamente un grupo de amigos.

NB —Pienso en qué pensó Florit cuando le mostraron el documental, cuando conoció a Michael Reynolds…

ME —No le mostramos el documental.

NB —Lo escondieron. Todavía no conocen a Michael Reynolds, lo van a conocer el 1º de febrero.

ME —Lo conoció cuando vino en mayo, pero en una primera reunión era mejor no presentar a este hippy de pelo largo. Tratamos de ser lo más concretos posible. Para nosotros era un tiro también, podíamos presentarles, contarles, pero después tenían que enganchar. Fuimos con las carpetitas con todo bien ordenado. Ahí logramos el interés y pudimos empezar a trabajar en demostrar que se podía hacer. Ese proceso de los últimos tres años.

NB —Es bastante curioso o en cierto modo paradójico que ustedes hayan logrado esto con la ANEP, cuando tanto se habla de la burocracia o la lentitud para tomar decisiones que hay en Uruguay y cuando los problemas que tuvo Michael Reynolds cuando empezó con sus ideas fueron precisamente burocráticos. Cuando le sacaron la licencia fue principalmente por problemas burocráticos. Entonces que esta idea de él se termine replicando en Uruguay tiene un componente paradójico.

ME —Sí, algunos caminos parecían un déjà vu de esas situaciones; la burocracia existe, no es ningún secreto. Estamos acostumbrados a quejarnos de la burocracia y quedar en eso, en la queja de la burocracia. Esto fue el intento de demostrar que hay que perseverar, no bajar los brazos para lograr las cosas, y que en todos los ámbitos hay personas que tienen ganas de sacar las cosas adelante. A veces lo que falta es capacidad de diálogo, a partir de ahí los caminos se encuentran siempre, las cosas están para hacer. A veces nos metemos en la idea de que las cosas no se pueden hacer, que los caminos son imposibles y las barreras y los muros, pero está en la gente y en la cooperación el lograr cosas.

RA —Cuando le presentaron la idea a la ANEP, ¿tuvieron que presentarle el diseño arquitectónico directamente? ¿La ANEP les exigió que la escuela tuviera algunas características en particular?

ME —El diseño arquitectónico que usa Reynolds no está muy alejado de lo que está regulado en Uruguay. Sí hay aspectos que tienen que cumplir las escuelas públicas, por ejemplo cantidad de metros cuadrados por niño, ventilación, cantidad de luz que entra al edificio, espacios de circulación, que teníamos que tomar en cuenta y de acuerdo con eso ajustamos los planos. Pero no hubo que hacer grandes modificaciones a los planos que presentamos inicialmente. Capaz que lo llamativo para los arquitectos era el uso de neumáticos, de residuos y la mecánica de trabajo. Es lo que todo el mundo quiere ver cómo va a funcionar porque es superllamativo, esas personas logran algo en muy poco tiempo y de una manera muy interesante.

Cuando presentamos el proyecto de donar esta escuela nos mandaron a Jaureguiberry, donde se necesitaba una escuela. Hacía 25 años se había hecho el primer pedido de una escuela, nos enteramos de eso cuando nos involucramos con la Liga de Fomento. Hace cinco años se consiguió, a partir del trabajo de algunos padres, una escuela, un edificio propio para Jaureguiberry. Es un edificio muy chico, los niños están bastante apretados, pero fue un logro de los padres y es una escuela comunitaria, con bastante participación en todo. Tuvimos mucha suerte de llegar a una comunidad que ya tenía una mecánica relacionada con esto y algunos padres y vecinos con muchas ganas de colaborar. Empezamos a trabajar con la Liga de Fomento, con la comisión de padres, con Jaure Ecológico, que es una organización de la zona, y después con un montón de vecinos que se interesaron en participar.

RA —Veamos algunas características básicas de la escuela: número de salones, cantidad de salones con calefacción, espacios de uso múltiple, biblioteca, gimnasio.

ME —Gimnasio no tiene todavía. Nosotros vamos a hacer el aulario de la escuela. Es una escuela rural, tiene tres salones, de 3 a 6 años, de 6 a 9 años y de 9 a 12 años. El edificio va a tener 270 m2: tres salones de 50 m2 cada uno, dos baterías de baños, un pasillo de distribución y un invernadero que recorre todo el edificio donde los niños van a participar en el armado de la huerta y todo lo demás.

Se utilizan 2.000 neumáticos para armar los muros del edificio. Se compactan con tierra y se cubren por debajo con cartón. Se generan muros de 90 cm, supersólidos, con tierra, que después llevan aislación y después pórtland, lo que hace que retengan el calor. Eso tiene el efecto de la […] térmica que hace que se regule la temperatura dentro del edifico. El edificio está enterrado por un terraplén que corre detrás, que tiene 10 tanques de 3.000 litros de agua, donde se acumula agua de lluvia, acumulan 30.000 litros de agua. Esa agua pasa por un proceso de filtrado, va a los baños y se puede usar para tomar o para lavarse las manos, para bañarse. Después pasa por la huerta, por un sistema de aguas [grises] se bombea a través de toda la huerta, y llega a los wáteres. De ahí va al saneamiento y termina en una especie de humedal donde […] las plantas.

NB —¿Cómo funciona el abastecimiento de agua y de energía?

ME —El abastecimiento de agua funciona exclusivamente con agua de lluvia, pero hay un pozo de apoyo por si hay un período de sequía largo. El agua se utiliza cuatro veces, lo que permite que se utilice el agua de lluvia; además hay una acumulación muy grande.

NB —Cuando Reynolds arrancó a hacer estos edificios, hace cuatro décadas, los hacía en lugares donde no había ningún tipo de infraestructura. Por eso eran construcciones autosustentables; el agua parte de ahí, la energía parte de ahí.

ME —Exacto, y lo siguen haciendo, porque ellos tienen su gran comunidad en Taos, Nuevo México, que es en pleno desierto. Ahí no entran servicios, no tienen agua corriente, no tienen cables que lleven la energía, no tienen nada. Están acostumbrados y todo está pensado para que las casas se autoabastezcan de todos los recursos que necesitan. Algo muy interesante es que estas casas se mantienen a una temperatura de entre 18 ºC y 25 ºC a lo largo del año. Ese era un aspecto muy importante, el no tener que preocuparse por la calefacción.

RA —Tenés solucionado ese tema.

ME —Está solucionado ese tema mediante el funcionamiento básico de la ventilación, la orientación del edificio y la captación de la energía solar a través de los muros y al estar enterrado en el terraplén. Todos esos elementos hacen que el edificio se mantenga dentro de esos márgenes de temperatura. Es algo interesante de aprender para después.

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