Renuncia de Adrián Peña: “El error es grave y lastima la confianza en el sistema político”, pero “la reacción de Peña fue correctísima”. Análisis de los politólogos Adolfo Garcé y Antonio Cardarello
Foto: Mauricio Zina/ adhocFOTOS
Con la decisión tomada pero a la espera de conversar con sus compañeros de sector, Adrián Peña llegó sobre las 15:30h al Parlamento directo de su casa en San Bautista, Canelones sin haber pasado por el Ministerio de Ambiente. Se trató de una señal que pudo haber pasado desapercibida pero que, en este caso, excedió lo simbólico. Más de tres horas después, tras haberse emocionado hasta las lágrimas dialogando con diputados y senadores de Ciudadanos, renunció por haber «mentido» durante algunos años con su título de Licenciado en Administración de Empresas. Un título que aún no consiguió ya que le falta un seminario de seis días para obtenerlo.
La decisión había comenzado a tomarla una vez que el semanario Búsqueda supo de la situación el miércoles pasado. Fue madurada a partir del jueves con la publicación de la nota y en los días siguientes en diferentes conversaciones con el presidente de la República, Luis Lacalle Pou.
Conversamos En Perspectiva con dos de los politólogos de nuestras mesas de Análisis Político, Adolfo «Fito» Garcé y Antonio Cardarello.
3 Comentarios
No soy politólogo ni pretendo hacer curadoría de las opiniones de ellos, mirando en perspectiva parece razonable establecer que en lo que va de este siglo, el entuerto Sendic de manera tácita se volvió punto de inflexión y termómetro ético para el resto ulterior; creo se debe señalar, invariablemente que todos los después afectados por cuestiones similares se quisieron distanciar de los puntos que alcanzó él y por los cuales, terminó frito, nadie quiere un fuego final.
La conferencia de prensa (sin preguntas) de Peña tuvo la renuncia y el pedido de disculpas (bien); entre las disculpas se encargó él de autojustificarse oblicuamente o no tanto, a modo de víctima -con tono de complaciente melodrama- de un error…y su esfuerzo y su gran pérdida (mal)
Pérdida es que un fulano renuncie a su trabajo sin paracaídas y salga urgido a buscar otro para parar la olla, lo demás es cotillón.
Desde la oposición, Cosse y Pereira salieron a bajar la pelota con clara intención de que este tipo de episodios, no repliquen la carnicería encarnizada que padeció el ex Vice, porque en algún momento hay que parar y aprender.
Desde el oficialismo no faltaron voces postulando épica (?) a la decisión del extinguido Ministro, lo cual no es más que ponerle chantilly al mondongo pues, no se lo come nadie; y tampoco faltó evidencia de que dentro del partido colorado, si algo no falta, son puñaladas traperas al medio del riñón.
Apunto lo dicho en ésta mini tertulia algo de apuro, el adjetivo usado para la renuncia fue «correctísimo»; creo yo que cuando hay opciones uno puede elegir o no la correcta, en ésta situación no había alternativa, ninguna otra opción (repito por las dudas, no pretendo hacer curadoría de los politólogos)
Peña como ministro fue designado por el presidente y pienso que su renuncia, más allá de lo que él diga y del pedestal moral al que se suba antes de tirarse, era inevitable. Al ser cargos de confianza política, basta con que quien lo designó le pierda confianza o simplemente considere que estropea la imagen del gobierno para que le pidan la renuncia. La confianza la entrega el presidente y la retira cuando quiere y por las razones que le parezcan convenientes.
Otra cosa muy diferente es el cargo parlamentario. Quienes ocupan cargos que basan su legitimidad en VOTOS, sólo se deberían ir obligados por las urnas. Tal vez deberían existir mecanismos de plebiscitos revocatorios, por ejemplo con mayorías especiales de la cámara, de su sector o una cantidad razonable de firmas del padrón electoral. Nadie en cambio puede decidir por los electores que cierto político traicionó la confianza de quiénes lo votaron.
Después está el tema de si él debe o no renunciar a la banca, que es una discusión de la ética privada de Peña. En mi opinión nos preguntamos eso por la misma razón por la ue los políticos se inventan títulos que no tienen. Los actuales políticos no entienden que nadie los vota por idoneidad técnica, no son tecnócratas sino electos por sus pares en virtud de cómo se lo ve ideológicamente situado. Incluso en las listas sábanas, la gente ni siquiera sabe mucho quiénes están ahí, apenas si conocen un par de nombres y sienten o creen que esa lista representa mejor su ideología y sus intereses. Nadie votó la lista de Peña en virtud de que él se autopercibió licenciado en administración de empresas. De hecho, quienes lo votaron, se hayan fijado o no en él, lo votaron para legislar y luego la necesidad de armar cuadros de gobierno lo pusieron en cualquier otro lado. Así que mirar mucho la sábana tampoco importa, porque mucha de esa gente va a terminar en cualquier otro sitio y no sabemos ni quiénes ni dónde. Sería bueno que los políticos entiendan que esos méritos inventados no los miramos a la hora de votar. Ponemos la «sábana de nombres» en la urna y nos encomendamos a que las señas ideológicas de esa lista más o menos los van a llevar a actuar como nos gustaría. Muchas veces nos hacen rabiar y despotricar, pero luego siempre terminamos votando lo que se nos parece más o, peor aún, lo que pensamos que es el mal menor. Ojalá dejen de mentirnos con méritos falsos porque no sirven más que para desprestigiarse y desprestigiar la política.
Peña cometió un error. Mintió sobre su titulo universitario. El periodismo expuso los hechos. Peña renunció. El sistema funciona. Igual deja un gusto amargo. Me da pena por el ahora ex ministro. Pero no niega todos los otros valores que posiblemente tiene. El propio Peña tendrá oportunidad de mostrarnos en el futuro, que tuvo un tropezón, pero que supo levantarse. La conlusión mas alla del caso, es que el Uruguay salió fortalecido de este incidente político.