Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti
Hace ya algunos años, tengo la impresión de que salir de Montevideo y regresar supone chocar con la realidad de una ciudad que se deteriora en materia ambiental. Visitar Europa y ver que en calles públicas aparecen huertas urbanas, o algunas capitales latinoamericanas que apuestan, como lo hizo alguna vez Montevideo y lo hacen algunas ciudades del interior, a las vías peatonales o las ciclovías como forma de armonizar la vida citadina, supone a la vez tomar conciencia de un contraste.
Un contraste que tiene su razón principal de ser no en la falta de planes de mejora de la ciudad, porque los hay, sino en el aspecto estético de nuestra capital que va de mal en peor: paredes pintadas una y otra vez, pegatinas, un tránsito cada vez más invivible de la mano de un sistema de transporte que va a menos y del furor por el cero kilómetro, y claro, el problema, principal a mi juicio, de la basura en las calles.
Es difícil encontrar una ciudad capital en América Latina más inevitablemente sucia que Montevideo. Quiero resaltar que no la catalogo como “la más sucia”. Digo “inevitablemente” sucia, y hay razones para establecer esta diferencia.
Hace algunos meses, el diario El País publicó un artículo sobre cómo Milán se convierte en una metrópoli desarrollada y Roma se vuelve una ciudad paria. El título, sugestivo, de la sección, era “Historias de dos ciudades”. En un pasaje de ese artículo encontré la frase de un filósofo italiano, Raffaele Simone, quien declaró a la revista francesa l’Expresso, que Roma se encuentra sumida en un “abandono vergonzoso e indigno”.
Guardé ese artículo, y en particular subrayé esa frase porque coincide con la sensación que muchos habitantes de Montevideo tienen de la ciudad en que viven. Son muchas las cartas y correos electrónicos que llegan a En Perspectiva sobre el sempiterno tema de la basura en Montevideo. Pueden encontrar algunos ejemplos en la web del programa.
Sin embargo, para el caso de Montevideo, tengo un matiz al comparar la situación con la denunciada para Roma. Si bien creo que la ciudad sufrió con dos intendencias que poco dejaron como resultado, la de Erlich y la de la Olivera, que pasaron sin pena ni gloria por 18 y Ejido, es claro que en el caso de la administración del ingeniero Martínez existe una preocupación por hincarle el diente al problema de la basura en las calles.
Lamentablemente, los resultados son difíciles de apreciar. Un recorrido aleatorio por la ciudad sigue mostrando el frustrante paisaje de contenedores desbordados, rodeados de bolsas y todo tipo de objetos, sin que se avizore una solución real y duradera.
¿Por qué es tan difícil solucionar un problema que en grandes ciudades del mundo no existe o está circunscrito a áreas muy específicas, con problemáticas particulares? ¿Es sólo responsabilidad del gobierno municipal?
Según la Intendencia, en Montevideo los hogares generan 1.200 toneladas de basura al día. Los datos de 201, indican que alrededor de 1,4 millones de personas viven en la capital del Uruguay. Eso supone casi un kilogramo de basura por habitante por día, primera cifra de la que deberíamos tomar conciencia para poder actuar: generar menos basura reduciría una de las raíces del problema.
En segundo lugar, según la Intendencia, un 30% de los residuos son reciclables. No logré sin embargo encontrar la cifra de cuánto es efectivamente reciclado, con lo cual de poco sirve lo anterior.
Ahora bien, en febrero de 2013, la Intendencia de Montevideo anunciaba que había recibido fondos del Banco Interamericano de Desarrollo que le permitían contratar por licitación un servicio de consultoría para “evaluar” y “reforzar” la recolección de residuos sólidos urbanos. A mí me gustaría saber si esa licitación por 220.000 dólares tuvo resultados tangibles porque la sensación, creo que compartida por los oyentes, es que el problema sigue tan presente como siempre.
Más allá de cualquier buena intención de las autoridades, y de aciertos y errores al llevar a cabo planes de mejoras, creo que una buena forma de interrogarse sobre la razón más importante del problema es mirar a las ciudades del interior del país. Es claro que están, todas, mucho más limpias que Montevideo. Y eso tiene una explicación: existe un sentido de comunidad arraigado, una noción de que el espacio público común pertenece a todos, que lleva a cuidarlo, cosa que claramente ha desaparecido de forma general en Montevideo.
La conjunción de factores lleva a un resultado catastrófico: la puerta de entrada al turismo, el principal destino de los visitantes que llegan al país, se afea porque como sociedad no logramos dar en el clavo y solucionar, con ideas, educación, y voluntad individual, un problema endémico. ¿Sabrá realmente cómo hacerlo la intendencia; sabrán realmente hacerlo los montevideanos?
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 26.07.2017
Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.