Por Fernando Butazzoni ///
La reciente puesta en marcha de la llamada “Biblioteca País”, implementada por el Plan Ceibal con el apoyo de la Cámara Uruguaya del Libro y otros actores del ámbito editorial, es un aporte de enorme significación en diversos ámbitos de la vida social.
En primer lugar, por lo más evidente: pone a disposición de millones de personas una biblioteca de préstamo que, al ser digital, está a un clic de distancia y llega a todo el mundo. El único requisito es registrarse, para lo cual hay que tener una cédula de identidad uruguaya (no necesariamente hay que ser uruguayo, pues muchos extranjeros la tienen). Una vez registrado, el usuario dispone de un catálogo que por ahora consta de unos cuatro mil libros, y de veintiún días para leerse el libro que haya elegido pedir en préstamo. Es gratuita.
Ya no es necesario llegar hasta una biblioteca “física”, ubicada en un edificio, para conseguir un libro en préstamo. Basta con tener una computadora, un celular o una Tablet, y disponer de conexión a Internet en el momento de pedir el libro. Y después ni siquiera eso: el libro se puede leer sin conexión a Internet.
Pero hay otros elementos menos visibles en la iniciativa, que también me parecen muy importantes. Uno de ellos tiene que ver con el respeto al trabajo del mundo editorial en general, desde el que realizamos los escritores cuando creamos nuestras obras hasta el que hace el vendedor de una librería para recomendar libros y satisfacer a los lectores. Hay un mundo del trabajo allí. Hay empresarios, editores, diseñadores, relacionistas públicos, lectores, correctores. Respetar esas tareas significa pagar los derechos de publicación de los libros. Y eso es lo que hace la Biblioteca País, tanto con los libros de autores nacionales como con los extranjeros; tanto con las grandes multinacionales del libro como con las pequeñas casas de edición artesanal.
En los hechos, los intentos por despojar a los escritores de sus derechos de autor (intentos que han tenido instancias parlamentarias, por cierto) se han ido al traste con la presentación de este proyecto. No me parece posible que de aquí en más se insista con aquella pretensión de despojo, ni que los oportunistas digitales puedan medrar con el trabajo ajeno.
Pero el elemento más distintivo de esta iniciativa llamada “Biblioteca País” es, a mi juicio, la libertad. Es una construcción colectiva, compleja y llena de desafíos, que tiene a la libertad de cada persona en su máxima consideración. Eso es notorio en todas las fases del proyecto, desde la forma de pensar el acceso al mismo hasta el catálogo de libros disponibles.
Libertad para acceder, para elegir, para leer y pensar. Es un gesto que nos lleva a la esencia de la cultura y, en cierta medida, puede entenderse también como un manifiesto. En una época desbordante de tonterías culturosas con frivolidades para todos los gustos, apostar a una biblioteca, a un puñado de libros y a un puente de saberes entre los ciudadanos es, si se quiere, una iniciativa radical y de enorme potencia.
Y lo es porque la soberanía del proyecto, es decir su éxito o su fracaso, va a estar dada por la aceptación o la indiferencia de los usuarios. Pueden ser miles, decenas de miles, o más. Pero está claro que, si la “Biblioteca País” no puede exhibir más que unos cientos de lectores, no habrá manera de seguir adelante con la idea. Porque cabe aclarar que, si bien es gratuita para los usuarios, no lo es para el Estado, que financia buena parte del proyecto.
Como en todo emprendimiento, el éxito de una idea también depende de las estrategias. En este caso habrá que ver qué nuevos libros se ofrecen, cómo se informa a la población del servicio, cuándo y cómo se implementan cambios para mejorar la experiencia de los lectores, etc.
Para terminar, un apunte lateral (o no tanto): el otro día fui a la presentación de la “Biblioteca País”, en un acto que se llevó a cabo en la Sala Julio Castro de la Biblioteca Nacional. Me llamó la atención que, entre todo el público que había allí, hubiera tan pocos escritores. Éramos seis o siete, no más. Ignoro las causas del faltazo. Quizá no haya sido eficaz la convocatoria, o tal vez a muchos escritores el asunto no les interesa. En cualquier caso, no puedo dejar de consignar esa ausencia, porque ella también dice cosas sobre el estado actual de nuestra cultura.
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Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 12.12.2018
Sobre el autor
Fernando Butazzoni (Montevideo, 1953) es escritor, periodista y guionista, integra La Mesa de En Perspectiva. Fue tupamaro y en 1972 debió iniciar un largo exilio que lo llevó a vivir en distintos países de América Latina y Europa. Combatió junto al Frente Sandinista en la guerra popular de Nicaragua. Dirigió revistas y fue corresponsal de guerra. Entre 2010 y 2013 ejerció la presidencia del Sodre. Por su obra literaria ha recibido premios nacionales y extranjeros. Entre sus publicaciones más recientes figuran Las cenizas del Cóndor (2014), La vida y los papeles (2016) y Una historia americana (2017).