El libro City of Thorns y el documental interactivo Refugee Republic son dos trabajos periodísticos recientes que intentan acercar la realidad de los campos de refugiados desde otro ángulo, con el foco en la vida cotidiana y a través del testimonio de residentes de estos lugares. Comentario de Pablo Izmirlian, editor de EnPerspectiva.net.
EN PERSPECTIVA
Miércoles 03.02.2016
“Campo de refugiados” es una expresión que aparece con frecuencia en los despachos noticiosos que llegan desde zonas de conflicto en Medio Oriente y África, pero desde que estalló la guerra en Siria y se desató la mayor crisis migratoria de la historia reciente la escuchamos casi a diario.
Cuando las cadenas internacionales y las agencias de noticias muestran imágenes de estos lugares suelen incluir las más crudas: madres, niños, bebés y un paisaje de filas y filas de carpas con el logotipo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR): dos manos que forman un techo a dos aguas sobre la figura de una persona.
Pero, más allá de las cifras oficiales y las imágenes que se repiten una y otra vez: ¿Cómo es realmente un campo de refugiados? ¿Cómo es la vida cotidiana en esos lugares?
Dos trabajos periodísticos recientes –un libro y un documental interactivo– intentan acercar la realidad de estos lugares y de sus habitantes al público occidental con la intención de neutralizar el efecto “anestesiante” que a veces provoca el bombardeo noticioso, contar las historias de vida que albergan estos lugares y por momentos también mostrar una luz, aunque sea tenue, de esperanza.
De esos dos proyectos vamos a conversar en los próximos minutos y para eso está con nosotros Pablo Izmirlian, editor de EnPerspectiva.net.
EMILIANO COTELO (EC) —Presentamos el primero de estos proyectos.
PABLO IZMIRLIAN (PI) —El más reciente es un libro, City of Thorns, título que se puede traducir como “Ciudad de Espinas”, del británico Ben Lawrence, que se acaba de editar hace unos pocos días a través del sello Picador en EEUU y que trata sobre el campo de refugiados de Dadaab, en Kenia, cerca de la frontera con Somalia. El campo se creó en 1992 para alojar a unos 90.000 refugiados de la guerra civil en Somalia. Allí viven hoy 330.000 personas, algo así como tres veces la población de una ciudad como Salto.
El autor estuvo por primera vez allí en 2010 trabajando para la ONG Human Rights Watch y regresó luego en otra seis oportunidades, y fue testigo del crecimiento de este asentamiento que está considerado el campo de refugiados más grande del mundo. En el libro sigue la vida de nueve residentes de ese campo a través de los años, alternando esas historias con el contexto histórico de los conflictos que arrastraron a sus pobladores hasta ahí.
El otro proyecto es un “multipremiado” documental interactivo, Refugee Republic, estrenado en 2014, una coproducción entre el diario holandés De Volkskrant (el “Diario del Pueblo”) y la productora Submarine, también holandesa, que trata sobre el campo Domiz, en el norte de Irak, creado en abril de 2012 para recibir a kurdos sirios. Este campo fue pensado para alojar a cerca de 40.000 personas. Hoy viven allí casi 60.000.
Los responsables, los que hicieron el “trabajo de campo” son el periodista Martijn van Tol, el fotógrafo Dirk Jan Visser y el artista Jan Rothuizen, quienes visitaron el campo y regresaron con dibujos, video, fotografías, textos, música y sonido que se combinan en este documental para crear una experiencia sensorial total que transmite la experiencia de la vida cotidiana. Ponen el foco en temas como el trabajo, el amor, el ocio y el entretenimiento.
NICOLÁS BATALLA (NB) —¿Qué primeras conclusiones podemos sacar a partir de estos proyectos?
PI —Primero, que lo que se construye con intenciones de ser una solución temporaria, transitoria, termina siendo un lugar de residencia permanente. Quizá allí está el costado más atroz de estas historias: la esperanza de esta gente de regresar a su lugar de origen es a veces prácticamente nula.
Así, estos campamentos crecen y se convierten en ciudades, con locales comerciales, escuelas, hospitales, pero con unas condiciones de precariedad e inseguridad permanentes.
Segundo, que no hay dos campos de refugiados iguales, y eso se aplica a reglas de convivencia, moneda de cambio, sistemas de transporte interno y otros aspectos de la vida diaria.
NB —¿Cómo es hoy la realidad en el campo de Kenia que retrata el libro?
PI —Uno de los temas que atraviesa el libro es el “olvido”: la realidad de millones de personas que aún hoy sufren las consecuencias de conflictos que estallaron en África en la década de 1990 ha desaparecido prácticamente de la agenda noticiosa, pero también de las prioridades de los organismos internacionales y las ONGs que trabajan asistiendo a estas poblaciones. La crisis en Medio Oriente consume la atención del público pero también los recursos destinados a la ayuda humanitaria. En particular, menciona que las raciones que se asignan a los pobladores están en los niveles más bajos desde la apertura del campo.
La corrupción de los oficiales keniatas, la deseperanza –el autor cuenta cómo los pobladores siguen a través de Facebook las vidas de los que se aventuraron fuera del campo y tuvieron la suerte de establecerse en otros países, en otras ciudades– está retratada con crudeza, según las primeras reseñas que ya han aparecido sobre el libro.
Por otra parte, Dadaab tiene hoy un mercado y tiendas donde comprar libros o celulares, improvisadas salas de cine y hasta su propia liga de fútbol.
NB —¿Qué está pasando en Domiz, en Irak?
En Domiz, el campo hoy está cerrado, solo recibe a miembros de familias que están instaladas allí. Los datos de Naciones Unidas indican que aquí el mayor problema está en el hacinamiento –el campo no llega al promedio de área por persona- y en la educación: Menos de la mitad de los niños que residen asisten a la escuela. Los testimonios que están incluidos son crudos, por ejemplo el de una mujer que recuerda como era su casa en Siria. Sin embargo, el panorama que pinta este documental tal vez es un poco más luminoso que el del campo africano, tal vez por la forma en que está narrado.
Quien entre al sitio puede recorrer las calles del campo a través de un mapa interactivo, siguiendo cuatro “rutas” diferentes (la ruta de la construcción, la ruta “inteligente”, la ruta de la “vida en el campo” y la ruta de la plata) en las que van apareciendo lugares, elementos que hacen al paisaje. En una de las pantallas se detalla el contenido de las cajas que se le entregan a cada familia con los enseres básicos. En otra aparece el dibujo del interior de una carpa, o de las motos con acoplado que ofrecen servicio de taxi dentro del campo.
NB —Vamos a recordar cómo se puede acceder a estos trabajos.
PI —City of Thorns, el libro de Ben Lawrence, está disponible en Amazon tanto en papel como en formato Kindle, en inglés. A Refugee Republic se puede acceder gratuitamente online en la dirección refugeerepublic.submarinechannel.com. Vale aclarar que también está en inglés, pero por su carácter “multimedia” es igualmente recomendable porque es fácil de navegar y se apoya mucho en imágenes y sonidos.
EC —Para terminar, ¿cuántas personas en el mundo están desplazadas hoy?
PI —Las últimas cifras globales del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) son del año 2014 y cuentan en casi 60 millones a las personas desplazadas de su lugar de origen, una cifra que no se alcanzaba desde la Segunda Guerra Mundial. Es un número que da la pauta que los Dadaabs y los [Domizs] del mundo están muy lejos de desaparecer en el futuro cercano.
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Otros campos, otras historias: Za’atari, Jordania y Ein el-Jilue, Líbano
Estos proyectos no son los únicos que han intentado mostrar la realidad de los campos de refugiados desde otro ángulo. Vale mencionar otros dos proyectos: Inside Za’atari, una cuenta de Instagram que es alimentada por niños fotógrafos en el campo de Za’atari, el mayor campo de refugiados de Jordania, que tiene unos 100.000 habitantes, y el notable documental A World Not Ours, del director Mahdi Fleifel, que se pudo ver aquí en el Festival de Cinemateca en 2013, que registra la vida de tres generaciones de una familia en el mayor campo de refugiados palestinos en el Líbano, Ein el-Jilue, que existe desde 1948 y que debido al conflicto en Siria ha crecido en los últimos años hasta llegar a unos 120.000 habitantes.
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Video: Submarine Channel
Video: TIFF
Enlaces externos
City of Thorns, Macmillan Publishers
Refugee Republic, Submarine Channel
A World Not Ours, Nakba Filmworks
Inside Za’atari, Instagram
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados
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Foto en Home: Fatma, estudiante en el campo de refugiados de Domiz, Irak, en una fotografía que forma parte del documental interactivo Refugee Republic. Crédito: Refugee Republic/Submarine Channel/De Volkskrant.