El aumento de la cantidad de dispositivos conectados a Internet ha agotado las posibilidades del protocolo que asigna a cada uno de esos dispositivos una dirección única y por eso es necesario pasar a una nueva versión, conocida como IPv6. Según explicó a En Perspectiva Carlos Martínez, gerente de Tecnología de Lacnic, el Registro de Direcciones de Internet para América Latina y el Caribe, en la región se ha progresado en ese sentido pero aún hay países que aguardan para implementarlo.
EN PERSPECTIVA
Jueves 03.03.2016, hora 10.45
EMILIANO COTELO (EC) —¿Cómo les resulta hablar de un planeta Tierra 2.0? ¿Ustedes se imaginan cómo será el mundo cuando todo esté conectado a Internet? De eso vamos a charlar a partir de este momento.
“En los próximos años los objetos inteligentes cambiarán nuestras casas, trabajos y automóviles, y abrirán el camino a una nueva generación de empleos”. Así comienza una nota de Crónica Global que luego aclara: “El Internet de las Cosas no es el futuro, es el presente. Cada año hay más objetos conectados a la nube (televisores, cámaras, coches, sistemas de alarma, aires acondicionados), y se estima que en el 2020 entre 25.000 y 50.000 millones de objetos enviarán cantidades enormes de datos sobre nuestros usos y costumbres”.
“Todavía hay muchas personas y empresas que no ven la necesidad de abrazar esta opción”. Por ejemplo, Robin Duke-Wooley, que es el CEO de Beecham Research, dijo hace pocos días en el Congreso de Teléfonos Móviles: “Aún estamos en el proceso de justificar el precio de los dispositivos conectados a Internet”.
“Duke-Wooley también ha reconocido que queda poco para que la cuestión sobre si debemos conectar o no conectar objetos cotidianos deje de plantearse, porque no tendrá sentido no tenerlos conectados. ‘Aunque eso traerá problemas de conectividad mucho más duros, que requerirán de altas medidas de seguridad’”, dijo el experto.
La mayoría de avances en el Internet de las Cosas para los particulares están destinados al confort y la seguridad. En la última edición del Congreso de Teléfonos Móviles, en Barcelona, se pudieron conocer algunos de lo más apetecibles.
Hago una lista rápida. Por ejemplo, “el robot repartidor, un minivehículo autónomo creado por Starship que reparte paquetes pequeños y medianos a su destinatario, cuándo y dónde a éste le vaya bien. Poco antes de llegar a destino, el aparato envía un mensaje de móvil que le avisa al receptor, y cuando se encuentran el receptor solo ha de aceptar el paquete haciendo clic en su teléfono para que el ‘maletero’ del aparato se abra y recoger su paquete”.
Otro ejemplo es el predictor de crímenes: “Todas esas cámaras conectadas a la nube, mapas que permiten seguirnos el rastro y redes sociales a la vista tenían que servir para algo. Empresas como Hitachi aprovechan estos y otros datos para predecir crímenes y saber, estudiando algunos patrones, cuándo puede ocurrir el siguiente ataque. El invento ya se usa con éxito en la ciudad de Washington”.
También se viene el cuidador de ancianos: "Las personas mayores que pasan tiempo solas en casa son una de las mayores preocupaciones de las familias, que temen no enterarse de algún accidente. Gracias a la tecnología de empresas como MonitorLink, un smartwatch o pulsera en la muñeca del anciano, puede detectar que se le ha acelerado el pulso, la heladera puede detectar que la persona lleva dos días sin abrirse o las cámaras pueden haber grabado la caída”, si es que este anciano se cayó. “También es posible enviar avisos con estos datos a la familia, a servicios de urgencias y hasta a los vecinos, para los que existe un link que permite que reciban en su móvil información en caso de accidente y que les permite, al hacer clic sobre él, abrir la puerta de la casa para poder atender al vecino que está pasando problemas”.
Uno más: El preparador de vacaciones. "El Internet de las Cosas nos ahorrará comprobar tres veces el estado de las luces y las puertas antes de partir. Ya existen tecnologías que, al activar la función especial ‘vacaciones’, apagan todas las luces, cierran la puerta o la reja principal, encienden la alarma, se encargan de abrir y cerrar todos los días las persianas para aparentar que hay alguien en casa”, y permiten que, desde la distancia, comprobemos que allí sigue todo bien y que eso sea fácil de seguir desde cualquier lugar del mundo mediante un móvil o una tableta.
Y, para terminar, el cazador de intrusos: "Las casas inteligentes de MonitorLink también servirán para detectar ladrones. Si, por ejemplo, el sistema sabe que estamos de vacaciones y no tiene ningún aviso nuestro de que pensemos volver antes, o si detecta que la persona que acaba de entrar no tiene la altura de ningún miembro de la familia, encenderá todas las luces, cerrará puertas y ventanas, enviará alerta al móvil a la policía y avisará a los propietarios de la casa. Y si el ataque se produce con los inquilinos dentro, el sistema comprobará que todos están bien, para decidir si llama a los servicios de urgencias”.
Ese es el mundo que se viene. Está claro: la transición no será fácil. “Habrá un periodo de cambio de cierta incomodidad y desorientación”, dice Patrick Kolb, [fund manager de Credit Suisse]. Según este experto, al tiempo que habrá que dedicar a aprender a usar las nuevas herramientas, se suma que “el 47 % de los sectores de actividad sufrirá recortes de plantilla”, porque también se prevé un impacto en la propia actividad empresarial.
Ahora, claro, todo esto requiere infraestructura.
NICOLÁS BATALLA (NB) —Si. Tú hablabas recién de algunas de las herramientas que están llegando de la mano del Internet de las Cosas, pero ¿en qué medida estamos preparados para subirnos a este tendencia en materia tecnológica? Al parecer, en América Latina y el Caribe solo el 1 % está preparado para una conexión a la red estable y segura, como la que requieren estas tecnologías.
Ese dato se desprende de una investigación que acaba de ser presentada por LACNIC (Registro de Direcciones de Internet para América Latina y el Caribe) y el Banco de Desarrollo de América Latina.
Para saber cuáles son las dificultades detectadas para el desarrollo del Internet de las Cosas en la región en general y en Uruguay en particular, es que estamos en contacto con el ingeniero Carlos Martínez, gerente de Tecnología de LACNIC.
Primero un apunte para ubicarnos: ¿de qué se ocupa LACNIC?
CARLOS MARTÍNEZ (CM) —LACNIC es una organización sin fines de lucro que está basada en Montevideo desde el año 2002. Se encarga de asignar bloques de direcciones de Internet a las organizaciones que lo necesiten. Esto es necesario porque, ustedes saben, para que Internet funcione, para que se pueda hablar con cualquier otro dispositivo por Internet, cada dispositivo tiene que tener una dirección única. Esa garantía de unicidad se logra a través de un sistema de registros. Nosotros llevamos, de alguna manera, un libro donde anotamos qué organización tiene qué bloque de direcciones de IP y nos aseguramos de que no haya dos que tengan la misma.
NB —De algún modo esto se vincula con lo que veníamos hablando. Leíamos este dato, que puede llamar la atención, de que solo el 1 % de América Latina y el Caribe está preparado para el Internet de las Cosas. Sin embargo, el estudio que ustedes acaban de presentar no apunta directamente a eso sino a la necesidad de adoptar un nuevo protocolo de Internet, la IPv6, que podría garantizar, justamente, una conexión más segura y estable, como la que necesita el Internet de las Cosas, frente a la versión que se usa mayoritariamente hasta el momento. ¿Podemos explicar de qué estamos hablando?
CM —Sí, podemos. En realidad es un concepto muy sencillo, es lo que decía recién de que cada dispositivo tiene que tener una dirección única. Imagínense los números de puerta de las casas: ustedes para poder entregar algo necesitan conocer el número de puerta y ese número tiene que ser único. Lo que estamos viviendo ahora en Internet es que de alguna manera nos quedamos sin números de puerta para tener más casas. Eso es lo que nos da el IPv6. Se trata de una versión nueva del protocolo que, entre otras mejoras, nos da un espacio de numeración mucho más grande para poder seguir conectando dispositivos en Internet, crear nuevas casas, cada uno con su dirección única, de tal manera que todos puedan hablar entre sí de manera estable, segura y confiable.
NB —En resumen, entonces, estamos hablando de que el aumento de la cantidad de dispositivos que se conectan a Internet ha agotado las posibilidades de la versión cuarta, el IPv4, y por eso es necesario pasar a esta siguiente fase.
CM —Exactamente. El IPv4 tiene 4.000 millones de direcciones posibles. Piensen no más en la cantidad de habitantes que tiene el planeta, unos 7.000 millones. Ni siquiera hay una dirección IP para cada uno cuando, en general, ya hay una tendencia a tener más de un dispositivo por persona. Acá no estamos incluyendo a los dispositivos propios del Internet de las Cosas, donde esperamos tener decenas o cientos de dispositivos en cada casa. La magnitud de dispositivos a conectar supera cualquier cosa que conozcamos al día de hoy, por varios órdenes de magnitud, probablemente.
NB —A grandes rasgos, ¿cuál fue la situación que encontraron en América Latina en general, y en Uruguay en particular, con respecto a esto?
CM —La situación que encontramos en América Latina es que hay de parte de los operadores de red una posición de expectativa, de alguna manera, para entender un poco mejor algunos detalles tecnológicos, sobre todo de equipamiento y software, que hacen posible los despliegues de progresión seis. En realidad la región de América Latina y el Caribe de alguna manera tuvo suerte y no está sufriendo el agotamiento de la versión anterior tanto como otras regiones.
Hay una cierta posición de expectativa, ya se están viendo en nuestra región países que están haciendo progresos muy importantes. Se muestra en el informe que es el caso de Perú, Ecuador, Bolivia o Brasil. Allí una parte significativa de los usuarios de Internet está usando el nuevo protocolo.
EC —Volviendo al informe que repasaba al comienzo, allí se destaca que el Internet de las Cosas no es el futuro, es el presente, pero avanza también hacia adelante porque presenta casos, máquinas y tecnologías que están por lanzarse. ¿Qué le dice todo ese listado, esa serie de ejemplos? ¿Cuán lejos estamos de todo eso?
CM —Algunas cosas me parecen un poco de ciencia ficción, tal vez sean posibles… También creo que en ese listado se mezclan un poco dos cosas: aplicaciones de big data, que es otro tema interesante del que podríamos hablar en otro momento, y temas que sí son netamente del Internet de las Cosas.
Yo creo que ya hay una realidad del Internet de las Cosas que no la estamos viendo porque son usos que están ocultos a la vista del gran público. Por ejemplo, las redes de sensores en determinadas aplicaciones agropecuarias para medir calidad y humedad del suelo para poder entender mejor la dinámica de los suelos y de las plantaciones. O las redes de smart meters, que son los medidores como tenemos de agua y electricidad en nuestras casas, conectados a una red que permite de alguna manera medir características del servicio que se está brindando. El tener esos medidores con capacidad de responder a estímulos de su entorno y poder comunicarse con una central habilita una cantidad de usos y de mejora del aprovechamiento de los recursos que creo que el planeta lo necesita.
Después creo que va a venir una siguiente ola de despliegue del Internet de las Cosas que es cuando eso llegue al gran público. Hoy quizá lo más notable que se ve de eso son las televisiones smart, que aparentemente son furor de venta en Uruguay. Es el único ejemplo que podría identificar en Uruguay. En otros países ya se están viendo algunas aplicaciones de iluminación, hay bombillas eléctricas smart que pueden ser controladas desde una aplicación de un teléfono o de forma centralizada, también sistemas de alarma o alguna cuestión de control hogareño… Pero estas aplicaciones son, todavía, relativamente de la vieja escuela, me parece que no hacen cosas radicalmente diferentes a las cosas que ya existían.
Creo que sí va a venir una nueva ola en la cual vamos a ver cosas realmente diferentes respecto a las que estamos acostumbrados y vamos a tener dispositivos o cosas que nos rodeen que respondan a los estímulos que genera el ambiente y que, de alguna manera, van a desaparecer de nuestra vista. Yo tenía un profesor que usaba una imagen muy poderosa: el triunfo último de una tecnología es cuando desaparece de la vista. El ejemplo que utilizaba es el de la red eléctrica: ¿Cuántos de nosotros somos conscientes de que hay una red eléctrica para entregarnos electricidad? Solamente cuando falla. Ese me parece que es el destino de Internet y del Internet de las Cosas: básicamente volverse invisibles.
Enlace externo
Planeta Tierra 2.0: así será el mundo cuando todo esté conectado, en Crónica Global Business
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Transcripción: Andrea Martínez
Foto en Home: Hombre con un celular en Beijing, enero de 2015, foto ilustración. Crédito: Wang Zhao/AFP Photo.