Foto: En Perspectiva
Una de las imágenes más movilizadoras que se pueden ver en el cine hoy es la de un grupo de niños que juega en una piscina, en el jardín idílico de una casa preciosa, con sus padres elegantes que los vigilan.
De fondo, por encima del invernadero y más todavía por encima del muro que rodea a toda la propiedad, el humo de la chimenea de una locomotora se va moviendo de una punta a la otra.
Un tren que pasa, una familia que juega.
Pero si uno sabe cuál es ese tren, y qué carga lleva, un escalofrío le recorre la parte trasera del cuello.
Les estoy describiendo una escena de Zona de interés, que ganó Mejor película internacional en la última edición de los Premios Óscar, y que puede verse todavía en las salas uruguayas.
Una película que muestra la vida cotidiana de una familia, la de Rudolf Höss, comandante del campo de concentración y exterminio de Auschwitz, responsable de introducir el gas Zyklon B que se utilizaría en las cámaras de gas. Responsable de convertir ese sitio en una máquina de matar eficiente.
Nunca se muestra el interior de los campos, nunca se cruzan esos muros divisorios ni se dan mayores pistas de qué está ocurriendo allí, todo ocurre en el plano de los sonidos que se oyen y de lo que uno pueda imaginarse.
Por todo esto, Zona de interés ha reflotado la discusión a propósito del concepto de “banalidad del mal”, que la filósofa alemana Hannah Arendt planteó en los años 60, luego de cubrir el juicio y posterior ejecución en Jerusalén de Adolf Eichmann, uno de los organizadores clave del Holocausto.
Arendt, que era judía, describe a Eichmann como un hombre sin un odio particular hacia los judíos, que se sumó a filas nazis por un afán de pertenecer, y que cometió los terribles crímenes que cometió por atenerse a la ley. Que él solamente estaba haciendo su trabajo.
A partir de allí, Arendt afirma, entonces, que muchos líderes nazis no eran monstruos psicópatas, sino personas “normales” que se dejaron arrastrar por la burocracia, por respetar a sus superiores, por la intención de crecer en sus empleos, que actuaron casi sin pensar en las atrocidades que estaban cometiendo.
Es una de las respuestas que han surgido ante la pregunta por el mal, cuando la humanidad se enfrenta con el abismo. Y Jonathan Glazer, el director de Zona de interés, que se inspiró tanto en una novela homónima del británico Martin Amis, como en las memorias de Rudolf Höss y en el libro de Arendt Eichmann en Jerusalén, declaró que esta película no es sobre el ayer, sino sobre el hoy.
Hoy, entonces, en una nueva Mesa de Filósofos, les proponemos hablar del origen del mal.
De Hannah Arendt y su banalidad del mal, pero también más de fondo, a un dilema que es fundamental en las diferentes religiones y que no escapa a la Semana Santa.
Conversamos En Perspectiva con Miguel Pastorino, coordinador de este espacio, doctor en Filosofía, magíster en Bioética, docente en la Universidad Católica; y Karina Silva, doctora en Lógica y Filosofía de la Ciencia y docente de Filosofía tanto en educación terciaria como en Secundaria.