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A veces es difícil entender a los más jóvenes. En el sentido más estricto: a veces uno directamente no entiende las palabras que usan.
Es que cada tanto aparecen nuevas palabras de la jerga juvenil, que muchas veces luego caen en desuso.
Como decirle “dragoncito” a un pretendiente. O que alguien “está en bavia”. O insultar a alguien diciéndole “globo”. O decir que alguien es “un caño” en lugar de que es atractivo.
Palabras de los jóvenes de ayer y antes de ayer, y a las que los de hoy responderían con una risita burlona.
A la vez, uno escucha adolescentes decir “chapear”, “shippear” o “facto”, puede sentirse que hay una distancia lingüística importante.