Editorial

Maduro y las armas

Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Por Mauricio Rabuffetti ///
@maurirabuffetti

Hace pocos días el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, hizo la que es, hasta el momento, su más grave afirmación: dijo que si la ‘revolución bolivariana’ que pregona cae, se iría “al combate” y que lo que no se pueda con los votos, lo tomará con las armas.

Si hacía falta, estas afirmaciones terminan de convencer a cualquier demócrata republicano de que este no es un régimen apenas autoritario, como se pretendió argumentar en algún momento. Se trata de totalitarismo en su más pura expresión. Es la admisión flagrante y sin anestesia de una voluntad acérrima de permanecer en el poder, cueste lo que cueste y sin importar la voluntad de la gente.

Venezuela está definitivamente partida. Expresiones como las de Maduro dan la impresión de que no hay vuelta atrás ni para los ‘bolivarianos’ ni para los opositores a un régimen, el madurista, durante el cual el país se ha sumido en el espiral de una crisis económica que ha derivado en crisis social y también humanitaria.

Algunas voces se alzan en el continente y fuera de América Latina para pedir un alto a la violencia. Otras, incluidas las de prominentes defensores de los derechos humanos o representantes de organizaciones de defensa de los ciudadanos, de los trabajadores, siguen calladas o pretenden que se aplauda a un gobierno que se ampara en la fuerza de militares y policías que matan a jóvenes manifestantes en plena calle.

Lo vimos, una y otra vez desde el pasado primero de abril; lo han denunciado hasta partidarios de Hugo Chávez, como la fiscal general Luisa Ortega, una chavista de primera línea que se dio vuelta y ahora ataca al madurismo y le acusa de “uso excesivo de la fuerza” e incluso de “terrorismo de Estado”.

A la fiscal general, cuyo proceso delante de un poco creíble Tribunal Supremo de Justicia controlado por el gobierno comenzó ayer y terminará posiblemente en su destitución y reemplazo por una abogada partidaria del régimen, tal vez le duele la conciencia.

Aunque se dio cuenta un poco tarde, tal vez por haber sido parte de esa ‘revolución’ a Ortega se la escucha. Es una del chavismo acusando a diestra y siniestra de delitos como los que se cometieron aquí durante la dictadura.

Mientras el gobierno denuncia por enésima vez intentos de golpe de Estado en su contra –ya los hubo de parte de la oposición, de manifestantes, de Estados Unidos, e incluso Uruguay anduvo complotando con Washington, si recuerdan-. Claro que nosotros pusimos la otra mejilla y olvidamos, para ayudar.

Por eso formamos parte de un grupo de países, cinco o seis, no importa, que quieren mediar en Venezuela. No importa qué países son ni cuántos exactamente, porque su peso político en el continente es insignificante y Uruguay se integró a una iniciativa destinada al fracaso.

Nada hace pensar que en Venezuela podría haber diálogo. Con un presidente que llama a las armas y además arma a su gente, a civiles, no habrá diálogo. Con tribunales militares juzgando a estudiantes, no habrá acercamiento posible. Los 85 muertos de las protestas de los últimos tres meses en manifestaciones que a pesar del elevado número de víctimas no cesan; la radicalización del propio gobierno, muestran que no habrá diálogo, y que la única salida posible es la celebración de elecciones libres. La Constituyente de Maduro, es un presagio de más violencia, como el plebiscito contra la Constituyente convocado por la oposición es apenas un acto demostrativo.

En América Latina, mientras tanto, los llamados a la calma de parte de gobiernos aparecen, timoratos, de cuando en cuando, a esta altura más por compromiso que por sus posibilidades ciertas de ayudar a la pacificación de Venezuela. Un nuevo y firme llamado, esta vez despegado de la OEA, a que el pueblo venezolano vote, que incluya a las principales naciones del continente, sería deseable. Pero tarda, muestra de que la biblioteca de la historia sigue juntando polvo mientras jóvenes mueren.

***

Emitido en el espacio Tiene la palabra de En Perspectiva, miércoles 05.07.2017

Sobre el autor
Mauricio Rabuffetti (1975) es periodista y columnista político. Es autor del libro José Mujica. La revolución tranquila, un ensayo publicado en 20 países. Es corresponsal de Agence France-Presse en Uruguay. Las opiniones vertidas en este espacio son personales y no expresan la posición de los medios con los cuales colabora.

Comentarios