El libro ¡Tiren, cobardes!, del periodista Sebastián Panzl, narra la historia de dos buques mercantes uruguayos que fueron hundidos por submarinos del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. En entrevista con En Perspectiva, Panzl repasó estos hechos que, a pesar de haber causado conmoción pública en 1942, quedaron en el "olvido" para la mayoría de los uruguayos.
EN PERSPECTIVA
Lunes 20.07.2015, hora 10.12
EMILIANO COTELO (EC) —Hasta el año 1942, la Segunda Guerra Mundial era para los uruguayos un acontecimiento lejano, que simplemente había incrementado el comercio y traído prosperidad en materia económica.
Pero aquel panorama cambió después de que dos barcos uruguayos fueron atacados por otros tantos submarinos, uno italiano y el otro alemán.
En un caso se trató del carguero Montevideo, que fue hundido por un submarino italiano en medio del Caribe, cerca de las Islas Vírgenes. Allí lograron sobrevivir 31 de los 48 tripulantes, en lo que puede considerarse una verdadera hazaña.
En el otro el protagonista fue el Maldonado, otro carguero, que padeció el ataque de un submarino alemán en las inmediaciones de Haití. En esa oportunidad todos los marinos se salvaron, pero el capitán terminó preso en un campo de concentración en Berlín.
Los dos grupos de sobrevivientes fueron recibidos como verdaderos héroes en el Puerto de Montevideo.
Son historias uruguayas poco conocidas, o por lo menos poco conocidas hoy.
De ellas se ocupa el libro ¡Tiren, Cobardes!, del periodista Sebastián Panzl, que acaba de ser publicado. Con su autor vamos a conversar en los próximos minutos.
ROMINA ANDRIOLI (RA) —Recién decíamos que se conoce poco de esta historia, ¿cómo diste vos con ella?
SEBASTIÁN PANZL (SP) —Llegué de una manera bastante casual, fue en medio de unas lecturas desperdigadas sobre la Segunda Guerra Mundial y puntualmente sobre el pronunciamiento de los partidos políticos uruguayos sobre la guerra. No recuerdo por qué me surgió ese interés en algún momento, hace ya casi dos años, fue en enero de 2014, yo estaba de vacaciones y empecé a leer sobre esos hechos. Mientras leía sobre el gobierno encabezado por [Alfredo] Baldomir y su posición favorable al bando de los Aliados y sobre la neutralidad a rajatabla que reclamaba Luis Alberto de Herrera, surgió un pequeño recorte en el que hablaba de un buque uruguayo atacado por los nazis. Eso me llamó la atención porque desconocía la historia, nunca había escuchado sobre algo de esas características, entonces hice algunas llamadas a gente el ámbito naval que conocía como fuente de mi época de periodista o también por algún contacto de facultad. En el ámbito naval esta historia es muy conocida y me decían: “Sí, efectivamente, en el año 1942”; me dieron algunos detalles mínimos sobre los hechos y algunos consejos sobre dónde conseguir información. Ahí empecé a explorar y básicamente recurrí a los diarios, que hicieron una súper extensa cobertura de estos hechos, muy interesante además, con muchas historias de vida contadas que me dieron insumos para llevarlas yo al papel también.
ROSARIO CASTELLANOS (RC) —En realidad tú además te referís a lo que todos conocemos, que fue la batalla del Río de la Plata con el Graf Spee. Sin embargo, la historia de estos dos cargueros es mucho menos conocida, más allá de la repercusión que tuvo en su momento. ¿Por qué no hacés un pequeño resumen de por qué surgen estos dos cargueros, qué es lo que estaban haciendo uno en aguas del Caribe y el otro cerca de Haití?
SP —Sí, yo cuando escribí el libro me parecía que contar, al menos resumidamente, la historia del Graf Spee, era algo súper necesario…
RC —Que había sido anterior, además, en 1939.
SP —Exactamente, en 1939, y también está como parte de la historia de aquella guerra lejana, ajena, que terminó atrayendo la atención de todos los uruguayos por haber convertido a Montevideo en un escenario bélico de una batalla tan importante y tan recordada de la Segunda Guerra Mundial.
EC —Sí, claro, aquel fue un episodio que ocurrió en Uruguay pero protagonizado por quienes estaban encabezando los dos bandos de la guerra.
SP —Si, Alemania y los británicos.
EC —En este otro caso que tú retratás en el libro estás hablando de hechos que nos tocan directamente como uruguayos porque los protagonistas fueron uruguayos.
SP —Exactamente. Es llamativo cómo…
EC —Y al revés, ocurrieron bien lejos.
SP —Es llamativo cómo puede ser tan recordada una historia y tan olvidada la otra cuando la segundo incluyó hasta víctimas uruguayas, marinos civiles inocentes que no tenían nada que ver en aquellas disputas de poder que estaban en juego. El libro cuenta sobre esos dos buques que fueron atacados, se trataba de buques mercantes, en ambos casos partían desde Montevideo hacia el puerto de Nueva York por aquella historia que reseñaba Emiliano más temprano, sobre épocas de auge económico, de increíble incremento de las exportaciones, de facturación del sector agropecuario…
RC —Porque llevaban productos uruguayos para el consumo no exactamente de los estadounidenses, hacían un puente hacia Europa.
SP —Exactamente, como un puente a Europa con productos típicos de exportación uruguaya, como ser cueros, lanas, corned beef –ahora que hablamos tanto en estos últimos días a raíz de lo que sucedió con el ex Frigorífico Anglo–, fertilizantes, huevos…productos típicos de ese momento que fue como el preámbulo de aquella bonanza económica que se vivió con muchísima más fuerza cuando terminó la guerra, a partir de 1945, la época de las vacas gordas. A mí me llama mucho la atención, y es una respuesta que no he encontrado, por qué, a 70 años de aquellos hechos, han quedado tan en el olvido. En los días posteriores a la publicación del libro he tenido la oportunidad de conversar con mucha gente y no he encontrado casi ningún caso que me dijera “sí, conocía la historia”, básicamente la gente me decía que no la conocía, salvo en el ámbito naval.
RA —Volviendo a la historia de los cargueros. El primer acontecimiento es del que se llamaba Montevideo, allí iban 48 tripulantes de los cuales sobreviven 31 finalmente. ¿Qué es lo que llevaba a esos marinos a embarcarse?, porque estábamos en 1942, se conocía, ya se habían dado otros ataques a cargueros similares de otros países, por ejemplo Brasil.
SP —Exactamente, que el viaje era riesgoso no era ningún secreto, la consecuencia de eso es que la paga era muy importante. Fíjate que estos marinos iban a cobrar 500 pesos por el viaje en tiempos en que un gerente bancario ganaba 95 pesos mensuales, era muchísimo dinero, fundamentalmente porque estos marinos tenían la pobreza como denominador común. Casi todos estaban sin trabajo buscando una oportunidad de conseguir buenos ingresos económicos, aceptaron un viaje muy riesgoso seducidos por una buena paga. Es increíble y es tal cual como vos decís, hubo tres antecedentes inmediatos un mes antes de la partida del Montevideo donde tres buques brasileños fueron hundidos también en historias similares. Yo cito un artículo que escribió el periodista César di Candia sobre estos hechos para El País en 2001, que él define como un suicidio haber partido hacia el Caribe, hacia Nueva York, en aquellas circunstancias. Creo que había mucho de eso.
RA —El miedo estaba latente, ¿no? En el libro tú relatás de forma muy gráfica lo que era esa despedida del Puerto de Montevideo con las familias y cómo se veía en muchos familiares, en muchas esposas por ejemplo, la preocupación por no volver a verlos.
SP —Sí, se daba esa historia…
RC —Y en los propios marinos, que iban superando cada etapa a medida que no pasaba nada, iban como salvando escollos.
SP —Sí, cuentan los testimonios que a medida que se aproximaban al Caribe cada vez se hablaba menos del peligro, como una manera también de pasar sin angustia o con la menor angustia posible por aquella experiencia de tanto riesgo. Obviamente que el peligro no iba a estar cerca de Brasil sino más cerca del Caribe, donde confluían varias rutas de navegación y era la zona elegida por los submarinos del Eje para atacar buques que fueran a abastecer a los enemigos. El Eje había anunciado que atacaría a todos quienes abastecieran a sus enemigos, en este caso Estados Unidos, que ya estaba en la guerra.
RA —Ahí tenemos que hacer una aclaración: Uruguay se había definido en ese momento como país neutral, no era que había tomado posición por los Aliados, sin embargo igual quedaba expuesto a este tipo de ataques.
SP —Sí, Uruguay era formalmente un país neutral aunque con una clara simpatía, tanto política como social, hacia el bando de los Aliados. El Poder Ejecutivo estaba decididamente a favor de la causa de los Aliados y lo demostraba con hechos. A nivel popular también, el movimiento intelectual, los estudiantes, tenían una posición favorable y hay hechos concretos que lo marcan. Cualquier vacilación de apoyo explícito a la causa de los Aliados era considerado como peligrosa, de hecho hubo hasta atentados contra empresas de origen alemán, como el laboratorio de Bayer, justamente por el origen que tenía, incluso hubo un atentado contra la Cámara de Comercio Uruguay-Alemania…
RC —Y el Oro del Rhin, famoso, que le bajaban los vidrios todo el tiempo.
SP —Exactamente, parecía la sede de Nacional… En aquella época era muy clara esa posición de Uruguay, a pesar de que formalmente éramos un país neutral, por lo cual no estábamos en guerra. Por ejemplo, para nombrar un episodio político muy fuerte que acercó a Uruguay al bando de los Aliados, posteriormente al ataque de Pearl Harbor Uruguay lidera una movida regional que termina con la ruptura de relaciones diplomáticas con Berlín [Alemania], Tokio [Japón] y Roma [Italia].
RC —Lo interesante es que tú estableces también que en el momento en que se dan estos dos hundimientos el Eje estaba ganando la guerra, lo que hace todavía más inconcebible todavía que se haya asumido el riesgo, ¿no?
SP —Sí, 1942 es un año bastante clave de la guerra porque tenía el ingreso de Estados Unidos, que fue en diciembre de 1941, a comienzos de 1942 ya estaba con todo su poderío militar en guerra, y había que ver cómo se acomodaban las fichas a ver qué rol podía jugar la potencia de América del Norte. Sí, Alemania y el Eje eran muy fuertes en esa época, y recién en 1943 la balanza se inclina hacia el bando de los Aliados pero en 1942 eran muy temibles las fuerzas de Hitler, con lo cual también para Uruguay enfrentar diplomáticamente el episodio en el que fueron víctimas estas personas fue muy complejo también. Yo también cuento en el libro que hubo un apoyo diplomático de la región pero muy cuidado, nadie quiso cuestionar con muchísima fortaleza al Eje, o a Alemania puntualmente, por la situación en la que estaba la guerra y por el poderío que tenía Hitler en ese entonces.
EC —¿Volvemos a cada uno de los casos?
RA —Sí, siguiendo con el hundimiento del Montevideo, ¿cómo fue concretamente? Porque hubo diferencias entre el hundimiento del Montevideo y el que se dio cinco meses más tarde con el Maldonado.
SP —El Montevideo fue atacado en el Caribe de manera imprevista, de noche y sin ningún tipo de previo aviso. Eso tuvo como consecuencia que hubo 14 fallecidos, 13 uruguayos y un español que viajaba en el buque murieron en el ataque como consecuencia de eso. En un momento en el que ellos estaban en cubierta sin ningún tipo de protección ni de preparación fueron atacados, torpedeados, en el momento en el que ellos estaban a bordo.
RA —Había habido una decisión del capitán de apagar las luces para justamente tratar de evitar ser vistos.
SP —Eso habla también del estado de miedo, porque en realidad si vamos a la parte formal de los reglamentos de guerra la bandera de un país neutral no tendría por qué haber sido atacada, sí tenían el derecho de detenerlo, inspeccionarlo para ver si llevaban contrabando de guerra, pero no de atacarlos.
RC —De hundirlo directamente.
SP —Claro, eso fue obviamente una violación a la normativa de guerra que a medida que avanzaban los años era cada vez menos respetada. Lo interesante fue eso, que no tuvieron ninguna posibilidad de desembarcar el barco antes del torpedo.
RA —Y los marinos quedaron a la deriva durante varios días en embarcaciones muy precarias, aquellos que lograron subirse a alguna…
SP —Yo por suerte pude ver a través del relato de varios sobrevivientes lo caótico que fue llegar a esas embarcaciones, eso está descrito con mucho detalle en el libro porque por suerte hay muchos detalles. Incluso 31 van en una balsa un poco más constituida y otros cuatro también se salvan de una manera más milagrosa en una balsa muy precaria, se separan esas embarcaciones. En medio del miedo, la desesperación y también la indignación por haber visto morir a algunos de sus compañeros es que inician esa travesía, que tiene un final feliz pero después de mucha angustia.
RA —¿Cuántos días pasan concretamente?
SP —Y bueno, los 31 que iban [en una de las embarcaciones] estuvieron cinco días a la deriva. Eso lo escribió el capitán de la embarcación, que se llamaba José Rodríguez Varela, en una carta, así que está de buena fuente.
RA —Y ahí no tenían comida…
SP —Tenían algunas poquitas cosas que pudieron agarrar pero básicamente nada, incluso dicen que en un acto de desesperación chupaban botones para saciar la sed, que era lo más desesperante. Obviamente el hambre debe ser muy angustiante, pero contaban que la sed, a aquellas altas temperaturas en medio del océano, era insoportable.
RA —Y todavía tenían el riesgo de ser atacados por tiburones.
SP —Sí, incluso hasta llegaron a diseñar armas precarias para defenderse de los tiburones con lo que tenían a mano, pero realmente fue una hazaña increíble. Esos 31 llegaron a Puerto Príncipe, la capital de Haití…
EC —¿Llegaron por sus propios medios?
SP —Llegaron por sus propios medios, o sea, se acercaron lo más que pudieron a la costa hasta que en un momento fueron vistos por un buque holandés que los acerca finalmente hacia la costa. Cuentan las crónicas que los habitantes de Haití miraban con muchísima angustia cuando se iban acercando estos marinos a sus costas temiendo que fueran de las potencias, puntualmente de Japón –que después del ataque de Pearl Harbor era muy temido por aquella zona–, que pudiera llegar a atacarlos, pero finalmente marinos sobreviviendo un ataque de esas mismas potencias militares.
RC —Hay un aspecto interesante que contás: los marinos llegaron a ver en la oscuridad de la noche el submarino y hasta lo confundieron, pensaron que era alemán cuando en definitiva resultó italiano.
SP —Esa es una de las particularidades del Montevideo, que a la vuelta a Uruguay, tiempo después, todos los sobrevivientes coincidieron en afirmar que el submarino era alemán. De hecho eso llevó al gobierno uruguayo a tomar medidas concretas, quejas diplomáticas y hasta la incautación de un buque alemán muy famoso, el Tacoma. A la postre fueron decisiones erróneas, porque muchísimos años después, en 1966, a través de un investigador que se llamaba Omar Medina Soca, se llegó a la conclusión de que el submarino agresor era italiano y no alemán. Así que también el libro cuenta eso, errores diplomáticos en tiempos de guerra, en los que era muy difícil también llegar a información fidedigna.
RA —Me quedé con un punto en el medio, de antes de que se supiera el verdadero origen del submarino, con la llegada al Puerto de Montevideo, donde son recibidos como verdaderos héroes, por cómo se había vivido también acá en Montevideo la noticia y el seguimiento de esa información. En un primer momento se conoce que están desaparecidos, después que apareció una de las dos embarcaciones, con algunos sobrevivientes, y siempre la esperanza del resto de los familiares de que esos 14 no hubieran fallecido sino que estuvieran en alguna otra embarcación y se los pudiera encontrar más adelante.
SP —Si…
RC —Y de hecho se conoció la segunda embarcación, entre ellos nunca se vieron…
SP —Claro, se fueron enterando después… Es interesante ver cómo los diarios día a día llevaban información acerca de cómo evolucionaba el caso y hasta llevaban esperanzas a las familias, decían: “No perdamos las esperanzas de que estén en alguna islita perdida”… Era también como una causa nacional el hecho, era muy comentado, me animaría a decir que era el tema de conversación por excelencia en ese momento, así lo demuestran las tapas de los diarios.
EC —Vamos al otro caso.
RA —El otro caso, el Maldonado, que es también un buque carguero que sale del Puerto de Montevideo hacia Nueva York, solo cinco meses después del hundimiento del Montevideo.
SP —Increíblemente con tripulantes del Montevideo que…
RA —Muchos repetían.
RC —Sobrevivientes.
SP —Cuatro, después de haber vivido toda aquella angustia a los cinco meses estaban con el bolso pronto arriba de otro barco haciendo el mismo camino peligroso, increíble.
RA —¿Y en este caso qué era lo que los llevaba? Porque ya tenían ni que hablar que una advertencia de que el riesgo era real. Había algún relato incluso de quien se escondió de su familia, quien le mintió a la madre para poder embarcarse.
SP —Le mintió a su familia. Creo que la motivación era la misma, era económica. De hecho yo cuento dos casos de buques hundidos pero ni que hablar que hubo muchísimos más –que no sufrieron ninguna de estas peripecias– por aquello que hablábamos antes: la exportación en esa época fue muy grande. Pero también en esos cuatro casos que reincidieron en el viaje peligroso es interesante ver cómo algunos lo hacían como por vocación. Uno de los marinos cuenta que aquella experiencia de vivir nuevos climas y atravesar los mares lo seducía tanto que aceptaba…“Ni te aflijas, vieja, que mi destino está en volver”, le dijo uno a su familia cuando aceptó la segunda propuesta.
RA —¿Qué particularidades tuvo el ataque que sufrió el Maldonado?
SP —Primero vale la pena ver dentro de la guerra la diferencia que podían tener la forma de proceder en un ataque de estas características, porque el buque alemán, a diferencia de lo que ocurrió con el primero, el italiano, sí hizo previo aviso y permitió un abordaje más ordenado a las embarcaciones. Incluso el capitán pudo dar ánimo a sus tripulantes, los organizó en cuatro, designó un líder en cada una de las embarcaciones, les propuso que hicieran todo lo posible para permanecer unidos, aunque no lo lograron, y les dio indicaciones de navegación, algo que no pudo suceder en el primer caso por lo que hablábamos…
RA —Claro, que fue caótico.
SP —Claro. Eso trajo como consecuencia que ninguno de los tripulantes del Maldonado falleció, muy influenciado eso por estas características del ataque, fue algo más ordenado, les avisaron por código morse: “Desalojen el barco, va a ser torpedeado”.
RA —Y en ese caso los marinos se embarcaron también en estas embarcaciones más precarias, divididos en cuatro grupos, ¿cuántos días estuvieron a la deriva?
SP —Variado, tenemos un grupo de 13 que estuvo seis días a la deriva, fueron divisados por un avión estadounidense, los rescató la Armada estadounidense y los dejó en Hamilton, la capital de Bermudas. Otros 22 llegaron a Halifax, en Canadá, donde el viernes pasado jugó Uruguay frente a México, allí estuvo el grupo más grande. Y finalmente unos 13, fue la hazaña más grande, estuvieron 14 días a la deriva hasta que los vio un avión estadounidense. El caso parece de película: un avión primero les tira víveres y después vuelve a rescatarlos, hace una mala maniobra y se estrella en el mar, los tripulantes se tienen que salvar y los uruguayos que estaban en la balsa ayudan a esos estadounidenses.
RA —Salen ellos al rescate del helicóptero, al final.
SP —Increíble.
RA —Pero el gran protagonista de este segundo hundimiento, el del Maldonado, es el capitán, porque esas fueron las instrucciones que le dieron a la tripulación desde el buque alemán, pero en el caso del capitán le comunicaron que tenía que embarcarse con ellos, que se iba como prisionero de guerra.
SP —Exactamente. Era un proceder típico de la época reclamar la presencia del capitán y del jefe de máquinas, los alemanes inicialmente reclaman la presencia de los dos pero por algo que no pude entender finalmente se llevan sólo al capitán. Ahí dice que se estaba demorando el jefe de máquinas, no quedó claro, eran los dos cargos más codiciados, digamos, para capturar como prisioneros de guerra. A este señor, Mario Giambruno, lo capturaron, lo metieron en el submarino, le dieron las indicaciones de cómo debía comportarse a bordo del submarino y atravesó el Atlántico hacia Europa. Finalmente llega a Berlín, después de llegar a un puerto trasladarse vía terrestre por tren, y lo alojan en un campo de concentración de la capital alemana junto a oficiales franceses. Lo interrogaron, le preguntaron sobre la procedencia del barco, qué objetivos cumplía, cosas de orden en esa época, y finalmente la historia también tuvo un final feliz para Giambruno porque pudo sobrevivir y llegar al Montevideo, pero mucho tiempo después, seis meses después.
RA —Ahí me parece interesante lo que te enteraste de Giambruno después de escribir el libro a partir algún relato de la familia sobre esa historia, que era una historia familiar de la que poco se conocía.
SP —Sí. Yo leí en los diarios sobre cuando Giambruno estaba en Buenos Aires a punto de volver a Montevideo. Lo interrogan algunos periodistas y él dice que no creía a que iba a sobrevivir y que después le iba a dar la información a su oficial a cargo, que no quería dar datos en entrevistas antes de informar a sus superiores. Él regresó a Montevideo y al poco tiempo pidió pase a retiro. Lo que me enteré hace poco, a través de una nieta de Giambruno, fue que cuando él estaba en esa instancia regresando a Uruguay representantes del gobierno estadounidense le quisieron hacer firmar un documento en el que él declaraba que había sido ferozmente torturado por los nazis, algo que no era cierto. Él describe en una carta a la que yo pude acceder que lo trataron de manera correcta en todo momento.
RA —Pese a que lo habían llevado al campo de concentración a él no lo torturaron ni nada que se le pareciera.
SP —No, no, fue prisionero de guerra para interrogarlo por las características del ataque de los alemanes pero no fue un caso típico como el del Holocausto judío ni mucho menos. Lo tuvieron recluido pero no torturado ni maltratado. Lo querían hacer firmar ese documento como una forma de sacar provecho diplomático del caso, pero Giambruno con mucha rectitud se negó a firmarlo, y de hecho como represalia le redujeron el rango en la Marina. Esa es parte de la historia de la que me pude enterar lamentablemente después [de publicar el libro].
***
EC —¡Tiren, cobardes! es el título de este libro escrito por Sebastián Panzl, que tiene como un agregado: “Uruguayos en la Segunda Guerra Mundial”. Se refiere a estos dos casos que hemos venido resumiendo de buques mercantes de nuestro país que fueron atacados por submarinos, uno por uno italiano y otro por un alemán en 1942. Dos casos que dejaron víctimas, ¿cuántos muertos?
SP —14.
EC —14, que en su momento fueron muy comentados, que conmovieron a la opinión pública, tuvieron a la gente en vilo en dos períodos separados, y que sin embargo hoy prácticamente no figuran en la historia, no se recuerdan. ¿Tú lograste concluir alguna interpretación a propósito de por qué han quedado relegados?
SP —Yo me lo he preguntado mucho a medida que iba interiorizándome en la historia, que cada vez me parecía más interesante y más alucinante. Me preguntaba por qué han pasado todos estos años sin que la historia se conociera a nivel masivo. No tengo una respuesta concluyente, lo que sí me llama la atención es preguntarme, como periodista, por qué si en la Marina estos hechos son tan conocidos, y tan comentados y destacados como historias de heroísmo, nunca lograron ellos escribir la historia o hacerla traspasar las fronteras de sus ámbitos. Por ejemplo, hay una revista naval que se llama Barlovento donde hay varios artículos sobre estos hechos –que yo los cito en el libro porque fueron una fuente de información importante para mí– pero como que siempre quedaba en ese ámbito, en una especie de elite. Me llama la atención que haya sucedido esto porque es interesante y en su momento fue muy comentado. De hecho Montevideo tiene al menos un monolito que recuerda esas 14 víctimas que está en la Plaza de Anclas, debajo del Comando General de la Armada. Allí están escritos los nombres de las 14 personas que fallecieron porque en 1955 hubo un acto en ese lugar en el que participó el capitán de esa embarcación, y oficiales de la Marina invitaron a los familiares de las víctimas para que por lo menos tuvieran un lugar a donde ir a llorar a sus muertos.
EC —Lo curioso es que hay algunas marcas que permanecen hasta hoy, pienso por ejemplo en el nombre Tacoma, que tú mencionabas hace un rato. Fue un barco alemán confiscado por el gobierno uruguayo a raíz del primero de estos hechos. Con el Tacoma se operó como cárcel durante décadas y después, cuando ya el propio barco dejó de ser cárcel, ese nombre pasó a utilizarse para un establecimiento carcelario ya en tierra. O sea que la gente escucha hablar del Tacoma y capaz que no tiene ni idea de dónde viene un nombre que está asociado a uno de estos hechos.
SP —Exacto.
RA —A propósito de eso que decías de lo poco que se conoce también llama la atención por el hecho de que los uruguayos muchas veces buscamos esas historias con heroísmo atrás, y estos marinos por lo menos en aquel momento fueron vistos así, como verdaderos héroes que habían logrado sobrevivir, pese a todas esas adversidades.
SP —¿Sabés lo que yo pensaba a veces? Cómo los uruguayos y todo el Montevideo miramos todas las películas que hay sobre la Segunda Guerra Mundial, con el telón de la Segunda Guerra Mundial, que cuentan pequeñas historias de vida de heroísmo… Hay decenas, probablemente cientos de películas y libros que cuentan historias que han sucedido con aquel gran conflicto bélico de trasfondo. Y nosotros teníamos una, o dos mejor dicho, muy interesante y con todos los condimentos: naufragios, víctimas, sufrimiento, reencuentros…
RA —Además hasta un sobreviviente con el que pudiste hablar.
SP – Pude entrevistar a un sobreviviente que se llama Washington Reyes, es un señor de 91 años que vive en Sayago que sobrevivió del segundo hundimiento, el del Maldonado, llegó a Halifax junto a otros 21 tripulantes. Me aportó muchísima información y además para mí fue importantísimo después de estar varios meses leyendo sobre estos hechos estar cara a cara con alguien que los vivió. Fue impactante.
EC —Preguntas que hacen los oyentes: ¿por qué el libro se edita ahora?
SP —El libro se edita ahora porque yo me enteré de esta historia, lo escribí y lo envié a una editorial, que es Planeta…
EC —Viene a coincidir la publicación con un aniversario redondo, los 70 años del fin de la Segunda Guerra…
SP —Exactamente, y ahora el 1º de setiembre se cumple también fecha del inicio del conflicto. Sí, eso me puede servir como contexto pero no hubo una búsqueda de nada de eso, simplemente ni bien me enteré de estos hechos empecé a investigar con la mayor velocidad que pude y con el mayor interés que pude porque me parecía que la historia valía la pena. Pero no hay ningún aniversario que me haya motivado, sino simplemente que me enteré de esto ahora.
EC —La otra duda, la frase que da título al libro.
SP —La frase “¡Tiren, cobardes!” surge en el primer hundimiento, en el del Montevideo, en el momento en el que ya varios marinos estaban en las embarcaciones buscando sobrevivir. Uno de los marinos que estaban en las embarcaciones, se llamaba Benítez de apellido, un joven de 19 o 20 años, gritó: “Tiren, no más, cobardes. Viva el Uruguay” al submarino agresor. Esa frase quedó registrada en los documentos y me pareció que resumía un poco la historia o aquel acto de desesperación en el medio de tanto miedo.
EC —Como título, es brillante, puede ser hasta título de una película.
RA —Sí, tiene los condimentos como para serlo. ¿No te han ofrecido?
SP —No, sinceramente no, pero puede tener mucho y yo traté de escribirlo así también, no es un guion sino un libro, pero sí está escrito como una secuencia de hechos y también ponerle nombre y apellido, podría haber varios protagonistas que me imagino en este momento de personas que me los imaginé y viví con ellos la peripecia a través de sus historias…
EC —¿Ahora vas a dedicarte a esto otro, al periodismo de investigación en libros?
SP —Sí, esa es la idea. Esta primera experiencia me resultó muy interesante porque a esta altura estoy obsesionado con esta historia [risas], realmente, yo contaba en la presentación del libro que lo viví con mucha pasión, me indigné contando los naufragios y me emocioné cuando regresaron los marinos a Uruguay, que hay muchos detalles en el libro de las crónicas de esos reencuentros y también de los desencuentros, de quienes esperaron a quienes no regresaron. Aprendí muchísimo también, porque tuve que estudiar hechos de la Segunda Guerra Mundial y de la política uruguaya de la época, el libro tiene muchas política también de cómo era el debate político en esa época acerca de la guerra. Como experiencia me pareció alucinante, sin dudas que tengo de seguir por ese camino.
EC —Volveremos a conversar entonces a propósito del libro que viene.
SP —Con muchísimo gusto.
EC —¿Ya hay tema?
SP —Hay tema, sí, un poco difuso, pero ya estamos en primeras lecturas y bajando alguna idea al papel, también.
EC —Misterio, lo dejamos en suspenso. La entrevista sigue generando preguntas, Mónica consultaba a propósito de estos dos barcos protagonistas de estos hechos de la Segunda Guerra Mundial, el Montevideo y el Maldonado, y pregunta de quiénes eran esos barcos. La historia también es larga, vamos a hacerla breve.
SP —En ambos casos los barcos originalmente eran italianos, uno se llamaba Fausto y otro Adameo.
EC —Eran originalmente italianos, ¿y qué pasó?
SP —Era usual que cuando se desataban guerras de grandes dimensiones las embarcaciones buscaran refugio en un puerto cercano a la locación en la que estuvieran –en esos casos llegaron a Montevideo– y la reglamentación internacional habilitaba a los gobiernos a incautar esos buques y darle el fin que el gobierno quisiera cuando la tripulación hacía abandono del buque. Eso fue lo que pasó en estos casos. Así que también se da la paradoja de que los italianos terminan hundiendo un barco que originalmente les perteneció.
EC —Pero en estos viajes eran barcos ya fletados por empresas uruguayas.
SP —Correcto, con toda producción uruguaya y tripulación también a cargo de la Marina uruguaya.
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Transcripción: Andrea Martínez