Entrevista con el escritor Marcelo Estefanell, estudioso de la obra de Cervantes.
EN PERSPECTIVA
Viernes 22.04.2016, hora 8.21
EMILIANO COTELO (EC) —Un día como hoy, pero 400 años atrás, moría en Madrid Miguel de Cervantes, padre de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y, a causa de él, padre también de la primera novela moderna.
Nunca antes ni después, una obra escrita iba a tener el éxito que tuvo don Quijote. Con excepción de la Biblia, la máxima novela de Cervantes es la obra más editada hasta nuestros días.
¿Dónde radica la vigencia de este clásico? Y sobre todo… ¿cuánto Cervantes hay más allá del Caballero de la Triste Figura?
Esos son los ejes de conversación que les proponemos recorrer en compañía del escritor Marcelo Estefanell, todo un estudioso de la obra de Cervantes y autor de varios trabajos sobre él y sobre sus libros. Nos acompaña también Débora Quiring.
El disparador de esta conversación son los 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes. Sin embargo, enseguida vamos a terminar en el Quijote. Muchos pueden preguntarse, ¿hay Cervantes más allá de El Quijote? ¿Cuántos Cervantes hay más allá de El Quijote?
MARCELO ESTEFANELL (ME) —Hay un gran escritor. Para mí Cervantes demuestra que es un gran escritor en las Novelas ejemplares. Creo que cuando escribe la primera parte de el Quijote no es muy buen escritor, comete graves errores, que aún hoy los fanáticos del estudio de su obra no saben hasta dónde son atribuibles a él o a los tipógrafos de la época, por cómo se editaba en la época, cómo se componía el texto en la época. Cuando llegaban los originales, el encargado de imprenta distribuía por folios entre los operarios, que podían ser seis, siete, cuatro, y ahí cuando no les entraba el texto en la caja, los plomos, los atorrantes de la época cortaban un párrafo entero o lo pasaban al capítulo siguiente.
EC —¡Qué dolor!
ME —Hay un erudito, Arce de apellido [Juan Bautista Avalle-Arce], que encuentra entre la primera y la segunda edición de el Quijote, o sea entre enero y febrero de 1605, cuando ya salió la segunda porque se agotó enseguida la primera, 3.650 errores. Por ejemplo, en algún momento cuando uno lee la primera edición se encuentra con que Sancho se emociona porque encuentra de vuelta al burro que le habían robado, pero nunca nadie nos contó cómo se lo robaron. Cervantes incluye el robo del burro en el orden cronológico normal. Ese es uno de los grandes errores.
EC —Todo esto venía a cuento de tu evaluación crítica de Cervantes en la primera parte de el Quijote.
ME —Para mí si uno lee cronológicamente su obra, se encuentra con que cada vez canta mejor, como el Mago, cada vez escribe mejor. Va aprendiendo de sí mismo.
EC —Para ti, entonces, ¿dónde está lo mejor?
ME —Ah, para mí lo mejor sigue siendo su primera novela. Él primero escribió La Galatea, que es una novela pastoril, que estaba muy de moda, 20 años antes, la publicó en 1585; no la conoce nadie, no se hizo famoso por esa novela, se hizo famoso por don Quijote. Y las Novelas ejemplares son también una maravilla en su conjunto, y algunas de ellas son estupendas novelas. Él ahí ya tiene conciencia de que domina un género. Eso me parece maravilloso de Cervantes, para mí es el primer literato que objetiviza su material, se da cuenta de lo que está haciendo.
DÉBORA QUIRING (DQ) —Ahí estamos hablando de una serie de novelas breves. Marcelo, contanos cómo empieza tu relación con Cervantes y con El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
ME —Creo que empieza en mi niñez en Paysandú. Yo tenía un tío, el hermano menor de mi padre, Carlos Estefanell, un poeta excepcional y un profesor de literatura que dejó huella en la ciudad, que siempre hablaba de don Quijote y Sancho Panza. Pero hablaba como si fueran vecinos, como si fueran contemporáneos, y hacía cuentos siempre, los citaba. Pero cuando llego a Literatura en el liceo, en secundaria, me decepcionó, me pareció aburrida la obra, no me atrajo.
Años después, estando ya preso en el Penal de Libertad, en el año 75, pido a biblioteca central el Quijote, porque era una buena oportunidad para leer una novela, y ahí ya entré con una complicidad que fue una especie de deslumbramiento. Porque en el prólogo Cervantes dice: “Desocupado lector”, y no hay nadie más desocupado que un preso, y más un preso que está solo. Y en el primer párrafo pide disculpas porque ese hijo fue engendrado en una cárcel. Era como místico: hacía 370 años alguien había concebido un personaje en una cárcel y lo estaba leyendo otro preso… Y tras cartón, pocas líneas más abajo, le dice al lector que ejerza su libre albedrío, que opine de su obra lo que le parezca. Ahí ya me copó del todo, dije “es la única libertad que tengo”.
EC —Si él me da la oportunidad, acá voy.
ME —Y después la obra. Creo que entré en el tono… así como dicen “vamos a escuchar […] en la mayor”, es el tono lo que da.