Tras la entrevista con el economista Agustín Iturralde sobre el Índice de Vulnerabilidad Comercial (IVC), desde la audiencia Jerónimo cuestiona la construcción de ese indicador, que juzga “una elemental confirmación de sus posturas iniciales” y que no demuestra un correlato entre la apertura comercial y el desempeño económico de los países. Por ejemplo, señala, Australia y Nueva Zelanda ya eran más prósperos que Argentina y Uruguay en 2006, a pesar de tener un IVC peor.
Soy un oyente itinerante de En Perspectiva desde los noventa, cuando El Espectador era el sonido de fondo en mi casa, y más de 20 años después sigo con la costumbre de iniciar el día escuchando la radio en búsqueda de aquellas voces.
El sábado pasado, escuchando La Semana En Perspectiva, oí la entrevista al economista Agustín Iturralde sobre la publicación del Índice de Vulnerabilidad Comercial (IVC). La entrevista despertó enseguida mi interés: soy estudiante de Relaciones Internacionales de la Universidad de la República, y los estudios que contribuyen al debate sobre la inserción internacional del país me parecen sumamente necesarios. Pero le confieso que, luego de escucharla, mis expectativas fueron frustradas: esperé encontrar un aporte al debate, algo novedoso para analizar la realidad, y en su lugar apareció un análisis simple, lineal y la construcción de un índice que, lejos de ser un instrumento que busca contrastar la realidad con la teoría, es una elemental confirmación de sus posturas iniciales y que en su aplicación nos lleva a resultados paradójicos.
La entrevista comenzó con la pregunta: “¿Qué es exactamente el Índice de Vulnerabilidad Comercial”, a la cual el economista Iturralde respondió: “La idea surgió de un tema muy viejo para los economistas (…). Desde siempre la principal pregunta que nos hemos hecho los economista es ¿por qué hay países ricos y países pobres?”, y agregó “el rol que tiene la inserción internacional es muy clave y en particular es muy crítico, muy determinante cuanto más chico sea un país (…) No existen casos de países pequeños cerrados y prósperos”. Así, el entrevistado hace el planteo marco que explica el índice: cuanto más abierta sea la economía para un país como el nuestro, más “próspero” será. A mayor apertura comercial, más acuerdos comerciales de preferencias firmados con mercados reales y potenciales, más “próspero” será el país, más rico, o sea más desarrollado como sugiere el nombre del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED).
Hasta aquí todo bien; un postulado teórico, discutible pero sustentado por una parte importante de la academia. El problema es cuando aplican su índice para corroborar esa postura con la realidad y evaluar a los países.
El razonamiento del economista Iturralde parece lógico: a mejor desempeño en el índice, es decir mayor apertura bajo preferencias comerciales, menos vulnerabilidad frente a shocks externos y mejor desempeño económico de los países analizados. Es más, afirma que existe un correlato entre la evolución en el IVC y el desempeño económico de los países analizados.
Vamos por partes; arranquemos por los datos que presentaron al programa.
El cuadro presentado nos muestra que Australia y Nueva Zelanda tenían la peor performance en el 2006, y tuvieron una mejora sustancial del índice a partir de un proceso de apertura comercial con la firma de una serie de tratados de libre comercio. Comparando el IVC de estos dos países con Argentina y Uruguay en 2017 y 2018, vemos que están en mejor situación frente a una realidad estancada de los sudamericanos. Entonces se confirma el supuesto de inicio: son más abiertos, tienen más exportaciones bajo tratados de preferencias arancelarias y son más “prósperos”. Pero lo que no comenta el economista Iturralde de su tabla de datos es que Australia y Nueva Zelanda en el 2006 tenían peor IVC que Argentina y Uruguay, en particular Australia tenía el peor registro de todos los países comparados. Según el índice, Australia y Nueva Zelanda eran más cerrados, tenían menos exportaciones bajo tratados de preferencias arancelarias.
Si alguien hiciera un razonamiento lógico y lineal, tomando como buena la afirmación inicial de Iturralde, se debería esperar un peor desempeño económico de estos dos países para el período anterior al 2006. Pero esto no fue así: Australia y Nueva Zelanda tienen hace mucho tiempo un desempeño económico mucho mejor que sus primos empobrecidos de Sudamérica. Es decir: eran más cerrados, más vulnerables que Argentina y Uruguay, pero más “prósperos”. Parece que la fórmula no sirve para explicar sus propios datos.
Analicemos otro caso, ¿qué pasa si aplicamos el IVC en un período diez años anterior, sumando el año 1997 a la línea de tiempo 1997, 2006, 2017? Centrémonos en el caso de Uruguay: ¿cuál sería la evolución del índice incluyendo el año 1997?, ¿estaremos peor o mejor en el IVC? En 1997 y 1998 teníamos más de la mitad de las exportaciones destinadas al Mercosur, es decir bajo un acuerdo de preferencias comerciales. Si calculamos nuestro IVC sería de 50% y 52% para 1997 y 1998 respectivamente, mucho mejor el que actual 63%. ¿Eso nos hizo más prósperos, más ricos, más desarrollados y menos vulnerables desde el punto de vista del comercio exterior que en 2007 o en 2017? No hay ningún dato que lo indique, y menos aún si analizamos la crisis que nos afectó a partir de 1999 hasta 2002. ¿Qué nos hace más vulnerables: concentrar las exportaciones bajo preferencias comerciales o diversificar mercados? Habría que estudiarlo, pero seguro que el IVC y sus conclusiones no aportan demasiado al respecto.
El IVC sólo nos dice qué cantidad de nuestras exportaciones están bajo acuerdos de preferencias comerciales, los comúnmente llamados tratados de libres comercio, pero no nos dice nada más allá de eso. Analizar a partir del IVC cuál país es más vulnerable comercialmente o tomarlo como síntoma de “prosperidad” no parece razonable, o por lo menos es caprichoso.
Entonces ¿cuál es la utilidad del índice? Calificar, ordenar, decir que estamos peor que los países que han hecho las cosas mejor que nosotros, que debemos abrirnos al mundo y que esa es la diferencia entre nuestros países y los desarrollados de Oceanía. Así ponen en marcha la profecía autocumplida. El planteo inicial toma cuerpo: los países más abiertos al mundo son más prósperos y, por si a alguien le cabe alguna duda, ¡zas! aparece el índice y lo convierte en verdad.
El problema es que la apertura comercial no explica por sí mismo la prosperidad de los países. Es más, como lo indica el IVC, Australia y Nueva Zelanda ya eran más prósperos a pesar de ser más cerrados y tener un IVC peor que Argentina y Uruguay en 2006. Evidentemente, otros elementos deben explicar por qué un país logra desarrollarse y otro no.
Lo extraño es que el economista Iturralde cita un par de publicaciones de Jorge Álvarez y Luis Bértola, investigadores de la Universidad de la República, que sí dan elementos serios y consistentes sobre porqué países con estructuras económicas similares –Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Uruguay– logran desempeños económico distintos. Lejos de la quimera, ellos nos plantean un análisis profundo y académico de esta realidad. Claro, estas investigaciones que hace la Universidad de la República no son aptas para el show mediático que precisa soluciones simples a temas complejos.
No soy experto en el tema, apenas un estudiante de la Relaciones internacionales, pero creo que es necesario profundizar sobre estos planteos, pues hacen al futuro de nuestro país. Para ello debemos alejarnos de las consignas que sólo sirven para alentar vientos en el medio de una campaña en la cual ciertamente estos planteos políticos están en pugna.
Esto que empezó con un mail de un oyente indignado, se convirtió en una larga carta. Gracias desde ya, ¡y que viva la radio!
Jerónimo Reyes
(Vía correo electrónico)
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Índice de Vulnerabilidad Comercial del Centro de Estudios para el Desarrollo. (Documento en PDF)
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