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En días de ola de frío, las historias detrás de los refugios del Mides, cuál es la oferta y cómo ha cambiado con la coalición: Informe

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“¡Están los dos emprendedores juntos!”, dicen al notar la placa en la puerta.

Alberto Pintos, conocido como “Tito”, fue guía turístico en Colonia, estuvo involucrado en política, y tiene hoy un taller de artesanía en madera.

Jakir Hossain es un inmigrante de Bangladesh que quiere poner una tienda de ropa, el rubro en el que trabajaba en su país.

Las historias de estos hombres unidos por un espíritu emprendedor, aunque de orígenes tan distintos, se cruzan en un refugio 24 horas del Ministerio de Desarrollo Social.

El Mides de la coalición multicolor ha instrumentado algunos cambios en la estrategia para personas en situación de calle.

Se introdujeron los llamados “paradores nocturnos”, se redujo la capacidad de los refugios para hacerlos más pequeños y generar más comunidad, y se aumentó la cantidad de centros que gestiona cada ONG: se pasó a tres refugios por cada equipo técnico.

En estos días de frío polar, les planteamos entrar en esta diversa respuesta del Mides a la cuestión de las personas en situación de calle durante el invierno, entender mejor cómo funcionan, y conocer historias humanas de quienes dependen de estas herramientas.

Tito: de la calle a un taller de artesanías

RA: Empecemos por una de las dos historias que adelantábamos… la de Alberto Pintos.

GG: Después les voy a contar un poco más del centro 24 horas que el Mides tiene en Sayago. Lo que les voy diciendo por ahora es que tiene un espacio común en el edificio, similar a un gimnasio pequeño, donde hay una tele, algunas personas mirando, y de repente te topás con un taller improvisado en una esquina, como una suerte de corral de alambre, cerrado incluso con llave.

Ahí trabaja Alberto Pintos. Empezó con algo más reducido en el piso superior del edificio, donde solo hay espacio para sentarse y una biblioteca, y luego le permitieron ampliarlo en este otro sitio.

Allí Tito tiene materia prima, tiene libros, tiene muchas fotos personales, y tiene expuestos productos como maceteros de madera. Digamos que no es el perfil típico de una persona en situación de calle.

Pero lo era. Quedó en la calle y terminó en este centro 24 horas.

-En el espacio común de arriba empecé con una mesa, y realmente yo me río ahora de los maceteros y los soportes que hacía para plantas…

-En poquito tiempo, si estás acá hace un año…

-En un año armé todo este taller. Vendo y reinvierto todo. Agujereaba cañas con un destornillador, hoy tengo torno, tengo taladro, variedad de mechas. Tintas, pinturas, un stock de materiales: compro en las ferias, compro collares viejos, los desarmo y con hago bijouterie… Pero bijouterie fina. Esto es alpaca alemana, hasta yo lo uso, no queda negro nunca.

 

RA: Lo más sorprendente de Tito, en realidad, es que no se dedicaba a las artesanías.

Trabajaba en el rubro turístico en Colonia, especializado en patrimonio histórico, como guía para turistas internacionales. 30 años trabajando allí, también con actividad política en el Partido Nacional del departamento.

Hasta que se vio venir la pandemia a principios de 2020, empezó a bajar la llegada de turistas, y Tito se dio cuenta de que si se quedaba en Colonia se iba a quedar sin nada.

 

Cuando el 13 de marzo cierran el puerto de Colonia, que al otro día cerraban el aeropuerto de Carrasco, había que irse. Y hablando con la directora de Turismo de Colonia y con gente conocida del Ministerio de Turismo… “mirá que esto no es para quince días”. Entregué la casa de Colonia, amigos me guardaron mis cosas, sabía que iba a estar muchísimo tiempo sin trabajo. Me vine a Ciudad de la Costa, a la casa de un primo, pero pasaron 15 días, 20 días, un mes, y al mes y medio vine a Montevideo y toqué al Mides, porque no me quedaba otra.

 

Tito fue directo a la sede central del Mides en 18 de Julio. Estuvo una semana en el centro que se había armado en el Palacio Peñarol a los inicios de la emergencia sanitaria, sin problemas de salud pero sí con miedo e incertidumbre, con un futuro “súper negro”, según cuenta él.

Luego fue derivado al centro 24 horas de Sayago, que fue inaugurado por la actual administración, y allí sigue un año más tarde.

Al tiempo, necesitado de tener actividad, se puso a trabajar en artesanías como había hecho en su juventud.

RA: Y así armó el taller que vos viste.

GG: Sí. Sale a vender en ferias, aunque en los últimos meses de pico de la pandemia se estableció una restricción horaria en el centro, para reducir la exposición externa al centro y reducir la posibilidad de contagio. Solo les permitían salir dos horas por día.

Eso le complicaba a Tito, según me contó, porque entre que armaba y desarmaba el puesto perdía buena parte de ese rato.

Pero a los días de mi visita al centro volví a conversar con él y me dijo que ese límite se amplió a ocho horas, lo que le da más margen.

Esto me decía al respecto:

 

Espero poder empezar a vender un poco más. Vendo en Ariel y Sayago, vendo en la feria de Peñarol… pasa que es un poco alejado y yo vendo artesanías decorativas. Para movilizarte con todo… Pero el futuro va teniendo más luz. Ese túnel negro que había, ahora está cada vez un poquito más claro.

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Paradores nocturnos

RA: Te planteo hacer un recorrido por las diferentes opciones que tiene el Mides, hacemos un círculo y terminamos en este centro donde vive Tito Pintos, para conocer la otra historia humana que adelantábamos.

GG: Bien, vamos de menos a más.

La opción más nueva para las personas en situación de calle son los paradores nocturnos. Es una suerte de paso previo al refugio.

Acá lo que buscaba el Mides era esquivar el rechazo que algunas personas tienen con los refugios por malas experiencias anteriores. Recordemos que el 100% de la oferta de refugios está tercerizada, es una simplificación hablar de “refugios del Mides”, el ministerio contrata organizaciones que se encargan de la operativa diaria.

Con los paradores nocturnos se quería dar un paso más para atrás, para que no se genere ese rechazo. Gabriel Cunha, director de Calle del Mides, lo expicaba así a En Perspectiva:

 

Es una respuesta de más baja exigencia. Quiere decir que si una persona no quiere venir a dormir toda la noche, quiere venir un rato, sacarse el frío, comer algo caliente, y después volver a salir, lo puede hacer.

 

También con los paradores la idea era tener sitios más pequeños donde se eviten situaciones de violencia que se pueden dar con una gran concentración de personas.

Por ejempo, el año pasado este gobierno abrió un centro de acogida en la calle. Veracierto que era gigante, para 100 personas, y donde se generaban colas todavía más extensas, según reportó en su momento la diaria. Allí se vivieron incidentes con la Guardia Republicana que motivaron una denuncia de los trabajadores ante la Institución Nacional de Derechos Humanos.

El parador nocturno es la antítesis de eso. Como máximo son para diez personas y en total son siete paradores, hace pocos días abrieron los últimos.

RA: Vos visitaste uno en Villa Colón.

GG: Lo visité de mañana, ya sin gente. Está ubicado en el Colegio Pío, sobre Avenida Lezica, y lo maneja un grupo de exalumnos que tiene una olla popular, la Olla Villa Colón, por lo que ya conocían a las personas en situación de calle de la vuelta. Comenzaron abriendo el parador unos pocos días a la semana, pero la experiencia fue exitosa y ya funciona todos los días.

Se entra al predio frontal del colegio, que está bastante retirado hacia atrás, y desde ahí se gira a la derecha, se atraviesa un umbral, y al fondo hay una casa donde funciona el parador nocturno. Antes hay un espacio donde a veces se dictan clases de zumba a la vez que están pasando las personas en situación de calle, a eso de las nueve de la noche.

El parador se ubica en el piso de abajo de esta casa. Es un espacio como una sala de estar grande, digamos, con las camas, catres, distribuidas a los lados, una mesa en el centro, y una cocina a un lado.

Los catres tienen cada uno un cartón con el nombre de los que se quedan ahí. Así los esperaron el primer día, con el nombre de cada uno, porque los jóvenes de la organización ya los conocían.

RA: El hecho de que esté en Colón también tiene que ver con la estrategia que persigue este Mides, ¿no?

GG: Sí, ellos habían notado que la respuesta a las personas en situación de calle estaba demasiado concentrada en la zona céntrica, porque naturalmente estas personas se nuclean en centros económicos. Pero buscaron descentralizar para llegarle a personas que vivían en otros barrios y que, según el gobierno, estaban quedando descuidados con el encare previo.

Según Gabriel Cunha, el director de Calle, aunque hace poco que están operativos los paradores nocturnos, ya ha habido gente que aceptó ser derivada a refugio por la buena experiencia que tuvieron allí.

Estuve conversando con uno de los referentes de la organización que maneja este parador en el Colegio Pío, Juan Martín Ferreira, que me contaba esto:

 

-Falta convencer a alguno de que se quede la noche, porque tiene su lugarcito, ya acostumbrado o consiguió algo últimamente, pero vienen a poder ducharse, a recibir la cena, estar un rato acá con nosotros. Se les ofrece también y vienen con gusto.
-¿Son los mismos que están hace tiempo o han visto alguna persona nueva que no la tenían en el radar?
-El lunes que inauguramos vino un señor que era del barrio pero no conocido de nosotros. El resto de la gente lo conocía. Nos comentó su situación, estaba viviendo acá en La Tablada en un campito abierto, descampado. Al ser conocido de ellos era más fácil el poder quedarse, que se relacione con el resto. Después le buscamos un refugio fijo por si quería después de ahí salir a trabajar, con asistentes sociales para armar currículum, y ahora está con ellos. Nosotros igual le dimos la posibilidad de venir porque era conocido del barrio. Casos como él tuvimos dos.

 

RA: ¿Qué le da el Mides a esta organización de exalumnos del Colegio Pío que maneja el parador nocturno?

GG: Les da la comida, a través del INDA, les dio los catres, el gas para las estufas. Las estufas vienen a su vez de una donación privada a la Dirección de Catastro, que la redirigió para el Mides. Las frazadas también son donadas, esta vez por la B’Nai B’rith.

También le han dado ropa a las personas que se quedan en los paradores, y esa ropa viene del contenedor con donaciones que encontró el oficialismo en el Puerto, que fue bastante sonado sobre el comienzo del período de gobierno.

A las personas en situación de calle que se quedan en los paradores se les da cena y de mañana se les da un desayuno de yogur, fruta, y más de uno se come las sobras del guiso de la noche anterior.

RA: Esto es una novedad de este mismo invierno. ¿Cómo se ven desde la oposición, desd el Frente Amplio, los paradores nocturnos?

GG: Micaela Melgar, exdirectora de Calle del Mides, actual diputada suplente por el Partido Comunista, considera que este gobierno está aumentando el rol asistencialista del Mides, en cuanto a dar una respuesta en invierno a la cuestión de la indigencia pero no se está mirando a futuro, y considera que los paradores nocturnos son “la versión más extrema” de esto.

 

En los paradores nocturnos no existe el rol de intervención técnica, es justamente eso: una alternativa de pernocte. Eso lo que significa es que se cree en un Estado asistencial y no en un Estado que intente generar una trayectoria de salida, una promoción de los derechos, etc.

 

Podemos agregar en esta línea que hubo una pequeña polémica hace pocos días, que se tuvo que cerrar uno de los paradores nocturnos luego de que trascendiera que se les estaban entregando biblias a los usuarios.

Refugios nocturnos

RA: Pasemos a los refugios nocturnos, quizá lo más tradicional cuando uno piensa en el Mides…

GG: Sí, también visité uno por la mañana, ya sin gente. Está en la calle Hudson, también en Colón pero como yendo rumbo al sur, más cerca de Peñarol. Es una casa de un piso, en una zona tranquila, arbolada, la casa tiene un fondo con mucho verde, donde hay armada una canchita de fútbol muy sencillita. Está previsto construir un invernáculo en ese espacio, a impulso del área sociolaboral del Mides.

Acá viven 20 personas, lo que supone una reducción de la cantidad que se admitía antes en refugios, que era más del entorno de 30. Esto no significa que haya menos cupos, sino que lo que busca el gobierno es que haya más refugios con menor aforo.

La intención de la administración actual del ministerio es homogeneizar al público que vive en estos lugares, para que no suceda que hay personas muy distintas viviendo juntas. Me ponían de ejemplo que no quieren que convivan un veterano sin jubilación, un recién liberado de la cárcel, alguien salido recién del INAU, porque requieren respuestas distintas y es más difícil de manejar si están en el mismo sitio.

Además, quieren potenciar los talleres. Así me lo contaba Gabriel Cunha:

 

Le estamos pidiendo a cada centro distintos talleres y que fomente con otros actores, no necesariamente son ellos que lo tienen que dar. Que se centren en cuatro ejes temáticos: uno es reinserción sociolaboral, otro reinserción educativa, adicciones y el último, recreación. Que en esos cuatro ejes temáticos puedan empezar a generar instancias diurnas y de esa manera generar propuestas para que la persona que necesita de un refugio nocturno tenga herramientas que le permitan el día de mañana proyectarse, pero también que sean espacios donde tengan propuestas diurnas para no estar tanto tiempo en la calle.

 

RA: Como decíamos antes, el otro cambio que instrumentó el gobierno es que cada ONG maneja tres refugios nocturnos.

GG: Cada casa tiene un educador, un auxiliar de enfermería y un auxiliar de servicio fijos, pero hay un único equipo técnico central, conformado por un trabajador social, un psicólogo y un coordinador, que maneja tres casas.

Esto ha sido criticado tanto por la vieja administración frenteamplista como por el gremio que reúne a los trabajadores de ONGs, como una precarización del trabajo técnico.

RA: Hace algunas semanas conversamos aquí En Perspectiva con Gastón Mercader, vocero del Sindicato Único de Trabajadores de Instituciones Gremiales y Afines, que nuclea a trabajadores de instituciones sin fines de lucro y en eso nuclea trabajadores de refugios. Él nos habló a propósito de esto:

 

Ahora los trabajadores sociales, los psicólogos y los coordinadores tienen que atender a más personas con menos horas. Con menos horas no, pero el ratio decrece. Hay menos asistencia técnica a los usuarios, en un momento de crisis, cuando la población está creciendo, la población usuaria del programa.

 

Gabriel Cunha, el director de Calle, lo defiende diciendo que eso les da una “sana distancia” con la cotidianeidad de los refugios nocturnos.

Pero desde la oposición, Micaela Melgar, quien como dijimos fue directora de Calle en el gobierno anterior, le decía lo siguiente a En Perspectiva:

 

Los dispositivos quedan en manos de educadores. Son los dos educadores que tienen que abordar toda la situación. Voy a plantear una situación bastante delicada, pero puede pasar: el otro día sucedió un fallecimiento de una persona adentro de un refugio, que se está investigando qué sucedió, y los técnicos no llegaron a atebder esta situación. Es grave, porque si uno reduce el rol técnico, reduce la capacidad de respuesta que se tiene.

 

RA: Fuera de esa discusión, contanos un poco más de cómo es este refugio en el que tuviste.

GG: Como les decía, es una casa normal. Hay cuartos con cuchetas para los residentes, con bastante humedad en las paredes, hay que decirlo; hay casilleros para que dejen sus cosas, hay una cocina donde son las propias personas en situación de calle las que cocinan los domingos.

Cunha comentó en la recorrida que él se había encontrado al asumir el cargo con refugios en donde las camas tapaban las ventanas, por lo que no podían abrirse y eso dificultaba la ventilación. Me lo mencionó como algo que se había erradicado, pero en esta casa nos encontramos justamente con eso.

Cunha lo hizo notar y pidió que la movieran al referente de la ONG que nos recibió.

Agrego algo operativo: los refugios nocturnos tienen un horario de entrada entre las 18 y las 20 para quienes tienen la “permanencia”, es decir que duermen todas las noches en el mismo refugio. Entre las 20 y las 21 es el horario para que soliciten ingreso quienes van a pedir un cupo nuevo.

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Centros 24 horas

RA: Nos faltan los centros 24 horas.

GG: El que yo visité está en Sayago, en la calle Luis Giralt. Es un edificio bastante grande, de tres pisos, que de afuera parece un liceo un poco descuidado: paredes grises, manchadas por la humedad.

Es un viejo internado de un colegio, que estaba sin uso y por eso se pudo hacer rápidamente el acuerdo para utilizarlo con este fin.

Este es el primer centro grande que abrió la gestión multicolor del Mides, ante la necesidad por sumar muchos cupos cuando arrancaron los fríos en 2020.

Viven allí 70 personas, de las cuales 20 son mujeres. Se distribuyen dos por habitación, en cuartos que tienen dos camas simples, dos mesas de luz, un ropero y una ventana. Sencillas, austeras, pero dignas. También tienen una habitación separada, que es el cuarto de aislamiento para los casos positivos de covid-19 o para las cuarentenas preventivas.

No han tenido ningún caso entre los internos, sí han tenido que ejecutar confinamientos generales preventivos por casos entre los cuidadores. Ahí el protocolo es que se cierra el centro, el equipo de cuidadores se va para su casa, y viene un equipo suplente.

El cuarto de aislamiento también se usa por si algún interno sale y demora varios días en volver. Entonces para guardar recaudos lo aíslan en esta habitación separada que tiene su propio baño.

Los internos se desplazan con total libertad e interactúan con los cuidadores, que los conocen a todos por el nombre y los tratan con amabilidad, se nota un buen ambiente.

Y se llama centro 24 horas porque estas personas viven allí, no tienen que irse como sucede en otros refugios.

RA: ¿Quiénes califican, por así decirlo, para vivir en un centro 24 horas?

GG: Son personas con potencial de autonomía. Esto quiere decir que no son ya autónomas, como las personas que viven en otros refugios, ni tampoco que requieren de más cuidados, por ejemplo personas con trastornos mentales severos.

Algo más: se ofrecen algunos talleres. Por ejemplo de huertas, que lo brinda una educadora. Tienen también una compostera propia. Los internos hacen las macetas y luego venden plantitas en la feria.

Luego hay un comedor, con mesas señaladas con colores para ir llamando en orden y que no se generen aglomeraciones al recibir la comida, y hay un espacio común, que tiene la pinta de ser un viejo gimnasio del internado, donde, como les comenté antes, hay una televisión y el taller de Alberto “Tito” Pintos.

¿Por qué hay quienes siguen sin querer ir?

RA: Repasamos toda la oferta de refugios del Mides. Pero se sigue viendo gente en la calle. Ese es un ángulo que falta: ¿por qué a pesar de que se aumenta y se hace más variada la oferta, sigue quedando gente que prefiere quedarse en la calle?

GG: Para tratar de entenderlo salimos de recorrida con una organización incipiente que se llama MoviTodes, surgida de una olla popular de Barrio Sur.

En días que no cocinan, salen por diferentes puntos de la ciudad a repartir una bebida caliente, algo de comida y algo de abrigo.

En el apartamento de dos de las integrantes del grupo reúnen las donaciones, tienen el estar copado por bolsas y bolsas de acolchados, frazadas y ropa, más bolsas de pan y bizcochos que les dona una panadería. También les entregan a las personas una lista con direcciones de ollas populares para que sepan a dónde ir a comer.

RA: Los acompañaste el martes, el día que comenzaba la actual ola de frío polar.

GG: Salimos a eso de las 21:30 y estuvimos unas dos horas caminando por el Centro.

Los días de alerta meteorológica por frío, el Mides activa el operativo frío polar, con el que agregan cupos en centros de la Armada y el Ejército para atender la más alta demanda, pues incluso personas que en otras condiciones prefieren estar en la calle optan por resguardarse. Además, los equipos del ministerio están más activos levantando gente y llevándola a refugios.

Así que había menos personas de lo que habitualmente se encuentran los chicos de MoviTodes. Sin embargo, en las dos horas de caminata se fueron varios termos de café y chocolatada caliente, dos bolsas de pan y todo el abrigo.

Una buena parte de las personas que encontramos en la calle estaban trabajando como cuidacoches. Para estos casos, desde el Mides explican que se hacen excepciones en los refugios nocturnos para que quienes trabajan hasta tarde puedan ir a dormir, siempre y cuando soliciten el cupo y avisen que van a llegar después de la hora de entrada.

Otros muchos con los que interactuamos sí estaban preparándose para dormir en la calle, varios de ellos en parejas. Y ahí ante la pregunta de por qué elegían no ir a refugios, me encontré con tres respuestas.

Una, cuestiones de salud mental. Un hombre que estaba acomodado en el borde de una ventana en la calle Río Negro, que prácticamente gritó de alegría cuando le ofrecieron comida, contestó que los refugios eran una mentira. Uno de los jóvenes de MoviTodes le preguntó si se refería a que no había aumento de cupos como informaba el gobierno, pero el hombre insistió con que no, que los refugios no existían, que eran un invento de la televisión.

Segunda respuesta: personas que tienen muchas pertenencias prefieren no ir a refugios porque pierden sus cosas. En el refugio nocturno que yo visité había casilleros para pertenencias personales, pero no se puede ir con un carro entero como tenía otro hombre en la explanada de la Intendencia, de nombre Germán.

Germán contó que si lo levanta la camioneta del Mides, deja el carro donde estaba pero al volver al otro día no le queda nada. Y que el único lugar donde creía que lo dejaban entrar con el carro estaba lejos, pero que sufre de problemas en las piernas y no puede hacer el esfuerzo.

Germán era un veterano con ganas de hablar, sin atisbo de trastornos mentales o adicciones, estaba bien abrigado, y me contó mientras comía que él había trabajado años en barcos pesqueros, su barba larga y enredada daba bien el physique du rol de un hombre de mar. Me dijo que en esas travesías había soportado temperaturas de decenas de grados bajo cero en las cámaras de refrigeración, tanto que al salir a la superficie del barco, aún estando por mares helados, no sentía frío. Por lo tanto, me dijo que no le tenía miedo a lo que los montevideanos llamamos frío polar.

RA: ¿Y la tercera respuesta?

GG: Y la tercera respuesta me la dio un hombre más joven: que de los refugios nocturnos te echan por la mañana, por lo que igual iba a estar todo el día en la calle, y le parecía más fácil ya quedarse toda la noche.

 Hossain: De Bangladesh a Uruguay

RA: Ahora sí volvemos al principio, a la otra historia humana que te encontraste en el centro 24 horas de Sayago: la de Jakir Hossain.

GG: En junio del 2020, con las fronteras uruguayas cerradas a cal y canto, pero todavía con niveles muy bajos de contagios de covid-19, sorprendió la noticia de que un hombre de Bangladesh había aparecido en el Chuy y se había convertido en el primer caso positivo de ese departamento. Capaz que se acuerdan de la noticia…

Según cuenta una crónica del semanario Búsqueda de julio del año pasado, a Jakir Hossain lo encontró la Policía viviendo en la calle en el Chuy, hambriento, incapaz de comunicarse con nadie por el desconocimiento del idioma.

Un médico pakistaní que vive en la ciudad fronteriza ofició de intérprete, porque él solo hablaba bengalí, apenas algo de inglés. Ahí entendieron de dónde venía y lo trasladaron a Montevideo.

RA: ¿Cómo apareció en situación de calle en el Chuy? Que no es una ciudad portuaria…

GG: La historia que le contó a Búsqueda es bastante increíble. Hossain dice que el gobierno bangladesí quería matarlo por algún tipo de corrupción vinculada con el rubro de la vestimenta, donde él trabajaba.

Contó que el enfrentamiento lo llevó a que incluso su padre fuera atacado y le cortaran un brazo. Entonces él huyó para salvar su vida y que no siguieran hostigando a su familia. Conoció Uruguay por videos de YouTube, consiguió un pasaje a Cuba y se mandó hasta allá.

Viajó de Cuba a Surinam, donde se quedó sin dinero, luego Guyana, donde vivió en una mezquita un mes, y entonces entró a Brasil, donde pasó días enteros sin comer y tuvo que vender las pocas pertenencias que tenía para poder costearse el trayecto, en un contexto en el que, según contó a Búsqueda, nadie hablaba ni una palabra de inglés y por lo tanto se encontraba con todavía más dificultades para hacerse entender.

Pero llegó.

RA: Llegó y al poco tiempo entró en la órbita del Mides.

GG: Estuvo primero en el Estadio Charrúa, donde se armó un campamento para recibir a personas vulnerables con covid-19, y luego ingresó a este centro 24 horas en Sayago.

Cuando yo visité el refugio, Hossain estaba viviendo todavía allí, aunque justo había salido.

Tito” Pintos, el artesano que mencionábamos al arranque, quien vivió con él durante un año en la misma habitación, lo definió como “una persona extraordinaria”.

Pintos tiene experiencia vasta en turismo, como vimos antes, y eso les sirvió para poder comunicarse mutuamente. Esto nos contaba él…

 

Un poco en inglés, en portugués, francés, por señas… Y con el traductor de Google. Fue algo maravilloso. Imaginate una persona que tiene familiares, amigos, contactos, en Bangladesh. Entonces cuando estamos despiertos, allá están todos durmiendo. Él se comunicaba por WhatsApp a eso de las tres, cuatro, cinco de la mañana. Y no podía salir a los pasillos del hogar, tenía que hablar en la habitación. Entonces teníamos acuerdos tácitos, después él me dejaba dormir la siesta. Pero a esa hora de la madrugada él se comunicaba con Bangladesh y después venía la oración. Él es muy musulmán. En el Ramadán fue algo extraordinario, era todos los días: los horarios de la comida, el rezo. Pero la convivencia fue extraordinaria, para mí fue algo sumamente enriquecedor.

 

Pocos días después de que yo estuve en el centro 24 horas de Sayago, Jakir Hossain pidió la salida definitiva y dejó de vivir al amparo del Mides.

Pude conversar muy brevemente con él por teléfono, una proeza porque maneja poquísimo español y poco inglés, y luego sí hablamos más por mensaje. Me contó que consiguió un trabajo tipo part time fuera de Montevideo y que su plan es poner un negocio de venta de ropa.

De hecho, un cargamento de vestimenta ya está en el puerto y él estima que en agosto podrá ponerla a la venta.

Me mandó fotos de las prendas y de las cajas acumuladas en un depósito donde se ve su nombre y la procedencia y destino del material: desde Bangladesh a Sayago, al igual que él.

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