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Los bebés en pandemia

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Por Beatriz Angulo //

Continuando en este espacio con nuestras reflexiones, hoy nos detendremos a pensar en los bebés y sus familias. Pequeños que están naciendo y viviendo en esta nueva normalidad, la única para ellos.

El distanciamiento social que atraviesa a los adultos repercute de diferente manera en los pequeños.

¿Por qué detenernos a pensar en los bebés?

Porque es uno de los periodos más revolucionarios de la especie humana, donde se depende absolutamente del otro para poder vivir. Somos sujetos sociales en un contexto sociocultural dinámico.

Me relataba una mamá: “No puedo más. Ya no lo aguanto llorar, todo el día está así, no sé qué le pasa. Se queja, solo quiere upa”. Esta mamá debía atender a su otro hijo, cocinar y trabajar. Los abuelos no pueden ir a ayudarla, y se siente desbordada.

Otro testimonio para compartir: “Estamos agotados, todos los días es lo mismo. A penas si salimos al supermercado. Se despierta 4 o 5 veces de noche, no podemos dormir. Y Juan (refiriéndose al padre) sigue sin trabajo. No sé que vamos a hacer…”

Otro papá relataba: “Como podemos trabajar los dos desde casa, estamos todo el día con él. Eso está bueno, lo estamos disfrutando. Nos llegó en el mejor momento, sino yo tenía que estar todo el día en el trabajo”.

Ser mamá, papá, siempre es un desafío. El nacimiento de un hijo es un momento especial y conmovedor. Todo es nuevo. Se ponen en movimiento, a veces sin darnos cuenta, sentimientos y emociones muy fuertes. Es un tiempo de gran felicidad, pero también de mucha confusión donde socialmente no hay lugar para manifestar los miedos, las dudas, las fantasías que todo esto despierta.

Pensemos entonces toda esta revolución física y psíquica de los progenitores, como del bebé, dentro de esta nueva e impuesta forma de vida.

No podemos olvidar de la importancia de estos primeros meses porque son fundantes del psiquismo en desarrollo de la vida.

En los años 40, un grupo de psicoanalistas del llamado Middle Group de Londres comienzan a investigar y a estudiar cómo el ambiente influye en el bebé, destacando la importancia de las relaciones reales y de las experiencias vividas en éstas.

Después de la Segunda Guerra Mundial, al quedar los pequeños huérfanos, se cuestionaban qué necesitaban éstos para vivir más allá de ser alimentados. Se filmaban las interacciones cara a cara de los pequeños y los adultos, descubriendo que es imprescindible el contacto físico, el hablarles y el mantenerles ciertas rutinas básicas.

Un bebé necesita ser pensado por otro para poder vivir. Es como que el bebé, sin decir, dijera… “ahora tengo hambre”, “necesito ir a dormir” o “estoy incómodo”.

Como sabemos, el bebé no habla con palabras. Lo hace con su cuerpo, con su mirada, con sus gestos. Necesitará por lo tanto alguien que lo decodifique, que se ponga en su lugar para poder entenderlo. Día a día requieren que los adultos responsables estén disponibles no solo físicamente, sino emotivamente.

El pequeño es quien va marcando los tiempos y sus necesidades. El entorno debe acompañarlo, y se van a ir poco a poco constituyendo como sujetos deseantes.

Vamos viendo cómo de una forma que podemos llamar asimétrica se van compartiendo los estados afectivos: “Parece que estás enojado…” “¿Que pasó…? ¿Estás triste…?”

El bebé, a través de sus gestos, gritos, llantos y movimientos va mostrando sus vivencias, sus deseos. Es a través de la empatía y receptividad a la experiencia emocional del otro que se van entendiendo, en el poder compartir estados de ánimo del otro y sentimientos como suyos. Es algo no consciente donde se van incorporando elementos verbales y no verbales para poder captar la vida emocional del otro.

Esto lo vemos, por ejemplo, cuando la madre imita expresiones faciales de su pequeño, agranda la boca, sube las cejas, hace como que llora…

Para lograr todo esto, la madre, el padre o el adulto responsable debe estar disponible psíquicamente para poder entenderlo y cuidarlo.

Y es allí donde debemos estar como sociedad. Desde los diferentes lugares de atención, ya sean pediatras, guarderías, los abuelos, los amigos, estar atentos a cómo están estos padres o cuidadores, cómo se están sintiendo, cómo están transitando esta pandemia afectivamente.

Será necesario sostenerlos, escucharlos y estar cerca, aunque no físicamente, para que puedan dedicarse a ese misterioso e intenso mundo del bebé. Bebés que son el futuro de nuestro mundo.

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Beatriz Angulo es licenciada psicoterapeuta psicoanalítica de AUDEPP.
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