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Adiós, Europa

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Tolga Akmen / POOL / AFP

Por Andrea Burstin ///

Hace algunos días los científicos británicos empezaron a hablar de una nueva cepa del virus en el sur de Inglaterra. Su velocidad de contagio es mayor. Los casos se duplicaron en tan solo dos semanas. Todavía no hay certeza sobre su tasa de mortalidad. Tampoco sobre si la vacuna, que este país fue el primero en el mundo en empezar a administrar, brindará protección total frente a esta variante.

El pasado sábado Boris Johnson suavizaba así el mensaje para una Navidad casi suspendida: “no podemos continuar con la Navidad tal como la planeábamos”. Londres y muchas áreas de Inglaterra volvían a un cierre casi total. Al día siguiente varios países de la Unión Europea prohibían la llegada de los vuelos desde Reino Unido. Mientras escribo estas líneas la lista ya suma diecisiete países, entre ellos Italia, Alemania y Francia.

Ambas medidas sorprendieron a una población desanimada que parece ir inmunizándose de las malas noticias antes que del propio Covid-19.

El cierre de las tiendas empezaría a regir a las pocas horas de anunciado. Las compras navideñas, que iban a brindar un poco de respiro a un comercio en estado de coma, quedaban suspendidas en formato presencial y ya con poco tiempo para encontrar un sustituto en el comercio electrónico.

El aislamiento del resto del continente, también muy sorpresivo, guarda un desagradable paralelismo simbólico con unas conversaciones encalladas para instrumentar un acuerdo con la Unión Europea antes del 31 de diciembre. Según los pronósticos, acabará en “no acuerdo”. Reino Unido que se irá de este matrimonio por decisión propia, no se llevará bajo el brazo ni siquiera un acuerdo de libre comercio . Y tras la irrupción de una nueva cepa del Covid-19, le han cambiado la cerradura de la puerta antes de lo previsto

Nada asegura que en pocos días esta nueva variante del virus no haga su aparición en el resto de Europa. La nueva ola entró con mucho vigor. El rojo, ese color que a esta altura del año suele vestir los escaparates, las calles y las casas, hoy tiñe el mapa de Europa con indicadores de máxima alerta. Número de casos, de ocupación en cuidados intermedios e intensivos, fallecimientos.

Italia replica en su segunda ola los efectos devastadores de la primera. Francia, España y Reino Unido de momento logran contener la cifras de fallecidos a niveles algo inferiores a los de la primera ola. Portugal, Grecia y Alemania, con versiones primaverales de la pandemia mucho más suavizadas o controladas que el resto del continente, se enfrentan, en esta segunda edición a un número de fallecimientos diarios proporcionalmente más altos que sus vecinos. Ello a pesar que en todos los países se vienen aplicando en los últimos meses medidas para reducir los contactos: cierres parciales, confinamientos, toques de queda.

Las reglas para las reuniones y los desplazamientos para estas fiestas se hacen cada vez más restrictivas. En Reino Unido sólo se podrá celebrar con quienes se conviva. Con algunas variaciones esa será la norma general en Europa. Las restricciones estarán entre un máximo de 6 a 10 asistentes.

Llevamos casi un año hablando en clave de pandemia. El coronavirus es ya en muchos países, la primera o segunda causa de muerte en 2020. Para Reino Unido, termina de manera especialmente triste. Más lejos de Europa.

Pese a todo no deberíamos dejar de brindar por importantes logros.

Porque entendimos que el debate no era entre la vida y la economía y que cualquier escenario que dejara colapsar nuestros hospitales debía ser descartado.

Porque el trabajo de los científicos y el personal sanitario salvaron y salvarán millones de vidas.

Porque las nuevas herramientas digitales y los esfuerzos de todos los implicados para adaptarse a ellas, permitieron seguir enseñando y aprendiendo; evitaron el cierre de muchos negocios y atenuaron la destrucción del empleo.

Porque el mundo trabaja con un mayor nivel de coordinación, que esperemos ayude también en la recuperación económica.

Porque una vez más hemos demostrado que seguimos siendo unos bichos con una enorme capacidad de adaptación y de colaboración.

Brindemos por todo ello, amigos. De la forma que podamos, cuidándonos y cuidando más que nunca a los nuestros, en estas fiestas que serán sin duda alguna, muy especiales.

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Andrea Burstin es economista por la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, y MBA por el Imperial College de Londres.

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