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Bonito trasnoche de ataques de tos bueno cerca del barato Maciel (Radiografía uno y dos)

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FOTO: Galgomundo

 

 

El Imperial Bedroom es bueno, tiene el feeling de Elvis Costello, lo digo de ese modo (no existe otra manera), pero unos 10 años más tarde del Pump It Up del This Year’s Model. En la filosofía de la canción moderna, pudo haber ido alguna de este, que dice que asesinar mi amor es un crimen, y sigue con las cosas de amar un hombre fuera de tiempo; hay un grito al principio y otro al final de la canción, y me llevó una cantidad de tiempo encontrarlo en vinilo.

Las canciones no las puedo poner en una lista infinita, sí o sí tiene que pasar por el Traktor negro, es el único modo que puedo recortar los excesos de graves en el bar del techo en un hotel en alguna parte de Pocitos. Van en fila, nunca como patitos, del suroeste al noroeste, dos más dos son cuatro, subwoofers empotrados en el techo. No entiendo que alguien haya pensado que ponerlos de ese modo fuera buena idea. Pueden estar metidos dentro de la isla o en cada esquina, pero nada de esto importa; en la isla volvió el feo olor a caño y en cada esquina hay una lámpara de pie.

Raro, van dos veces que mi compañera del 121 de regreso a la Ciudad Vieja me pregunta por la música que suena. La primera vez fue cuando sonaba Eternal Flame de Joan as a Police Woman y la segunda con este disco del Little Fool de Elvis Costello y su disco de la separación.

Urgentemente tengo que salir de ese grupo que va de Montevideo a Punta del Este, que nunca uso para nada; silenciar las notificaciones al menos.

Vi pasar a la encargada nueva, tiene la G de Galgo en el nombre. La noche del sábado iba y venía de una a otra mesa, caminaba por todo el barco, levantaba mesas y sillas; la ayudaba la tripulación estable del bar en el techo.

Puse a los White Stripes en uno de esos discos antes de que se hicieran tan famosos. La verdad, no hace ruido.

Anoche estaba en los peores días de Mark Lanegan, pero sin la heroína. Hay algo peor que no tener la heroína, quedarse mirando videos en YouTube del liberal que va de candidato para presidente en el país vecino. De todas las cosas que dice, además de las amenazas a sus perros y a la paseadora brasileña que se los devolvió y le renunció al segundo atentado de auto de velocidad máxima que casi los pisa a todos. Lo más divertido puede haber sido la explicación de su peinado, que no era peluca más que en su apodo, y que se logra ese look con el techo abierto y acelerando por la avenida que más le gusta ir; tengo que pensar que es Libertador, mucho más que la 9 de Junio.

Después de terminar con eso, fui a pegar algo peor que la heroína. Fui todo el camino, son dos cuadras; cuando giré en Guaraní, venía por Sarandí, empecé a toser. Hasta una antes de llegar al Hospital Maciel, me imaginé mucho más que lo de John Lennon, un disparo a mitad cuadra, frente a la panadería Nuevo Puerto. De eso no me imaginé nada; iba con la tos espantosa, en una cuadra sucede todo: hay uno que no está en la esquina, no sabe nada de cómo ser los de la esquina, le gusta más estar en la mitad de la cuadra, ocupando el espacio en la delgada vereda que se precisa para que yo pase entre ellos.

Es fácil eludir a estos; voy con el trench famoso y rojo que me regaló mi amiga la tocaya de Cecilia, que es imposible no extrañarla (no importa nada lo que diga y haga, cambié de parecer). El trench de cuero rojo va y viene con la calle Guaraní un domingo cerca de medianoche; hay que no mirar para abajo, no hay nada que esconder, nada que me asuste. Son unos pibes en el camino; no tengo por qué saludar, pedir permiso o pechar a nadie. El último al que voy a pasar está de espalda; no hay tanto viento que venga del otro lado, pero se puso de espalda a los otros tres para darle fuego a un contento que se parece mucho más a un porro, un troncho de no muy buenas flores. Difícil conseguir paraguayo estos; capaz un nevado de Juana.

Después de pasar por ellos, se me acercó por el medio de la calle una señora que es mi amiga y más amiga aún de la pequeña Cecilia. Hubo alguna vez en la que venía con ella a caballito o venía en su monopatín, y algo divertido sucedió, una conversación que duró menos de un minuto, algo que podía estar relacionado con la pequeña Cecilia, en la que involucré a la mujer, que debe tener menos años que mi madre. Anda siempre por la vuelta, por ahí. Hay algo hermoso que sucede con ella. No hay modo alguno de dañar el alma de una buena persona, de una buena mujer; se llama Rosana. Me había confundido su nombre (ya no se me olvida más). Me preguntó por Cecilia, pero no pude contestarle debido a la tos que traía. Creo que la próxima vez le preguntaré al dueño del kiosco en la esquina con las tres b de "bueno, bonito y barato". Si es bueno y no malo, podría no venderme la caja de diez. Compré los diez cigarrillos, una caja de los más fuertes. La misma marca que no ha podido matar a Keith Richards hasta el día de hoy (21.08.23).

Al volver, me crucé con más conocidos, una conocida y el que para en la puerta de Sarandí 123. Creía que habíamos llegado a un buen acuerdo en el que no necesitaba que me cuidara la casa en la que vivo. La casa se cuida sola, con esa puerta pesada que no se sabe cuántas veces está sin tranca. La empujas y no abre. El portón que da acceso a tres autos (que no tengo ni uno) va con llave, y no debería intentar nadie hacer nada más que dejarlo como está, sin candado, bajo llave.

Suena la canción de los Traveling Wilburys que dice "Last Nite". En el camino de vuelta, me encontré con una serie de tres episodios insólitos sobre el divorcio del Pirata del Caribe con la actriz que no era Ava, sino Amber. te cagó en las sábanas y me voy a un festival de rock de tres días y dos noches, con alguien que después aparece por Zoom hablando de no sé qué cosas de un teléfono abierto en manos libres, que voló por los aires y le golpeó a su amiga.

No llores, querida mía. A esta altura ya no te quedan lágrimas. Hace mucho tiempo que escucho que el otro te dice tantas veces lo mismo. Dale, Magdalena, mira hacia las montañas. Es probable que estemos allí antes de que la noche se caiga del cielo.

El sonido del miedo está en un disco de las Anguilas, fue Martina quien me dijo el nombre de la banda, traducido a nuestra lengua. No era obvio ni fácil para mí, como lo de Gato Esteban o Robert Plant.

Hay una mujer que me cuida, me protege y me da de comer rica comida. No creo que haya escuchado al peluca y su Ministerio de lo Importante que puede resultar en eso en los inicios de la vida, los primeros tres años y el resto de los años que vendrán. Pero lo importante al principio, y después cuando vuelve a aparecer, es saber que esto dura un segundo y lo rápido que se nos va. Mejorar, acelerar. Hay una planta en la ventana que necesita salvarse y crecer. Hay una cantidad de ruido que hacen a la hora del cierre. El árbol estaba en los cardos, o puede que plantara uno en San Antonio, y el libro se publicara antes de que termine el año mágico.

Gotoso de Garoto."


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